151 | FICCIONES | 30 de marzo de 2005

Tres piezas teatrales de Patricia Suárez

Foto de Patricia SuárezPresentamos tres piezas teatrales inéditas de la escritora Patricia Suárez que, desenfadadas y risueñas, nos ofrecen otra lectura sobre los personajes de los cuentos tradicionales. Agradecemos a la autora la gentileza y su autorización para publicarlas en Imaginaria.

 

Patricia Suárez nació en la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe, Argentina) en 1969. Como escritora ha desarrollado una vasta obra literaria. Es autora de las novelas Aparte del Principio de la Realidad (Editorial Municipal de Rosario, 1998), Perdida en el momento (Buenos Aires, Alfaguara, 2004; Premio Clarín de Novela 2003) y Un fragmento de la vida de Irene S. (Buenos Aires, Colihue, 2004); los libros de cuentos Rata Paseandera (Rosario, Bajo la Luna Nueva, 1998), La italiana (Rosario, Ameghino Editora, 2000), Completamente solo (Buenos Aires, Eudeba, 2000) La flor incandescente (Madrid, SIAL, 2002), y Círculo y otras historias (Valencia, La Xara, 2003); los poemarios Fluido Manchester (Buenos Aires, Siesta, 2000) y Late (Córdoba, Alción, 2003); el libro de textos teatrales Las Polacas (Buenos Aires, Teatro Vivo, 2003), y el ensayo La escritura literaria (Rosario, Homo Sapiens, 2002). Entre sus obras para niños y jóvenes se encuentran Historia de Pollito Belleza (Caracas, Monte Avila, 1999), Chiquito Ratón (Santa Fe, Ediciones Universidad Nacional del Litoral, 2003), Habla el Lobo (Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2004), Monstruos al teatro, en coautoría con Graciela Repún (Buenos Aires, Santillana, 2004), la compilación de coplas humorísticas del folklore latinoamericano Un cocodrilo te cante (Rosario, Homo Sapiens, 2004), Patrañas y otras historias extrañas (Valencia, La Xara, 2003), y Memorias de Ygor (Buenos Aires, Colihue, 2004). Para contactarse con Patricia Suárez hay que escribir a soyleyenda@yahoo.com o a cazadoraoculta@hotmail.com.


Caperucita Lola

(Caperucita Lola camina por el bosque revoleando la canastita.)

CAPERUCITA LOLA: Me dijeron que por acá podía salirme al paso un Lobo Feroz. Brrr... qué miedo me da el Lobo Feroz. Me dijeron que tenga cuidado con... los cardos, porque a veces el Lobo se oculta entre las plantas de cardos. (Caperucita revisa entre las plantas. Con desilusión.) No hay nada...También el Lobo puede estar encima de la copa de un árbol, oculto por su follaje y listo para lanzarse sobre una criatura inocente como yo y devorarla de un bocado. (Caperucita trepa un árbol. Desde arriba.) Hola, Hooola... (Baja.) Nada. (Sigue andando.) A lo mejor ahora el Lobo Feroz se dedica a comer ovejas. ¡Me revienta cuando los lobos atacan a las ovejas y dejan de comerse a los niños! ¡Me paspa! Capaz que ahora come hasta gallinas... ¡No hay nada más cobarde que un lobo que mate gallinas! ¡Los odios, los odio! ¡Los lobos deben comerse niños, niñas, y criaturas inocentes!

(De pronto aparece un Monstruo Peludo. Caperucita lo ve y grita de gusto y susto.)

CAPERUCITA LOLA: ¡Ahhhhhhh! ¡El Lobo Feroz!

MONSTRUO PELUDO: (Asustado.) ¿Quién? ¿Adónde?

CAPERUCITA LOLA: (Sobreactuando.) ¡No me mate, Lobo Feroz!

MONSTRUO PELUDO: (Mirando a todos los costados; luego se arrodilla suplicante.) ¡No nos mate, Lobo Feroz!

CAPERUCITA LOLA: ¡Soy una criatura inocente!

MONSTRUO PELUDO: ¡Yo también! ¡Yo soy casi casi una criatura inocente!

CAPERUCITA LOLA: ¿Qué estás diciendo?

MONSTRUO PELUDO: Una vez... una vez me comí una oruga... pero fue sin querer... Yo estaba justo desayunando un girasol, que es mi flor preferida, y ahí dentro, escondida estaba una pequeña oruguita. ¡Yo no la ví y me la tragué, pobrecita! (Solloza.) ¡Pobre, pobre pequeña oruguita!

CAPERUCITA LOLA: ¿De qué hablas? ¿Qué dices? Ahora es cuando debes tirarte encima mío y destriparme...

MONSTRUO PELUDO: ¿Yo? ¿Y por qué?

CAPERUCITA LOLA: Porque sos un Lobo Feroz.

MONSTRUO PELUDO: No, yo no soy un Lobo Feroz.

CAPERUCITA LOLA: Sos un Lobo Feroz.

MONSTRUO PELUDO: No. Soy un Monstruo.

CAPERUCITA LOLA: No. Sos un Lobo Feroz.

MONSTRUO PELUDO: Soy un Monstruo.

CAPERUCITA LOLA: Yo soy Caperucita Lola.

MONSTRUO PELUDO: Yo soy un Monstruo.

CAPERUCITA LOLA: (Sin poder creerlo.) Un Monstruo...

MONSTRUO PELUDO: (Le tiende la mano para estrechársela.) Monstruo Peludo, mucho gusto.

CAPERUCITA LOLA: (Le estrecha la mano, se la sacude, revolea al Monstruo por el aire, muy enojada.) ¿Por qué me tienen que pasar a mí estas cosas? ¿Por qué no se me aparece un lobo como debe ser y me engulle? ¡A mí, la Criatura Inocente del Bosque! ¿Por qué se me tiene que cruzar este... este... ¡este mequetrefe!? ¡Este papanatas!, ¡este cabeza de chorlito!

MONSTRUO PELUDO: Es que justo pasaba por acá porque tengo que ir a visitar a mi abuelito.

CAPERUCITA LOLA: ¿A quién?

MONSTRUO PELUDO: A mi abuelito, el Monstruo Pelón.

CAPERUCITA LOLA: (Desolada.) Esto es mucho para mí...

MONSTRUO PELUDO: Mi abuelito vive en una torre en medio del Bosque. Construyó la torre él solito sin ayuda de nadie; es un monstruo muy bueno... En mi familia todos somos muy enrulados, pero él...

CAPERUCITA LOLA (Interrumpe, levemente ilusionada.) ¿Por casualidad se habrá comido alguna Criatura Inocente tu abuelito alguna vez?

MONSTRUO PELUDO: A ver... a ver que hago memoria... (Cuenta con los dedos, llega hasta siete.) No. Nunca.

CAPERUCITA LOLA: ¿Y qué contabas con los dedos?

MONSTRUO PELUDO: ¿Quién? ¿Cuándo? (Pausa.) Voy a la torre de mi abuelito a llevarle un tónico capilar.

CAPERUCITA LOLA: ¿Un qué?

MONSTRUO PELUDO: Son los nervios dice mi padre. Mi abuelito ha estado muy nervioso últimamente y eso contribuyó a que se le cayera el pelo. Es la vecindad. El pobre se fue al Bosque para vivir solo y tranquilo y resulta que tiene de vecina a una vieja horrible que le hace la vida imposible. Todo el día está armada con una escopeta y le apunta por la ventana.

CAPERUCITA LOLA: ¿A tu abuelito?

MONSTRUO PELUDO: No. No exactamente. La vieja horrible le tiene miedo a los lobos. Pero como no hay muchos en el bosque actualmente, le dispara a mi abuelito por entretenimiento...

CAPERUCITA LOLA: ¿Teme a los lobos?

MONSTRUO PELUDO: A los Lobos Feroces, sí. Parece que tuvo una experiencia espantosa una vez... Se casó con un Lobo.

CAPERUCITA LOLA: Eso no es cierto.

MONSTRUO PELUDO: Bueno, como yo soy un monstruo niño, mi abuelito me lo contó así. Sucedió que justo iba la nieta de la vieja asquerosa a visitarla. Era una niña tan fea que llevaba un sombrero rojo, enorme que le tapaba la cara.

CAPERUCITA LOLA: ¡Eso no es cierto!

MONSTRUO PELUDO: ¿Cómo que no? Mi abuelito no miente. El sombrero era enorme y rojo y entonces la gente se distraía mirándole el sombrero y no la cara, que era horrible, llena de granos, con los ojos bizcos y ¡hasta tenía un agujero donde iba la nariz!

CAPERUCITA LOLA: ¡No, no y no!

MONSTRUO PELUDO: Si me vas a interrumpir no te cuento.

CAPERUCITA LOLA: Está bien. Continuá.

MONSTRUO PELUDO: Entra de pronto la niñita inmunda a la casa...

CAPERUCITA LOLA: ¿Podrías no llamarla "niñita inmunda"?

MONSTRUO PELUDO: No cuento más. Adiós, me voy.

CAPERUCITA LOLA: ¡No, vuelve, vuelve! Contáme más.

MONSTRUO PELUDO: No sé...

CAPERUCITA LOLA: Por favor...

MONSTRUO PELUDO: Es que no sé...

CAPERUCITA LOLA: No voy a interrumpir, te lo prometo.

MONSTRUO PELUDO: Está bien. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Sí, la parte de la niñita inmun... en fin. La nietita iba a llevarle a la abuela pólvora fresca, porque la vieja cochambrosa se pasaba pólvora por la cara todas las noches, como si fuera una crema para rejuvenecer. Pero no rejuvenecía nada: se venía más horrible y horrible. Con decir que el L Lobo Feroz se enamoró de ella. Sí: así como lo oís. Locamente. (Caperucita Lola está a punto de estallar de rabia, hace esfuerzos por contenerse.) Y un día, de pronto entró la nietita a la casa y encontró al Lobo Feroz y a la vieja ponzoñosa en la cama... Eso quiere decir que: o estaban muy enamorados o estaban casados...

CAPERUCITA LOLA: ¡Basta! ¡Basta! ¡No aguanto más! ¡Basta!

MONSTRUO PELUDO: Ay, pero qué carácter. Desagradecida.

CAPERUCITA LOLA: ¡No voy a permitirte que hables así de mi abuelita!

MONSTRUO PELUDO: Ah, pero qué familia.

CAPERUCITA LOLA: Ratón gigante, eso es lo que eres: una rata gigante y parlante, andante, asqueante, babeante...

(Entra el Lobo Feroz. Tiene aspecto de joven inteligente, cabello rubio en la cabeza, con flequillo, camisa hawaiana, pantalones pescador, sandalias, anteojos negros. Lleva una heladera de telgopor portátil. Caperucita Lola y el Monstruo Peludo se quedan anonadados mirándolo. Larga pausa.)

LOBO FEROZ: Permiso, permiso...

CAPERUCITA LOLA: ¿Tú..., tú eres el Lobo Feroz?

MONSTRUO PELUDO: (En voz baja.) No te hagas la que no sabés, Caperucita. ¡Si es el novio de tu abuelita!

CAPERUCITA LOLA: ¡Que novio, ni novio! Callate; mirá que sino te arranco los pelos uno por uno.

LOBO FEROZ: Estoy vendiendo Pasteles de Mijo... ¿querrán comprarme uno? Los tengo aderezados con dulce de membrillo, de cascaritas de naranja confitada...

MONSTRUO PELUDO: Ay, qué rico.

CAPERUCITA LOLA: ¿Pasteles de qué?

LOBO FEROZ: Mijo.

CAPERUCITA LOLA: ¿Mijo?

MONSTRUO PELUDO: Mijo.

CAPERUCITA LOLA: ¿Y qué es el mijo?

MONSTRUO PELUDO: El mijo es... Expliquéle usted mejor, señor vendedor.

CAPERUCITA LOLA: ¡No es un vendedor! ¡Es el Lobo Feroz!

LOBO FEROZ: El mijo es un cereal, una planta gramínea originaria de la India, con tallos de seis decímetros de longitud, hojas planas, largas y puntiagudas, y flores en panojas. La semilla es pequeña, redonda, brillante y de color blanco amarillento. Es rico en vitaminas y proteínas y sirve de alimento a los canarios.

MONSTRUO PELUDO: ¿A los canarios?

CAPERUCITA LOLA: Nosotros no somos canarios.

LOBO FEROZ: ¿No?

MONSTRUO PELUDO: No. Yo no soy un canario.

LOBO FEROZ: ¿No eres un canario?

MONSTRUO PELUDO: No. Soy un Monstruo.

LOBO FEROZ: (Se quita los anteojos y se los limpia con un paño; se coloca gafas de ver de lejos.) ¿Un Monstruo?

MONSTRUO PELUDO: Sí, un Monstruo.

LOBO FEROZ: (Tocando el pelaje del Monstruo Peludo.) ¿Estas no son plumas?

MONSTRUO PELUDO: No. Son pelos. Soy un Mons-truo Peludo.

LOBO FEROZ: Monstruo Peludo.

MONSTRUO PELUDO: Eso.

LOBO FEROZ: ¿Y no me comprarán pastelitos de mijo?

LOS DOS: No.

LOBO FEROZ: ¿No?

LOS DOS: No.

LOBO FEROZ: Igual no tengo muchos para vender. Porque son los bocaditos de una boda.

LOS DOS: Qué bien.

LOBO FEROZ: Podría dejárselos a ustedes a buen precio.

LOS DOS: No queremos.

LOBO FEROZ: Para que prueben si les gusta y después, si tienen alguna fiesta de cumpleaños, por ejemplo, me pueden llamar a la línea 0-800-PASTELITOSDEMIJODELOBOFEROZ, y yo les llevo las docenas que me pidan. El reparto lo hago yo mismo siempre y cuando ustedes viven en el radio del bosque. ¿Viven en el bosque?

LOS DOS: Sí.

CAPERUCITA LOLA: Pero no queremos pastelitos de mijo.

MONSTRUO PELUDO: No. No queremos.

LOBO FEROZ: Es una pena. Porque a la boda que voy no los van a comer a todos y seguro me van a sobrar... No lo creerán ustedes pero: ¡los novios no tienen dientes! ¿Saben por qué?

MONSTRUO PELUDO: Son bebés.

CAPERUCITA LOLA: Son dos anguilas.

LOBO FEROZ: ¡Pero no! Pasa que se casan la campeona de tiro al blanco categoría veterana, que es tan viejita que está ya desdentada, con el chicharrón pelado, que nunca tuvo dentadura...

LOS DOS: ¿Quiénes?

LOBO FEROZ: Una gente del bosque. Es increíble cómo surge el amor entre las personas... Ellos mismos me relataron su historia de amor, pero... ¿No se dirigían ustedes por aquel camino?

LOS DOS: Sí.

LOBO FEROZ: Vamos andando, entonces. Así les cuento de este romance. En el Bosque suceden las cosas más insólitas. Resulta que él vivía en una torre, muy aislado, después que se jubiló. Y ella estaba siempre sola, porque la nieta no iba nunca —aquí, entre nosotros lo digo—, una egoísta que no iba nunca y cuando la visitaba, muy de vez en cuando, le llevaba de regalo tortas preparadas con sustancias nocivas para la salud. Yno tenía en cuenta que la viejecita amorosa era naturista...

CAPERUCITA LOLA: No puedo creerlo...

LOBO FEROZ: Sí, sí. El amor es una cosa de no creer. Verán: ella entonces decidió atrapar pajaritos para tenerlos de mascota en su casa, les disparaba balas de salva, claro. Y un día una bala pega en el alero de la torre de él. Él va, se queja, ella se opone a ese amor, él se resiste, luchan en vano contra ese sentimiento, pero luego él la invita a comer ensalada de alpiste, ella lleva tortilla de alfalfa... Un amor naturista que surgió entre ellos, una pasión indominable... ¡y ahora se casan felices, y comerán hamburguesas de soja! Digo hamburguesas de soja porque es lo que más parecido tiene al sabor de las perdices. (El Lobo Feroz ríe.)

(Caperucita Lola corre al centro de la escena. Se arrodilla y grita.)

CAPERUCITA LOLA: ¡¿Por qué me tienen que pasar estas cosas?! ¡Soy una Criatura Inocente! ¡Yo quiero alguien que me devore! ¡Necesito un devorador! ¡Alguien que me devore, por favor!

(Apagón.)


La Bella Durmiente también ronca

Personajes:

  • Príncipe
  • Las hadas Fauna y Flora
  • La Bella Durmiente
  • Un Grillo
  • Una Araña
  • Una Perdiz Enfrascada

(Una habitación en penumbras. El Príncipe se choca con el hada Fauna.)

PRÍNCIPE: Perdón, señora.

FAUNA: Señorita.

PRÍNCIPE: No, no. Yo soy un Príncipe.

FAUNA: ¿Alguien le preguntó algo?

PRÍNCIPE: No, disculpe, es que yo...

FAUNA: Ni siquiera por la edad le permito que me diga señora.

PRÍNCIPE: No, si la edad no se le nota.

FAUNA: Uso una pócima antiedad de uso nocturno. Es efectiva.

PRÍNCIPE: Es que en la oscuridad yo no veo casi nada, por eso le digo. Si era usted una señora o un elefante patito me da lo mismo.

FAUNA: Qué galante, joven.

PRÍNCIPE: Su Majestad, dígame mejor.

FAUNA: No, yo no le digo nada. Después que me llamó elefante patito yo no le digo ni hola.

PRÍNCIPE: Es que estoy muy confundido, esta oscuridad...

FAUNA: ¡Qué fácil que es echarle a la oscuridad la culpa de todo!

PRÍNCIPE: Ando en busca de la Bella... ¿cómo era? (Se mira la palma de la mano.) Es que me lo anoté acá y no leo... ¿No tendrá un fósforo para alumbrarme?

FAUNA: No fumo, joven.

PRÍNCIPE: Su Majestad tiene que decirme. O Príncipe.

FAUNA: No, si ya le dije que yo decir a usted no le digo nada. (Fauna ve a Flora.) ¡Querida, querida! (Al Príncipe.) Ahí está mi hermana. ¿Por qué no le pregunta a ella? ¡Flora, preciosa! No oye bien, la pobre. Ayúdeme a llamarla.

PRÍNCIPE: ¿Yo?

FAUNA: No, el elefante patito.

PRÍNCIPE: Ah.

FAUNA: Vamos, no sea flojo, grite Flora. A la una, a las dos, a las tres: (gritan) ¡Flora!

FlORA: Sí. Parece que me llaman. Oh, dioses del Cielo, que me interrogáis, aquí está vuestra fiel súbdita...

FAUNA: Aquí, aquí, Flora. No somos los dioses del Cielo.

FLORA: (Ajustándose las gafas.) ¿Ah, no? Ah... sois vosotros, duendes del subsuelo...

FAUNA: Esas gafas ya no te sirven; tenés que ir al oculista a que te recete unas nuevas, Flora. (Larga pausa) Flora. ¡ Flora! ¿Podés atenderme y dejar de hablarle al aire?

FLORA: ¿Sois los espíritus aéreos acaso quienes...?

FAUNA: (Al Príncipe.) Cuando se pone así, le juro... Hágame un favor, querido. Vaya y háblele usted a ver si le hace caso.

PRÍNCIPE: ¿A mí?

FAUNA: ¡No, al elefante patito!

PRÍNCIPE: Señora Flora, acá su hermana...

FAUNA: ¡Señorita, llámela!

PRÍNCIPE: Señorita Flora, acá su hermana la señorita... uf, la señorita... ¿cómo se llama usted?

FAUNA: Fauna.

PRÍNCIPE: Fauna...

FLORA: (Al aire, desconcertada.) ¿Sí, Fauna?

FAUNA: ¡Al fin, querida! Hace como una hora que te estoy hablando. Necesito que me digas bien la dirección de la Clínica de Varitas Mágicas porque ésta que tengo ¿ves? (La sacude.), no anda nada bien.

(De pronto, un grillo se transforma en mayordomo y se inclina reverente.)

GRILLO: A su servicio, venerable hada...

FAUNA: ¡Pero qué hice!

GRILLO: Anciana venerable...

FAUNA: ¡Pero si uso una pócima antiarrugas! ¡Qué mala costumbre tienen estos bichos de llamarme vieja! ¡Ahora lo electrocuto a éste!

(Fauna sacude la varita con frenesí; una araña se convierte en una directora de colegio.)

ARAÑA: ¡Formen fila, vamos, formen fila! Insecto Gómez escupa el chicle. Tomen distancia. Insecto Moreno deje de hablar con el compañero. ¡Al frente, a la red! ¿Qué hay de gracioso Insecto Cavalcanti que habla con Insecto María Luisa? ¿Por qué no nos lo cuenta así nos reímos todos?

FAUNA: ¡Hoy no pego una!

ARAÑA: (Mirando en torno.) ¿Dónde...? Oh... (A Fauna.) Abuelita... ¿puede indicarme adonde estoy...?

FAUNA: Te hablan, Flora.

ARAÑA: No, a usted, abuelita. ¿Me podría decir...?

FAUNA: (Frenética.) ¡Yo no soy su abuelita! ¡Yo no soy la abuelita de nadie! ¡Uso una pócima nocturna antiarrugas!

ARAÑA: ¡Un grillo! ¿Qué hace acá, Robertino Menéndez?

GRILLO: ¿Me-me ha-ha-habla a mí, se-señorita Directora?

ARAÑA: ¿Qué le pasa? ¿Está de franco? Yo no le di franco a ningún preceptor, así que me gustaría que me explique qué cosa hace un grillo...

GRILLO: Yo... yopo... yo justo... justotopo...

ARAÑA: ¡Un grillo excita mis colmillos!

(La Araña comienza a perseguir al Grillo a las corridas. Salen de escena.)

FAUNA: Flora, acá el joven pregunta dónde está Bella.

FLORA: (Siempre distraída.) ¿Dónde está quién?

FAUNA: ¿En qué dormitorio está echada Bella, pregunta el joven?

PRÍNCIPE: Su Majestad.

FLORA: Gracias, qué amable. Pero yo soy hada rasa nomás.

PRÍNCIPE: Yo soy Su Majestad.

FLORA: Ay, qué lindo cumplido. Pero no, mío usted no es nada.

PRÍNCIPE: Pasa que yo vengo en misión oficial, en busca de esposa. Y justo me dijeron que la Bella Durmiente estaba aquí esperando al príncipe que la despertara con un beso... y como a mí lo de los besos se me da muy bien... Tuve una experiencia con Blancanieves que...

FAUNA: (Capciosa.) No la conocemos.

FLORA: No. No la conocemos.

PRÍNCIPE: Y entonces en cuanto Bella despertara, nos casaríamos, y seríamos felices y comeríamos perdices.

FAUNA: ¡Qué muchacho más seguro de sí mismo!

PRÍNCIPE: Su...

FLORA: Ay, perdices, perdices, cómo me gustan. ¿Las trajo a las perdices?

PRÍNCIPE: Sí, las dejé en el carruaje.

FLORA: ¡Hace tanto que no como una en escabeche! ¿No tiene alguna perdiz enfrascada?

PRÍNCIPE: No sé, creo... Después le mando una, si usted quiere. Pero mientras tanto, ¿no me podría indicar en dónde duerme la Bella?

FLORA: (Mística.) Tiene que seguir el sonido... ¿Oye?

PRÍNCIPE: ¿Qué?

FLORA: El sonido...

PRÍNCIPE: ¿El sonido del amor?

FAUNA: Es un decir...

FLORA: Qué rico chico, ¿no? Sí, digamos que es el sonido del amor, sí.

PRÍNCIPE: (Esforzándose.) Sí, algo oigo... ¿Es como un latido?

FLORA: Un tamborcito...

FAUNA: ¡Un timbalazo!

PRÍNCIPE: ¿Tocaba la batería cuando estaba despierta, la Bella?

FAUNA: La toca dormida.

PRÍNCIPE: (Asombrado.) ¿Es percusionista?

FLORA: Roncadora.

PRÍNCIPE: ¿Roncadora?

FLORA: Un instrumento nuevo...

PRÍNCIPE: Qué raro. Nunca oí hablar de él.

FLORA: Pase por allí querido mi majestad...

(El Príncipe entra a un dormitorio, en el centro hay una cama en la que duerme y ronca la Bella. Se acerca a ella en puntas de pie y la besa. La Bella se da vuelta y sigue durmiendo y roncando para el otro lado. El Príncipe se acomoda en un costado y repite el beso. La Bella no se inmuta, se tapa la cara con la sábana. El Príncipe la destapa, la besa. La Bella, siempre dormida, se tapa la cara con la almohada. El Príncipe y la Bella forcejean con la almohada. Finalmente, el Príncipe logra quitársela y la besa. La Bella despierta y grita.)

BELLA DURMIENTE: ¡Pero será posible que ya no se pueda dormir tranquila en esta casa!

PRÍNCIPE: Lamento interrumpir su real sueño... Vengo desde un reino lejano, soy hijo del Rey Perico de las Alcachofas Verdes y vengo en busca del amor...

BELLA DURMIENTE: ¿De qué? No sé... Creo que lo dejé arriba de la cómoda.

PRÍNCIPE: He venido a pedirte que te cases conmigo.

BELLA DURMIENTE: ¡Guardaespaldas! ¡Guardaespaldas! ¿Cómo es posible que siempre dejen entrar a estos sinvergüenzas a mi Palacio?

PRÍNCIPE: He venido a ti, Bella, debido a tu gran fama como hilandera y tejedora. Vivo en en un Reino donde es invierno todo el año, y necesitamos una reina que nos teja bufandas, pulóveres, mantas, manoplas, y escarpines.

BELLA DURMIENTE: ¿Tejer?

PRÍNCIPE: Es fama que tejes en punto santa clara, arroz, jacquot, con dos agujas y crochet.

BELLA DURMIENTE: ¡Guardaespaldas!

PRÍNCIPE: Bella... abajo nos esperan las perdices.

BELLA DURMIENTE: ¿Qué? ¿Quieren una bufanda de lana, también?

PRÍNCIPE: Quieren que seamos felices.

BELLA DURMIENTE: Mira, Príncipe, a mí me importa muy poco lo que deseen tus perdices.

PRÍNCIPE: ¿Por qué? Sólo anhelan nuestra felicidad. Lo mismo que mi reino. Allá todos los pastores han esquilado sus rebaños y amontonado kilos y kilos de lana para tus tejidos...

BELLA DURMIENTE: Príncipe, me has confundido con Cenicienta. Ella es la que hace todo el trabajo de la casa.

PRÍNCIPE: ¿Con quién?

BELLA DURMIENTE: Cenicienta.

PRÍNCIPE: A mí me dijo Blancanieves...

BELLA DURMIENTE: Es que la gente siempre indica mal... Además no hay que fiarse de Blancanieves. A ella desde que le pasó lo de la manzana le quedó muy mal sabor de boca.

PRÍNCIPE: ¡Ni que lo digas! ¡Yo la besé!

BELLA DURMIENTE: (Celosa.) ¡Has besado a Blancanieves también! ¡No tienes dignidad! ¡Fuera de mi vista! ¡Tú no eres un Príncipe! ¡Eres una sopapa! ¡Fuera, fuera! ¡Guardaespaldas!

PRÍNCIPE: Bella Durmiente, no me eches... Tú eres...

BELLA DURMIENTE: ¡A volar!

PRÍNCIPE: ¿Qué haré con las perdices?

BELLA DURMIENTE: ¡Fuera de mi vista ya mismo!

PRÍNCIPE: Dime al menos cómo encontrar a Cenicienta.

BELLA DURMIENTE: ¡Vete!

PRÍNCIPE: ¡Bella! ¡Bella!

(Entra una Perdiz Enfrascada. Toma al Príncipe del brazo y lo saca del dormitorio.)

PERDIZ: Príncipe mío, no pierdas la dignidad. No le ruegues a esta engreída. Nosotras te ayudaremos a encontrar a Cenicienta.

PRÍNCIPE: ¿Y cómo harán para hallar a Cenicienta?

PERDIZ: Bueno, nosotras tenemos el sentido de orientación de las aves migratorias.

PRÍNCIPE: Si las perdices no migran...

PERDIZ: Antes no migrábamos. Pero ahora gracias a la empresa de enlatados "Qué sabor, mamita" viajamos por los supermercados de todo el mundo...

PRÍNCIPE: Es que yo...

PERDIZ: Vamos, Príncipe, vamos.

(Salen ambos. Apagón.)


Espejito, espejito

(La Reina Mala del cuento de Blancanieves está sentada frente al espejo al que suele consultar.)

REINA MALA: Espejito, espejito, ¿quién es más linda que yo? (Espera.) ¿Quién? (Enfureciéndose.) ¿Quién? (Furiosa.) ¡Ah, estoy harta! Hace dos años que estamos en esto y mi paciencia llegó al límite. Voy a repetirte la pregunta y quiero que me respondas con total claridad. En voz bien alta, modulando correctamente las palabras... Bien. (Infantil.) Espejito, espejito, ¿quién es más linda que yo? (Larga espera. Luego furia.) ¡Pero será posible! ¡Si se murió! ¡Blancanieves se murió! ¡La enterraron los enanos! (Escucha.) ¿Qué? ¿Qué Príncipe Azul? ¡No, si tenía que ser ese infeliz! ¿Y adónde viven? ¿Y eso por dónde es? Ah, ¡pero si es lejísimo! Yo no voy a ir otra vez disfrazada de anciana como una idiota, haciéndome la vendedora de manzanas... No, no y no. No, te estoy diciendo. Cuando digo que no es no. Es que no sabes todo lo que me pasó en el camino la otra vez. Como los pícaros me veían tan vieja y achacosa, me robaban manzanas envenenadas de la canasta... ¡Envenené a medio Reino! Al carretero, a los ladrones del monte, a un pájaro carpintero que se hizo el gracioso y me picoteó la fruta... ¡Todos esos esfuerzos para que me digas que fue ese tarado y la despertó con un beso! ¡Con un beso, si es de no creer! ¿Qué necesidad tiene él de andar besuqueándose con cuanto cadáver encuentra en el camino? (Un tiempo.) No, ya sé. ¡Te estoy diciendo que no volveré! ¡No! (Escucha.) ¿Cómo que ella también? No comprendo. ¿Cómo que te pagará mejor sueldo? (Furiosa.) ¿De qué demonios estás hablando, Espejito? (Escucha.) ¿Te vas? ¿Te vas al Palacio de Blancanieves? De modo que me abandonas. (Furia helada.) Muy bien. No, no, me parece bien. Yo estoy a favor del libre mercado. Ahí está el paño de limpieza que te pertenece y el jabón de lavado del azogue, puedes llevártelo, a ver si ella te friega mejor que yo... (Camina en dirección contraria al espejo, luego se vuelve, bruscamente lo toma y lo lanza contra el piso; luego le salta encima y lo pisotea en un arrebato de rabia.) ¡Ahí tienes! ¡Traidor! (Ella busca una capa negra que le llega hasta los pies y una canasta.) Bueno, ahí vamos otra vez a venderle a esta tonta las benditas manzanas..., qué paciencia hay que tener por la belleza...

(Apagón.)


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