152 | LECTURAS | 13 de abril de 2005

"Pasión, infancia, amor... y transformación."
Mucho más que cuatro palabras con Margarita Mainé

Entrevista realizada por Fabiana Margolis

Foto de Margarita MainéLa escritora Margarita Mainé, en diálogo con Fabiana Margolis, reflexionó sobre su obra y sobre distintos temas relacionados con la literatura y los libros para chicos y jóvenes.

—¿Cómo te gustaría ser recordada?

—Como alguien que se divertía escribiendo. Me divierto mucho escribiendo y por eso creo que no es un trabajo para mí, es más que nada placer. Por supuesto que a veces, por las exigencias, se convierte en un trabajo, pero en general es puro disfrute. Y hay otra que me gustaría que dijeran de mí: que cuando agarran un libro no lo puedan dejar de leer. Como escritora, me gustaría que me recordaran por esas dos cosas.

—¿Cuándo descubriste tu vocación de escritora?

—Yo digo siempre que la escritura me eligió a mí, no que yo la elegí a ella. Yo elegí ser docente, soy docente de Nivel Inicial, ahora trabajo como Coordinadora en un Jardín de Infantes. La escritura fue llegando como algo natural; nunca me propuse ser escritora, ni de chica ni de adolescente. Empecé en realidad contando cuentos de forma oral a mis alumnos y ahí nació esto de inventar. Después me anoté en un taller de la Sociedad Argentina de Escritores sobre literatura infantil y ahí empecé un poco a aprender a escribir, con Ana María Ramb.

—¿Cuál fue el primer libro que escribiste para chicos?

—El primer libro fue Mi amor está verde (1), que obtuvo el tercer premio en un concurso de cuentos. Ése fue el primer concurso en el que participé. Lo escribí porque con mi marido —que en esa época todavía no era mi marido— trabajábamos en la misma escuela. Los dos somos maestros, él además es titiritero, y estábamos montando un obra donde él se metía adentro de un dragón. Un dragón enorme, de goma espuma. Y ahí empezó el juego: esto de estar enamorada de un dragón y bueno, empecé a escribir. Lo que me cuestionan los chicos a veces es el final, tiene un final abierto —en general la mayoría de mis libros tienen un final abierto—. Muchos suelen escribir los finales, yo siempre los autorizo a escribir el final de mis historias.

—Tenés muchos libros para pequeños lectores, como los de la colección "Las historias de Lucía y Nicolás" (2). Yo quería preguntarte cómo surgen esas ideas y cómo imaginás ese primer encuentro de los chicos con los libros.

—En realidad no me lo imagino porque lo veo. Como trabajo en un Jardín de Infantes —donde a veces los nenes entran con un año y medio, muy chiquititos—, entonces lo veo todo el tiempo. Ahora, por ejemplo, mi hijo que tiene casi dos años usa los libros para hacer casitas. Los usa para pisar, para chupar, para morder... y también para mirar. Esas historias de Lucía y Nicolás surgen indudablemente de mi trabajo, de observar en la Sala de 2 años y ver esas cosas que pasan. Hay un libro que se llama Uia, ¿qué es esto? que habla del ombligo y de la oreja. Es una historia verdadera: un nene de dos años que de golpe se tocó la oreja y dijo: "uy, ¿qué es esto?". Encontró algo nuevo, que era su propia oreja... (risas). Son algunas temáticas como el miedo, como los pañales, el chupete. Pero no son libros didácticos. La idea era jugar con esos temas, pero sin dejar un mensaje. El primer contacto con los libros, en realidad, yo lo imagino mucho antes; a Mateo le compramos el primer libro cuando tenía cuatro meses. Fuimos a la Feria del Libro y le compramos uno que se fue comiendo de a poco (risas). Todavía está, tiene todas las puntas comidas, pero no le hizo mal. Yo soy partidaria de que los libros estén desde muy chiquitos; en el acto de lectura de la mamá, ya ahí el niño percibiendo y registrando el acto lector. Para mí es fundamental que estén los libros en los Jardines. Ahora el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está organizando Bebetecas, bibliotecas para bebés. También es muy importante que los chicos se puedan llevar libros a sus casas, que los libros circulen. A veces se arruinan, se rompen, pero están para eso, ¿no? En el Jardín donde yo trabajo, todos los viernes se llevan un libro a casa, todos los chicos, desde salita de 2 hasta salita de 5 años. Entonces hay un circuito lector, que excede el ámbito del Jardín de Infantes.

—Siguiendo con este tema, quería preguntarte cómo fue de chica tu primer encuentro con los libros. Hay una frase muy linda en El caballo alado (3), cuando hablás sobre tus lecturas de chica: "mi mamá siempre me cuenta que cuando yo era chica me perdía detrás de un libro y ya no podía volver de allí sin terminarlo". Me pareció una imagen hermosa...

—Sí... en esa época, no te digo que mi mamá me retaba porque yo leía tanto, pero me pedía, por ejemplo, que pusiera la mesa y yo no, hasta que no terminaba de leer no podía hacer nada. Ahora vos me decís el primer encuentro con los libros... yo ni siquiera fui al Jardín de Infantes, porque vivía en Ingeniero Maschwitz y no había Jardín allí. Empecé en Primer Grado, ahí fue mi primer encuentro con los libros, de la mano de una maestra que tuve que se llamaba Nilda y que venía con una valija llena de cuentos. Ella nos prestaba esos libros, que además de ser libros, eran los de la maestra... Ahí fue mi primer enamoramiento; después sí leí muchos cuentos de hadas, que fueron mis primeras lecturas, leí también todos los de Mujercitas. Y a partir de entonces ya no paré, leía lo que venía: cosas buenas, cosas mediocres.

—Y sobre todo en los cuentos que escribís para chicos chiquitos, donde las ilustraciones son tan importantes, ¿trabajan en conjunto con los dibujantes? ¿Cómo es tu relación con ellos?

—Yo tengo una relación muy intensa con Nora Hilb, que nació de su forma de trabajo, que a mí me parece excelente. El primer libro que ella me ilustró fue Cartas a un gnomo (4). Canela la llamó para darle el libro y Nora me llamó a mí. Me dijo que tenía mi libro y me pidió que le contara cómo me imaginaba a Clarisa (5), es decir, me hizo participar. Y ahí nació una amistad que siguió produciendo textos, entre ellos los de Lucía y Nicolás, que para mí tuvieron una total coherencia entre ilustración y texto porque fueron trabajados de manera conjunta: el texto se modificaba en función de la ilustración, cosas que aparecían en las ilustraciones ya no las tenía que decir el texto. Realmente el trabajo con Nora fue excelente, las cosas que ella hace son maravillosas. En otros casos, como por ejemplo Un mar muy mojado (6), que lo ilustró María Rojas, no tuvimos esa comunicación tan fluida, pero el texto quedó igual muy acorde a la ilustración. Creo que está en la calidad del ilustrador encontrarle la imagen. Yo cuando escribo textos no los veo en imágenes, esa magia la tiene el ilustrador. Yo veo más la personalidad del personaje, pero no lo físico, no si es alto o morocho. Después lo pienso en función de las ilustraciones, pero en general no imagino imágenes, imagino palabras.

—¿Cuál fue el libro que más disfrutaste escribir?

—Qué difícil... Cada uno tuvo su momento de escritura. Lluvia de plata y otras noticias (7), por ejemplo, es un libro que disfruté mucho porque me divertí mucho. Cartas a un gnomo también. Cada uno tiene su momento de placer y su momento de corrección, que ya se vuelve un poco más pesado. Yo tengo un libro que escribí con mi marido, Héctor Barreiro, Mantantirulirulá (8), ahí trabajamos juntos y también lo disfrutamos mucho.

—Resultó buena la experiencia de escribir de a dos...

—Sí, primero hicimos El origen del fuego (9), que surgió de una investigación sobre las leyendas acerca del origen del fuego, después hicimos una selección y yo las reescribí, de alguna manera les di el toque literario. Mi marido, que es profesor de Historia, escribió la parte de la historia de cada pueblo. En Mantantirulirulá el proceso fue diferente, fue un proyecto que diseñó Héctor. Él buscó fotos de juegos de principio de siglo en el Archivo General de la Nación y, a partir de esas fotos, yo fui escribiendo los reglamentos, hicimos un trabajo de campo para investigar sobre juegos que no conocíamos. Hay juegos que conocemos todos, como "la mancha", y hay otros más viejos, que se han dejado de jugar. Ahí fue un poquito más difícil buscar los reglamentos, preguntarle a la gente grande que conocíamos, consultar bibliografía.

—¿Hay algún juego que recuerdes particularmente?

—Todos los juegos son muy lindos... hay algunos que yo jugué de chica, como "la sillita de oro". Hay un juego, "Don Juan de las Casas Blancas", que yo no lo conocía y mi mamá me contó el reglamento, porque ella lo jugaba cuando era chica. También hay una parte de canciones de cuna y de juegos para hacer con los bebés. Las fotos son muy hermosas porque muestran una época: cómo se vestían los chicos, cómo eran los lugares. Para nosotros es un libro que se puede usar mucho en las escuelas, ya que en las escuelas se trabaja bastante con el proyecto de los juegos. Cuando nosotros terminamos el libro armamos un carpeta preciosa y empezamos a recorrer editoriales. Y todo el mundo nos decía "¡Qué hermoso!" pero no se animaban a publicarlo. Decían que no había mercado para un libro así. Al final, cuando lo vio el editor de Biblos, Javier Riera, se enamoró como nosotros y bueno, lo publicó.

—Es un libro hermoso...

—Sí, la verdad que a nosotros nos gusta mucho. Eso es placer puro y además se lo dedicamos a nuestros hijos. Ahí hay una frase de Antonio Porchia que dice "quien conserva su cabeza de niño, conserva su cabeza".

—¿Cómo es tu día de trabajo?

—La escritura para mí ocupa un diez o un quince por ciento en mi día. Hasta ahora trabajé siempre en escuelas toda la jornada. Mi momento de escritura era después de la cena, cuando la casa ya quedaba más tranquila, cuando hay más silencio, te diría que de diez a doce de la noche. Ese fue mi horario más sistemático durante catorce años... Ahora, este 2005 se plantea diferente, con más tiempo para la escritura, veremos como es...

Como escribir me da tanto placer, se me pasa muy rápido.

En el 2004 escribí libros de texto para el Primer Ciclo de la EGB (10), para la editorial Aique. Eso fue más trabajoso porque hay que cumplir fechas, hay más apuro por terminarlo. De todos modos, soy bastante sistemática y cumplo con los plazos.

—En estos libros de texto, ¿cómo trabajás? ¿Los estás escribiendo sola?

—Sí, en estos libros trabajé sola; la editorial quería hacer un proyecto de ese estilo y yo también. La idea era un libro de lectura, no un libro que se escriba, como todos los libros que se hacen ahora donde los chicos escriben. Tiene propuestas para ir al cuaderno, que se pueden tomar o dejar, y tiene, sobre todo, mucha literatura. Es la historia de un perro muy especial, que se mete dentro de los libros, de los diarios; tiene todo un recorrido lector, y va engarzando otros textos: textos informativos, textos recreativos y muchos textos literarios. Es un proyecto que fundamentalmente revitaliza la literatura en la escuela, para que los chicos puedan disfrutar de los textos por el placer de leerlos y para que puedan jugar con los textos y no buscar en ellos sustantivos o adjetivos. La idea de este libro es funcionar como una puerta abierta hacia otros libros.

—¿Te costó elegir los textos que querías incluir en los libros?

—En un punto lo que hice fue utilizar los textos que durante mis veinticinco años de docente fui usando y descubriendo. Textos que para mí son entrañables, que los he usado mucho, que los quiero. Después, por supuesto que tuve que buscar, porque había baches en el libro que yo tenía que llenar, pero en general todo lo que elegí me gustó mucho y eso hace que el libro me guste mucho. Y por otro lado, la novela, es decir la historia que guía todo el libro, fue escrita como escribo yo. No con lineamientos pedagógicos ni teniendo en cuenta los distintos temas que había que tocar: la novela es literatura.

—¿Sos de releer autores que te apasionan o preferís "arriesgarte" con algún autor no tan conocido?

—Las dos cosas. Hay libros, como por ejemplo El túnel, de Sábato, que, no me preguntes por qué, lo leí como quince veces. Los caminos de la libertad, de Sartre, ya voy por la quinta vez; La divina comedia es un libro que también leí muchas veces. Hay libros a los que vuelvo, que me llaman a releerlos, a marcarlos. De todos modos, cuando veo libros nuevos, de autores no tan conocidos, y me gusta el título, la historia, los leo. También me gustan mucho las biografías, cuando están bien escritas. De hecho me parece un buen género para trabajar con los chicos. Con estos libros que hice para Aique incluí biografías, escritas como cuentos. Hay ciertas personas que tienen vidas de cuento.

—¿Escribís también para adultos?

—No, para adultos no. Para chicos y para adolescentes. Tengo una novela para jóvenes que se llama Lástima que estaba muerto (11). Pero hasta ahí llegué. En una época hice un taller de poesía y escribí algunas para adultos que por ahora no fueron mostradas más que dentro del ámbito de casa. Pero es un proyecto: me gusta mucho escribir poesía.

—¿Hay algún tema que no tocarías en un libro para chicos?

—No, así como un prejuicio no. Yo, por ejemplo, en la novela Lástima que estaba muerto toco el tema de los desaparecidos lateralmente, digamos que lo toco y me voy. Se ve que no me animé, pero no por el receptor. Me di cuenta después de mucho tiempo. Pero no me parece que haya una selección de temas: yo veo algo y nace una historia. Con el tiempo van saliendo diferentes temas, sobre todo con la edad de los hijos. Yo fui acompañando el crecimiento de mis hijos: cuando llegaron a la adolescencia escribí para adolescentes. Bueno, ahora ya pasaron ese momento. Con Mateo es como empezar de nuevo, escribiendo cuentos para nenes chiquitos. Mateo me motiva, las cosas que dice, las cosas que hace, de allí nacen los cuentos... El otro día se tapaba los ojos con las manos y él pensaba que ya se había escondido, que nadie lo podía ver (risas). Es maravilloso. Los chicos te dictan cuentos todo el tiempo.

—¿Cuál fue la noticia que funcionó como disparadora de Lluvia de plata y otras noticias (12), ésa que cuando la leíste pensaste: "Esto tengo que escribirlo."?

—Yo fui guardando durante muchos años noticias... me parece que la más fuerte fue la de la vaca voladora que cae sobre la embarcación (risas). También está la del ladrón al que hicieron esperar... eso es típico de Argentina, acá hacen esperar a todo el mundo. Pero todas son noticias que te sorprenden, parece que lo hubiera inventado, pero no, por eso la noticia está al final de cada historia. Fue bastante complicado poner las noticias, porque los diarios no las ceden fácilmente. Al final hubo una gestión de Sudamericana y se pudo publicar. Ahora sigo juntando... y aunque no me inclino por hacer segundas partes, seguramente voy a escribir Lluvia de plata II, porque ya estoy juntando material. Hay que jugar con esto, en realidad la escritura de este libro fue mucho juego. Yo me respeté el hecho de leer la noticia varias veces y después no verla más, para no limitarme por cómo habían ocurrido los hechos y dejar volar la imaginación.

—¿Cómo es el trato con las editoriales cuando presentás algún libro?

—El primer libro que publiqué sin concurso fue Cartas a un gnomo (13), fui como cualquier escritor hasta Sudamericana y dejé mi texto, pensando si alguien lo leería alguna vez. Y sí... Canela me llamó y realmente tuve un trato excelente: trabajamos muy bien y además aprendí mucho. Yo creo que con todos los editores se aprende, porque ellos ven el texto de otra manera, te hacen sugerencias muy acertadas. En general, yo tengo muy buen trato con todas las editoriales. A veces tardan meses, años en leer los textos... hay que tener paciencia de pescador. Hay que llevar los libros y olvidarse, porque sino uno se pone muy ansioso. En eso yo tengo a favor el hecho de tener otro trabajo, entonces no estoy todo el tiempo tratando de publicar... llevo un texto y me olvido, hasta que después ellos me llaman. Hay que tener mucha paciencia. Pero los libros mejoran, eso siempre lo he notado. En Sudamericana especialmente —allí tengo más libros publicados— me doy cuenta de que el libro desde que yo lo llevé hasta que salió, ganó. Ganó con las correcciones del editor, ganó con las sugerencias, con los cambios que uno le va haciendo.

—¿Cuáles son tus futuros proyectos?

—Yo tengo un libro que se llama Bambá (14), que es un libro de actividades para la Sala de 5 años. Tiene toda una parte literaria, que es la historia de un oso hormiguero. Lo hicimos también con Nora Hilb y con Patricia Morenza. Es un libro que ya tiene como cinco años y anda muy bien. Entonces ahora me propusieron hacer libros de cuentos de Bambá, con el mismo personaje; así que ése es un proyecto. Otro es un proyecto que tenemos con Nora de cuentos para nenes chiquitos, a partir del año y medio. Es una idea como la de Lucía y Nicolás; pero esta vez el que me "dicta" los cuentos es Mateo que con sus dos años nos hace descubrir el mundo de nuevo.

—Y para terminar, si tuvieras que elegir tres palabras con las cuales definir tu obra, ¿cuáles elegirías?

—Mmmm... ¿tengo una semana para pensarlo? (risas). Creo que pasión sería una, ya que me apasiona tanto leer como escribir como contar historias. Infancia sería otra, no solamente por la escritura: gran parte de mi vida está dedicada a la infancia, hace veinticinco años que estoy adentro de un Jardín de Infantes. Los niños son mi motivación más permanente, más antigua. Y amor, suena como una palabra medio tonta, pero tiene que ver con mi trabajo. Yo cuando veo mis libros pienso que cada uno tiene su historia y cuando uno ve todos los libros juntos ve su historia personal. El momento en que escribí esto y por qué. Hay cuestiones muy personales en cada libro. Eso me preguntan mucho los chicos cuando voy a las escuelas, escuchan cómo se me van ocurriendo las ideas y a partir de allí imaginan. Porque cada libro tiene su historia, tiene su cuento. Un incendio desastroso (15), por ejemplo, refleja un lugar donde nosotros vivíamos antes, que también era una casa al fondo de un pasillo, y los personajes del cuento son mis vecinos. El almacén de las hermanas, que son las malas, existe también... quedaron "escrachadas" en la historia. Ahora que lo pienso, transformación podría ser otra de las palabras que elegiría. Yo lo que digo es que muchas de las cosas "malas" que me pasaron en mi vida, las pude transformar con la literatura. Por ejemplo esa historia: es verdad que me habían dejado un auto abandonado en la puerta, es verdad que yo me hacía una mala sangre tremenda... y sin embargo, años más tarde me divertí con eso. Cuentos para salir al recreo (16) —que es un libro que tengo en la editorial El Ateneo—, es la historia de Francisco, que fue un alumno mío y mi peor experiencia como maestra: nunca aprendió nada, nunca me hizo caso, sufrí muchísimo con ese chico y con sus padres. Tiempo después escribí el libro, que son historias de Francisco, donde yo pude meter en todas las cosas que él hacía mucha fantasía. El libro Un gran resfrío (17) surgió en el jardín, donde había un nene al que le gustaban mucho los cuentos pero que, cuando alguien se disfrazaba, se angustiaba muchísimo y lloraba. Entonces yo le conté este cuento y mientras tanto me empecé a disfrazar. Apenas yo me ponía un sombrero, él parecía que iba a llorar, pero como seguía la historia se aguantaba para poder escuchar. Después el personaje se transformó en un chanchito, por pedido de la editorial. La familia López (18) surgió a partir de unas vacaciones que nos tomamos con mi marido. Íbamos a Mar del Plata y es verdad que el tren chocó. Yo me había llevado para leer en el viaje un estudio de campo sobre las hadas, era como un diccionario de hadas y duendes. Ahí se me empezó a mezclar lo que venía leyendo con lo que estaba pasando... más el hecho de que íbamos a Mar del Plata con la idea de descansar, de ir a un lugar tranquilo y, por supuesto, estaba lleno de gente, no había silencio ni tranquilidad por ninguna parte (risas). Bueno, ahí empecé a tomar las primeras notas para el libro. Creo que la literatura tiene esto de poder transformar algo malo que a uno le pasa, ¿no? La posibilidad de revertirlo o, con el tiempo, mirarlo con humor.


Fabiana Margolis (fabimargolis@hotmail.com) es Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Formó parte del GETEA (Grupo de Estudios de Teatro Argentino e Iberoamericano) donde realizó trabajos de crítica e investigación sobre teatro infantil. Es autora de Sueños con gusto a frutilla (Quito, Libresa, 2004), novela recomendada por el Jurado del Concurso Internacional de Literatura Infantil "Julio C. Coba" y, con el cuento "Te espero abajo, tiburón", obtuvo el Segundo Premio en el Concurso Internacional de Cuentos para Niños de Imaginaria y EducaRed.


Notas de Imaginaria

(1) Mainé, Margarita. Mi amor está verde. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1991. Colección El Pajarito Remendado. Ilustraciones de Marta Biagioli.

(2) Colección de 8 títulos: Chau mamá, chau papá, ¡Hola abuelos!, Mi chupete, mi almohada, ¡Qué susto!, Quiero pis, Sí, sí, sí... No, no, no, Uia, ¿qué es esto? y Ya no somos bebés; con ilustraciones de Nora Hilb. Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta (Planeta Junior), 1999.

(3) Mainé, Margarita. El caballo alado. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000. Colección Pan Flauta. Ilustraciones de Andy Crawley.

(4) Mainé, Margarita. Cartas a un gnomo. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1994. Colección Pan Flauta. Ilustraciones de Nora Hilb.

(5) Clarisa es el nombre de la niña protagonista de la historia.

(6) Mainé, Margarita. Un mar muy mojado. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2001. Colección Cuentos de 4 colores. Ilustraciones de María Rojas.

(7) Mainé, Margarita. Lluvia de plata y otras noticias. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2004. Colección La pluma del gato/Juvenil. Ilustraciones de Silvia Mato.

(8) Barreiro, Héctor y Margarita Mainé. Mantantirulirulá. Juegos y canciones del ayer. Buenos Aires, Editorial Biblos, 2003.

(9) Mainé, Margarita y Héctor Barreiro. El origen del fuego. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2001. Colección Cuentamérica. Ilustraciones de Chachi Verona.

(10) Margarita Mainé se refiere a Las lecturas de Manú, una colección de tres libros para el Primer Ciclo de EGB. Buenos Aires, Aique Grupo Editor, 2005.

(11) Mainé, Margarita. Lástima que estaba muerto. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1998. Colección Zona Libre.

(12) Mainé, Margarita. Lluvia de plata y otras noticias. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2004. Colección La pluma del gato/Juvenil. Ilustraciones de Silvia Mato.

(13) Mainé, Margarita. Cartas a un gnomo. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1994. Colección Pan Flauta. Ilustraciones de Nora Hilb.

(14) Mainé, Margarita; Patricia Morenza y Nora Hilb. Bambá. Libro de actividades para la Sala de 5. Buenos Aires, Editorial Aique, 1999.

(15) Mainé, Margarita. Un incendio desastroso. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2004. Colección Torre de Papel, serie Torre Azul. Ilustraciones de Roberto Cubillas.

(16) Mainé, Margarita. Cuentos para salir al recreo. Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 1999. Colección Cuenta conmigo. Ilustraciones de Matías Cutro.

(17) Mainé, Margarita. Un gran resfrío. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999. Colección Los caminadores. Ilustraciones de Claudia Bielinsky.

(18) Mainé, Margarita. La familia López. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2002. Colección Torre de Papel, serie Torre Roja. Ilustraciones de Mirian Luchetto.


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