134 | FICCIONES | 4 de agosto de 2004

Foto de Laura DevetachPalabras e imágenes

por Laura Devetach

Texto pronunciado por la autora durante la 14ª. Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2003).

Últimamente pienso mucho sobre el ser y el estar de todas las cosas.

Quizás porque creo muy necesario ir despejando conceptos, precisando saberes en medio de un mundo que no nos contiene ni garantiza nada.

Desde el nacimiento de la palabra que luego se escribe en forma de ficción o poesía, y que luego va a parar a un libro (o no) hay un trayecto muy largo y complejo, un proceso creativo de progresivas transformaciones de esa materia prima. Los textos que surgen de este proceso van cambiando de estados y de nombres.

Para mí la palabra brota de una fuente interna en permanente dialéctica con el medio externo. Es una materia. Esta materia se elabora a sí misma, va tomando forma, hasta que, pericia de autor de por medio, se convierte en obra escrita.

Organizadas las palabras en la obra, reposando finalmente en el papel que imprime la PC, o en un disquet, quizás vaya a parar a un libro.

Esa obra que es obra más allá o más acá del papel inicial o de la pantalla, pasa a estar, a tomar estado de libro. O estado de afiche, cuadernillo, hojita voladora, obra de títeres, canción, según lo hayan resuelto los astros, los hados, el mercado, el poder económico, los editores que venden y los compradores que no siempre son lectores.

Como autora, me ocupo del texto y su ser obra. Ese texto puede ser construido para sostenerse solo, sin que necesite ninguna apoyatura más que el indispensable diseño, si es que pasa al estado de libro.

Luego, obedeciendo a necesidades varias relacionadas con el momento cultural, la circulación del libro, y a concepciones estéticas, comerciales, filosóficas, ideológicas, etc., se considera la participación de la imagen.

Desde el siglo pasado la mirada entró a ser un elemento de suma importancia para aprehender el mundo. El cine, La fotografía, la gráfica, la T.V., la publicidad, modelaron un campo en el que es posible a la vez la convivencia y la competencia de la imagen con la palabra, con el texto escrito.

En el campo de la Literatura para niños, estas novedades se convirtieron en especificidad.

Aquí es bueno hacer otro despeje: a veces se confunde libro para niños con literatura para niños. Parece obvio pero creo que hoy hay que tener más afinada que nunca la capacidad de ver lo obvio: diferenciar el soporte de lo que el soporte contiene. Muchas veces pareciera que la existencia de algunas frases sobre un tema "instructivo", muchos dibujos, si es posible conocidos y divulgados por la T.V., y algún troquelado, agotan las condiciones básicas —para algunas personas inadvertidas— del ser de la literatura infantil y también del libro para niños.

A riesgo de que se me acuse de andar repitiendo cosas viejas, instalo por enésima vez el tema del desconocimiento que tiene el argentino/a medio de muchos temas, transcribo el comentario de una profesional universitaria y madre preocupada:

—¿Qué tal son unos libritos que vi con una ballena o algo así...?

—¿De qué editorial?

—Ah, no sé, nunca me acuerdo.

—¿Cómo se llama el libro, es un cuento?

—Me pareció que tiene un cuento pero tiene también cosas que enseñan, dibujitos y trabajos para hacer. Yo miré otros libros pero tienen sólo versos o historias. Me gustó más éste que enseña y los chicos ven la ballena y con los dibujitos en cuadritos aprenden a hacer cosas.

Escribí estas ideas deshilvanadas en busca de un diálogo diferente. Por suerte no es eso lo que percibo en otros sectores afanados por la lectura y la escritura en este país con pocos libros para todos. Por suerte estamos aquí para cambiar algunas ideas.


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