180 | RESEÑAS DE LIBROS | 10 de mayo de 2006

Octubre, un crimen

PortadaNorma Huidobro
Buenos Aires, Ediciones SM, 2004.
Colección El Barco de Vapor; Serie Roja.

"nosotras mujeres de cierto orden con ideas precisas con ninguna idea" Juana Bignozzi

Las mujeres de esta novela son muchas y muy distintas. Algunas tienen ideas claras y otras no sólo no saben lo que ocurre a su alrededor, sino que tampoco se preocupan por averiguarlo. Algunas toman sus propias decisiones, mientras que a otras les dicen lo que deben hacer. La mayoría de ellas tiene un nombre; a una, sin embargo, no hay manera de llamarla: es apenas un cuerpo que nunca ha sido reclamado.

Un elemento extraño e inesperado irrumpe de pronto en la vida de Inés —narradora y una de las protagonistas de esta historia—. Un elemento que, además de ser lejano en el tiempo, aparece escondido en un insólito lugar:

"Extendí el vestido sobre la cama y empecé a cortar con mucho cuidado el delgado hilo que corría alrededor del amplísimo ruedo. Ya había descosido más o menos la mitad cuando descubrí la carta. (...) Por supuesto que me sorprendí. Me imagino que nadie que descosa un dobladillo espera encontrar algo en él."

¿Debería tomar en serio las palabras de la autora de la carta, quien dice sentir mucho miedo porque cree que están envenenando a su padre? Ninguno de los miembros de la familia de Inés cree en la veracidad de aquellas palabras y todos olvidan rápidamente el asunto.

Inés, sin embargo, no puede olvidar. Nada le parece tan simple, tan rápido ni tan fácil. ¿Qué clase de investigadora sería, si no? Y es esa certeza —porque Inés pertenece a la clase de mujeres que toman sus propias decisiones sin importarle lo que piensen los demás— lo que la lleva a iniciar una pequeña investigación. No es sencillo, ya que han pasado muchos años y el tiempo parece borronear, volver confusos los recuerdos de la gente. Sin embargo, son aquellos pequeños detalles —al principio vagos, inciertos, que parecen no tener demasiada importancia— los que van armando un singular y misterioso recorrido, guiándola en su búsqueda a través del tiempo.

Como en toda investigación, hay momentos en que las pistas parecen acabarse —o no conducir hacia ninguna parte— y las palabras silenciarse: ahí es cuando una mujer mayor recuerda un nombre: Amparo. No es casual que la investigación pueda continuar —y finalmente resolverse— a través de un nombre propio, la afirmación más intensa de la identidad. Inés llega al asilo de ancianos que funciona en el hospital Rawson en busca de un nombre, de una pista más, y se encuentra con lo que menos espera: una mujer tan enérgica, resuelta y decidida como ella.

"Me contó que iba a las marchas de protesta de los jubilados, a las manifestaciones por los derechos humanos y por cualquier reclamo que le pareciera digno y justo. En fin, Amparito resultó ser toda una activista social, una luchadora solidaria."

Amparo es la primera —la única, hasta ahora— que le cree cada palabra y que piensa, como Inés, que aquella carta puede esconder una terrible historia. Esa mujer que lucha por el derecho de los jubilados a una vida digna; la de los ojos color miel, "una miel brillante con puntitos de luz"; la que, al principio, no le ofrece compartir el mate porque "todavía no nos conocemos y el mate es algo de confianza"; esa misma Amparo es quien, a pesar de creer que pasó mucho tiempo, decide que no se va a quedar de brazos cruzados, sin hacer nada.

No todos los crímenes se pagan. No siempre hay justicia, ni las cosas son como deberían, por eso están las marchas de protesta hacia el Congreso o el discurso embravecido de la propia Amparo en nombre de todos los que no pueden hablar. Por eso está, también, la investigación que Inés y Amparo no pueden eludir.

La metáfora del olvido recorre toda la novela: el principio es una carta que Inés no consigue olvidar; los abuelos que conoce, olvidados en geriátricos muy pobres o lujosos, pero olvidados al fin; la aparición del cuerpo de una mujer joven, sin nombre ni pasado, que nadie reclama ni recuerda. Entonces la búsqueda de la verdad no es otra que la que pretende rescatar del olvido aquellos acontecimientos que han sido silenciados, ocultados e ignorados.

A lo largo de la novela, Inés se pregunta muchas veces si sirve de algo desentrañar un supuesto crimen que ocurrió tantos años atrás. No es mucho lo que ellas pueden hacer después de tanto tiempo, las dos lo saben y aun así no se detienen. Porque son mujeres de ideas precisas, que no piden permiso, que no preguntan si pueden. Tal vez, como sostiene Amparito, lo único que les queda por hacer es enfrentarse a los culpables, mirarlos a la cara y decirles que ellas saben, que es, también, una manera de decirles que no olvidarán jamás.

Fabiana Margolis


Foto de Fabiana MargolisFabiana Margolis (fabimargolis@hotmail.com) es Profesora y Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Formó parte del GETEA (Grupo de Estudios de Teatro Argentino e Iberoamericano) donde realizó trabajos de crítica e investigación sobre teatro infantil. Es autora de Sueños con gusto a frutilla (Quito, Libresa, 2004), novela recomendada por el Jurado del Concurso Internacional de Literatura Infantil "Julio C. Coba" y, con el cuento "Te espero abajo, tiburón", obtuvo el Segundo Premio en el Concurso Internacional de Cuentos para Niños de Imaginaria y EducaRed. Por su cuento "Piedra libre para la sombra" recibió una mención en el Concurso de Literatura Infantil organizado por la Biblioteca Pajarita de Papel. Actualmente colabora con Imaginaria, escribiendo reseñas y entrevistando a reconocidos autores del campo de la literatura infantil y juvenil. Además, realiza críticas y comentarios literarios para la revista española Educación y Biblioteca.


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