116 | LECTURAS / FORO | 26 de noviembre de 2003

Foto de Carlos SilveyraConversación abierta con Carlos Silveyra
Invitado especial del foro de Imaginaria y EducaRed


¿Qué libro es un buen libro?

Carlos Silveyra:

Hace algún tiempo le pregunté a un chico, como de 10 años, que se decía buen lector, qué clases de libros le gustaban. Señalándose la boca del estómago me dijo:

-Los que me hacen sentir una cosa acá.

Me parece una formidable definición.

¿Cómo definirían ustedes qué es un buen libro para chicos? ¿Cuáles son los criterios para evaluar un libro para chicos como bueno?


Gabriela Alfie:

¿Cómo evalúo un libro para chicos?

Una buena historia, que atrape, que sorprenda. Puede sorprender por el humor, por la aventura, porque permite viajar, porque tiene misterio... Y que me guste a mi, que me haga soñar y me lleve de nuevo a la infancia.

Además, evalúo el tipo de lenguaje que emplea para que el chico pueda comprenderlo. Pienso en la edad, en sus intereses y necesidades. No es lo mismo un nene de jardín que uno de 8 o 9 años. También creo que no es lo mismo un chico muy lector (o a quien le leen con frecuencia) que uno que tiene poco contacto con los libros. Por eso pienso bastante en el chico que lo va a leer o al que se lo voy a contar. En mi experiencia como maestra jardinera notaba eso. El que está acostumbrado a que le cuenten cuentos, sabe que un libro encierra algo más que palabras y dibujos. Pero a todos les interesa una buena historia.

Y algo que me parece importante en un libro para chicos, y quisiera saber tu opinión: la ilustración. Los chicos de ahora están, desde que nacen, bombardeados por la imagen. ¿Creés que el libro ilustrado atrapa más?


C.S.:

La ilustración es otro lenguaje con los límites y la amplitud de todo lenguaje.

En virtud de esto, hay libros en los que las ilustraciones están de más. Es el caso donde las ilustraciones son pura decoración, zonas de color con función de hacer más digerible al texto. Es como ponerle unas gotas de edulcorante a la medicina para disimular su sabor original.

Dado que hay una tradición de que los libros para adultos no son ilustrados (a veces me pregunto por qué) y en los libros para los más chiquitos la ilustración ocupa mucho más espacio que la tipografía, se ha producido una escala entre un extremo y otro.

También hay que considerar que es el editor el celestino que casa a un ilustrador con un texto. Debe poder elegir en función del estilo, la sensibilidad, dominio del color o del blanco y negro, etc. Primero es el texto (salvo que ilustrador y escritor sean la misma persona; pero esa es una larga historia sobre la que sería muy interesante discutir) y es necesario encontrar a un ilustrador que "calce" con él para que sus imágenes no sean una vulgar repetición del texto, para que no signifique lo mismo (tampoco lo contrario) sino que ensanche ese texto, amplíe la significación. Si la imagen no agrega al texto quiere decir que se eligió mal al ilustrador o no debía llevar imágenes.

Últimamente veo que los ilustradores pelean por su reconocimiento, lo que me parece perfecto, a veces desde una posición soberbia, lo que no me parece tan bien. He tenido el honor de trabajar con algunos grandes (mencionaré sólo los fallecidos, para evitar omisiones): Oski, Gogo Husso, Raúl Fortín. Eran muy humildes, agradecían las sugerencias del editor o del escritor.

También es verdad que ciertos textos son notablemente mejorados por la ilustración. El texto no trae sorpresa, trasgresión. Una buena ilustración lo puede mejorar, le puede disimular defectos. Pero nunca lo convertirá en un texto espectacular.

Frente a cada texto, pues, hay que parar la oreja. Hay textos que piden muchas imágenes, otros que necesitan muy poquitas y otros ninguna. Algunos necesitan tanto color como el muestrario de una pinturería, otros crecen con un sobrio blanco y negro. Algunos textos requieren figuración, imágenes realistas. Otros requieren unas imágenes más plásticas, imágenes que despierten sensaciones ante que ideas.


Paola:

Yo creo que un buen libro es aquel que te emociona, que decis "¡Wow, qué libro!", aquellos que te atrapan, etc.

Un buen libro debe tener un buen argumento, un vocabulario que se entienda (estamos hablando  de literatura infantil). Y que te puedas sumergir en él, sentirte parte de él (aunque sea, por el rato que estás leyendo).


Malí Guzmán:

Carlos, ¡¡tu pregunta es tan sencilla y tan difícil de contestar...!!

Pero creo que la dificultad, hilando fino, es una cuestión no resuelta para el arte en general (¿puede haber certezas al juzgarlo?, creo que no; pero también creo que no "todo vale").

Así que sin entrar en tan espinoso asunto sobre el valor de la crítica, me inclino por lo que dijo ese niño de 10 años. Primero el golpe en el estómago (o en cualquier parte de la anatomía donde cada quien registre sus emociones fuertes). Si el estómago lo registra, vale la pena ocuparse de esa obra. Si al estómago le es indiferente algo puede estar fallando. Aquí empezaría una segunda etapa para los que tenemos más de 10 años y necesitamos "tomar posición" (como críticos, como mediadores, etc.) y es analizarla desde el punto de vista literario para entender qué mecanismos puso en juego el autor para lograr conmover nuestro estómago (según los casos se tratará de recursos literarios diversos, el tema, el lenguaje, la sorpresa, la complicidad, la poesía... en fin, lo iremos descubriendo con el intelecto que razonará sobre el estómago).

Este análisis posterior, por supuesto, vale también para lograr entender qué falló desde el punto de vista literario, para que ese texto nos dejara indiferentes (y aquí la conclusión no es necesariamente que "el texto es malo". Puede serlo, pero también puede ser de una factura impecable y sencillamente no nos conmueve porque no sintonizamos con él. En ese caso, admitiremos que es bueno, aunque no nos guste).


C.S.:

De acuerdo, Malí. Yo me inclino, como vos, por lo que decía ese chico. Es más: a mi me ha pasado con esos 3 o 4 libros que me noquearon. Me pasó con Cien años de soledad (en la segunda lectura), con La historia interminable, con Matilda de Dahl, con El Paso de los días de Farias, con alguna de las novelas de Scorza, con Ensayo de la ceguera de Saramago, con La Cabeza Perdida de Damasceno Monteiro de Tabucchi... Siento entonces un vacío y un cariño especial por ese libro, lo acaricio, permanezco callado, sin poder hacer nada que no sea seguir allí, sentado y con el libro en la mano. Es como un orgasmo (sólo que CON libro).

Después viene el tiempo de justificar ese sentimiento: que los personajes esto, que la historia aquello, que el tema ya lo tocó Fulano pero éste lo hace mejor...


Nora León:

En relación a ese supuesto maridaje entre texto e ilustración, creo que las ilustraciones son muy, pero muy importantes cuando hablamos de lectores que se inician. Niños pequeños. Me arriesgaría a decir que en este extremo del camino las lecturas de imagen dicen más que los textos. Textos que por otra parte están obligados a ser breves, concisos, en el nivel de receptor, etc.

Me resulta muy difícil definir qué es un libro bueno, una imagen buena, un hombre bueno, una mujer buena... Toda generalización dejará en su momento algo afuera. Prefiero pensar un libro para cada uno. Atendiendo a su singularidad.Coincido con Malí en que en materia de Arte no hay certezas y a las definiciones se las lleva el diablo.


M.G.:

No sé si coincido contigo, Nora. Sí, por supuesto, en el efecto de las buenas ilustraciones (aunque me entristece que los costos hagan que esas buenas ilustraciones disminuyan y hasta desaparezcan en los libros para grandes -niños grandes y adultos, que sin duda también las disfrutaríamos). Por supuesto que son hermosas y necesarias las buenas historias contadas a través de buenas imágenes. Pero no sólo eso aprecian los más chiquitos. También les gustan las historias contadas, más complejas que los textos breves de esos libros. (Justamente, como aún no leen, las ilustraciones cuando son buenas les permiten armar historias bastante complejas.) En definitiva, coincido contigo en la importancia de que existan los libros-álbum (para chiquitos y para grandes) y todo tipo de libro bien ilustrado, pero no creo que haga falta valorar la imagen como si fuera una competencia con el texto o con otras expresiones. A los chiquitos afortunadamente les conmueven muchísimas cosas. Y gracias a su falta de prejuicios (y a que aún no existe la presión del medio, sobre todo escolar que luego le exigirá una "devolución" explícita sobre "qué entendieron, qué quiso decir, etc.") disfrutan de los dibujos, de las historias, de los poemas, de las canciones, de la música instrumental...


Isabel:

Qué libro es un buen libro... Y... uno que se escribe desde adentro y desde afuera. Desde adentro, bien adentro, escrito con el estómago, como decía ese chico, desde las emociones. Y desde afuera, con la pluma en la mano, eligiendo cada palabra. Ah, pero no hay que olvidarse de revolver todo, para que lo que se escribió desde adentro quede bien mezclado con lo de afuera, para que después se le metan bien adentro  las palabras elegidas, al lector que lea ese buen libro.


C.S.:

Permítanme molestar un poco: ustedes sabrán que las ilustraciones, así como las concebimos actualmente, son un invento relativamente reciente. Hasta el siglo XIX las imágenes, por lo genberal, eran redundantes con los que decpia el texto. "Ilustraban" el texto.
Coincidentemente los libros eran escasos, en especial dentro de las clases bajas, en especial los destinados a niños. ¿Y qué hacían entonces los niños pequeños que escuchaban cuentos y no veían ninguna imagen? Digo esto porque, me parece, está en la línea que planteaba Malí en el último mensaje.

Con respecto a lo que dice Nora, un texto no es insulso porque sea corto. Puede ser (y hay toneladas de ejemplos) insulso y largo. Tal vez, Nora, te perturba la idea de "bueno". Te lo pongo de otro modo. Se incendia tu casa y podés sacar un solo libro. ¿Cuál rescatarías?

Otra cosa: me encantó esa definición de Isabel. "Un buen libro es el que se escribe de adentro y de afuera." ¡Guau!


Campanita:

Como lectora y como maestra, un buen libro es ese que leés (o contás) una vez y siempre que te sientes a contar una historia te van a pedir esa... Es ese que te cuesta dejar en la biblioteca cuando lo terminás. Me pasó con varios (por suerte)... y espero que me pase con muchísimos más.

Es en definitiva el que acrecienta el folclore...


Virginia De Montanaro:

Considero un buen libro infantil aquel que abraza alguna de las emociones de mi propia infancia, removiendo la memoria de los sentidos, y hace esto evidente, ya sea con una sonrisa, un recuerdo revoloteando en mi nariz, en mi antigua percepción del mundo a tan solo 90 cm. del suelo. ¿Alguien recuerda lo que sentía al mirar el mundo sin saber leer?

Creo que, hablando de literatura infantil o universal, un buen libro es aquel que de alguna manera hacemos propio. Al sentirlo, desde la primera lectura y las subsecuentes.

Los invito a releer El Principito o las Fábulas de Esopo, para que paladeen una rebanadita de sonrisas de la infancia.


Starosta:

No crean que me aprovecho de esta circunstancia pero, sobre la hora de cierre, pienso que para atreverse a responder esta pregunta, habría que considerar:

Además del oportunísimo mix dentro-fuera de Isabel...

De si somos los lectores (donde lo que aflora son nuestras vivencias, según Virginia de Montanaro describía más arriba)...

O los narradores (donde el pulso lo dan las caritas ansiosas de nuestro auditorio)...

O los escritores (donde nos dejamos llevar por nuestra propia intuición, en un impulso que reúne todo lo anterior y quién sabe cuantos otros secretillos no develados...).

Y además:

SORPRESA SORPRESA SORPRESA

(Y si agregamos humor, mucho mejor.)

Señores y Señoras: no me digan que con esto no tenemos un buen libro...

Por último, una cosita más con referencia a las ilustraciones. Creo que las mismas complementan y hasta son contrapunto de un texto -cuando bien logradas-, pero en un contexto de lector individual o de libro-objeto-obra integral (prisionero al fin de su soporte de papel).

El texto, creo, es en sí mismo. Y adquiere la flexibilidad de la narración. La multiplicidad que le confiere la oralidad lo hace crecer, enriquecerse, mutar, transferirse según cada circunstancia.


N.L.:

Querido Carlos: has dado en la tecla. Me perturba la palabra bueno. Del mismo modo que la palabra malo. El lugar de pequeño juez me incomoda. Advierto una leve tensión que subyace al lugar de escritores e ilustradores...

A tu pregunta sobre qué libro rescataría de un incendio, te diría "nicolás y sebastián" de una autora francesa que ahora no recuerdo el nombre (René ..., y que desesperadamente empiezo a buscar por toda mi casa), con traducción de M. E. Walsh e ilustraciones excelentes y texto y contenido ídem, que mis hijos leyeron, les leímos, manosearon, dibujaron, etc., etc., y que ya es algo más que un libro. Es un objeto de amor. Y para mí.... me llevaría el "Tristam Shandy" de Laurence Stern. joya universal.


C.S.:

Para Starosta: ¿dónde te habías metido? ¿No te da vergüenza borrarte toda la semana y, luego, sobre el cierre, mandarte con disimulo "el texto es en sí mismo"?

Yo firmo ese último párrafo. No sé por qué razón o razones elegiste tu nombre. A mí me evoca unas figuritas muy populares en mi infancia, las figuritas Starosta, que traían una de chapa para jugar y el resto de papel para el álbum.

Nora: estoy casi seguro de que hablás de Nico y Sebas de René Escudié, con las magníficas ilustraciones de un monstruo: Ulises Wensell. Salió con Veo-veo, una enciclopedia que dirigía M. E. Walsh y donde trabajó mucho Beatriz Ferro. Entre los dibujantes de la Enciclopedia estaban, jovencitos, Marcelo Elizalde, Oscar Rojas, Nora Hilb, y un montón de gente talentosa cuyos nombres se me escapan.

¡Ah! Yo rescataría del incendio uno de Juan Farias. Estoy indeciso: A la sombra del maestro o El paso de los días.



Artículos relacionados:

Autores: Carlos Silveyra

Foro de Imaginaria y EducaRed