59 | BOLETÍN DE A.L.I.J.A. (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) | 5 de setiembre de 2001

"Donde el diablo perdió el poncho"
Crónicas del Taller del Discutidor en la Feria del Libro

Dibujo de Douglas Wright
"(Etchenaik) caminó Corrientes arriba hacia Callao con el cuello sobre la nuca rala y canosa."
(Ilustración de Douglas Wright)

Séptima entrega

Auspiciado por ALIJA, durante la 27° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se presentó la quinta edición de "El Taller del Discutidor". Este año, el espacio, coordinado por el licenciado Eduardo González –y ya convertido en un "clásico" de la Feria–, se subtituló "Donde el diablo perdió el poncho" y la temática para los encuentros giró en torno a los orígenes y saberes de lo popular en el teatro, la historieta y la literatura. El Taller contó con la presencia de destacados invitados como Graciela Cabal, Mercedes Mainero y Joel Franz Rosell entre otros.

Continuamos con la séptima (y última) de las crónicas sobre lo sucedido en el Taller, narrada por el mismísimo Discutidor:

Círculo Séptimo

A donde viven los guardianes del "Séptimo Círculo", los que reclaman justicia, los buscadores de utopías.

Me toca en suerte el último círculo del averno. Tal vez llegue a encontrar el poncho que perdió el diablo o quizá encuentre el sitio a donde nace el arco iris.

En el séptimo círculo están Borges y Bioy, los iniciadores del policial argentino. Transcribo parte de la conferencia, que acaso sea sólo un laberinto.

1.- Seis problemas para Isidro Parodi

En 1952, Rodolfo Walsh edita la primera antología del género policial de autores nacionales. En esa antología, Walsh plantea que el primer libro de cuentos policiales en castellano se edita en 1942 y su título es Seis problemas para Isidro Parodi. El mismo, en su edición original, llevaba la firma de un tal H. Bustos Domecq. Seis problemas... está encabezado por una semblanza sobre el autor escrita por la señorita Adelma Badoglio, y un prólogo de Gervasio Montenegro.

Dice Adelma Badoglio:

"Sus cuentos policiales descubren una veta nueva del fecundo polígrafo: en ellos quiere combatir el frío intelectualismo en que han sumido este género Sir Arthur Conan Doyle, Ottolenghi, etc. Los cuentos no son la filigrana de un bizantino encerrado en la torre de marfil; son la voz de un contemporáneo, atento a los latidos humanos y que derrama a vuelapluma los raudales de su verdad"

Gervasio Montenegro escribe en el prólogo:

"H. Bustos Domecq es, a toda hora, un atento servidor de su público. Nos ahorra todo tropezón intermedio. Nuevo retoño de la tradición de Edgar Poe, el patético, del principesco M. P. Shiel y de la baronesa Orczy, se atiene a los momentos capitales de sus problemas: el planteo enigmático y la solución iluminadora."

Pronto se supo que Bustos Domecq eran Borges y Bioy Casares y que el libro era una humorada sobre el policial británico.

Eran los años en que la novela negra norteamericana estaba aún impresa en los populares pulp fiction, antes de ser reconocida por la intelectualidad. En ese entonces Borges y Bioy Casares se unieron a Sur, grupo que giraba en torno a Victoria Ocampo. Sur fue un punto de referencia de la intelectualidad argentina que recibía la influencia de la cultura europea y norteamericana.

Para Donald Yates -investigador norteamericano-, la novela policial hispanoamericana y en particular la argentina comienza con la obra Con la guadaña al hombro, publicada por Abel Mateo en 1940 con el seudónimo de Diego Keltiber.

Desde el inicio el interés intelectual por la novela policial hizo que estuviera en manos de escritores y críticos de gran cultura.

Otro modo de entender el origen del policial argentino es remitiendo a modelos anglo-norteamericanos. Desde Poe a Chandler, pasando por Conan Doyle, Chesterton, Ellery Queen y otros. Desde esta perspectiva, el género tiene su origen en las traducciones, sobre todo en revistas juveniles como Nick Carter, Tit Bits, Búfalo Bill Magazine. Desde 1915, con publicaciones como La Novela Semanal, El Cuento Ilustrado, La Novela Universal, se instala en el público el gusto por los magazines ingleses y norteamericanos.

Durante la década del 40 y parte de los 50 se produce un cambio. Se conforma una de las más prestigiosas colecciones detectivescas y se publican en Buenos Aires gran cantidad de relatos de autores locales.

1945 - El asesino desvelado, de Enrique Amorim.

1945 - Los que aman, odian, de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares.

1948 - El estruendo de las rosas de Manuel Peyrou.

El Séptimo Círculo (1944) se diferencia de otras colecciones por su perfil culto. Rastrea las novedades de las editoriales londinenses y neoyorquinas dentro de la novela-problema. Borges y Bioy Casares. La colección editó en total más de 300 títulos y siempre mantuvo la calidad editorial que la convirtió en la colección de policial más importante de la lengua castellana.

Paralelamente a la consolidación de la novela problema, de marcada influencia británica, la novela negra desembarca en Buenos Aires. En todo momento, Borges plantea diferencias con el estilo violento y descarnado de la novela americana.

"No me gusta la violencia que exhiben los norteamericanos. En general son autores truculentos. Chandler es un poco mejor; pero los otros, Hammett, por ejemplo, son muy malos. Además ellos no escriben novelas policiales: los detectives no razonan en ningún momento. Todos son malevos: los criminales y los policías. Es una lástima que la novela policial, que empezó en Norteamérica y de un modo intelectual, vaya a parar a personajes siniestros, que protagonizan riñas donde uno le pega al otro con la culata del revólver, y este a su vez lo tira al suelo y le patea la cara, y todo está mostrado con escenas pornográficas"

Piglia responde:

"La novela negra debe ser pensada en el interior de la tradición de la literatura norteamericana y no en relación a las reglas clásicas del relato policial. Lo paradójico es que durante años los mejores escritores del género (Hammett, Chandler, Cain, Goodis, Mc Bain) fueron leídos entre nosotros con pautas y criterios desde valores impuestos por la novela de enigma. Pienso que en las reglas del policial clásico del grupo Sur encontraba ciertos elementos que confirmaban su concepción de la literatura -y no sólo de la literatura-; el fetiche de la inteligencia pura que valoraba sobre todo la omnipotencia del pensamiento y la lógica imbatible a los personajes de proteger la vida burguesa. En la novela dura el criterio de verdad es la práctica. ¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo? Decía Brecht y en esa pregunta está la mejor definición de la Serie Negra que conozco."

En la evolución del policial ganan los duros. La Serie Negra piloteada por Piglia difunde textos inéditos de la literatura norteamericana. La intelectualidad se vuelca hacia una literatura crítica de la sociedad. Aparecen notas de Osvaldo Soriano en La Opinión y la producción local rescata al policial duro por su crítica social y denuncia de la corrupción política.

En 1957 aparece Operación Masacre de Rodolfo Walsh y al año siguiente ¿Quién mató a Rosendo?

En los setenta se editan The Buenos Aires Affair de Manuel Puig, El agua en los pulmones y Los asesinos las prefieren rubias de Juan Carlos Martini, Ni un dólar partido por la mitad, de Sergio Sinay.

Evaristo y Echenaik

Uno de los problemas con que se enfrentan los escritores es cómo escribir policial en Argentina después de la Dictadura Militar. La figura del detective privado es poco creíble y por otra parte la barbarie policial hace impensable un héroe surgido de sus filas.

Sampayo escribe una historieta que es dibujada por Solano López. Resuelve el problema buscando un personaje real pero legendario: Evaristo Meneses. De esta manera construye un héroe duro pero no implacable.

Juan Sasturain resuelve el problema apelando a la idea de un personaje quijotesco. Un jubilado que de tanto ver películas de Humprey Bogart, se hace detective.

"Era el tercer día que hacía lo mismo: sentarse en el fondo durante la segunda sección de noche y salir primero luego de ver a Bogart, Cagney y Mitchum. Caminó Corrientes arriba hacia Callao con el cuello sobre la nuca rala y canosa. El viejo Bar Ramos parecía una pecera iluminada en la noche...

"...-No me digas Tony, te lo he dicho. Estás loco, Etchenique.

"-Etchenaik, desde ahora. ¿Qué tal? -y señaló el piloto nuevo..."

*

"-¿Vos estás un poco loco, no? -lo apuró Marcial.- Digo por ese berretín de hacerte el detective. ¿Andás calzado?

"El veterano entreabrió clásicamente el saco, mostró el bulto.

"-No jodás mucho... Mirá si te revientan.... ¿Alguna vez tiraste, Etchenique?

"-Etchenaik, viejo... Etchenaik es mi nombre en el laburo. Y claro que tiré -se ofendió como un detective verdadero.

"-Habrás tirado la cadena."

En la década del 90 aparece "La muerte y la brújula", una colección dirigida por Jorge Lafforge. En ella escriben Sasturain, Feinmann, Sinay, Manzur, se edita una recopilación de Walsh y una selección de cuentos de Piglia.

En los últimos años surge el nuevo policial latinoamericano. Su creador es Paco Ignacio Taibo II, también organizador de la Semana Negra de Gijón. Él considera como principal antecedente a Rodolfo Walsh. En el nuevo policial latinoamericano importa el escenario más que el enigma, la situación política y la denuncia.

Triste, solitario y final

Volvemos a la Casa Encantada. Hay que enterrar el Carnaval. Fin de fiesta. No estamos tristes porque seguimos luchando, ni solos porque somos muchos los que creemos en utopías. El viaje termina. Hemos cruzado el Averno a donde el diablo perdió el poncho. Nos quedan preguntas dando vueltas, ideas que no cierran; porque los círculos del averno son círculos abiertos a donde el final es siempre es principio de otra cosa; por eso seguimos andando.

Eduardo González


Eduardo González (aned@arnet.com.ar) es maestro y licenciado en Psicología. Realizó estudios de Composición y trabajó como músico en grupos de teatro para niños. Fue columnista en Radio El Mundo y FM News. Actualmente es psicoanalista de niños y adolescentes; asesora en escuelas y dicta seminarios articulando la literatura infantil y juvenil con el género policial. Como escritor ha publicado cuentos policiales en la revista A-Z diez y es autor de Cementerio Clandestino (Ediciones Colihue) y El fantasma de Gardel ataca el Abasto (Grupo Editorial Norma).


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