38 | LECTURAS | 15 de noviembre de 2000

Niños, viejos y literatura

por Elisa Boland
Ilustraciones de Douglas Wright

Ilustración de Douglas Wright

He trabajado con niños y me he interesado en indagar la infancia. Trabajo con viejos y quiero también pensar la vejez. De ambos intereses surge un cruce de lecturas, apacibles y descarnadas, que muestra un recorrido personal por los libros y una lectura compartida con niños y viejos.

Encuentro vínculos, entre los textos y yo, primero o a la vez que descubro posibles relaciones de los otros con ese texto. En la literatura descubro vínculos entre niños y viejos, como en Toby, la novela de Graciela Cabal o en Tengo un monstruo en el bolsillo, de Graciela Montes. Dos entrañables historias de diálogos posibles que me provocaron para iniciar una reflexión sobre sobre las cuestiones de la vejez en relación con la infancia.

Busco vincular los lectores —niños o viejos— con esas lecturas y en definitiva, que se encuentren en la literatura y en la vida.

Los libros son nuestros viejos

Los niños saben que los viejos saben algo que ellos no saben. Unos y otros andan por la vida, se reconocen, se acompañan, crecen juntos o no. En determinado momento se encuentran y siguen transitando por un camino que sabe de decires y transmisiones.

No todos han conocido a sus abuelos, no todos los viejos tienen nietos, por eso en tal caso, se inventan filiaciones mutuamente para descubrir en este encuentro de generaciones, la renovada posibilidad de seguir transmitiendo las experiencias y las historias particulares y de la humanidad.

En la Argentina contamos con una abuelidad —diríamos— institucionalizada, atípica, la de las "Abuelas de Plaza de Mayo". Una asociación que intenta reestablecer un vínculo destruído por la usurpación de los niños, durante la dictadura militar.

Ilustración de Douglas Wright
Umberto Eco: "Hoy los libros son nuestros viejos"

En un artículo publicado en el diario La Nación, Umberto Eco se refería al valor de la transmisión cultural, y a la capacidad de los ancianos de antiguas comunidades de reunir a los más jóvenes para contarles la historia. También se refería a la pérdida de esta costumbre y del lugar de los libros para cumplir ese papel. Eco decía: "hoy los libros son nuestros viejos". Me sigue pareciendo una interesante apreciación del estado de las cosas. Pero hoy también considero oportuno volver a contemplar el papel de los libros y de los viejos para recuperarlos y valorarlos en su justo medio. Cuidándonos de las idealizaciones infructuosas, pero con el cuidado que merece esta recuperación, ayudándonos mutuamente en la búsqueda de saber, de conocer, de darnos algunas respuestas, entre todos.

Instaurar nuevos vínculos entre los niños y los viejos en esta época que nos toca, también puede ser un buen camino para andar por los recorridos de la lectura. Combinar esas dos miradas: viejos libros y viejas historias con nuevos autores y niños con el deseo de comunicarse con los adultos. Viejos con flexibilidad, permeables a las opiniones infantiles.

Una cosa es cierta: se suele equiparar juventud con lo deseable y vejez con lo indeseable. Ser joven es bueno y ser viejo es malo.

Tal vez sea mejor hablar de viejos y de niños y no de vejez y de infancia, generalizaciones que no nos permiten acercarnos a lo deseable y lo indeseable. Apelando a la sabiduría popular, diremos que no todos los viejos, ni todos los niños, son iguales. Por otra parte, hay un contexto que a veces nos lleva a no vivir de la mejor manera, aunque individualmente hagamos denodados esfuerzos.

Sabemos que no se ha envejecido siempre igual, ni ha sido siempre idéntica la posición de los viejos en la sociedad. Si bien hay muchas referencias a la situación de los viejos en la historia y en el arte, no tenemos una apreciación de conjunto de cómo ha ido evolucionando la condición social de la vejez. Sobre todo en la Argentina, así como tampoco acerca de la niñez. Sólo tenemos fragmentos y esfuerzos de reconstrucciones cada vez que necesitamos hablar del tema.

Menos aún, si queremos referirnos al vínculo entre los niños, los viejos y la lectura o el contar historias. Sin duda ha existido, pero desconocemos los matices. Nos debemos ese capítulo.

Cabe tener en cuenta que las divisiones o clasificaciones por edades (también por clase o sexo) son arbitrarias, son una construcción social y una manera de establecer un orden, límites de lo posible, donde cada uno debe ocupar un lugar. Siempre se es más o menos viejo para alguien.

A la vejez..., vejez

Roland Barthes, en un ensayo sobre un libro de Chateaubriand, señala que "la vejez no es más una edad literaria; el hombre viejo es muy raramente un héroe novelesco; hoy día es el niño el que emociona, el adolescente el que seduce, que inquieta; no hay más una imagen del anciano, no hay más una filosofía de la vejez tal vez porque el anciano es in-deseable" (1) (Vinculado con la literatura infantil y juvenil, podríamos pensar en esas novelas escritas para jóvenes, concebidas desde la creencia de que a ellos sólo les interesan los personajes de su misma edad, época, y problemas que aquejan a esa generación, casi como los programas televisivos que apelan a ese recurso.)

Ilustración de Douglas Wright
Roland Barthes: "El hombe viejo es muy raramente un héroe novelesco."

Me parece bueno hablar de viejos, sin eufemismo o menosprecio, me parece más acertado que tercera edad. La vejez existe, es inexorable y este texto es una mirada de acercamiento, no un tratado de gerontología. Tampoco es una defensa de los viejos o de los niños en especial. Intento entretejer algunos interrogantes y reflexiones que nos puedan ayudar a seguir pensando.

Sabido es que ésta es una época en que se siente miedo a enfrentar las realidades y se las disfraza con nuevos nombres. Ser niño puede ser bueno cuando hay adultos que cuidan de la salud y la educación de esos niños, y sobre todo cuando reciben amor. Ser niño también es inquietante, nada más inquietante que un niño que todo el tiempo nos pone a prueba, y nos habla de cambios cuando muchas veces nos resistimos a modificar algo apenas en nuestras transitadas vidas. Ser viejo puede ser bueno si existe una protección social para esos últimos años de la vida y ganas de seguir peleando y deseos de evocar el pasado sin demasiadas frustraciones o resentimientos. Al fin y al cabo, todos necesitamos de las mismas cosas a lo largo de nuestras vidas. Y si nos encontramos, con diferentes edades, podemos compartir momentos de lectura y enseñarnos mutuamente.

Me interesa descubrir a algunos investigadores del tema, tanto como a los escritores en una manera similar de hablar de la vejez y de los viejos, también de la infancia. Cómo en ambos casos hay una lúcida referencia a lo inexorable del envejecimiento. Con bellas y crudas metáforas o llanamente, unos y otros explicitan una realidad para tener en cuenta.

Decíamos que la manera de envejecer cambia según la época y el lugar, también tiene que ver con la actividad profesional y la posición social. Y desde luego cambia según cada individuo. Solemos decir de alguien apático y aburrido que es viejo desde que nació y de una persona mayor pero activa y comunicativa, que es eternamente joven, sin edad.

La vejez no existe, sólo existe la pena

Como dice la escritora Edith Wharton (1862-1937) en su Autobiografía: "la vejez no existe; sólo existe la pena" (...) "con el paso del tiempo he aprendido que esto, aunque cierto, no es toda la verdad. Otro generador de vejez es el hábito: el mortífero proceso de hacer lo mismo de la misma manera a la misma hora día tras día, primero por negligencia, luego por inclinación, y al final por inercia o cobardía. Afortunadamente, la vida inconsecuente no es la única alternativa, pues tan ruinoso como la rutina es el capricho. El hábito es necesario; es el hábito de tener hábitos, de convertir una vereda en camino trillado, lo que una debe combatir incesantemente si quiere continuar viva. Pese a la enfermedad, a despecho incluso del enemigo principal que es la pena, una puede continuar viva mucho más allá de la fecha usual de desintegración si no le teme al cambio, si su curiosidad intelectual es insaciable, si se interesa por las grandes cosas y es feliz con las pequeñas. Mientras ordenaba y escribía mis recuerdos, he aprendido que estas ventajas no dependen generalmente de los méritos propios y que es probable que yo deba mi vejez dichosa al antepasado que accidentalmente me dotó de tales cualidades."

"Otra ventaja (igualmente accidental) es que yo no recuerdo por mucho tiempo mis enfados. Raramente olvido una ofensa a mi espíritu, ¿quién la olvida? Pero la vida la recubre con un rápido bálsamo, y queda registrada en un libro que raras veces abro." (2)

La vejez es un disfraz

Con la misma claridad, Silvina Ocampo (1903-1993) se refiere al tema en el cuento "Los retratos apócrifos", donde además, nos aporta también una perspectiva desde la infancia, que nos ayuda a componer las escenas de un vínculo posible, aunque con reglas muy propias:

"Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día; es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva que en lugar de disminuir los detalles los agranda. Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida. Envejecer transforma a una víctima en victimario. Siempre pensé que las edades son todas crueles, y que se compensan o tendrían que compensarse las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo? Espero una revelación. ¿Por qué será que un árbol embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse sólo con los despojos de la juventud. Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios, una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón. Todo disfraz repugna al que lo lleva. La vejez es un disfraz con aditamentos inútiles. Si los viejos parecen disfrazados, los niños también. Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo, como un árbol o como una piedra preciosa. Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas. No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente. Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar, porque todo lo que hago lo hago doblemente. El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece que lo que quedó atrás tiene más realidad para reducir el presente a un interesante precipicio.

"En la infancia me gustaban los viejos: eran como países o cajas de música para mí; no formaban parte del mundo común. Cuando miraban algo extraían de los más modestos objetos un secreto importante, que tal vez nos comunicaran un día, si los escuchábamos con atención. Ahora me gustan los jóvenes porque son más rápidos y menos precavidos. No los envidio: ser joven me torturaba tanto como me tortura ser viejo." (3)

En La abuela, novela para niños de Peter Härtling, el nieto de la protagonista se plantea: "dice la gente que a los sesenta y siete años ya se es viejo. La abuela, no. La abuela ha dicho siempre —y lo suelen decir muchos viejos— que uno es tan joven como se siente." (4)

¿Qué imagen de abuelo o abuela tienen los chicos hoy? ¿Qué imagen de vejez?

Infancia, vejez y muerte

Pensar la infancia como la vejez y la muerte, sin duda, nos provoca contradicciones. Nos da temor, tal vez por eso también nos cuesta plantearlo a los chicos. Se suele censurar el tema e incluso si hay algún cuento que trate sobre la temática, se lo elude. A los chicos también les pasa lo mismo. "Gorer afirma que ya a principios de la década del 40 y quizá aún más temprano, los psicólogos notaron que la muerte había superado al sexo como tema tabú". (5) Y Ariès "ha brindado los antecedentes para este cambio en su análisis de la actitud occidental hacia la muerte. Afirma que antiguamente la muerte era considerada como la conclusión natural y aceptada de la vida." (6) Y añade que lo que más asustaba era morir sin estar preparado, sin las ceremonias necesarias. La muerte, como la vejez, se considera algo vergonzoso y avergonzante. Se ha vuelto innominable. Y aunque la sociedad intenta borrar toda huella de la muerte, los niños descubren tempranamente que la muerte existe, pero no reciben la ayuda de los adultos para discutirla. La niñez, la vejez y la muerte necesitan de los relatos para poder explicarse.

Para hablar del tema, muchas veces los niños recurren a cuentos, chistes o relatos, inventados por ellos mismos, que les permiten plantearlo al menos entre su grupo de pares. También se ha observado que el humor negro es común tanto en niños como en adolescentes y sirve en ambos grupos de edad para tomar una distancia necesaria e intentar explicar la muerte. Así han creado o adaptado formas y tipos de narración.

Dentro de la literatura infantil y juvenil han surgido algunos autores que se han atrevido a tocar el tema de la muerte en los libros destinados a niños y jóvenes. También algunos adultos que están en contacto con los chicos se han atrevido a leerlos y a leérselos, venciendo su propio prejuicio y exceso de cuidado.

Entre los escritores argentinos contamos con interesantes ejemplos como el cuento "Como si el ruido pudiera molestar", de Gustavo Roldán, donde plantea el tema del envejecimiento y muerte de un tatú en una comunidad de animales del monte chaqueño. Otro ejemplo, precursor en el tratamiento del tema de la muerte, es el cuento "Compañeros", de Javier Villafañe, donde tres animales: un caballo, un perro y un mono, que trabajan para un circo, se cuestionan el encierro mientras asisten al caballo que agoniza. En ambos casos, a pesar del dolor por el sufrimiento y la pérdida, se sostiene poderosa la vida. De la misma manera, aparece tratada en la novela de la autora cubana Nersys Felipe, Cuentos de Guane. Impecable en su brevedad y hondura, para narrar el viaje de un niño que asistirá al funeral de su abuelo, mientras evoca cada momento compartido con él. Con más crudeza, pero con la ternura del vínculo entre abuelas, abuelos y nietos, se explicita en El mejor truco del abuelo o La abuelita de arriba y la abuelita de abajo, historias sobre la enfermedad, la vejez y la muerte. Entre los libros para los más chicos, hay uno que impacta, es Chau Toto, de Raul Fortín y Leticia Uhalde, un libro sin texto, sólo una historia brevísima contada a través de imágenes, muy elocuentes, donde un niño descubre una mañana que su mascota ha muerto.

Vemos cómo hablar de niños y viejos nos conduce a hablar de vejez y de muerte, de límites y censuras, de tristezas y de temas tabú. Pero también nos obliga a pensar en renovadas maneras de encuentro entre adultos, más o menos viejos, y niños y lecturas y narraciones.

Tiempo y memoria

En estos recorridos desembocamos en algún momento en el tema de la memoria. Es insoslayable. La memoria propia y la memoria social.

La primera memoria es la memoria oral, la de lo oído en la infancia. Aquella primera memoria oral, cree de verdad en la memoria, porque sabe que lo que se olvida ya no existe. Otra memoria es la de lo escrito, la literaria, que reproduce aquella mirada o voz anterior, como en un eco, pero con las palabras del hoy, con la posibilidad que tenemos con el paso del tiempo de nombrar aquello que nos conmovió. En la literatura observamos ejemplos de cómo una escritora adulta recrea la mirada de una niña, en la novela El libro del verano, de Tove Janson: "La abuela seguía por tierra el camino celeste de la luna, avanzando, grande y negra, con sus piernas rígidas y su sombrero, y a cada paso que daba parecía más grande. La luz de la luna cubría su sombrero y sus hombros, y ella se erguía sobre el destino y sobre la isla entera. No cabía la menor duda de que la abuela encontraría lo que hacía falta para derrotar a la mala suerte, y hasta a la muerte." (7)

Es el paso del tiempo. Roland Barthes a propósito del libro de Chateaubriand dice que la vejez "es tiempo puro (...) por lo tanto la existencia no está pautada por la fisiología sino por la memoria." Para que la memoria no sólo nos desgarre, para que esta pasión de la memoria se apacigüe, habrá que buscar un acto que dé "al recuerdo una estabilidad de esencia: escribir." (8) Podríamos agregar, sin exageraciones, que leer y contar y comunicarse, también puede dar esa "estabilidad de esencia" que el recuerdo necesita.

Ilustración de Douglas WrightOtros autores de libros para niños se han atrevido con estos temas, como Mem Fox, con la historia de Guillermo Jorge Manuel José. Cuatro nombres para un pequeño niño que vive con sus padres al lado de un hogar para ancianos. El niño los visitaba con frecuencia y su amiga preferida era la Señorita Ana Josefina Rosa Isabel, porque tenía cuatro nombres como él. A ella le confiaba sus secretos. Un día escuchó a sus padres lamentarse porque la Señorita Ana había perdido la memoria. Guillermo preguntó: "¿qué es una memoria?", y su papá le respondió: "es algo que se recuerda". Pero como Guillermo quería saber más siguió preguntando "¿Qué es una memoria?" a cada uno de los viejos del hogar, así recibió distintas respuestas: "algo tibio", "algo muy antiguo", "algo que te hace llorar", "algo que te hace reir", "algo precioso como el oro". Entonces Guillermo regresó a su casa a buscar memorias para la Señorita Ana, porque ella había perdido las suyas. Luego llevó todas esas cosas y se las mostró a la Señorita Ana, una por una: conchas de mar, una marioneta que hacía reir a todo el mundo, la medalla del abuelo, su pelota de fútbol que era preciosa como el oro, y un huevo calentito que recogió en el gallinero. Así la Señorita Ana comenzó a recordar sus secretos más hondos y se los contó a Guillermo, el niño de los cuatro nombres.

Leer y escribir es coleccionar textos en un nuevo texto esencial. Es abolir el tiempo en una memoria que transcurre y suma nuevos sentidos, para traernos, cada vez, después de un recorrido, a un presente renovado.


Notas

(1) Barthes, Roland. El grado cero de la escritura seguido de Nuevos ensayos críticos. México, Siglo XXI, 1997; pág.151.

(2) Wharton, Edith. Una mirada atrás. Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1994; pág.11.

(3) Ocampo, Silvina. "Los retratos apócrifos". En: Las reglas del secreto. Antología. México, Fondo de Cultura Económica, 1991.

(4) Härtling, Peter. La abuela. Madrid, Alfaguara, 1993; pág.9.

(5) Kvideland, Reimund. "Relatos sobre la muerte como parte de la socialización de los niños". En: Blache, Martha (Introducción y selección de textos). Narrativa folklórica I. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1994; pág.100.

(6) Ibíd.

(7) Janson, Tove. El libro del verano. Madrid, Siruela, 1996; pág. 161.

(8) Barthes, Roland. Op. cit., pág.153.


Obras de literatura infantil y juvenil citadas en el artículo

  • Cabal, Graciela. Toby. Ilustraciones de Pez. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1997. Colección Torre de Papel, serie Torre Azul.

  • dePaola, Tomie. La abuelita de arriba y la abuelita de abajo. Ilustraciones del autor. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1991. Colección Buenas Noches.

  • Felipe, Nersys. Cuentos de Guane. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1986. Colección Cuentos del Malabarista.

  • Portada de Guillermo Jorge Manuel JoséFox, Mem. Guillermo Jorge Manuel José. Ilustraciones de Julie Vivas. Caracas, Ediciones Ekaré, 1988. Colección Libros de todo el mundo.

  • Holden, L. Dwight. El mejor truco del abuelo. Ilustraciones de Michael Chesworth. México, Fondo de Cultura Económica, 1993. Colección Los especiales de A la orilla del viento.

  • Montes, Graciela. Tengo un monstruo en el bolsillo. Ilustraciones de Delia Cancela. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999. Colección Especiales.

  • Roldán, Gustavo. Como si el ruido pudiera molestar. Ilustraciones de Luis Scafati. Bogotá, Grupo Editorial Norma,1999. Colección Torre de Papel; Serie Torre Roja.

  • Uhalde, Leticia y Fortín, Raúl. Chau, Toto. Ilustraciones de los autores. Buenos Aires, Colihue, 1990. Colección Los libros dibujados.

  • Villafañe, Javier. "Compañeros". En: Los sueños del sapo. Buenos Aires, Librería Hachette, 1974.

Bibliografía general

  • Alba, Víctor. Historia social de la vejez. Barcelona, Laertes, 1992.

  • Altamirano, Carlos y Sarlo, Beatriz. Literatura/Sociedad. Buenos Aires, Edicial, 1993.

  • Bourdieu, Pierre. Sociología y cultura. México, Grijalbo/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1984. (Los noventa).

  • Boland, Elisa. "Las lecturas del docente, itinerario de un viaje." En: La Mancha N° 10. Buenos Aires, noviembre de 1999.

  • Pampillo, Gloria. Permítame contarle una historia. Narración e identidad. Buenos Aires, Eudeba, 1999.

  • Ricoeur, Paul. Historia y narratividad. Barcelona, Paidós/I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1999.

  • Ricoeur, Paul. Tiempo y narración I; Configuración del tiempo en el relato histórico. México, Siglo XXI, 1995.

Personajes niños y viejos en la literatura. Una bibliografía

  • Portada de La pandilla del ángelBröger, Achim. Mi abuela y yo. Madrid, Espasa-Calpe.

  • Cabal, Graciela. La pandilla del ángel. Buenos Aires, Aique.

  • Cabal, Graciela. Toby. Bogotá, Grupo Editorial Norma.

  • Cañizo, José Antonio del. Las cosas del abuelo. Barcelona, Noguer.

  • Portada de Así en la tierra como en el cieloComino, Sandra. Así en la tierra como en el cielo. Bogotá, Grupo Editorial Norma.

  • dePaola, Tomie. Un pasito...y otro pasito. Caracas, Ekaré.

  • dePaola, Tomie. La abuelita de arriba y la abuelita de abajo. Bogotá, Grupo Editorial Norma. (También editado en Madrid, por SM)

  • Portada de El paseo de los viejitosDevetach, Laura. El paseo de los viejitos. Buenos Aires, Alfaguara.

  • Farias, Juan. Los caminos de la luna. Madrid, Anaya.

  • Felipe, Nersys. Cuentos de Guane. Buenos Aires, Colihue.

  • Fine, Anne. El proyecto abuelita. Madrid, Siruela.

  • Fox, Mem. Guillermo Jorge Manuel José. Caracas, Ekaré.

  • Härtling, Peter. El viejo John. Madrid, Alfaguara.

  • Härtling, Peter. La abuela. Madrid, Alfaguara.

  • Heine, Helme. Fantadú. Bogotá, Grupo Editorial Norma.

  • Holden, L. Dwight. El mejor truco del abuelo. México, Fondo de Cultura Económica.

  • Janson, Tove. El libro del verano. Madrid, Siruela.

  • Portada de Memorias de una abuela apostadoraKhalsa, Dayal Kaur. Memorias de una abuela apostadora. Caracas, Ekaré.

  • Lobe, Mira. La abuelita en el manzano. Barcelona, Juventud.

  • Machado, Ana María. La abuelita aventurera. Madrid, SM.

  • Mateos, Pilar. El viejo que no salía en los cuentos. México, Fondo de Cultura Económica.

  • Portada de La pipa del abueloMontes, Graciela. La pipa del abuelo. Buenos Aires, Ediciones Quipu.

  • Montes, Graciela. Tengo un monstruo en el bolsillo. Buenos Aires, Sudamericana.

  • Nöstlinger, Christine. El abuelo misterioso. Madrid, Espasa Calpe.

  • Pausewang, Gudrun. El abuelo en el carromato. Salamanca, Lóguez.

  • Peavy, Linda y Himler, R. El abuelo de Elisa. Madrid, Altea.

  • Pez, Alberto. Tecitos de lágrimas de dragón. Bogotá, Grupo Editorial Norma.

  • Prater, John. ¡Otra vez! Caracas, Ekaré.

  • Puncel, María. Abuelita Opalina. Madrid, SM.

  • Ross, Tony. Un cuento de hadas. México, Fondo de Cultura Económica.

  • Rosell, Joel Franz. Vuela, Ertico, vuela. Madrid, SM.

  • Roy, Claude. La casa que echó a volar. Madrid, Altea.

  • Sadat, Mandana. Del otro lado del árbol. México, Fondo de Cultura Económica.

  • Savaget, Luciana. 1,2,3 e...já! Brasil, José Olympio.

  • Portada de La abuela electrónicaSchujer, Silvia. La abuela electrónica. Buenos Aires, Sudamericana.

  • Sheldon, Dyan. El canto de las ballenas. Caracas, Ediciones Ekaré. (También editado en Madrid, por Kókinos)

  • Suez, Perla. Dimitri en la tormenta. Buenos Aires, Sudamericana.

  • Portada de Papirofobia ¡no quiero leer!Tamaro, Susanna. Papirofobia ¡no quiero leer! Buenos Aires, Atlántida.

  • Villafañe, Javier. Los ancianos y las apuestas. Buenos Aires, Sudamericana.

  • Wild, Margaret. Nana Vieja. Caracas, Ekaré.

  • Walsh, María Elena. "Bisa vuela". En: El diablo inglés. Buenos Aires, Alfaguara.

  • Watson, Joy. Las zapatillas del abuelo. Barcelona, Edebé.

  • Wolf, Ema. Fámili. Buenos Aires, Sudamericana.

Otra Bibliografía

Títulos seleccionados del catálogo electrónico de la Internationale Jugendbibliothek (Biblioteca Internacional de la Juventud) de Münich. Gentileza de Jochen Weber, Bibliotecario.

Temas: Edad/ Abuela/ Abuelo/ Conflicto entre generaciones.

Idioma: Español (Títulos catalogados entre 1993 y 2000)

Ackerman, Karen y Stock, Catherine. Al amanecer. New York, Dutton Children's Books.

Areas, Vilma. A golpes de relámpago. Buenos Aires, Libros del Quirquincho.

Ballaz, Jesús. El muñeco que anunció la navidad. Barcelona, Edebé.

Berocay, Roy. El abuelo más loco del mundo. Montevideo, Trilce.

Bojunga, Lygia. Angélica. Bogotá, Grupo Editorial Norma.

Bojunga, Lygia. Cuerda floja. Barcelona, Grupo Editorial Norma.

Cameron, Ann. El lugar más bonito del mundo. Madrid, Alfaguara.

Canela, Mercé. La casa de las acacias. Barcelona, Barcanova.

Canizo, José Antonio del. Con la música a otra parte. Zaragoza, Edelvives.

Carvajal, Víctor. Como un salto de campana. Santiago de Chile, Alfaguara.

Charpentier, Jorge. El abuelo en el espejo. San José, Edit. Costa Rica.

Dorros, Arthur. La isla. New York, Dutton Children´s Books.

Ende, Michael. El teatro de sombras. Madrid, SM.

Eslava Calvo, Jorge. Florentino, el guardador de secretos. Lima, Santillana.

Lindo, Elvira. Olivia no quiere ir al colegio. Madrid, SM.

López Narváez, Concha. Nieve de julio. Madrid, Bruño.

Merino Agudo, Jesús M. El Celeste. Madrid, SM.

Miles, Miska. Ani y la anciana. México, Fondo de Cultura Económica.

Morales, Carmen. Bigote blanco-Bigote negro. Madrid, Bruño.

Muñoz, Juan. Marcelino y Marcelina. Madrid, Bruño.

Orlev, Uri. La abuela tejedora. México, Fondo de Cultura Económica.

Piumini, Roberto. Matías y el abuelo. Barcelona, Edebé.

Rendón Ortiz, Gilberto. Los cuatro amigos de siempre. México, SM.

Ulf, Stark. ¿Sabes silbar, Johanna? Madrid, SM.

Uribe, Verónica. Diego y el barco pirata. Caracas, Ekaré.

Welsh, Renate. Una mano tendida. Salamanca, Lóguez.

Zepeda, Monique. Marita no sabe dibujar y otra historia sin palabras. México, Fondo de Cultura Económica.


Elisa Boland es Profesora en Letras y Bibliotecaria. En 1996 obtuvo el Premio Pregonero como Bibliotecaria por su labor en la difusión del libro y la literatura para niños. Desarrolla su actividad docente en el Instituto Superior de Formación Docente Nº 8, en la carrera de Bibliotecología. Es miembro del Comité de Dirección de la Revista La Mancha desde 1998, y Presidenta de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina), desde julio de 1997. Es autora de la Propuesta de Taller "Rosas, monstruos y sonrisas: Una introducción a la literatura para niños a través de prácticas de lectura y narración oral", para Tercera Edad del Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA (diciembre 1999) y del libro Listas bibliográficas sobre literatura infantil y juvenil (Buenos Aires, Ediciones Novedades Educativas, 1998). Actualmente trabaja en el programa para Adultos Mayores del Ministerio de Educación de la Nación.

El presente artículo también se editará en Hojas sueltas, publicación sobre Promoción de la Lectura y Bibliotecas para Niños de la Cátedra de Literatura Infantil y Juvenil, del Instituto Superior de Formación Docente Nº 8 de La Plata (provincia de Buenos Aires).


Artículos relacionados: