101 | RESEÑAS DE LIBROS | 30 de abril de 2003

Los días de la Sombra

Liliana Bodoc
Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2002.
Colección Otros Mundos.

Portada

—Ay, dijo Vieja Kush. Dijo que ¡Ay del día en que la muerte haga su tarea para servir al odio!

Esta novela es, creo, una gran metáfora. Yo lo diría así: hay una gran guerra que todavía no se terminó de librar y en la que se enfrentan dos mundos: uno que pelea por la vida y otro que pelea para la muerte (1). (Liliana Bodoc)

Misáianes, informado de la derrota de sus hombres en las Tierras Fértiles, ha decidido enviar un nuevo ejército más poderoso aún que el anterior para vencer la resistencia del Venado; pero el Odio Eterno sabe que el poder de las armas no será suficiente. Misáianes confía en Drimus, el Doctrinador, que ha quedado junto a sus perros y algunos hombres en el país de los Señores del Sol; y en su madre, la Sombra, aquella que como nadie conoce los designios del hijo.

Los días de la Sombra es el segundo libro de "La saga de Los Confines". Continuando a Los días del Venado, de manera deliberadamente ambigua, las Tierras Fértiles remiten a nuestro continente, su geografía, sus culturas y hechos históricos durante la conquista europea. Vikingos, araucanos, mayas, aztecas..., sus ciudades, costumbres, ciencias y artes resuenan detrás de las civilizaciones de ese mundo imaginario. Pero es en su cosmovisión donde los puntos de contacto entre las Tierras Fértiles y América son mayores, en el modo en que sus criaturas comprenden y aman el mundo.

Los acontecimientos del continente del Venado nos llegan a través de una voz que logra de manera sorprendente el tono de las narraciones épico-míticas de los pueblos antiguos.

Como es también propio de la épica, "La saga de Los Confines" trata de la lucha del Bien contra el Mal, pero los matices de esta lucha son un hallazgo que tensiona las características del género. Un relato épico que narra la historia de los pueblos amenazados por las fuerzas del Odio Eterno, pero también los acontecimientos pequeños: el desgrane del maíz por las mujeres husihuilkes; los relatos de Cucub, el zitzahay artista; los juegos de los niños; la huida de la frágil princesa Nanahuatli a través de bosques y desiertos en busca de su amado Thungür...

La historia nos relata traiciones y conjuras de los poderosos como el príncipe Molitzmós o el astrónomo Bor, y las vicisitudes del campesino que debe decidir su posición en la guerra que se avecina. El relato acompaña esta decisión de contar desde abajo y cede la voz a dos vecinos labradores que discuten en un recodo del camino.

"—¿Y qué será ahora?

—Será sangre para cobrar la sangre derramada.

—¿Y la nuestra...?

—¿Qué cosa?

—La sangre.

—Correrá también.

—¿Y tu sangre?

—¿Qué quieres preguntarme?

—Tu sangre... ¿Por cuál de ellos prefieres derramarla?"

Luego, al describir la guerra entre las Casas de los Señores del Sol el narrador dirá:

"Ambos ejércitos eran diferentes en número. Diferentes eran los símbolos de los escudos. El color de la pintura del rostro y de las vestiduras distinguía a los contrarios. Y sin embargo, en algo se igualaban. Un bando y el otro llevaban vecinos de chozas, labradores de la tierra... Vecinos que no entendían por qué se estaban sangrando cuando ayer mismo se habían detenido a conversar en el recodo de un sendero."

Personajes como el guerrero Thungür nos atrapan por su hacer heroico, sin embargo nos conmovemos aún más cuando quienes actúan con desmesurada valentía son los personajes más degradados, más miserables e insignificantes. Las mujeres de los pastores mueren junto al mar para dar ejemplo en el campo de batalla, pero no se trata de mujeres guerreras, sino de brazos flacos que con sus últimas fuerzas arrojan fuego a las naves enemigas.

En Los días de la Sombra el horror de la guerra está presente sin disimulos. El dolor de las víctimas y la crueldad de los victimarios golpean al lector no sólo durante la batalla. Drimus, torturador y asesino, se regocija en el sufrimiento de los inocentes que esparce como ofrendas al Amo Misáianes. En el relato de las cruentas hazañas de los sideresios se recurre con frecuencia a las palabras de la poesía. Imágenes poéticas del dolor que impactan al lector y honran con su belleza a las víctimas.

"Y una caravana de llamellos que se alejaba cargada de niños dormidos, seguida de cerca por una bandada de pájaros hambrientos. Tan hambrientos como estaban los niños antes de dormirse."

"Ya las mujeres parecían algas, hilachas de algas que la marea nocturna empezaba a llevarse."

Este papel asignado a los débiles, a los seres pequeños y anónimos alcanza plenitud en la relación entre la pequeña Wilkilén y la Sombra. Ni los brujos, ni los astrónomos, príncipes o guerreros pueden enfrentar el rostro de la Madre del Odio Eterno que ha llegado a Los Confines a cumplir el mandato del hijo. Es la joven husihuilke, aquella cuya alma parecía empecinada en no crecer, quien le recuerda a la muerte su verdadera misión en este mundo.

A través de un lenguaje próximo al mito y la poesía la narración nos atrapa y lleva de un lugar a otro de Los Confines, de una civilización a otra, y de un personaje a otro, haciéndonos testigos de las alianzas, las conjuras y traiciones. Pero más aún, lo hace permitiéndose juegos formales, originales pero a la vez efectivos para la atmósfera y la historia que se relata. En el capítulo "El primer jefe" por ejemplo, se alternan dos escenas, con dos espacios diferentes pero simultáneas en el tiempo: la del peregrinaje de los brujos y los hombres del Oeste para socorrer a los habitantes del Este, y los acontecimientos vividos por los guerreros a punto de enfrentar a los sideresios. La tensión entre los guerreros se repite en el lector, dado que Minché, el primer jefe, parece ocultar algo a su segundo Tunghür. Todo aparenta aires de traición, pero a medida que las expectativas aumentan sobre la decisión que definirá la suerte del Venado, cuando el lector puede vivenciar la tensión silenciosa de los guerreros frente a su jefe a punto de dar la orden final, la narración de dicha escena queda en suspenso y regresa al peregrinaje de brujos y husihuilkes por las Maduinas. Finalmente ambos relatos se unen en la narración que el Brujo Halcón hará a Nanahuatli de aquello que puede ver y oír a través de los ojos del Halcón Ahijador. El lector escuchará la última orden del jefe Minché en la voz del brujo que es uno y es dos a un mismo tiempo.

En un mundo lejano pero que sin embargo nos resulta familiar, las imaginarias criaturas muestran lo mejor y lo peor de sí y definen su lugar en la lucha por la supervivencia. No hay victorias definitivas para los buenos, no hay finales que nos tranquilicen. La voz que cuenta resuena antigua y distante, venida de otros tiempos, de otros lugares, y sin embargo las imágenes que las palabras van creando en nosotros, nos conmueven y nos involucran profundamente.

Marcela Carranza


Nota

(1) "Entrevista con Liliana Bodoc, autora de Los días del Venado", por María Malusardi. En Nueva. La revista del interior; Año VIII, N° 488, Buenos Aires, 19 de noviembre de 2000. Publicada parcialmente en Imaginaria: www.imaginaria.com.ar\05\2\venado3.htm. La entrevista completa se encuentra en Nueva On line, página web de la revista Nueva, en esta dirección: www.revistanueva.com.ar/00488/Nota04/nota.htm

 


Foto de Mqarcela CarranzaMarcela Carranza es maestra y Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) participó en el programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y en el equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Actualmente se desempeña como docente de literatura infantil en la Escuela de Capacitación (CePA) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

 

 

 


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Links: Entrevista con Liliana Bodoc en Nueva On Line. La revista del interior