50 | RESEÑAS DE LIBROS | 2 de mayo de 2001

En el desván

Hiawyn Oram
Ilustraciones de Satoshi Kitamura.
Traducción de Catalina Domínguez.
México, Editorial Fondo de Cultura Económica, 1995.
Colección Los especiales de A la orilla del viento.

Portada de "En el desván"

Es frecuente que los libros en formato de álbum nos sorprendan con sus posibilidades artísticas. Mediante el aprovechamiento de los recursos que les brinda la combinación de imagen y texto, autores e ilustradores llevan a cabo obras de verdadero carácter experimental.

Es a través de la imagen que En el desván, un texto muy sencillo destinado a los primeros lectores, alcanza su plenitud y riqueza significativa. Una narración simple en la escritura deviene compleja por medio de la imagen; de este modo un relato apenas delineado sugiere a través de la ilustración múltiples relaciones y permite abrir la narración hacia nuevos sentidos.

"Subí al desván" —nos dice el narrador-personaje, y en la imagen vemos que la pequeña escalera del autito de bomberos se torna inmensa para llegar hasta el techo. La ilustración se anticipa a la palabra, es la primera pista al lector hacia significados aún no explícitos en el relato.

Una vez en el desván, la ilustración comienza a "ganarle al texto", la fantasía a invadir la realidad. El desván, reducido a un semicírculo, "...un lugar fresco y tranquilo para descansar y pensar", es una selva de flores e insectos, es un agujero por el que asoman las pirámides, o una plataforma que flota en el espacio. "Abrí una ventana que abría otras ventanas", continúa el texto y detrás de ventanas flotantes se abren mundos imaginarios a los que ingresa el niño en busca de un amigo para jugar. Será el dibujo y no la palabra el que nos informará que ese amigo es un tigre. El niño y el tigre juegan un juego infinito en el semicírculo-tablero poblado de extrañas formas.

"Bajé del desván..." —dice el niño. Es el regreso a la realidad, al espacio familiar. "Pero nosotros no tenemos desván" —dirá la mamá. El lector se ve sorprendido (esta vez por el texto), el desván no es sólo el lugar de la imaginación, es también parte de ella, como lo había sugerido la inmensa escalera del comienzo. El juego descubierto no tiene límites y tras la ventana de la última ilustración descubrimos al tigre escondido en los pastizales.

Realidad y fantasía se entremezclan, vulnerando fronteras y jerarquías. El desván existe, es real, sólo se trata de encontrar la forma de acceder a él. Como la realidad y la fantasía, la imagen y el texto dialogan, se combinan, construyendo la obra literaria en ese diálogo.

Recomendado a partir de los 5 años.

Marcela Carranza


Marcela Carranza es Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) participó en el programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y en el equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros.


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