74 | LECTURAS | 3 de abril de 2002

Harry Potter, un clásico de la posmodernidad

por Gabriela Monteleone

El presente trabajo se inscribe en la cátedra de Literatura Infantil y Juvenil de la Licenciatura en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de la Matanza (provincia de Buenos Aires, Argentina). El objetivo es abordar el análisis de las novelas de Joanne Kathleen Rowling (autora de la saga Harry Potter) a través de algunas cuestiones teóricas discutidas durante el curso de la materia. Desde la problemática de la selección de textos para la escuela hasta la significación y vigencia del cuento de hadas, atravesando la figura del héroe y sus aventuras, se realizará un recorrido que intentará dar cuenta de los motivos que podrían llegar a hacer de Harry Potter un clásico de la posmodernidad.

Cuando se trata de seleccionar libros para la escuela, es importante determinar cuál será el criterio a seguir. La elección ¿se centrará en la mirada del docente o en la de los chicos?, ¿en un criterio comercial o literario?, ¿en autores consagrados o de vanguardia?, ¿en una finalidad didáctica o placentera?

Lejos de proponer una respuesta unívoca a tales dicotomías, creemos (al igual que Graciela Montes) que hablar de literatura implica incorporar el concepto de "frontera indómita":

"...un territorio en constante conquista, nunca conquistado del todo, siempre en elaboración, en permanente hacerse; por una parte, zona de intercambio entre el adentro y el afuera, entre el individuo y el mundo, pero también algo más: única zona liberada. El lugar del hacer personal." (1)

La literatura está instalada en esa frontera y es por ello que no se puede caer bajo el dominio de la pura subjetividad ni de lo absolutamente exterior. De allí que educar en literatura requiera:

"...ensanchar la frontera, (...) construir imaginarios, (...) fundar ciudades libres, (...) hacer cultura, (...) recuperar el sentido, (...) no dejarse domesticar, (...) volver a aprender a hacer gestos, a dejar marcas." (2)

Todas estas acciones serán llevadas a cabo (o dejadas sistemáticamente de lado) por una figura que —según Roberto Ferro— caracteriza a la literatura infantil: el mediador. El docente, que representa ese papel de mediador, aparece como clave entre los receptores potenciales (alumnos) y los textos literarios:

"Son aquellos quienes ejercen sus preferencias sistemáticas, que por supuesto no son uniformes, lo que permite distinguir dentro del subconjunto literatura infantil, la divergencia de ciertos cánones selectivos. (...) Estos cánones se imponen sobre los receptores con mayor fuerza institucional que cualquier otro dentro de la literatura." (3)

¿No habrá llegado ya el momento de ceder parcialmente ese espacio y compartir ese lugar hegemónico del adulto con los destinatarios activos de la literatura infantil y juvenil?

Desde sus orígenes hasta la época contemporánea, la literatura infantil ha sido un producto histórico-social, condicionado y determinado por el conjunto de factores pedagógicos, filosóficos, culturales, etc., que prevalecían en distintos momentos históricos. El autor (o selector) de la obra infantil desempeñaba el papel del portavoz de su época, o grupo social, sin preocuparse (hasta el siglo XIX) ni del receptor ni de sus capacidades receptivas.

"Hasta el siglo XIX, fantasía y realismo no se distinguían: los dos se proponían la transmisión de los principios sociales y morales de su época, los dos servían de adoctrinamiento." (4)

El siglo XIX marca un período de transición en la historia de la literatura infantil. Cuando el propio adulto se liberó del racionalismo y de la convención social, el resultado fue la fantasía y un empezar a tener en cuenta al receptor. Por lo tanto... ¿cómo dejar de lado en la escuela de hoy los libros que los chicos leen, si el propio Marc Soriano considera literatura infantil aquellas obras que ellos mismos exigen para leer? ¿Habrá que modificar este criterio para lo que algunos autores denominan literatura juvenil?

Sostenemos firmemente que no. Aunque el gusto por la lectura es algo misterioso, variable y diferente en cada persona (niño, adolescente o adulto), debemos ofrecer algunas posibilidades que afortunadamente el mundo editorial nos permite. El gusto personal (del docente y del alumno) "...es el 'broche de oro' que podrá coronar y asegurar que los textos elegidos lleguen (...) de la mejor manera." (5). Entonces... ¿por qué impedir el ingreso de Harry Potter en la escuela?

Foto de Joanne K. Rowling
Joanne K. Rowling

Desde el primer título, Harry Potter y la Piedra Filosofal, la saga se trepó a la lista de best sellers y allí se queda (notar el presente de la enunciación), cómodamente instalada durante semanas y semanas. En la Argentina, (tal como ocurrió en la aldea global), se agotaron siete ediciones —cuatrocientos mil ejemplares— del primer libro en un tiempo récord. Niños que jamás habían leído un libro completo, lograron hacerlo por primera vez. Adultos que no leían novelas desde hace años, quedaron desvelados hasta altas horas de la madrugada sin poder desprenderse de estas aventuras. ¿Sólo se tratará de una poderosa maquinaria publicitaria?

Explicar un fenómeno de semejantes características en una época en la que se dice que cada vez se lee menos, no es una tarea sencilla, pero vale la pena aventurar algunas hipótesis. ¿Está bien o mal que los adultos lean ficción escrita para chicos (aunque, en rigor de verdad, Rowling dice haberlo escrito para ella misma)? ¿Es aceptable que un best seller para chicos trate sobre el poder oculto y los brujos? ¿Se tratará, como ya dicen algunos, de un nuevo clásico de la literatura infantil, o de una moda que pasará sin dejar rastros de nuevos lectores?

El hecho es que (como una paradoja de la posmodernidad) esta serie de historias sobre un pequeño mago llamado Harry Potter (que no juega a la computadora), es fiel a las normas de los clásicos cuentos populares y se ha convertido en un asombroso éxito global.

Graciela Montes explica que:

"La característica más evidente (de los cuentos tradicionales) (...) es su cualidad de mágicos, de maravillosos. Son 'cuentos de hadas', los habitan esos espíritus elementales y paganos, (...) y también los ogros, los enanos y las brujas (...). Como en los sueños, todo puede suceder. Se atribuyen las mismas acciones a los hombres, a las cosas y a los animales." (6)

En la segunda mitad del siglo XX ha habido un rescate masivo de lo feérico y un desarrollo en la literatura del género de la fantasía (El Señor de los Anillos de Tolkien o La historia interminable de Michael Ende son tal vez los ejemplos más recurrentes a la hora de encontrar los intertextos de Harry). Por otra parte, hay que recordar, que en el terreno científico existe una importante defensa del efecto benéfico de los cuentos de hadas sobre los niños a cargo del psicoanalista Bruno Bettelheim (7). Una clave del éxito de Rowling podría buscarse en una idea de su obra ya que sostiene que para tener ganas de leer, un chico debe sentir que en la literatura hay un "arte mágico" capaz de ofrecerle un poder misterioso.

Además, la estructura narrativa de esta novela (al igual que los cuentos de hadas) no presenta zonas ambiguas, "...está dada en general, por las fórmulas de apertura y cierre y relato marco y relato enmarcado" (8). Se destacan, también, principalmente, tres de las leyes épicas de Axel Olrikh: la concentración en un personaje principal (Harry Potter), la ley de contraste (ya que el tema central se basa en la polarización bueno y malo) y la unidad de trama. (9)

Las narraciones de Rowling, en tanto novelas de aventuras centradas en la acción, exigen personajes capaces de llevar a cabo actos extraordinarios, proezas. Gran parte del interés despertado por estas historias depende de la figura protagonista, por un lado, a raíz de sus actos; por el otro, por su misma personalidad.

Es indudable que el héroe encarna un cierto ideal de excelencia humana. Pero, en tanto existen distintas formas de excelencia humana a lo largo de la historia y las distintas cosmovisiones, se deduce que no existe un único tipo de héroe. Sin embargo, el hecho de que se reconozcan distintas expresiones del héroe, en personajes tan diversos como Héctor, Ulises, Rolando, el Cid y los protagonistas de tantos relatos contemporáneos (Superman, Batman, etc.) implica reconocer que todos ellos presentan un conjunto de rasgos comunes.

Quizás el rasgo fundamental que define al héroe (incluido Harry Potter) es su singularidad. Por más que aparezca inserto en un grupo social, su figura se destaca claramente. Y esta diferencia es evidente tanto para los personajes que lo rodean en la ficción como para el receptor del relato.

Harry Potter es un mago, pero su éxito no es pura magia. No es un fenómeno literario aislado. Sería difícil comprender su notoriedad sin tener en cuenta que estamos frente a un fruto nuevo de un árbol muy viejo que surge del tronco añoso de la literatura fantástica inglesa. Eso sí, un fruto vigoroso, sabroso y atractivo.

Resulta sencillo para quien es lector habitual de este tipo de literatura fantástica, encontrar en el estilo de J. K. Rowling —"J. K." como C. S. Lewis y T. S. Elliot— el sonido de los trasgos y las hadas de George MacDonald e incluso los cantos celtas y medievales de los elfos de Tolkien. Acaso sea ésta una de las razones del éxito de Harry Potter: su autora ha tomado lo mejor de esta tradición inglesa y lo ha situado en un contexto actual, en el que el niño del nuevo milenio puede identificarse, sin perder por ello el encanto de las pociones mágicas, de los calderos ardientes y las escobas voladoras.

Es interesante constatar que en el mundo de Harry Potter, al igual que en el de Tolkien, los valores humanos están siempre presentes (aunque la intencionalidad de la obra no sea didáctica): las aventuras de este héroe se mueven siempre en coordenadas de lucha entre el bien y el mal. Harry Potter enfrenta constantemente situaciones en las que la moral se hace evidente: no existen buenos y malos predeterminados, sino que el bien y el mal se expresan en el mundo como consecuencia de las decisiones de individuos que ceden o no a sus pasiones; o que son coherentes o no con sus anhelos más elevados y nobles. De modo que la línea divisoria entre el bien y el mal no está trazada en el mundo, sino en medio del corazón del hombre como una especie de Jekyll y Hyde a la vez.

El mundo de valores de la enunciadora aparece, por ejemplo, en el segundo volumen con la estadía de Harry en la casa de los Weasley. Ese episodio demuestra las bondades de vivir dentro de una familia numerosa y pobre. Es notable que una autora europea —a contracorriente de su ámbito cultural— subraye con profunda ternura y sin perder el fino humor inglés, que dentro de una familia numerosa uno pueda encontrar la alegría, la generosidad, el amor verdadero, a pesar de no tener el último modelo de escoba voladora o de vestir la vieja túnica heredada de los hermanos mayores (que seguramente es un poco corta y está gastada en los codos). El mismo Harry nos dirá que su estadía veraniega en la casa de los Weasley constituyó al mejor verano de su vida.

Como ya se ha mencionado, Rowling optó por una estructura simple que repite en los primeros tres libros: en los primeros capítulos Harry sufre las vacaciones en casa de sus tíos muggles (como se llama a los que, como nosotros, no pertenecemos a la comunidad mágica). Aquí, Harry asume el papel de una Cenicienta moderna: es huérfano de madre y padre, habita un rincón despreciado de la casa (una alacena bajo la escalera) y es constantemente humillado por sus tíos y su primo Dudley.

Enseguida pasamos a la segunda parte, cuando Harry comienza el ciclo lectivo en el colegio mágico de Hogwarts. Esta estructura que se repite en la trilogía, varía en el cuarto volúmen Harry Potter y el cáliz de fuego ya que despega con un comienzo incierto. Este libro comienza con un prólogo siniestro que hace alusión al paradero del malvado Lord Voldemort, tan malo que los otros personajes temerosamente se refieren a él como "Usted-Sabe-Quién" o "El Innombrable". Igualmente, en esta cuarta entrega el pequeño brujo continúa su educación en el "Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería" (donde terminará sus estudios dentro de "tres años" o tres libros más según la escritora, que desde el comienzo de la saga tenía el plan general de su obra basado en un total de siete —número mágico— volúmenes). Esta academia de magia se ha convertido en una de las atracciones más seductoras de la serie, con retratos móviles y traviesos en las paredes y materias como "Pociones" y "Cuidado de Criaturas Mágicas". Ningún otro autor ha hecho añorar tanto la escuela a sus lectores.

Al finalizar cada libro, Harry regresa a la casa de sus tíos en un ciclo "partida-regreso" similar al de los héroes de los cuentos clásicos (recordemos, por ejemplo, "Hansel y Gretel").

Esta estructura simple y repetida, que hace que la lectura de cada historia sea más sencilla, nos resulta familiar; recuerda no sólo a los cuentos de hadas, como ya se analizó anteriormente, sino también a la estructura de la Alicia de Lewis Carroll. El personaje parte del mundo real y concreto —que es aburrido, triste, monótono y habitado por adultos malos, estúpidos e incompetentes como los parientes de Harry— para adentrarse en el mundo mágico, como en un sueño. Y luego regresa nuevamente al mundo real que le toca en suerte. En esta figura encontramos representada una de las funciones primordiales de la literatura maravillosa: su función liberadora, que nos permite soñar con algo mejor, que nos permite pensar en un mundo mágico donde es posible alcanzar el bien y la verdad, en un mundo donde los niños son los que resuelven los problemas de los adultos.

El trabajo del escritor de fantasía consiste en conducir al lector dispuesto —"modelo" enunciaría Eco— de lo mundano a lo mágico. Es una proeza de la que sólo las imaginaciones superiores son capaces, y Rowling posee dicho atributo.

Sin embargo, esto no significa que el lector encuentre en el universo mágico de Harry Potter un mundo edulcorado y lleno de coloridos duendecitos y hadas con alitas transparentes que sobrevuelan relatos totalmente ingenuos. Por el contrario, el mundo que plasma Rowling en sus historias se asemeja a los grandes relatos clásicos, en los que la crueldad y el horror tienen su lugar al lado de la belleza y el bien.

Por consiguiente, la construcción de un mundo paralelo al cotidiano, con reglas diferentes pero coherentes, es uno de los secretos del éxito de estos libros. En este sentido es, como ya explicamos un digno heredero de la literatura maravillosa. Sobre todo de Tolkien, Carroll, Ende y Dahl (ese escritor único que enseñó a varias generaciones los secretos de las brujas anglosajonas y comprendió como nadie las arenas movedizas del alma infantil (10)).

Por otro lado, gran parte del interés que despiertan estos textos radica en el hecho de que, a medida que sus lectores crecen, también lo hacen Harry, Ron y Herminone. En una entrevista, J K. Rowling menciona que no le asusta hacer crecer a su personaje. "No hay cosa menos atractiva que la gente que no puede crecer", afirma la escritora (11).

Cuando Harry cumpla diecisiete años y se descubra el rompecabezas de su historia, la escritora británica habrá sembrado en los lectores el gusto por las novelas y la fascinación por los cuentos de hadas y la narrativa fantástica. Los personajes que salen de los marcos de los cuadros para hacer visitas en los corredores del colegio, las imágenes animadas de las fotografías, los espejos mágicos que muestran los que desearíamos ser, gigantes como el generoso Hagrid, o los orgullosos centauros del bosque prohibido, son los herederos contemporáneos de La Divina Comedia, de Sherlock Holmes, El Quijote y El Señor de los Anillos, así como de La Guerra de las Galaxias y Superman. Más conservador Soriano agrega: no debemos "dejarnos influir por las modas o por preferencias injustificadas. Es bueno dejar que el éxito de un libro decante, se profundice y se consolide con el correr del tiempo" (12). Sin embargo, la dimensión mitológica está en Harry Potter. ¿Será por esas virtudes mágicas de la literatura que los niños y los adolescentes volvieron a leer?


Notas

(1) Montes, Graciela. La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético. México, Fondo de Cultura Económica, 1999. Colección Espacios para la Lectura.

(2) Montes, Graciela. Op. cit.

(3) Ferro, Roberto. "La Literatura infantil como macrogénero". En revista Ludo Nº18. Buenos Aires, Instituto Summa-Fundación Salottiana, julio de 1995.

(4) Bortolussi, Marisa. Análisis teórtico del cuento infantil. Madrid, Editorial Alhambra, 1995.

(5) Zaina, Alicia. Momentos de enseñar. Comenzando el año en el Jardín de Infantes. Buenos Aires, Tiempos Editoriales, 2000.

(6) Montes, Graciela. Prólogo a El cuento infantil. Buenos Aires, Centro Editor de América Laina, 1977. Colección Biblioteca Total.

(7) Bettelheim, Bruno. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona, Editorial Crítica, 1977. Colección Estudios y Ensayos.

(8) Boland, Elisa. "Las lecturas del docente, itinerario de un viaje". En revista La Mancha Nº 10. Buenos Aires, noviembre de 1999. (También en Imaginaria.)

(9) Citado por Susana Chertudi en El cuento folklórico. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967.

(10) Soriano, Marc. La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1999.

(11) Gaffoglio, Loreley. "Joanne, Harry Potter y la máquina de inventar". En revista La Nación. Buenos Aires, 14 de mayo de 2000.

(12) Soriano, Marc. Op. cit.


Gabriela Monteleone es profesora en Castellano y Literatura egresada del Instituto Padre Elizalde. Se desempeña en distintas Escuelas Generales Básicas y Polimodales de la Provincia de Buenos Aires. Actualmente se encuentra cursando la Licenciatura en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de la Matanza.


Los libros de Harry Potter

  • Harry Potter y la Piedra Filosofal. Traducción de Alicia Dellepiane Rawson. Buenos Aires, Emecé Editores, 1998. (También editado por Ediciones Salamandra. Barcelona, 2000)

  • Harry Potter y la cámara secreta. Traducción de N. N. Buenos Aires, Emecé Editores, 1999. (También editado por Ediciones Salamandra; con traducción de Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra. Barcelona, 2000)

  • Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Traducción de M.C. Buenos Aires, Emecé Editores, 2000. (También editado por Ediciones Salamandra; con traducción de Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra. Barcelona, 2000)

  • Harry Potter y el cáliz de fuego. Traducción de Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra. Barcelona, Ediciones Salamandra, 2001.

... y los que lee Harry Potter

  • Quidditch a través de los tiempos. Kennilworthy Whisp. Traducción de Alicia Dellepiane. Barcelona, Ediciones Salamandra, 2001 (en colaboración con Whizz Hard Books, Callejón Diagon, 129 B, Londres).

  • Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Newt Scamander. Traducción de Alicia Dellepiane. Barcelona, Ediciones Salamandra, 2001 (en colaboración con Obscurus Books, Callejón Diagon, 18 A, Londres).


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