31 | BOLETÍN DE A.L.I.J.A. (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) | 9 de agosto de 2000

Crónicas del Taller del Discutidor en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Buenos Aires

Una vez más, Eduardo González coordinó el Taller del Discutidor en la Feria del Libro. En esta ocasión nos cuenta, en su particular estilo, cómo fueron esos encuentros entre los escritores y el público menudo durante la pasada Feria del Libro Infantil y Juvenil en Buenos Aires.

Puerto de Santa María de los Buenos Aires a los catorce días del séptimo mes del Año del Fin del Mundo

Pueden ustedes llamarme Ismael, aunque mi nombre no sea tal. Soy capitán del Utopía, una nave de guerra, una nave de paz, una nave que, como una botella en medio de la tempestad, lleva un mensaje de esperanza en tiempos de peste y miseria, de corrupción y castillos donde se consume el tiempo, de feudos y ciudadelas amuralladas.

Mi tripulación es una tripulación de intrépidos navegantes, hombres y mujeres, locos soñadores que creen que vale la pena luchar por una idea, por un sueño. No sé si son los mejores, tampoco importa; pero tengo la certeza que me van a acompañar hasta el final, aunque el barco se hunda, aunque los tifones del norte hagan peligrar nuestro viaje.

El Utopía es un bergantín de velas inmensas, velas alas de dragón y piel de serpiente, su mascarón es Smaug, el más grande dragón de la Tercera Edad, un enorme dragón de fuego de color rojo dorado con una piel de impenetrables escamas de hierro. Nuestras mujeres son osadas y valientes, como Mary Read y Anne Bonney, corsarias de los mares del Caribe.

Nos hacemos a la mar desde el sur, un rincón postergado del planeta, un puerto diezmado por la corrupción y el desaliento.

Día primero

Istvan desplegó sus dragones y barriletes de colores, sus sueños de papel, las fantasías enamoradas de sus personajes. La tijera dibujó sin tregua y los chicos asistieron al milagro de la creación.

Una cinta de Möbius. Una cinta dibujada con palabras, escrita con dibujos, nos contó una historia infinita.

Como aquellos barriletes de Kia-King, el joven emperador que logró la rendición de la viuda Ching, la tarde lluviosa se rindió a los pies de Istvan, un marino tenaz.

Día segundo

Dice Kafka que el silencio de las sirenas es más poderoso aún que su canto.

Por eso nosotros cantamos.

Llegamos al Golfo de México después de haber recalado en La Habana. El tiempo seguía frío y con tormentas hacia el Poniente.

Luis María Pescetti enfrentó la tempestad y se acercó a la costa. Y les contó a los chicos la historia de Frin, un nene que no se llevaba bien con la gimnasia autoritaria. Un chico que tenía amigos, amores y era solidario con los que luchaban por un mundo más justo.

La guitarra arrimó sones a la velada y los niños disfrutaron de su Lilí, un amor imposible, como todos los amores reales.

Día tercero

La navegación se complica, nos acercamos a tierra de dragones. No son crueles; pero su vuelo produce, a veces, un oleaje peligroso, tifones interminables.

La voz de Ana María Bovo despierta tempestades y los dragones saltan del libro de tapas negras, del libro de letras rojas y dibujos en tinta china y hacen un baile de sombras y nos bendicen con sus juegos y sus palabras.

Don Gustavo Roldán, el Tata, como el capitán Ahab, no arruga al desafío y se mete en el monte y descubre a los dragones escondidos en las manchas, en las manchas de tinta, en las manchas de humedad.

Y esa tarde se desmiente un mito, uno de los tantos mitos de nuestra infantil literatura infantil; aquel que dice que la frontera entre los libros para grandes y para chicos es una frontera precisa. Digo que se desmiente, porque ante la prosa poética de Dragón, ante el blanco y negro de un libro pleno de colores en dos colores, los chicos quedan atrapados en los sueños de los dragones, que no son como los otros sueños... Son sueños que van tomando forma hasta que se los mira y se los ve de cuerpo entero.

Día cuarto

Hoy salió el sol y la tormenta fue empujada hacia Oriente. Los dragones están de nuestro lado y somos invencibles.

Nos toca el turno a Daniela Kantor y a mí. Ella con unos dibujos hermosos, con texturas, colores y sombras. Yo, con relatos policiales, enigmas y misterios que los chicos ayudan a resolver.

Daniela y yo hacíamos estos cuentos en una revista que naufragó. Los restos del naufragio están vivos y al contarlos, una vez más, la mirada atenta de los chicos les da nueva fuerza a aquellos personajes tan queridos para mí.

Nuestro viaje continúa. Vamos a atravesar el océano. Tal vez sea cierto que el mundo es un disco y al llegar al final caigamos en un precipicio infinito, o tal vez una serpiente marina nos devore.

A pesar de la expectativa, la tripulación está tranquila; porque durante la travesía, Samy Bayala y Sandra Comino nos hablarán de sapos y aparecidos para vencer el miedo y, si Dios y Erejáis así lo disponen, el sábado estaremos llegando a África donde nos espera Germán Cáceres y Mariano Lucano para vivir una aventura en el continente salvaje.

Día quinto

Por motivos de mayor fuerza debo abandonar la nave; un motín imprevisto en Bengala tuerce mi viaje al África. Los thugs, los sangrientos adoradores de Kali, han organizado la resistencia y huyen llevándose consigo a la pequeña Damna.

Nora Lía Sormani queda al mando de la nave. Mujer de experiencia y firmeza, de voz templada en la radio, no se achica al desafío de llevar el barco a puerto seguro. La escoltan dos expertas navegantes curtidas en mares terribles. Cuenta la historia que, codo a codo con Orfeo y su música, salvaron a los Argonautas de las redes de las sirenas. Lucen tatuajes de serpientes marinas en sus hombros, una serpiente que dibuja la inicial de sus nombres: Samy y Sandra.

Yo parto a bordo del Mariana, la poderosa nave los Tigres de Mompracem. Navegamos con la Osa Mayor bendiciendo las velas de la nave.

Al final del quinto día, mis palomos traen un mensaje del Utopía; llegan buenas nuevas:

"Es una pena que hoy el Capitán Ismael se pierda la magia del atardecer...

Sandra Comino y Samy Bayala han decidido desparramar a los cuatro vientos perfume de violetas y parece ser, según cuenta la leyenda, que cuando los monstruos del mar huelen la escencia, algo mágico sucede.

"El fuego que otrora salía de sus bocas se convierte en margaritas blancas y amarillas que danzan por los aires.

"Dicen que entonces, las sirenas cantan y el agua del océano cambia de color...

"El capitán podrá descansar tranquilo; al atardecer, en el aire, habrá olor a violetas y entonces el hechizo de las hadas buenas habrá comenzado..."

Samy

"Ismael no estuvo pero avanzamos en su nombre. Todo salió bien gracias a Nora Lía que con su dulce voz empalmó los sapos de Samy y mis apararecidos. Somos navegantes y estamos felices de serlo.

"Gracias Ismael por trabajar tanto.

"El silencio de la noche y los susurros de las olas mantienen firmes a todos los tripulantes.

"¡Amigos! y no tan amigos!!! Esta nave seguirá surcando mares a pesar de este mundo triste y solitario."

Sandra

Las buenas noticias me llenan de felicidad y agradezco conocer mujeres tan audaces y prestas en la navegación.

Día sexto

Los thugs han sido derrotados gracias a los esfuerzos de Sandokán y sus piratas. Antes de partir hacia la Malasia, me llevan hasta el África, donde me esperan Germán Cáceres y Mariano Lucano para iniciar la aventura por el continente salvaje y encontrar al desaparecido Malbert.

Cáceres está montado en Tantor, un elefante africano amigo de Tarzán. Lucano nos explica que estos elefantes son distintos a los asiáticos. También les cuenta a los chicos, que lo escuchan asombrados, por qué eligió la imagen de ese elefante para ilustrar la tapa del libro de Germán.

Los dos me sorprenden. No sé por qué artilugio de la magia, sin conocerse, apelan a los mismos recursos para relatar las aventuras en África. Tanto Germán como Mariano, recurrieron a los planos para adentrarse en el corazón de África.

Yo sé que Germán anduvo también recorriendo la sabana con Hemingway y me revela un secreto, el secreto del Kilimanjaro. Su nombre es, en masai, Ngàje Ngài. La casa de Dios. Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas.

Mariano dice que no quiere renunciar al color, al mancharse con los colores cuando pinta, a manchar papeles cuando dibuja. Y me imagino a Mariano dejándose llevar por galeotes endemoniados, que llenan el libro de imágenes adhesivas, olientes a "óxido" y "fierro".

Vuelvo al Utopía. La tripulación está intacta, como intacto está el espíritu de combate y seguimos atravesando el Hades. Orfeo toca una música que adormece al Cerbero y a los Demonios del Averno. Gracias a su arte logramos rescatar al Esperanza, una nave herida de muerte en estos tiempos y sentimos que la suerte y los dioses están de nuestro lado.

El viento hincha las velas y partimos hacia La Habana.

Día séptimo del séptimo mes, a los 1384 años de la Hégira y dos mil de la Cruz.

La sombra de Hemingway se enreda en las velas del Utopía y empuja la navegación hacia la vieja Habana. Un son de ron nos recibe desde la antigua patria de Martí.

Dicen que en el puerto hay una feria, una extraña aglomeración de gente que trueca ilusiones.

Una vez más debo abandonar la nave; pero toma el timón Gustavo Bombini. Navegante experto de aguas inquietas. Yo parto hacia las Antillas, hacia una isla de morochos y tipitos que aguardan nuestra visita. El domingo a las seis de la tarde un público nutrido e interesado se apelotonaba en la entrada del espacio que compartimos narradores orales y discutidores en la Feria del Libro Infantil. Suponemos que lo que les atrajo fue la promesa del discutidor taller que compartimos con Julián Roldán y Joel Franz Rosell.

Tenía el propósito —cumplido— de contar como escribe Joel Franz y como ilustra Roldán. No sabemos a cuál de los dos le correspondería el rol de sapo y a cuál el de culebra, pero todo fuerza a creer que, dado que la técnica de ilustración utilizada por el novísimo y talentoso Julián es la tinta china sobre tempera lavadas, el rol de culebra le corresponda al ya casi veterano Rosell, quien ha cambiado de piel muchas veces en su carrera como escritor de ficciones y reflexiones.

Previsiblemente, el profesional de la palabra se posesionó del micrófono y contó como comenzó a escribir a los trece años (enseñó un manuscrito de la época, escrito con lápiz en un cuaderno de colegio, pero con una presentación que demuestra que el mocito ya entonces quería editar). Luego habló de sus libros impresos: el best-seller cubano El secreto del colmillo colgante, las fabu-leyendas ecológicas de De los primeros lejanos tiempos la lechuza me contó y, sobre todo, de sus libros actuales: Los cuentos del mago y el mago del cuento, Las aventuras de Rosa de los Vientos y Juan de los Palotes, La bruja de La Habana Vieja y Vuela, Ertico, vuela. Este último es el único que se encuentra en las librerías de Buenos Aires, pues pertenece a la colección Barco de Vapor, de ediciones SM.

Pese a que le gustaba el micrófono, Rosell no olvidó que él mismo había propuesto compartir el taller con Roldán, así que fue intercalando su relato con el trabajo de Roldán, que había traído bocetos, originales y alguno de los libros que ha ilustrado (Damas y Caballeros, en Grupo Editorial Norma y Pisa Pisuela, color de ciruela, en Lugar Editorial) y enseguida descubrió al fascinado público su secreto para lograr, con tinta, témpera y agua, imágenes que tienen la poesía rústica del grabado.

Es que mientras Joel Franz hablaba, Julián había dibujado una Rosa de los Vientos con su cabellera desplegada... al viento; la había embadurnado de témpera blanca y, una vez seca, la cubrió parcialmente de tinta china. Los chicos vieron con cierto desencanto como la linda muchacha desaparecía bajo una horrible mancha negra, pero a continuación y con la ayuda de uno de los niños, todos asistieron a la reaparición, bajo un chorrito de agua clara, de la bella.

Si Julián dibujó, Rosell no solo habló de sus libros, sino que contó unos lindos trozos.

El público no quiso ser menos, pero tampoco más y se limitó a unas preguntas que el sapo y la culebra respondieron lo mejor posible, invitando a los asistentes a continuar descubriendo su trabajo en sus resultados impresos... que para algo todo esto ocurrió en una Feria del Libro.

Eduardo González


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