23 | AUTORES/FICCIONES | 19 de abril de 2000

Portada de "Dragón"
Portada de "Dragón", de Gustavo Roldán. Ilustración de Luis Scafati.

Gustavo Roldán

Tres textos de "Dragón"

Mirada de Dragón

Aunque los dragones saben mucho, siempre tienen una mirada llena de asombro. Se asombran de las cosas que no conocen y de las cosas que conocen. A todo lo que conocen lo miran con ojos nuevos cada día y, si la mirada es nueva, las cosas son diferentes. Entonces se sorprenden de que haya tantas cosas nuevas en el mundo y les parece hermoso conocerlas.

—¡Qué hermosa flor! —dice un dragón negro.

—¡Muy hermosa! —contesta otro—. Es parecida a la que estaba ayer en este lugar.

—Sí, pero la que vimos ayer era cuando el sol estaba alto; ésta, con un sol de atardecer, me parece más hermosa.

—¡Qué hermosa flor! —dice el mismo dragón al amanecer del día siguiente.

—Sí —contesta el otro—. Muy parecida a otra que ya vimos. Pero con los rayos del sol del amanecer ésta es más linda.

Y vuelan hasta las montañas más altas, ésas donde las nieves están desde el primer día del mundo, contentos por haber descubierto una flor nueva. Entonces un dragón le dice al otro:

—¡Qué hermosa montaña! ¡Tiene toda la nieve del universo!

Y los dos sobrevuelan en grandes círculos el pico de esa montaña que acaban de descubrir y que ya sobrevolaron mil veces.


Amor de Dragón

Cuando los dragones se aman se desatan los maremotos, los volcanes lanzan un fuego endemoniado y los huracanes largan una furia que hace pensar que ha llegado el fin del mundo. Por eso a veces, para amarse sin molestar a nadie, vuelan hasta el cielo más alto, donde las estrellas casi están al alcance de la mano.

Y los dragones creen que el mundo queda en calma. pero se equivocan. Entonces caen rayos y centellas, el cielo parece desplomarse con truenos aterradores, las estrellas fugaces y los cometas de largas colas luminosas corren de un lado para el otro sembrando el pavor, y los tornados enfurecidos se tragan medio mundo.

O la luna o el sol parecen borrarse lentamente en el cielo y todos dicen que hay un eclipse, dando minuciosas explicaciones de cómo la tierra se coloca entre el sol y la luna o la luna delante del sol y etcétera etcétera.

Vanas explicaciones. Las dicen los que nunca miran bien. Si mirasen bien verían claramente la figura de dos dragones que se aman y que van tapando la luz de los astros según se acerquen o se alejen.

Cada vez que alguien piense que está llegando el fin del mundo sólo tiene que abrir los ojos de mirar bien. Los ojos grandes de mirar lejos. Y no creer en tonteras. Pero eso no es nada fácil.


El baile de las sombras

—Quiero pelear, dragón —dijo la dragona.

El dragón no contestó nada. Simplemente voló, convertido en mariposa.

—Las golondrinas pueden comer una mariposa —dijo la dragona, y voló convertida en una golondrina.

Golondrina y mariposa subieron y subieron, y cuando la golondrina ya casi mordía el ala de la mariposa, la mariposa se convirtió en halcón.

—Los halcones pueden comerse a una golondrina —dijo el dragón.

—Las golondrinas vuelan más rápido —vdijo la golondrina haciendo un giro en el aire y colocándose encima del halcón para picotearle la cabeza.

El halcón se lanzó en una violentísima caída y se metió entre las ramas de un árbol.

La golondrina bajó hasta el árbol, pero allí no había ningún halcón.

—Te escondiste, dragón —dijo la golondrina—. Igual te voy a encontrar.

La dragona miró rama por rama, buscando alguna oruga que pudiese ser el dragón. Miró rama por rama, y no se dio cuenta de que una rama se movía y se acercaba lentamente hacia ella. Cuando vio a la serpiente abriendo su enorme boca ya era tarde para escapar.

Y la serpiente mordió, pero mordió la cáscara de una tortuga. La tortuga se convirtió en ratón y saltó al suelo. La serpiente se convirtió en un águila que voló hacia el ratón, pero cuando llegó al suelo casi choca con un jabalí de inmensos colmillos.

Un jabalí es demasiado para un águila, no para el puma que rugió mientras saltaba.

El salto del puma terminó en el aire vacío. Allí no había nada. Nada más que una hormiga que se metía rápidamente en un profundo agujerito del tamaño de una hormiga.

—Para una hormiga, nada mejor que un oso hormiguero —dijo el puma que ya no era puma sino oso hormiguero, mientras metía su larguísima lengua buscando a la hormiga.

Y la encontró, y la hormiga salió pegada en la lengua del oso hormiguero.

—Me ganaste, dragón —dijo la hormiga convirtiéndose otra vez en dragona—, y ahora me puedo comer a un oso hormiguero que debe ser muy sabroso.

Pero el dragón otra vez era dragón.

—Bueno, basta —dijo el dragón—. Me cansé de pelear.

—Fue divertido —dijo la dragona—. Te viste en apuros más de una vez.

—Bah, lo hice para dejarte contenta, pura amabilidad de mi parte.

—¿Sí? —dijo la dragona—. Lo que pasa es que no te gusta perder.

—vDragona, me estás provocando. No me queda más remedio que invitarte al baile de las sombras.

—Eso me gusta más. Bailemos, dragón, bailemos el baile de las sombras.

Y los dos dragones se elevaron mirando sus sombras. Las sombras eran enormes y llenaban de oscuridad la tierra. Subieron y subieron, hasta que sus sombras en el suelo se veían apenas del tamaño de las sombras de una paloma.

Entonces giraron en el aire y las sombras giraron en la tierra, moviéndose muy lentamente. Y se juntaron los dragones en el aire y se juntaron las sombras en la tierra. Y juntaron las cabezas y en la tierra apareció la sombra de una mariposa. Y juntaron ala con ala, cola con cola, un ala sobre otra ala, y en la tierra fueron apareciendo diferentes figuras de animales conocidos y de animales desconocidos. Y bailaron el baile de las sombras hasta que el sol dejó de alumbrar desde arriba, porque el baile de las sombras sólo se puede bailar cuando el sol está en lo más alto del cielo.

Cuando bajaron, todo el campo estaba cubierto de flores. Tal vez porque el baile de una pareja de dragones, necesariamente, tiene que hacer que todo el mundo se llene de flores.

Gustavo Roldán

Textos extraídos, con autorización de su autor y sus editores, del libro Dragón (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1997)


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