174 | RESEÑAS DE LIBROS | 15 de febrero de 2006

PortadaLos lobos de la pared

Neil Gaiman (texto) y Dave McKean (ilustraciones)
Traducción de Carol Isern.
Rotulación de Manuel Bartual.
Bilbao, Astiberri Ediciones, 2004. Colección Gugú.

Lucy escucha ruidos en las paredes de su casa, ella sabe de qué se trata y va a avisar a su familia. "Hay lobos en las paredes", les dice Lucy. "No hay lobos en las paredes", le responden su madre, su padre y su hermano; deben ser ratones, ratas, murciélagos... Que haya lobos en las paredes resulta algo insólito, fruto de una imaginación demasiado activa, como sugiere el padre; que los miembros de la familia afirmen que se trata de otros animales como ratas, ratones o murciélagos suena mucho más verosímil. Pero la razonable respuesta de la familia inmediatamente es contradecida por una misma frase que todos repiten: "Porque ya sabes lo que dicen... si los lobos salen de las paredes todo está perdido"... "¿Quién dice eso?", pregunta Lucy. "Todo el mundo lo sabe", le responden.

Lucy puede ver ojos que la observan desde las grietas y agujeros de las paredes, esos mismos ojos que el lector descubre en las ilustraciones, incluso en la tapa del libro donde Lucy dibuja una máscara de lobo.

Imagen tomada del libro

Las imágenes digitalizadas juegan con perspectivas y texturas; objetos como el televisor, la alfombra, los frascos de mermelada, la frazada y la tuba del padre, e incluso el chanchito de peluche con el que Lucy habla, poseen el realismo de la fotografía, mientras los rostros de los personajes por ejemplo, han sido dibujados. Por momentos, como en las escenas de diálogo, la página se divide en cuatro viñetas cuyos contornos irregulares provocan la impresión de haber sido ubicadas con descuido sobre la hoja en blanco. La irrupción de los lobos en la casa ocupa una doble página con dibujos en tinta negra y toques de color en los ojos y parte del pelaje de los animales. Esta aparición provoca un sobresalto no sólo en los personajes de la familia, sino en el libro mismo; los lobos invaden literalmente el espacio del libro de izquierda a derecha sobre una textura de papel "arrugado" (1), la tipografía de las letras con el texto: "... los lobos salieron de las paredes" es de mayor tamaño y queda bajo las patas de los animales (2).

Imagen tomada del libro

Imagen tomada del libro

La familia huye de la casa invadida por los lobos bajando por una escalera. Esta disposición escalonada (anticipada por la disposición de los frascos de mermelada que ordena la madre) muestra a la familia corriendo hacia abajo, y se repite en la siguiente página donde las siluetas negras de la familia se sitúan en la esquina inferior derecha, mientras un lobo aullando domina el centro de la escena con la casa iluminada en la cima de la "escalera". La silueta de un árbol divide los espacios ocupados por los nuevos dueños de casa y los desterrados.

Imagen tomada del libro

Esta imagen volverá a repetirse en dos oportunidades, con diferente disposición de los personajes, como una síntesis de la situación entre dominantes y dominados en momentos claves de la historia.

Rojos y dorados prevalecen en las imágenes de la familia antes de su "caída" en lo más profundo del jardín. Una vez fuera de su hogar, en la noche, predominan los azules y el negro. La página vuelve a dividirse en viñetas donde cada miembro de la familia propone un nuevo lugar para vivir: el Círculo Polar, el desierto del Sahara, el espacio exterior... "No quiero vivir en ningún sitio que no sea mi casa" dijo Lucy "¡Además, me he dejado al cerdito dentro!"

Son varias las oportunidades en las que la imagen nos muestra a Lucy en soledad, o abrazada a su peluche, como aquella en la que por encima de la niña hecha un ovillo, las sombras de los árboles adquieren la forma de un oscuro monstruo a punto de devorar al cerdito olvidado en la casa.

Imagen tomada del libro

En la escena en que Lucy decide regresar por su peluche, otra vez predominan los rojos y dorados. Las paredes, están cubiertas de dibujos, bosquejos de máscaras de lobos, y también de otros personajes y objetos, como la misma Lucy. Esta aparición de dibujos en las paredes anticipan el conflicto desde la primera ilustración.

Si en este cuento los lobos habitan las paredes, también Lucy puede hacerlo. Las paredes se transforman en un espacio alternativo por el cual es posible transitar sin ser visto, observar sin ser descubierto, estar al acecho. Lucy puede habitar dentro de las paredes, y también saltar al tejado de su casa de muñecas, arriba de las estanterías y volver a entrar a las paredes por detrás de un cuadro, "como una sombra".

Si hasta aquí la historia se ha permitido jugar con lo inverosímil, la aparición tan imprevista como fugaz e inaudita (aunque anticipada con un par de guantes y una tijera de podar en una de las imágenes) de la Reina de Melanesia "que acababa de llegar para ayudarles en el trabajo del jardín", no dejará dudas sobre las libertades que autor e ilustrador se permiten en la construcción de su historia.

Nueva ocupante de las paredes, la familia, acecha a los lobos, ahora dueños de casa. Los lobos mientras tanto se comportan como verdaderos libertinos, no sólo se apropian del espacio sino también de las pertenencias de la familia.

Las flores del jarrón que dominaban la primera escena son ahora un grupo de tallos pelados y de pétalos esparcidos como lluvia sobre los lobos en plena fiesta.

La imagen en tinta a doble página de los lobos huyendo invierte la situación de aquella otra imagen en la que las bestias irrumpían en el espacio de los personajes y del libro, a la vez que repite la escena de la familia arrojada de su hogar. Los lobos huyen fuera de los límites de la página, porque "¡La gente está saliendo de las paredes!". "Y cuando la gente sale de las paredes (...) ¡todo está perdido!".

Una fotografía de cáscaras de fruta, pétalos, mermelada y otros comestibles es una síntesis visual del estado en el que los lobos dejaron la casa. "Pero al final todo volvió a ser igual que había sido antes... (...) todo volvió a ser normal..", parece tranquilizarnos el texto.

La repetición, una de las marcas más usuales en la literatura para niños, adquiere en este libro originalísimo un nuevo estatuto. Como parte de su estructura, tanto en las imágenes como en la narración escrita (el diálogo entre ambos lenguajes es perfecto), va conformando una historia que desconoce límites como los impuestos por el verosímil, o la coherencia lógica. Es también la repetición la que impedirá cerrar la historia cuando el libro (al menos sus páginas) acabe.

Marcela Carranza

Imagen tomada del libro


Notas

(1) Es necesario destacar aquí la excelente calidad de impresión y de edición del libro sin la cual este tipo de detalles de la ilustración resultaría imperceptible.

(2) El juego con el tamaño y disposición de las letras es constante, otorgándoles significación no sólo en relación con la historia que se cuenta sino también como parte constitutiva de la imagen en la que están insertas.


Foto de Marcela CarranzaMarcela Carranza es maestra y Licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) formó parte de la coordinación del programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y del equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Publicó artículos en revistas y participó como expositora en congresos de la especialidad. Actualmente se desempeña como coordinadora de talleres en el área de la literatura infantil y juvenil en la Escuela de Capacitación Docente (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y profesora tutora en el Postítulo de "Literatura Infantil y Juvenil" de la misma institución.


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