228 | LECTURAS | 26 de marzo de 2008

"Hay una cosa muy afectiva en la literatura infantil, cuando te encontrás con los niños te tratan como si fueras un amigo de toda la vida."
Entrevista con Roy Berocay

por Fabiana Margolis

Foto de Roy BerocayEl escritor Roy Berocay, en diálogo con nuestra colaboradora Fabiana Margolis, reflexionó sobre su obra y sobre distintos temas relacionados con la literatura y los libros para chicos y jóvenes.

Los lectores interesados en saber más sobre este autor pueden dirigirse a la sección Miscelánea de este número, donde encontrarán publicada una experiencia de lectura y escritura realizada en la Escuela Mutualista de Puerto Madryn (Chubut) sobre la obra de Berocay, aquí.

Los comienzos de un escritor

Roy Berocay nació en la ciudad de Montevideo en 1955. Escritor, periodista y músico, es uno de los principales exponentes de la literatura infantil uruguaya. Dice que escribe por necesidad, porque no podría no hacerlo, y esa necesidad se traduce en más de veinte libros publicados, entre los que se encuentran las historias de Ruperto, el sapo detective más famoso del arroyo Solís Chico.

Invitado por la editorial Alfaguara, Berocay visitó Buenos Aires en 2007, donde tuvo la oportunidad de encontrarse con sus lectores. Además, durante su visita presentó uno de sus libros, Ruperto de terror, que en Uruguay ya tiene varios años. "Estoy muy contento porque el sapo Ruperto es un personaje que está empezando a conocerse cada vez más y ha generado cosas muy lindas acá."

—¿Cómo llegaste a la literatura para niños?

—Mi llegada a la literatura infantil tiene un alto componente accidental. Siempre les leía cuentos a mis hijos, sobre todo Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga, y llegó un momento en que quería encontrar otro libro que les generara el mismo interés que ése, que tuviera ese mismo grado de intensidad, pero no encontré nada. Ahí fue cuando decidí contarles yo mismo los cuentos, inventando mis propias historias. Con el tiempo se fue volviendo una costumbre: todas las noches les contaba un cuento. En ese entonces, yo había publicado una novela para adultos y el editor de ese libro me planteó escribir para chicos. Me acordé de aquellas historias y así surgió Las aventuras del sapo Ruperto (1).

—¿Seguís escribiendo para adultos?

—No, dejé. Siempre pienso que algún día voy a retomar el proyecto de escribir un libro para adultos, pero sucede que se me ocurren un montón de otras cosas... y eso queda postergado. Volver a escribir para adultos es como una excusa a largo plazo, pero lo cierto es que no siento necesidad de hacerlo. Me atrapó mucho la literatura infantil.

—¿Cómo influyeron tus hijos y tus nietos en tu literatura?

—Mis hijos han influido muy directamente, porque todo lo que escribía se los leía a ellos. De hecho probaba mis originales con ellos y cambiaba cosas en función de lo que me decían. Tuvieron un grado de incidencia bastante alto en mi literatura. Mis nietos no han incidido más que como lectores. Tal vez sí cuando pienso en escribir algo que les pueda gustar a ellos, pero siempre como posible público.

—¿Qué es, para vos, escribir?

—Antes que nada, escribir es una necesidad vital. No podría vivir sin escribir, como tampoco podría vivir sin hacer música. No creo en escribir para lograr algo: para vender, para ser popular. Empecé a escribir porque no podía no hacerlo. La necesidad de expresarme desde la adolescencia —escribía letras de canciones, poemas, cuentos, grandes reflexiones sobre cómo salvar a la humanidad— era muy fuerte. Se fue dando todo un proceso que tenía mucho que ver con lo que leía. También influyó mucho el hecho de admirar a determinados escritores, querer ser como esas personas, leer en entrevistas lo que pensaban, lo que vivían. Siempre fue una necesidad, un llamado.

—¿Qué escritores te provocaban esa admiración?

—Uno va cambiando a medida que crece. En la adolescencia, por ejemplo, admiraba mucho a Hermann Hesse, sobre todo El lobo estepario y Demian —de hecho uno de mis hijos se llama Demián—. Ray Bradbury me enseñó el poder de los personajes por encima de la trama; en sus cuentos tal vez me fascinaban los personajes o las situaciones, pero los finales no eran una cosa del otro mundo. Ya más de grande, Ernesto Sábato fue un escritor que me marcó muchísimo. Ahora, más recientemente, el escritor japonés Haruki Murakami (2) me impactó de manera muy profunda. Por supuesto que, en el medio, hubo infinidad de escritores a quienes admiro.

Descubriendo la historia

—¿Cuál es tu metodología de trabajo? ¿Corregís mucho?

—Creo que en la escritura tiene que haber dos etapas. Primero escribo y me dedico más que nada a descubrir la historia. Una vez que tengo la historia, la desarrollé y llegué al final, empiezo a corregir. Vuelvo al principio y empiezo a trabajar en el pulido de la trama. Pulir siempre es más tirar que agregar. La primera parte es la divertida, porque es la de la creación, la búsqueda, la invención de los personajes. La segunda parte tiene que ver con cómo hacer que todo ese mecanismo encaje, funcione correctamente, es una parte de mayor trabajo y precisión. A mí me divierte mucho buscar la historia, la parte de la creación: eso de despertarse a las tres de la mañana y decir: "¡claro, a Fulano le pasa tal cosa!", e ir a anotarlo porque si no te olvidás de las mejores ideas.

—¿Tenés algún lugar preferido para escribir?

—No, escribo en el comedor de mi casa. Pero tengo horarios: antes escribía de noche, tarde, cuando todos se iban a dormir; ahora cambié y estoy escribiendo de mañana, antes de que todos se levanten. De todos modos, por el hecho de haber trabajado muchos años como periodista, tengo un gran poder de concentración y puedo escribir en cualquier lado, incluso con ruidos a mi alrededor.

—¿Cómo ves tus primeros libros ahora? ¿Sentís que cambió el estilo?

—Sí, claro. Siempre vas evolucionando, cambiando. Igual creo que hay ciertas cosas que uno escribe cuando recién comienza que tienen una magia propia que nunca lográs recuperar. Tal vez ahora uno puede manejar ciertos elementos técnicos o tener más capacidad para escribir, pero hay cosas que tienen un origen o una inocencia que no podés recuperar. A mis primeros libros los quiero mucho porque fueron el descubrimiento de que podía dedicarme a esto que tanto me gusta.

La literatura infantil

—¿Cómo ves el panorama actual de la literatura infantil uruguaya?

—Creo que se dan cosas muy parecidas a lo que pasa acá, en Argentina. Hay una industria de la literatura infantil y juvenil, cosa que antes no existía. Hay un incentivo muy grande al uso del libro en las escuelas; podríamos decir que hay una preocupación por defender y promover el libro. Y hay una serie de autores, ilustradores y editores muy capacitados. Me parece que el panorama es muy bueno. Muchas editoriales uruguayas comentan que lo que más venden, proporcionalmente, es literatura para niños. Es muy parecido a lo que pasa acá, con la diferencia del tamaño, claro.

—¿Por qué pensás que hay tan poca difusión de escritores latinoamericanos fuera de su país? Vos sin duda sos una excepción, pero la gran mayoría de los escritores de literatura infantil y juvenil son desconocidos fuera de su ámbito.

—Me parece que en los países donde hay una literatura infantil fuerte, los que más funcionan son los autores locales. Entonces es muy grande el trabajo que implica traer y promover escritores de afuera. Por otro lado, está el tema del lenguaje. Uno como adulto puede leer sin problema un libro de un escritor mexicano, peruano o español, pero a un chico le resulta más complicado. Además, también es un tema de falta de interés ya que, por ejemplo, Harry Potter está escrito en una especie de castellano neutro y se vende y se lee en todos lados. Lo cual demuestra que si hubiese una difusión suficiente, podría haber autores que se leyeran en distintos países. En mi caso, es cierto que entre Argentina y Uruguay no hay una diferenciación tan marcada; hoy estuve en algunos colegios y los chicos son exactamente iguales. Además estamos muy cerca.

—Vos tenés algunos libros publicados en México. ¿Les han hecho cambios para "adaptarlos" al lenguaje de allá?

—Tengo siete libros publicados allá y creo que están funcionando bien. Hubo una edición de Pateando lunas (3) hace mucho tiempo, para la cual la Secretaría de Cultura hizo una especie de adaptación al lenguaje local, pero después salió la edición de Alfaguara, que hasta donde sé se mantuvo en su lengua "original", que también está funcionando bien. Creo que pasa sobre todo eso: están muy ocupados con los autores locales como para darle también cabida a otros autores, salvo cuando viene alguna cosa muy grande e importante de afuera.

—Has dicho que "escribir para niños es una primera línea de combate en una guerra no declarada". ¿Por qué?

—Porque yo creo que hoy en día los niños están bajo un bombardeo intenso, donde no todo es bueno. La televisión, Internet, la computadora, la calle, las cosas que pasan. Dentro de todas esas cosas, hay algunas que distorsionan y para que un chico sea capaz de absorber y aprender a moverse en ese mundo tiene que desarrollar la imaginación y la inteligencia. Para eso leer es fundamental. Además, si los chicos de ahora no leen, ¿quién va a leer a los grandes autores dentro de diez años? El desafío es generar y mantener toda una generación de lectores que después sí van a leer a los clásicos y con esa formación algún día van a poder hacer las cosas que nosotros no pudimos. Nuestro trabajo es atraer a los niños hacia los libros, utilizando todos los recursos que podamos, porque el solo hecho de que un niño se siente a leer ya es una victoria. Es una primera línea de difusión de la cultura. Creo que hay mucha gente que no se da cuenta de eso.

Personajes de novela

—Algunos personajes de tus novelas rompen con estereotipos o plantean rasgos poco habituales en los libros para niños, como por ejemplo Mayte, una niña que quiere ser jugadora de fútbol, o el abuelo que se enamora en El abuelo más loco del mundo. (4) ¿Cómo surgen estos personajes? ¿Cuál fue la respuesta de tus lectores?

—No sé muy bien cómo nacen los personajes, a veces sencillamente aparecen en mi cabeza como si siempre hubiesen estado allí, esperando el momento de cobrar vida. La respuesta ha sido más que buena: Pateando lunas (cuya protagonista es Mayte) es mi libro más vendido en Uruguay y México, y El abuelo más loco del mundo es uno de mis libros más populares en Uruguay.

—¿Cuáles son tus futuros proyectos?

—Acaba de publicarse Juanita Julepe y la máquina de olvidar (5) que es una historia completamente distinta a todo lo que hice hasta ahora, muy aventurera y fantástica. En Uruguay salió hace poco Ernesto, el exterminador de seres monstruosos y otras porquerías, que es un libro muy humorístico, y otro que se llama Rocanrol (6), que cuenta mi vida relacionada con la música. Por suerte son libros que están marchando muy bien allá.

¡Ruperto insiste!

—Contaste antes cuál fue el origen del Sapo Ruperto. ¿Fue cambiando el personaje a lo largo de los años?

—Sí, ya que cuando empecé a escribir tomé como posible destinatario a uno de mis hijos, que es el del medio. Cuando escribí el primer libro, Las aventuras del sapo Ruperto, él tenía cuatro años. Ahora él tiene veinticuatro, así que lo dejé de lado. Al empezar el segundo, él tenía seis y después nueve cuando escribí Pateando lunas. El personaje fue creciendo, en la medida en que él crecía. También creció el sapo: pasó de ser un sapo niño a ser un sapo tal vez más cansado y más vago —más maduro también— en los últimos libros. Si uno no los lee en orden, eso se pierde.

—¿Cómo es tu relación con los distintos dibujantes que ilustraron a Ruperto?

—Como yo no soy dibujante, al crear un personaje, no quería establecerlo de una determinada manera, no quería caer en esa cosa tipo Disney, donde Mickey es de una manera específica y no podés apartarte de ese modelo. Yo creo que lo importante tiene que ser la literatura y que el dibujo tiene que acompañar al libro. De hecho hay muchos ilustradores, como cinco o seis que han hecho al sapo a su manera, sin seguir ninguna orientación y siempre funcionó bien. Un poco para romper esto de que el personaje tiene que ser siempre igual y me gusta mucho que se haya dado así, que no haya un modelo estándar.

—Entre todos ellos, ¿tenés alguna preferencia?

—No, no tengo un sapo preferido. Todos me gustan. De hecho, muchas veces uno no es un buen juez, porque me acuerdo que, por ejemplo, a mí me gustaba mucho un sapo ilustrado por Eduardo Mayans para El misterio de la caja habladora (7), que apareció en la edición original, de Montevideo. Él había hecho un sapo con un estilo de dibujo animado, con una estética muy de cómic si se quiere —que me fascinaba— pero en realidad a los niños no les llegaba porque decían que eso no parecía un sapo. No se identificaban con él. Seguramente, ellos sentirían más cercano un dibujo más tradicional.

—Estás en contacto con una biblioteca de Puerto Madryn (8), en la provincia argentina de Chubut, donde los chicos eligieron trabajar con este personaje tuyo tan entrañable. ¿Qué sentiste cuando te lo contaron? ¿Cómo vivís el encuentro con los chicos en las escuelas y bibliotecas?

—En primer lugar, el tema del contacto directo con los gurises cuando vas a una escuela es maravilloso: siempre se da un encuentro muy cálido y divertido. Algo que me propuse siempre —no por una imposición, sino porque no puedo ser de otra forma— es que les iba a hablar a los niños igual que como hablo con todo el mundo. No iba a cambiar el tono, ni el tipo de palabras que uso. Creo que ellos lo perciben y lo agradecen, porque sienten que vos los tratás como un igual. Además, siempre se da un intercambio muy humorístico. Por otro lado, cuando te llegan cartas o mails de lugares lejanos, donde la gente te cuenta experiencias que ha hecho con tus libros y te mandan un DVD con una obra de teatro que prepararon o te invitan a una escuela de un barrio de bajos recursos donde inauguran la biblioteca y le ponen tu nombre, eso es realmente emocionante. Y te hacen sentir que estás haciendo lo que tenías que hacer. Hay una cosa muy afectiva en la literatura infantil, que no se da tanto en la literatura para adultos. Cuando te encontrás con los niños te tratan como si fueras un amigo de toda la vida.


Notas de Imaginaria

(1) Berocay, Roy. Las aventuras del sapo Ruperto. Ilustraciones de José Miguel Silva Lara. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 1996. Colección Alfaguara Infantil, Serie Morada.

(2) Haruki Murakami (Kioto, 1949), escritor y traductor japonés. Entre sus libros publicados en español se encuentran Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Sputnik, mi amor, Kafka en la orilla y Sauce ciego, mujer dormida.

(3) Berocay, Roy. Pateando lunas. Ilustraciones de Daniel Soulier. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 1999. Colección Alfaguara Infantil, Serie Naranja.

(4) Berocay, Roy. El abuelo más loco del mundo. Montevideo, Ediciones Trilce, 1994.

(5) Berocay, Roy. Juanita Julepe y la máquina de olvidar. Ilustraciones de Pablo Berocay. Montevideo, Editorial Sudamericana, 2007. Colección La pluma del gato.

(6) Berocay, Roy. Rocanrol. Montevideo, Editorial Alfaguara, 2006. Colección Alfaguara Juvenil, Serie Roja.

(7) Berocay, Roy. El misterio de la caja habladora. Ilustraciones de Eduardo Mayans. Montevideo, Mosca Hermanos, 1991.

(8) Fabiana Margolis se refiere a la experiencia de lectura y escritura realizada en la Biblioteca Mafalda de la Escuela Mutualista de Puerto Madryn (provincia de Chubut) sobre la obra de Berocay. El desarrollo de la experiencia fue publicado en nuestra sección "Miscelánea", aquí.


Fabiana Margolis (fabimargolis@hotmail.com) es Profesora y Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Formó parte del GETEA (Grupo de Estudios de Teatro Argentino e Iberoamericano) donde realizó trabajos de crítica e investigación sobre teatro infantil. Es autora de Sueños con gusto a frutilla (Quito, Libresa, 2004), novela recomendada por el Jurado del Concurso Internacional de Literatura Infantil "Julio C. Coba" y, con el cuento "Te espero abajo, tiburón", obtuvo el Segundo Premio en el Concurso Internacional de Cuentos para Niños de Imaginaria y EducaRed. Por su cuento "Piedra libre para la sombra" recibió una mención en el Concurso de Literatura Infantil organizado por la Biblioteca Pajarita de Papel. Actualmente colabora con Imaginaria, escribiendo reseñas y entrevistando a reconocidos autores del campo de la literatura infantil y juvenil. Además, realiza críticas y comentarios literarios para la revista española Educación y Biblioteca.


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