173 | RESEÑAS DE LIBROS | 1 de febrero de 2006

Veladuras

PortadaMaría Teresa Andruetto
Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2005. Colección Zona Libre.

"…se me vinieron encima los recuerdos…"
María Teresa Andruetto. Veladuras.

El dolor astilla la vida de Rosa Mamaní, una joven que se queda "sola en el mundo, sin padre, sin madre y sin memoria". En esas palabras resuena el epígrafe de Horacio Castillo que abre la nouvelle de María Teresa Andruetto. La necesidad de preguntarse por la propia identidad, la propia historia, es la que sostiene el relato que viene por oleadas sostenido en la posibilidad de una escucha.

Rosa, envuelta en una voz intensamente poética que remeda el canto obstinado de las bagualas, cuenta su vida como puede a alguien a quien llama "doctora" en un presente en que las imágenes de lo vivido aparecen como ramalazos, que a veces acarician y a veces arañan.

Ese presente en Jujuy a donde ha llegado alejándose de una historia muy dolorosa en Córdoba, es el punto de partida para volver anudando recuerdos "que se vienen encima".

La vida más reciente se le hizo más suya con la decisión de volver a donde vivían su abuela y su padre, como una fatalidad de la tierra y de la sangre. En esta vida nueva encuentra un sosiego y un diálogo con el que siente como su origen haciendo veladuras, técnica mediante la cual Rosa repara y ornamenta imágenes de santos para el taller de unas monjas que le han dado reparo en la huída de su pasado. Son muy sugestivas las resonancias que este arte de las manos imprimen a su tarea actual de intentar un relato del dolor. Esta artesanía de la opacidad, de hacer viejo lo nuevo, actúa por momentos en el decir de Rosa de un modo pendular, ya que la posibilidad de dar palabras a lo que se agolpa confusamente en el recuerdo destapa lo viejo, lo revela. Así Rosa le dice a quien la escucha cómo percibe el efecto de las veladuras: "No sé qué piensa usted, pero a mí me parece que es al revés de lo que pasa en la vida, donde el dolor que a uno le ha sucedido antes, y antes de antes, parece que naciera por primera vez".

A la joven de dieciocho años que en el presente del relato recuerda los vaivenes de una historia que involucra a sus padres y a una joven mujer jujeña, las razones del amor se le hacen oscuras. Para la adolescente que era en el momento en que esa historia se fue desenvolviendo hasta llegar a un duro desenlace, las decisiones más justas son de la rara y rotunda especie que dicta la angustia de ser hija.

La construcción de la voz de Rosa sigue con cuidado delicado las formas en que su subjetividad se amasa, "se soba", como las veladuras. Desde la necesidad imperiosa de retornar a la cultura que siente suya, la de su padre y su abuela con quien comparte el nombre, la que hacía cacharritos con sus manos, hasta los momentos en que la vida la lastima y siente "chillidos en la cabeza" o rabia hacia su madre: esa ida y vuelta en el sentir y en el pensar están impresos en un decir envolvente, que ayuda a reparar y a alisar las penas.

La temporalidad de la memoria lacerada está hecha de fragmentos, como si Rosa se tomara tiempo para respirar y volver a ver el pasado. De ese modo, quienes leemos su historia acompañamos a quien habla como quien ayuda a reparar y unir lo que está esparcido y roto. De a poco, por oleadas, van surgiendo para todos, para Rosa y para quienes damos hospitalidad a su relato (la "doctora" que escucha y quien lee), cada vez más visibles las marcas del dolor. De ese modo el efecto producido es el de la necesidad de la relectura, de volver sobre los pasos de la historia, así como lo hace la narradora.

La escritura de Andruetto busca y logra el encuentro entre lo narrativo y lo poético para que Rosa diga "toda la pena junta". En su recuerdo se entretejen las voces que ella intenta anudar para entender mejor. Son voces condensadas que dicen sus certezas. También aparecen retazos de bagualas como si fueran parte de su habla.

El decir poético, lleno de imágenes, se espesa en los momentos en que describe el arte de las veladuras, con el brillo y los colores nuevos que se le ofrecen a su vista "dando brincos". Rosa instantáneamente se siente dueña de esas tonalidades y de esos olores penetrantes. Desde muy adentro suyo sabe que las veladuras sirven para añejar las penas, pero para hacerlo tiene que traerlas y mirarlas, para seguir viviendo.

Cecilia Bajour


Cecilia Bajour (cecibajour@infovia.com.ar) es Profesora en Letras. Se desempeña como docente en la Escuela de Capacitación (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es miembro del Equipo de Coordinación Académica del Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil, y coordinó la Cátedra Abierta "Nuevas miradas sobre la literatura infantil y juvenil contemporánea". Forma parte del Equipo de Coordinación del Programa de Capacitación para Maestros Bibliotecarios de la Ciudad de Buenos Aires (todas instancias organizadas por CePA). Es docente de Literatura Infantil en la Licenciatura en Letras de la Universidad Nacional de San Martín. Participa como expositora en Jornadas y Congresos de la especialidad.


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