54 | BOLETÍN DE A.L.I.J.A. (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) | 27 de junio de 2001

"Donde el diablo perdió el poncho"
Crónicas del Taller del Discutidor en la Feria del Libro

Dibujo de Douglas Wright
"...ahora todos quieren imitar a Estados Unidos..."
(Ilustración de Douglas Wright)

Segunda entrega

Auspiciado por ALIJA, durante la 27° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se presentó la quinta edición de "El Taller del Discutidor". Este año, el espacio, coordinado por el licenciado Eduardo González —y ya convertido en un "clásico" de la Feria—, se subtituló "Donde el diablo perdió el poncho" y la temática para los encuentros giró en torno a los orígenes y saberes de lo popular en el teatro, la historieta y la literatura. El Taller contó con la presencia de destacados invitados como Graciela Cabal, Mercedes Mainero y Joel Franz Rosell entre otros.

Continuamos con la segunda de las crónicas sobre lo sucedido en el Taller, narrada por el mismísimo Discutidor:

Círculo Segundo

A donde viven los que tienen sed de conocimiento, los justos, donde reina la palabra heredada.

En el segundo círculo del averno donde el diablo perdió el poncho, nos espera Mercedes Mainero. Queremos saber de ella, de su educación bilingüe, de su formación musical y su búsqueda a través de la arquitectura, la pedagogía y la literatura infantil; búsqueda que culmina en la Antropología como articulador de múltiples saberes. Me preguntaba en el primer círculo si el azar existe. ¿En qué medida ser uruguayo-argentina (como se autodefine con orgullo) y en qué medida contar con una formación bilingüe —en su caso, uruguayo-francesa— sobredeterminó cada gesto, cada paso en su vida?

Ya no importa el azar, estamos atrapados con su magia.

Ella no da tregua. Como un brujo atento al rito, da la orden y una melodía serpentea en el aire. El canto de la tierra. "¡Nendivei!"

Su voz dirige la orquesta.

Ayer español nací,
a la tarde fui francés,
a la noche etíope fui,
hoy dicen que soy inglés,
no sé qué será de mí
(1)

Ahora canta Peteco Carabajal. "Soy piedra y raíz"

Otra vez la voz de Mercedes recita, empuña su voz con fuerza.

Yo no sé dónde nací,
ni sé tampoco quién soy.
No sé de dónde he venío
ni sé para donde voy.
Soy gajo de árbol caído
que no sé dónde cayó.
¿Dónde estarán mis raíces?
¿De qué árbol soy rama yo?
(2)

La música nos abandona y el silencio llena de expectativa el lugar; porque el silencio surgido de la música nos sumerge en la espera.

Mercedes nos invita a considerar la lengua como soporte de una cultura (y no sólo como instrumento de comunicación). Una visión particular del mundo se expresa a través de ella. ¿Qué implica entonces el silenciamiento de una lengua?

A cada uno de nosotros, nos pide que recordemos alguna palabra de nuestra infancia. No es fácil, las palabras se resisten; pero, poco a poco, se animan, entran en calor y empiezan a correr entre nosotros.

Son palabras que vienen de lejos; algunas en francés, muchas en italiano, en guaraní, frases en gallego.

Las emociones son intensas; porque las palabras heredadas nunca vienen solas; el diablo siempre mete la cola por esos lugares y otras tantas pierde el poncho.

Mercedes nos lleva de la mano. Nos habla de lenguas heredadas que dan prestigio y de lenguas heredadas que nos avergüenzan y esa vergüenza se convierte en silencio. Y uno empieza a sentir tantas cosas. ¿Cómo sacarse de encima el etnocentrismo que supimos conseguir? Pensamos en el racismo de nuestra cultura, ese racismo chiquito pero efectivo que se mete en nuestras casas, en las propagandas, en la escuela. Mercedes nos cuenta que, durante una investigación para la facultad de Antropología, encontró que algunos directores de escuelas públicas, cuando se les preguntaba por inmigrantes, se referían con orgullo al pakistaní o al ucraniano que tenían en su escuela; pero desconocían a los inmigrantes de países latinoamericanos como hablantes de idiomas diferentes al castellano.

Mercedes cita a Marisa Censabella en su libro Las lenguas indígenas en la Argentina (3):

"Todas las culturas tienden a considerar que su lengua, su organización social y su visión del mundo son las adecuadas, mientras que la de los otros pueblos son extrañas o incorrectas o directamente bárbaras, salvajes o primitivas"

Como ejemplo menciona, del mismo libro, el etnónimo toba que en guaraní significa "frentón" y también "feo", utilizado para denominar a los tobas y otros grupos guaycurúes, quienes tenían el hábito de rasurarse la cabeza hasta la mitad del cráneo.

Y llegó el turno de escuchar las palabras escritas por chicos de una escuela a donde Mercedes trabajó en colaboración con Beatriz Gualtruzzi, docente a cargo de 7º grado, en 1999. Responden a la pregunta "¿Por qué la vergüenza?" referida al idioma "otro" hablado por sus padres o abuelos:

"Creo que el que se avergüenza de sus orígenes es porque realmente quiso saber de sus antecesores y cuando descubrió, por ejemplo, que su tatarabuelo era cartonero, pensó que se iban a reir de él. Ese hijo o nieto se está perdiendo lo más lindo que es saber su propia familia." Cynthia, 13 años.

"Porque a los chicos de hoy les parece antiguo, ahora todos quieren imitar a Estados Unidos y ser como ellos, hoy los medios de comunicación se apoderan de sus gustos, ahora no les enseñan más que violencia y a buscar lo más moderno. Y como su país no es el más popular a los chicos les da vergüenza hablar el idioma de sus antepasados." Emanuel, 12 años.

"Porque piensan que si van a un país, por ejemplo Argentina, si no sabe hablar bien porteño lo discriminan por mal lenguaje. También creo que tienen miedo de no tener trabajo por no ser aceptados. Para mí tiene que ver con la discriminación y ellos no quieren ser despreciados. Por no ser argentinos se sienten que no son nadie." Micaela, 13 años.

"...porque piensan que porque no nacieron en la llamada 'tecnología de avanzada', tienen que sí o sí hablar lo mismo que los 'avanzados', por eso no hablan la misma lengua de sus ancestros." Emiliano, 12 años

"Porque nadie los entendería y los mirarían como echándolos y no los dejarían participar en nada." Alfredo, 12 años.

El segundo círculo finaliza. Antes de partir, Mercedes nos regala una última frase, de John Berger:

"El acto de aproximarse a un momento dado de la experiencia implica escrutinio (cercanía) y capacidad de conectar (distancia)."

Queda en nosotros, la responsabilidad —sobre todo hoy frente a algunos temas— de acercarnos, escudriñar, tomar distancia. Y conectar.

Eduardo González

Notas

(1) Palabras recogidas de las paredes del "Museo del Hombre" de Santo Domingo. Circulaban entre los habitantes de la parte española de la isla a comienzos del Siglo XIX.

(2) Coplas populares de Boyacá, Colombia. Extractadas del libro Memoria del Fuego, de Eduardo Galeano (Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1985).

(3) Censabella, Marisa. Las lenguas indígenas de la Argentina (Buenos Aires, Eudeba, 1999).


Eduardo González es maestro y licenciado en Psicología. Realizó estudios de Composición y trabajó como músico en grupos de teatro para niños. Fue columnista en Radio El Mundo y FM News. Actualmente es psicoanalista de niños y adolescentes; asesora en escuelas y dicta seminarios articulando la literatura infantil y juvenil con el género policial. Como escritor ha publicado cuentos policiales en la revista A-Z diez y es autor de Cementerio Clandestino (Ediciones Colihue) y El fantasma de Gardel ataca el Abasto (Grupo Editorial Norma).


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