221 | PUBLICACIONES | 5 de diciembre de 2007

La gran ocasión. La escuela como sociedad de lectura

PortadaGraciela Montes
Ilustraciones de Saúl Oscar Rojas.
Coordinador del Plan Nacional de Lectura: Gustavo Bombini.
Diseño gráfico: Rafael Medel.
Buenos Aires, Plan Nacional de Lectura, Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología, 2007 (segunda edición).

Informe preparado por Marcela Carranza

"Leer vale la pena… Convertirse en lector vale la pena… Lectura a lectura, el lector —todo lector, cualquiera sea su edad, su condición, su circunstancia...— se va volviendo más astuto en la búsqueda de indicios, más libre en pensamiento, más ágil en puntos de vista, más ancho en horizontes, dueño de un universo de significaciones más rico, más resistente y de tramas más sutiles. Lectura a lectura, el lector va construyendo su lugar en el mundo.

Lo que sigue es una reflexión acerca de esta lectura que vale la pena. Es también una propuesta: que la escuela se asuma como la gran ocasión para que todos los que vivimos en este país —cualquiera sea nuestra edad, nuestra condición, nuestra circunstancia...— lleguemos a ser lectores plenos, poderosos. La lectura no es algo de lo que la escuela pueda desentenderse."

Estas son las palabras iniciales del cuadernillo escrito por Graciela Montes en el marco del Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación.

De distribución gratuita, los ejemplares de su primera edición en marzo de 2006 prácticamente se volatilizaron en poco tiempo. Como suele suceder en estas circunstancias comenzaron a circular fotocopias a la espera de que los exquisitos cuadernillos con las bellísimas ilustraciones de Saúl Oscar Rojas y una diagramación que no le va a la zaga en cuidado estético, volvieran a ser editados. Afortunadamente La gran ocasión se ha vuelto a publicar este año.

¿Qué es leer? Es la primera pregunta sobre la que Graciela Montes se detiene a reflexionar al comenzar su escrito. Ser lectores es ser buscadores de sentido, nos dice Montes desde un principio, y se trata de una tarea que las personas realizamos desde la cuna. "Cada persona, desde que nace, 'lee' el mundo, infatigablemente busca sentidos. (…) Analfabetos de significación no hay, somos todos constructores de sentido."

Basta entonces leer una página de este cuadernillo para que acostumbradas representaciones sobre la lectura y los lectores se derrumben. Los "no lectores", los "poco lectores" no existen, leer las palabras es sólo una parte, una continuidad de esa otra lectura más amplia e inevitable: la lectura del mundo. Un niño muy pequeño, cualquier individuo es un lector eficiente aún cuando no haya aprendido aún a descifrar las letras.

La escuela será la que pondrá en contacto a este "lector oral" con lo escrito. De este modo será la escuela la encargada de familiarizar a la persona con la cultura escrita, con "ese registro de memoria de la sociedad" . Se trata por lo tanto de un nuevo desafío para el lector, el de descifrar las letras, pero "los significados seguirán siendo sus elaboraciones personales, el sentido será siempre una conquista personal y él mismo será protagonista, alguien que, al leer, queda implicado en su lectura" .

Leer entonces es buscar, producir sentidos y ésta es una actividad personal, única y comprometida de cada lector. ¿Cuáles son las implicancias de esta afirmación aparentemente tan sencilla en el contexto de una práctica de lectura escolar?

"La del lector es una postura única, inconfundible, que supone un cierto recogimiento y una toma de distancia, un 'ponerse al margen' para, desde ahí, producir observación, conciencia, viaje, pregunta, sentido, crítica, pensamiento.

Exactamente lo contrario del autómata. Lo contrario de quien funciona irreflexivamente, obedece consignas o reproduce a pie juntillas los modelos."

Y es la escuela, nos dice Montes, el ámbito más propicio para dar ocasión a esta actitud lectora. Aceptar que no hay dos lecturas iguales de un mismo texto, abrir el espacio a las múltiples lecturas generadas por cada uno de los lectores, permitir un ámbito de discusión, de intercambio, formar parte de una "comunidad de lectura" en el aula implica modificaciones muy profundas en las habituales prácticas escolares. Cambios en las prácticas que requieren cambios en las representaciones tanto de la lectura como de los lectores, de la literatura y de su lugar en la escuela.

"Y la escuela es la gran ocasión ¿quién lo duda? La escuela puede desempeñar el mejor papel en esta puesta en escena de la actitud de lectura, que incluye, entre otras cosas, un tomarse el tiempo para mirar el mundo, una aceptación de 'lo que no se entiende' y, sobre todo, un ánimo constructor, hecho de confianza y arrojo, para buscar indicios y construir sentidos (aun cuando sean sentidos efímeros y provisorios). Si la escuela aceptara expresamente —institucionalmente— ese papel de auspicio, estímulo y compañía, las consecuencias sociales serían extraordinarias."

Esta concepción de la lectura y del lector entra en conflicto con otras representaciones acerca de la lectura en el ámbito escolar. Aceptar que el texto tiene más de "un único" sentido, dejar de lado cualquier idea de "interpretación correcta/oficial" de un texto a la que los alumnos deberían acercarse, supone un giro en muchas, sino la mayoría, de las prácticas pedagógicas vinculadas a la lectura.

El histórico vínculo de la escuela con la lectura, y en particular con la lectura literaria da a lugar una serie de preguntas que los docentes solemos hacernos en el día a día de nuestro trabajo en el aula. Algunas de estas preguntas son explicitadas por Montes en su cuadernillo, para dar lugar a la reflexión y por qué no, a nuevas preguntas:

"¿Qué puede hacer la escuela con la lectura? ¿Qué papel puede desempeñar en el auspicio de los lectores? (…) Y, si hay algo 'enseñable' en esta experiencia de la lectura, ¿qué es? ¿Cuál es el papel del maestro, del bibliotecario, del profesor? ¿Cómo intervienen? ¿En qué escenas de lectura se piensa?"

Aceptar que no somos los "dueños del sentido" de un texto y que por lo tanto no se trata de transferir nuestra lectura a los alumnos; que ni siquiera es posible llevar un control "fehaciente y minucioso" como se pretende a menudo de sus lecturas personales, supone rever y poner en crisis muchas de las prácticas de lectura escolar. La escuela, dice Montes, tiene el deber de propiciar un lugar, un tiempo específico para leer. Dar lugar a las más diversas maneras de leer, y recuperar, poner el énfasis en la "comunidad de lectura" que supone la comunidad del aula. En la tarea del docente la selección de los textos no ocupa un lugar menor y esta selección debe apoyarse en la confianza en sus lectores.

"El maestro se mantendrá atento y curioso a lo que está sucediendo: "¿cómo están entrando esos lectores al texto que él eligió para esa ocasión?, ¿con qué herramientas?, ¿con qué destrezas?, ¿siguiendo qué tradiciones, qué reglas? "

Un registro de una escena de lectura, en el cual una docente lee con sus alumnos el cuento "A la deriva" de Horacio Quiroga, permite a Montes dar cuenta del papel fundamental del maestro en este encuentro entre los lectores y los textos. La escena en un séptimo grado, es un ejemplo, dice la autora, del trabajo artesanal con el texto, de "este aguzar las antenas frente a él, este darse cuenta de que las elecciones de quien lo puso por escrito —de quien 'inscribió' sus sentidos— tienen sus consecuencias." Los alumnos descubren y se preguntan por las consecuencias de sentido de las decisiones, de los procedimientos puestos en juego en el texto. Las diversas opiniones emitidas por los alumnos dan cuenta de que estos procedimientos de escritura generan sentidos, pero que estos resuenan de forma diferente en cada lector. El docente escucha, guía, acompaña, invita y permite que sus alumnos hablen de sus lecturas.

Enseñar a leer entonces no es enseñar la lectura del docente, sino enseñar a buscar y a construir los sentidos personales frente al texto, enseñar a los lectores a construir sus propias lecturas.

"A lo largo de muchas lecturas compartidas, eligiendo a veces bien y otras veces no tan bien, escuchando lo que tienen para decir los lectores, dándoles la palabra, permitiendo también que le pongan voz al texto, comentando, releyendo, haciéndose preguntas, acotando remitiéndose a otros textos, cruzando hallazgos, hipótesis, fantasías, el maestro habrá estado contribuyendo a la formación de una sociedad de lectura."

Esta sociedad de lectura del aula es un punto de partida. La historia del lector, que comienza mucho antes de la escolarización y se confunde con su vida más allá de sus estudios es, señala Montes, "una historia sin fin".


Foto de Marcela CarranzaMarcela Carranza (garrik@fibertel.com.ar) es maestra, Licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), y Magíster en Libros y Literatura para Niños y Jóvenes (Universidad Autónoma de Barcelona-Banco del Libro de Venezuela-Fundación Germán Sánchez Ruipérez). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) formó parte de la coordinación del programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y del equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Publicó artículos en revistas y participó como expositora en congresos de la especialidad. Actualmente se desempeña como coordinadora de talleres en el área de la literatura infantil y juvenil en la Escuela de Capacitación Docente (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y profesora tutora en el Postítulo de "Literatura Infantil y Juvenil" de la misma institución.


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