30 | RESEÑAS DE LIBROS | 26 de julio de 2000

Vuela, Ertico, vuela

Joel Franz Rosell
Ilustraciones de Ajubel.
Madrid, Ediciones SM, 1997.
Colección El Barco de vapor. Serie azul.

Portada de "Vuela, Ertico, vuela"

Joel Franz Rosell entrega en esta novela corta el encanto de su Cuba plasmado en una mezcla de colores, perfumes, sonidos y texturas que forman el entorno de la vida de Ertico, el niño protagonista.

"Ertico era callado, feíllo y bajito. Se sentaba en medio del aula, permanecía tranquilo en un rincón durante el recreo, y al terminar las clases se iba a casa derechito y solo."

Pasaba desapercibido para todos. Pero en su interior, "Ertico soñaba con ser el primero de la clase, hacer las bromas más divertidas, estar en el centro de todo y marcharse a casa rodeado de amigos." Quería, por sobre todas las cosas, tener amigos.

Lo que sí tenía Ertico era una abuela; una abuela en apariencia corriente —"como las otras viejecitas, con su chal y su carro de la compra, quejándose de la calidad de las lechugas y de que la pensión no daba para nada"—, que a través de la magia de las prendas que tejerá a su nieto con los hilos de una alfombra encantada, le ayudará a encontrar la felicidad que busca. Una bufanda, un par de medias, unos guantes, un chaleco y un sombrerito saldrán, gracias a las manos tejedoras de la abuela, de las hebras de la alfombra destejida. Con cada una, el niño atraerá la atención de los demás pero (siempre hay un pero) la gloria será pasajera. El milagro se concretará cuando la abuela reteja la alfombra y ésta ofrezca la posibilidad de volar, como en Las mil y una noches.

Ertico por fin tendrá amigos y él mismo descubrirá que los ha conseguido por propio mérito y por la confianza en sí mismo que supo incentivarle su abuela.

Como bien señala la crítica Sandra Comino, en su comentario a la novela, "la escritura de Rosell es rica en imágenes y entabla todo el tiempo un juego de comparación con las emociones y los olores. Hay una exploración de la palabra en el texto, una escritura sutil que dice cosas más allá de lo escrito. Con guiños al lector en apelaciones continuas para involucrarlo, Rosell expone una lectura entre líneas y logra un mundo subjetivo y mágico con elementos de la realidad." (En "Bibliográficas", revista La Mancha N° 12, pag. 43; Buenos Aires, julio de 2000.)

Quedan por destacar las ilustraciones del también cubano Ajubel que, con fuerte estilo expresionista y predominio de los tonos fríos, retratan adecuadamente la atmósfera en que Ertico y los otros personajes se desenvuelven.

Recomendado a partir de los 8 años.

Roberto Sotelo


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