201 | RESEÑAS DE LIBROS | 28 de febrero de 2007

¿Dónde está el niño que yo fui?

Adolescencia, literatura e inclusión social

PortadaMirta Gloria Fernández
Prólogo de Gustavo Bombini.
Buenos Aires, Editorial Biblos, 2006. Colección Herramientas Educativas.

"Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos nosotros de lo que han hecho de nosotros." De la frase de Jean Paul Sartre se apropian, como epígrafe para abrir el relato de su experiencia, las presas políticas en distintas cárceles del país (1974-1983) cuando dan a conocer, en 2006, Nosotras, presas políticas. A fines de este mismo año, Mirta Gloria Fernández publica otros relatos de experiencias con otros reclusos: niños reclusos que participan de la experiencia de leer y escribir literatura en un instituto de minoridad.

Desde 2002 Fernández coordina —en el marco de la cátedra de Didáctica Especial y Prácticas de la Enseñanza— grupos de alumnos de la carrera de Letras que llevan a cabo sus prácticas docentes como coordinadores en talleres de lectura y escritura en el instituto de menores San Martín (barrio porteño de Caballito) a cuadras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en la que estos practicantes se recibirán de profesores en Letras. ¿Dónde esta el niño que yo fui? es el libro/producto de esa tensión y esa experiencia que continúa: urgente, provisorio, incompleto y abierto a que se le agreguen todos los capítulos imaginables a medida que la experiencia avance y proponga nuevas preguntas e intente respuestas a cada paso en la búsqueda de la constitución de una didáctica sociocultural de la literatura que piense en sujetos y contextos, en particularidades y subjetividades, en construcciones compartidas. Porque se trata del relato y análisis de una práctica que sigue constituyéndose a medida que transcurre y se interroga.

La experiencia en el instituto aparece justificada —si hiciera falta— y enmarcada por la lectura de Nietzsche, lectura similar a la que se proponen los chicos con otros textos: Mirta Gloria Fernández destaca y resalta en su lectura desbordada de Nietzsche al sujeto retórico, afanoso de goce lector que asoma en la nota al pie de la página 21 (*) y lo pone en acción en su práctica.

Sin recetas, sin secuencias didácticas exitosas, sin fórmulas de probada magia, ¿Dónde está el niño que yo fui? recorre una práctica posible, en un contexto posible en el que chicos de entre 11 y 15 años que permanecen detenidos por robo, porque consumieron sustancias prohibidas o porque sus familias, en situación de pobreza no pueden tenerlos en sus hogares, se relacionan con casi profesores en Letras. Allí ambos —docentes/alumnos, alumnos/docentes— aprenden a la par y a la par de la autora porque construyen allí mismo y prueban una y otra vez acercarse a la literatura. Para leerla y escribirla, para pensarla no desde la manoseada y tan mal entendida idea de placer en el ámbito de la enseñanza, sino como del placer que advierte que la literatura "nos propone ampliar el mundo, atender a verdades alternativas, acceder a múltiples voces de culturas desconocidas y, sobre la base de su diversidad discursiva, nos convoca a participar de sus claves, no desde la ortodoxia, sino desde la distancia y la reflexión que supone la desautomatización de la percepción" (pag. 41) en una práctica sociocultural rica y compleja.

La autora presenta y analiza distintas escenas que son diferentes posibilidades de relación con la literatura: apropiarse de ella, usarla, plagiar, robar palabras/versos de otros para decir lo de cada uno, sentirse autores, leer desde la autoridad que da ser —a su vez— un autor, equivocarse y volver a probar, perderle miedo al canon más canónico, cruzarlo con otros saberes, ver qué resulta en un recorrido que va de Pavese, Girondo y Vallejo al relato oral del pomberito en sus varias versiones, incluir esos saberes para decir desde allí. Leemos a chicos reclusos que son animados a participar, a incluirse, a discutir esas convenciones, a enmarcarse en otras para decir lo nuevo en lo ya dicho. Animados por docentes apenas menos jóvenes que ellos y que deben poner en cuestión muchas supuestas certezas.

En ese sentido ¿Dónde está el niño que yo fui? abre e invita a pensar en otros contextos y otros sujetos —más o menos diversos, más o menos similares—: ¿qué relación se establece en la escuela entre docentes y alumnos y con la literatura? Cuando Fernández pone a jugar estos modos de leer y escribir, el docente/lector se pregunta casi obligadamente por esos otros ámbitos en los que ocurre su práctica. Quizás saludablemente, para discutir lecturas monológicas, canónicas, academicistas, correctas/incorrectas y repensar lecturas desbocadas, darles lugar, escucharlas, escribirlas.

Es posible hacer un primer intento en el mismo libro. ¿Cómo leer De noche en la calle, un libro-álbum de la escritora brasileña Angela Lago, que se reproduce en el capítulo 5? Es un interesante ejercicio responder a las preguntas de la encuesta que Fernández realiza y analiza y repensar esas lecturas que la autora pone en cuestión, antes de leer el capítulo. Cómo leemos esa historia como adultos formadores de niños que serán adultos si logran "todas las noches mantenerse vivo", como dice Cristián A. en su desgarrador poema, qué se juega allí, en esas lecturas y lo que sigue.

La práctica de Mirta Gloria Fernández no es una experiencia aislada: en el capítulo 6 releva y dialoga con otras prácticas en otros contextos similares que hablan en su conjunto de un campo que trabaja en la escritura y la lectura creativas como modos de provocación a decir, con la palabra extrañada como medio, qué les pasa a nuestros niños. Modos quizás, de tender puentes, delicados hilos, puntas de lanza, gérmenes de respuestas, proyectos en ciernes en ese espacio que se abre entre el qué hacer de lo que han hecho de nosotros y el poema de Cristian A. (2005):

Este poema es un texto simple, vulgar
Que no mide más de diez centímetros
Acá puedo decirte quién soy o qué no soy
Sin que vos sepas nada
Mientras tanto escribo con la luz que me queda
Todas las noches mantenerse vivo
Todas las noches mantenerse vivo
Todas las noches mantenerse vivo 

Paula Labeur


Nota de Imaginaria

(*) Nos pareció oportuno transcribir la nota al pie mencionada: "El intento de atesorar ciertos pensamientos de Friedrich Nietzsche —que podrían constituir la base para la didáctica de la literatura que trato de concebir—no deja de advertir que la obra nietzscheana parece ser, en sí, un texto que da ciertas instrucciones de cómo debe ser leído. Tampoco soslayo que los libros que elegí en mi recorrido trascienden los límites que me propuse. Por tal motivo, es necesario dejar sentado no sólo el carácter provisorio y falible de este trabajo (por lo mismo que mi recorrido especulativo iría en oposición a la idea nietzscheana de lectura desinteresada) sino también los grandes tópicos que he dejado pasar a partir de esta búsqueda. Me refiero a muchas de las ideas presentes embrionariamente en Nietzsche, como la de deconstrucción, giro lingüístico y otras. Lo que me ha interesado fue, en especial, cierta voluptuosidad emanada de su concepción de lector de literatura. Ese sujeto retórico, afanoso de goce lector, que imaginamos con Nietzsche, es el protagonista de las experiencias que se desarrollan en este libro."


Paula Labeur (paulabeur@datafull.com) se desempeña como docente en la cátedra de Didáctica Especial y Prácticas de la Enseñanza de la carrera de Letras (Universidad de Buenos Aires), en los talleres de escritura del Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil de CePA (Escuela de Capacitación Docente, Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires), y en el seminario de estudios avanzados de la Licenciatura en Enseñanza de la Lengua y la Literatura de la Universidad Nacional de San Martín. Coordina el trayecto de la práctica docente en el IES Nº 1 "Dra. Alicia Moreau de Justo". Participa como expositora en Jornadas y Congresos de la especialidad. Como tiene tres hijos, cultiva hortensias azules en la terraza.


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