95 | RESEÑAS DE LIBROS | 5 de febrero de 2003

Los rimaqué

Ruth Kaufman
Ilustraciones de Daniel Roldán.
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2002. Colección Pan Flauta.

Portada del libro

Empezar la lectura de un libro por sus bordes supone un primer acercamiento al texto principal e implica riesgos; muchas veces, la lectura no pasa de ese primer acercamiento. En el caso de Los rimaqué, desde el título hasta una nota de la autora y la lectura del índice anunciaban un cruce más que sospechoso: el de la poesía con las adivinanzas, dos universos que si bien comparten algunos aspectos (lo sonoro, lo no dicho, ...) tienen, sin embargo, fronteras claras.

La adivinanza apela al ingenio, al campo conceptual del lenguaje, a una actividad puramente mental. En ella se busca una solución, que es siempre única, como en las operaciones matemáticas. La adivinanza encierra.

La poesía (o mejor, lo poético) abre. Ofrece inseguridades, puertas detrás de otras puertas, mares sin orillas ni embarcaciones a la vista. La lectura de lo poético exige a todo el cuerpo, la mente sola no alcanza. El resultado es una transformación del lector, nunca la solución a un problema. Ruth Kaufman lo sabe.

Los 25 textos que componen el libro transitan distintos territorios de lo poético y tienen en común la presentación de interrogantes, muchos de ellos sin respuestas.

Proponen preguntas básicas, de esas que mueven el pensamiento hacia la ciencia, la filosofía, la religiosidad...

"¿Cómo sabe la semilla de manzana
que debe ser manzana
y no se convierte en clavel
o en una dulce banana?"

Se interrogan sobre cosas mínimas, como la caída del botón de una camisa y extraen de ese interrogante una observación sobre la experiencia general de la caída.

"¿Siente miedo o siente prisa
mientras cae de la camisa?"

Así como lo pequeño, lo inadvertido (el polvo del ambiente a la luz de un rayo de sol), suele ser objeto de la mirada infantil, también lo es esa franja de territorio que no pertenece del todo a ninguna cosa, sino que parece prometer un cambio de identidad, un estado en el que "lo que es" no tiene nombre. El pasaje del verano al otoño o las transformaciones del cuerpo que crece transitan por ese territorio.

El sueño visto como un viaje en tren (rimaqué N° 6 en el libro) o el remordimiento como un ovillo enredado (rimaqué N° 20 en el libro) ingresan al lector al mundo de la metáfora, en el que el desplazamiento de una palabra por otra (alejamiento de "la cosa") acerca más a "la cosa" que se nombra, poniendo en evidencia, a la vez, las limitaciones y las potencialidades del lenguaje.

Este último rasgo y algunos otros de carácter formal (asonancia en las rimas, quiebres en la métrica, aparición imprevista de cambios rítmicos) alejan a Los rimaqué del estereotipo del libro de poemas para niños.

En algún caso, como en el segundo rimaqué del libro, el texto responde al esquema de las adivinanzas: se habla de un objeto al que no se nombra y sobre el cual se presentan pistas que permiten asociaciones más o menos complejas, siempre impersonales. Sin embargo, el interrogante no es del tipo ¿qué o quién soy? sino ¿por qué soy como soy?, lo que obliga a un corrimiento hacia otros terrenos (la física, en este caso). Este movimiento parece ser el verdadero motor de cada uno de los rimaqué, lo que explica por qué muchas de las "soluciones" aparecen de manera explícita en los textos o en las ilustraciones; el interés está en otro lado.

Como en toda buena poesía, en Los rimaqué hay varios planos de lectura posible: imagino a un pequeño lector buscando en los dibujos que ilustran los poemas, la respuesta rápida del objeto del que se habla, o corroborando su hipótesis en el índice del libro (un rasgo más de simulación de libro de adivinanzas es que los poemas están encabezados con números y el título sólo aparece en el índice, a manera de solución). Pero también puedo imaginarlo pensando que

"Los pájaros en el aire
y los peces en el mar
cruzan el cielo y las aguas
sin dejar una señal."

y hallando en esta observación interrogantes que se multiplican y desplazan el interés hacia otras zonas.

Por último, cabe agregar que si es cuestionable la indicación de edades lectoras en los libros para niños, en el caso de Los rimaqué la indicación parece un absurdo. Editorial Sudamericana dice "a partir de 11 años", el libro pide mayor libertad.

Raúl Tamargo

Nota de Imaginaria: Antes de su aparición en libro, en la sección "Ficciones" de Imaginaria habíamos publicado una selección de Los rimaqué. (Ver www.imaginaria.com.ar/01/7/rimaque.htm) Dentro de la presente reseña están indicados los links al texto completo de los rimaqué publicados en esta revista.


Foto de Raúl TamargoRaúl Tamargo (tamargora@hotmail.com) es poeta y narrador. Publicó un libro de poemas, Los otros cómo juegan (Buenos Aires, Ediciones A Capella, 1995) y colaboró en un ensayo sobre experiencias de talleres de escritura (Las palabras son de todos, de Silvia Alvarez. Buenos Aires, Ediciones Juntos, 1991) dirigido a docentes de nivel primario. Coordinó talleres de escritura para niños y adultos en Lobos, Carlos Casares y Buenos Aires. Es redactor de la revista Una de C.A.L. e integró el grupo de estudio La Nuez, en el área de la literatura infantil y juvenil. Con su novela Por la ventana de Sol, ganó el Concurso Internacional de Literatura Infantil "Julio C. Coba" 2001, que organiza la editorial Libresa, de Ecuador.


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Poesías inéditas de Ruth Kaufman (selección de "Los rimaqué" previa a su publicación)