110 | RESEÑAS DE LIBROS | 3 de septiembre de 2003

Portada del libroAlgunos son animales

David Wapner
Ilustraciones de Ana Camusso.
Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2003. Colección Torre de Papel, Serie Torre Amarilla.

Después de terminar de leer el último cuento de Algunos son animales, quise reencontrarme con la lectura de algunas de mis obras preferidas de su autor, David Wapner, como Algunos sucesos de la vida y obra del mago Juan Chin Pérez (1) o La noche (2) o Interland (3) (sin contar la que todavía sigo paladeando, la novela inédita Icaro, que deseo que los lectores tengan la fortuna de ver editada en breve). Con el retorno a esos textos, que siempre me sorprenden, buscaba quizás encontrar algunas huellas comunes, algún trazo de lo que llamaría el "universo Wapner". A pesar de que Algunos son animales me desacomodó con respecto a otros, como me suele suceder con cada texto del autor, también vislumbré algunos hilos comunes. Me refiero a un cosmos totalmente original en la literatura que se publica para chicos y jóvenes. No sé si la formación musical de Wapner le habrá hecho buscar, concientemente o no, algo así como "la afinación" de los chicos, su forma de sintonizar sus cabezas y sus lenguas con el mundo, con todo lo que esa afinación tiene de inapresable y, a la vez, de terriblemente simple. Hay en sus relatos un intento de recuperación de los microcosmos infantiles, esas semillas de poesía y filosofía, que algunos adultos que buscan no olvidarse de su infancia tienen para sí cuando deciden recuperar su lengua original. A su vez, sus textos vienen a dar, muchas veces en forma de homenaje, otro aporte bastante novedoso en la literatura infantil, el de construir en la escritura una zona de influencias que no se limitan al mundo de los cuentos tradicionales, visitado y parodiado hasta el hartazgo. Sus cuentos dialogan con Marechal, con Poe, con Melville, con los textos bíblicos, con la historia...

Muchas de sus narraciones tocan sutilmente el límite entre la racionalidad y el absurdo, y se plantan en la zona de la incertidumbre, tan saludable tanto para los lectores que empiezan a vérselas con la literatura como para los que hace rato que estamos atrapados en ella. Se mete entonces con temas como la noche, donde las "formas se hacen difusas, los colores se esfuman, las mentes no se quedan quietas" (4), la inquietante aventura de ser o no ser, la cuestión del fin del mundo...

En Algunos son animales encontré dieciséis cuentos muy diversos entre sí. Algo así como dieciséis breves latigazos del sentido, a veces mordaces, a veces dulces, a veces arrasadores de las lógicas más consolidadas. Las formas en que consigue hacer que el lector se encuentre ante una rara forma de escritura envuelta en una colección infantil son muy variadas.

En principio, en este conjunto de cuentos hay, como suele ocurrir en el absurdo, un tuteo entre lo banal y lo increíble. En "Cuentorero", el cuento que da inicio al libro, un torero pierde a su toro Marcelo y, trajeado con su atuendo bordado de luces, timbrea las calles del barrio Mataderos preguntando por su toro desaparecido. La situación puede sorprender al lector, pero no a los tranquilos vecinos que reciben la pregunta con toda naturalidad. El que lee asiste a un cruce de mundos que puede desarrollarse en la más rutinaria de las situaciones.

"La grieta" también podría ser un ejemplo de este encuentro. En un aburrido partido de fútbol en una cancha de pueblo, la única pelota desaparece en una súbita grieta producida en el césped del estadio. Lo inusual provoca movimientos en los protagonistas que los internan en una nueva realidad.

Otra búsqueda interesante es la manera en que algunos de los temas tratados se imbrican con los géneros narrativos que los incluyen creando nuevas denominaciones, como "falsafábula" (en "Falsafábula de mar"), que desarrolla con habilidad un jaque a la lógica narrativa, o "Desencuento", relato con el que finaliza el libro o el mismo "Cuentorero" que comenté antes.

Como una posible respuesta a la expectativa creada por el sugerente título del libro, algunos de los cuentos incluyen historias de animales. Al leerlos, volví a encontrar una fraternidad con el mundo animal que es prácticamente una constante en la escritura de Wapner para chicos. Forman parte de la familia literaria del autor con una jerarquía pareja con los otros, los humanos. Huellas de esto parecen ser: la dedicatoria al elefante Dalia del Museo de Ciencias Naturales, el título "¿Quién es un perro?" (como una manera de preguntarse por el ser en el mundo de la especie perruna), el bello cuento "La canción del elefante" donde una vieja historia contada a la manera de los relatos orientales, con voces que incluyen a otras voces, habla del vínculo entre la música y un elefante. Pero no sólo los animales históricos o barriales aparecen en estas historias. También tiene lugar, en forma de homenaje, Moby Dick, en un cuento escrito a dúo con Ana Camusso, la ilustradora del libro, (aunque es más justo decir a trío, como indica la nota al pie incluida en ese cuento, porque el relato está tramado con textos de Melville).

La ilustración, en sintonía con lo diverso de los relatos, también se caracteriza por la variedad de técnicas como grabado, o diseños hechos en computadora, con algunos rasgos del mundo del cómic. Las viñetas que encabezan los cuentos son un detalle atractivo del diseño del libro.

La extrañeza es un territorio poco visitado por los autores que escriben para chicos y por las editoriales que los editan, quizás porque es una zona de riesgo en la conquista del lector o en la imaginación de los lectores conquistados. Por eso es interesante que escritores como David Wapner sigan insistiendo en las zonas inciertas y, por supuesto, que se siga publicando lo que escribe.

Cecilia Bajour


Notas

(1) Algunos sucesos de la vida y obra del mago Juan Chin Pérez. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1991. Colección Pan Flauta. Ilustraciones de Sergio Kern.

(2) La noche. Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1997. Colección Los libros del ombú. Ilustraciones de Ana Camusso. En Imaginaria publicamos el cuento "Último sueño de Jonathan Swift", perteneciente a este libro.

(3) Interland. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999. Colección Novela. En Imaginaria publicamos el primer capítulo de esta novela.

(4) Extraído del texto escrito por Wapner para la contratapa de La noche.


Cecilia Bajour (cecibajour@infovia.com.ar) es Profesora en Letras. Se desempeña como docente en la Escuela de Capacitación (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es miembro del equipo de coordinación académica del Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil, y coordinó la Cátedra Abierta "Nuevas miradas sobre la literatura infantil y juvenil contemporánea", ambas instancias organizadas por CePA. Participó como expositora en Jornadas y Congresos de la especialidad y coordina de talleres literarios infantiles y de adultos: Asociación La Nube "La calle de la lupa y el Ratón"; Trabajo cultural en barrios de la Ciudad de Buenos Aires; Programa "Filo y los pibes" de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires; Centro Cultural Borges; Centro Cultural La Salamandra.


Artículos relacionados:

Autores: David Wapner

Ficciones: Primer capítulo de la novela Interland, de David Wapner

Ficciones: Cuento "Escúcheme, señor Gutman", de David Wapner

Ficciones: Cuento "Último sueño de Jonathan Swift", de David Wapner

Ficciones: Poemas "Ojos" y "Canción decidida", de David Wapner

Ficciones: Cuento "Gatos", de David Wapner

Reseñas de libros: Interland, de David Wapner

Reseñas de libros: Canción decidida, de David Wapner y Cristian Turdera