El cuento de Navidad de Auggie Wren
Paul Auster
Ilustraciones de Isol.
Edición y traducción de Mariana Vera.
Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
Editado también como El cuento de Auggie Wren (Barcelona, Editorial Lumen, 2003).
"Tenía razón, por supuesto.
Si uno no se toma el tiempo para mirar,
nunca logrará ver nada."
El cuento de Navidad de Auggie Wren fue primero texto impreso en un periódico norteamericano, The New York Times. La historia cuenta que ahí lo conoció el director de cine Wayne Wang, y que enseguida lo llamó a Paul Auster y le dijo que quería hacer con él una película.
En la película, que se llamó Smoke en inglés y Cigarros en español, Paul (1) tiene que escribir un cuento de Navidad por encargo para un periódico, y por eso Auggie Wren le cuenta una historia de la cual él mismo es también personaje.
En esa historia, Auggie llega a la casa de un ladronzuelo que había perdido su billetera en la huida tras intentar robar unos libros de bolsillo en la tabaquería donde Auggie trabaja. Auggie quiere devolver la billetera, hacer su buena acción de Navidad. Pero cuando se abre la puerta no aparece el ladronzuelo, sino su abuela ciega, quien en un primer momento confunde a Auggie con su nieto; Auggie no la contradice. A partir de allí, ambos deciden seguir jugando el juego del nieto y la abuela y pasar Navidad juntos. Auggie le cambia a Paul esta historia por un almuerzo.
El cuento de Navidad de Auggie Wren, editado ahora en Buenos Aires por Sudamericana, cuenta la historia que Auggie le contó a Paul, y cuenta también la historia de cómo Auggie llegó a contarle a Paul su historia.
El libro que tengo entre manos está marcado por una serie de encuentros: el de Auggie con Paul, el de Auster con Wang, y el de Isol con el texto de Auster y con la película de Wang (2). Se trata del cuento que Auggie le contó a Paul, que Auster le contó a The New York Times y a Wang, que Wang y Auster le contaron a Isol, y que todos ellos nos cuentan.
Hasta aquí, parece un puro enredo, una de esas marañas de hilos que nos ponían a desenredar las abuelas (3). Pero bien mirados, los enredos tienen su gracia, si uno se toma el tiempo de buscar la punta y seguir el hilo.
Veamos, entonces, ¿por qué está Auggie en la lista de quienes cuentan? ¿Es un personaje? ¿Es un autor? ¿Y Paul? ¿Es autor o personaje?
El cuento de Navidad de Auggie Wren deliberadamente borra las barreras que nos permitirían establecer claramente esas diferencias. El periódico en el que Paul Auster publicó por primera vez su cuento existe en nuestra realidad, pero es también el diario al que Paul, el personaje, le vende el cuento, y en ese sentido pertenece al territorio de la ficción. Entonces, ¿The New York Times es previo o posterior a la historia que publica (y Auggie Wren, que la cuenta)? ¿Es el huevo o la gallina?
Pero además, apenas se inicia El cuento de Navidad de Auggie Wren, se nos advierte que Auggie pidió que no se usara su nombre verdadero porque "Auggie no queda muy bien"… ¿Pero entonces se llama o se hace llamar Auggie? Otra vez, no hay manera de dilucidarlo. Cuanto más se nos dice que la historia que se cuenta es verdadera, más dudamos. No es que el lector descrea, más bien se va instalando en lo borroso de la frontera entre la realidad tapas afuera y la ficción tapas adentro del libro.
El trabajo que hace Isol a partir del texto de Auster confirma esta lectura.
La articulación de distintos tipos de perspectiva en una misma imagen, donde aparecen construcciones espaciales lógicamente imposibles, acentúa esta confusa interconexión de planos. Esto sucede, por ejemplo, en la imagen que corresponde al comienzo del relato de Auggie Wren dentro del cuento que narra Paul. En el ángulo inferior derecho, reconocemos el bar donde sabemos que ellos están almorzando, donde Auggie está contando. Hacia la izquierda, más arriba, se vuelve imagen el relato de la persecución del ladrón. Más atrás, más arriba, más abajo, todo aparece poblado de edificios y puentes y vías varias, recorridos todos por autos y camiones de juguete; los edificios se ven de arriba, de frente, de costado; también los autos, y uno de ellos recorre además el límite entre toda la escena y el borde aquí gigante de la máquina de escribir sobre el escritorio. Todos esos puntos de vista, que lógicamente supondrían a un espectador que se traslada en el espacio en el transcurso de un tiempo, y ve sucesivamente desde diversos lugares, son aquí simultáneos. Unas páginas antes, la máquina de escribir agigantada es el espacio en el que Paul se sienta a batallar "con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu navideño" (4); antes aún, Auggie se pierde detrás de una enorme cámara fotográfica.
Las proporciones de los objetos representados no guardan relación con la realidad tal cual la conocemos. Uno podría pensar que los elementos son de mayor tamaño cuando participan del plano del relato marco donde Auggie y Paul conversan, y más pequeños cuando forman parte de las escenas del relato enmarcado. Pero las proporciones tampoco responden a esta lógica; todo lo contrario: deliberadamente la quiebran.
El hecho de que Isol trabajara en muchas imágenes a partir de maquetas fotografiadas, acentúa la difusión de las fronteras entre real y ficción. ¿Esto es una pipa en un escritorio o un hogar a leña en la casa de Auggie? Es, precisamente, ambas cosas (5).
Y en eso está el acierto de este relato y su núcleo principal, porque el punto está en que creamos o no la historia:
"Me detuve un momento y estudié a Auggie mientras una sonrisa maliciosa se extendía por su cara. No podría asegurarlo, pero en ese instante tenía una mirada tan misteriosa, tan llena de algún profundo regocijo, que de pronto se me ocurrió que había inventado todo. Estuve a punto de preguntarle si me había engañado, pero enseguida comprendí que nunca me lo diría. Yo le había creído y eso era lo único que importaba. Mientras haya una sola persona que se la crea, no hay historia que no sea cierta." (6)
Los relojes son otro elemento importante en las imágenes de Isol, porque otra clave de la historia es la cuestión del tiempo, como veíamos más arriba. Decíamos que El cuento de Navidad de Auggie Wren cuenta ese cuento y cuenta también otra historia. Auggie es un artista. Hace años que todos los días fotografía el mismo lugar, desde el mismo ángulo, a la misma hora. Todos los parámetros son constantes, excepto el tiempo. Es el tiempo el que interviene para contar la historia, el que hace que ese espacio se pueble de gentes diversas, de distintos colores. Cada foto es apenas una partícula; el sentido total está hecho de la suma de esos instantes. El tiempo está además presente en cada una de las "fotografías" (7) de Auggie también como movimiento (acentuado por los autos en tránsito, y marcado espectacularmente por los recorridos visuales en la composición de las imágenes), pero también en la mayor parte de las ilustraciones de Isol que explota magistralmente los recursos de la plástica en la lectura que hace de este cuento (8). La prosa de Auster, como en otras de sus novelas, es ágil e intensa, y, mientras avanza la narración, impulsa a detenerse en ella, a tomarse el tiempo de mirar para no perderse nada.
Isol ha dicho que no trabaja pensando en los chicos porque no puede saber lo que ellos piensan; que trabaja desde su propio niño. Sin embargo, para algunos es su participación la que determina un destinatario infantil para este libro (9). Para otros, el texto de Auster —un autor que se dedica a literatura para adultos (10)— hace que este cuento quede decididamente fuera del alcance de los niños.
La historia que se cuenta en El cuento de Navidad de Auggie Wren los desmiente. ¿Cómo se hace artista Auggie? A partir del robo de una cámara fotográfica. ¿Cómo accede a los libros un chico? Robándoselos de una tabaquería en Brooklyn. Al comienzo de la historia, Paul no considera a Auggie un par. Ni siquiera cuando ve sus fotos. Sólo cuando se toma el tiempo de mirar, es capaz de ver, y de verlo. Esa frontera entre quienes pueden y quienes no pueden acceder al arte, entre quienes pueden y quienes no pueden leer este libro, podrá demarcarse por pertenencia social, por edades. Pero cuando uno lee, cuando se constituye como lector, estira el brazo precisamente hacia los estantes que más le alejan. Como yo a los 30 me detengo en El globo, de Isol, Mateo a los 6 me pide que le lea este "cuento de Navidad donde no hay blanco de nieve". Ciertas fronteras, dice este libro, merecen ser cruzadas.
Notas
(1) En la versión impresa, el personaje no tiene apellido, y curiosamente su nombre es el mismo que el de Auster. En la película, Paul se apellida Benjamin, justo como Walter Benjamin, cuyas ideas sobre narración y experiencia parecen haber dejado huellas en Auster y en este relato.
(2) En las imágenes de Isol aparecen referencias a la película de Wayne Wang. En principio, la caracterización de los personajes: el Paul y el Auggie de Isol responden respectivamente a las fisonomías de William Hurt y de Harvey Keitel, que prestaron sus cuerpos a esos personajes en Cigarros. Incluso en imágenes del libro que representan las fotografías de la tabaquería tomadas por Auggie, es posible reconocer el paisaje urbano de distancias y alturas en planos superpuestos que en la película queda asociado al edificio donde vive la presunta hija de Auggie.
(3) Si seguimos a Isol, en la ilustración de la página 25, veremos que tras la abuela que habla con Auggie está precisamente la llave del libro.
(4) El cuento de Navidad de Auggie Wren, pág.14.
(5) Es interesante también cómo se reitera la duda por repetición de imágenes en las páginas 8 y 9: ¿Auggie y Paul miran el texto que flota sobre sus cabezas, o miran las fotos de la caja que los contiene?
(6) El cuento de Navidad de Auggie Wren, pág. 30.
(7) Se trata de la serie de tres imágenes en las páginas 10 y 11, que están entre las imágenes más "pintadas" de un libro donde muchas ilustraciones se apoyan en la fotografía.
(8) El uso de la línea de puntos para marcar el recorrido del personaje en la ilustración de la página 23 es un ejemplo de esto.
(9) Por las ilustraciones de Isol, El cuento de Navidad de Auggie Wren fue distinguido con el premio "Destacados de ALIJA (período agosto 2002 / diciembre 2003) en la categoría "Destacado Especial".
(10) Algunos de sus libros más conocidos en esta línea son La trilogía de Nueva York (Barcelona, Anagrama, 1987), El palacio de la luna (Barcelona, Anagrama, 1994), Mr. Vértigo (Barcelona, Anagrama, 1995) y El libro de las ilusiones (Barcelona, Anagrama, 2003).
Grisel Pires dos Barros (grispires@yahoo.com.ar) es Profesora y Licenciada en Letras (UBA), y graduada del Postítulo en Literatura Infantil y Juvenil (CePA). Trabaja como docente en nivel medio y universitario, y en capacitación docente en la Ciudad de Buenos Aires. Es editora de la página impresa de difusión literaria No Quiero Ser Tu Beto y participó en proyectos de investigación sobre literatura y cine (Nota de Imaginaria: los interesados en este último tema podrán encontrar su artículo "Sleepy Hollow: algunas consideraciones sobre el fin de siglo, el orden, el desorden y la máquina de mirar", —en coautoría con Ximena Espeche— sobre la película La leyenda del Jinete sin cabeza de Tim Burton, en la página web everba, www.everba.org).
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