124 | Foto de Iris RiveraLECTURAS | 17 de marzo de 2004

Humor y poesía
Iris Rivera, una escritora con "Aire de familia"

Entrevista realizada por Claudia Sánchez

Los cuentos de Iris Rivera tienen sabor a barrio, a reuniones de vecinos o de familia. Son pequeños cuadros de costumbres, donde aparecen situaciones cotidianas, en las que surge un conflicto. Con lenguaje coloquial retrata al hombre común y se ríe de sus debilidades. Sus personajes, inspirados en familiares y anécdotas de su entorno, parecen haberse escapado de "Buenos Aires en camiseta", la historieta de Calé, o de un poema de Héctor Gagliardi.

Portada—¿Cuál de todos esos personajes de Aire de familia (1) llegaron más a los chicos?

—Un cuento que siempre piden los chicos es "¿Por té?", donde el personaje es una nena. En verdad, lo escribí pensando en mi sobrinita de tres años, una nena a la que no la dejan decir "palabrotas", aunque las dice. A propósito de esto, te cuento una anécdota. Un día me invitaron a una feria del libro que se realizaba en un colegio; allí había docentes y padres, y todos los chicos querían que leyera este cuento. Entonces les pregunté por qué lo habían elegido y una nena se paró y me respondió: "Porque vos te animaste a escribirlo, ahora queremos saber si te animás a leerlo". Así fue cómo lo leí; el cuento tuvo mucho éxito, un poco porque es gracioso, otro poco por la transgresión, ya que en su media lengua la nena dice las palabras que los adultos no le dejan decir.

—¿Cuándo escribís, pensás en el lector a quien van dirigidas tus historias?

—Yo no pienso en el lector mientras escribo, pero a medida que va saliendo la historia, el cuento aparece como dirigido. Cuando me pongo en lectora —no cuando escribo—, entonces sí veo si este podría ser para grandes o aquel para chicos.

—¿Qué libros leías en tu infancia?

—Los de la colección Robin Hood, de tapa amarilla, y después los cuentos de hadas, los tradicionales: "La Cenicienta", "Alí Babá y los cuarenta ladrones". Yo leía mucho, lo que pasaba era que me enfermaba muy seguido de anginas, y como me duraban diez días, pedía revistas para recortar y cuentos para leer.

—¿Te contaban cuentos de chica?

—Sí, tenía —tengo— una mamá muy lectora, y un papá muy "mentiroso", a quien le gustaba inventar, crear mundos. Para divertirse y fascinarnos —a mi hermano y a mí—, fabulaba al contarnos anécdotas de su vida y les agregaba episodios que sucedían en los cuentos. Por ejemplo, él había hecho el servicio militar en la Marina, en la Fragata Sarmiento, y nos contaba que en ese tiempo a él lo había comido una ballena y que había salido por el chorrito... Y nosotros entrábamos en el juego, aunque sabíamos que exageraba...

—De ahí nace tu vocación por la literatura...

—Sí, y de una abuela española que mientras cocinaba, cantaba zarzuelas, y las zarzuelas tienen historias... En realidad, me entusiasmaron siempre las palabras, de las canciones, de los cuentos, de las adivinanzas. Cuando se cortaba la luz, era una gloria porque jugábamos con las palabras. También tuve un abuelo que, si bien no contaba historias o ficciones, era un "arreglatodo", es decir, disfrutaba con arreglar cosas en el galpón. Y cuando nosotros le preguntábamos qué estaba haciendo, creaba suspenso, nos decía: "Ya lo verás", y ese "ya lo verás" resultó ser un recurso que ahora uso en los cuentos.

—¿Ese abuelo está en alguno de tus relatos?

—Sí, está en un cuento de Aire de familia...

Portada—¿En Cuentos con tías (2) también pusiste a alguna de tus tías reales?

—No, sólo me gustó escribir sobre ese personaje femenino que no tiene tanta "carga" como sucede con la madre y la abuela. Uno se puede permitir ciertas libertades, puede tenerle fastidio a una tía, es menos comprometido.

Portada—¿De dónde salió El señor Medina (3)?

—También de las personas que escucho y veo todos los días. Este personaje es un señor que mide todo lo que hace y dice, mide las palabras, y creo que hay muchos "señores Medina" caminando por ahí. Tal vez yo misma sea uno de ellos.

—¿Con quién aprendiste a escribir?

—Tengo una maestra: Laura Devetach, hace varios años que hago taller con Laura, con ella aprendí y aprendo mucho.

—¿Cuál fue el primer libro para niños que escribiste?

Portada—El primero fue Historias de no creer (4), de la desaparecida editorial Libros del Quirquincho. Me fue muy bien, enseguida me empezaron a llamar de diferentes escuelas. Por otro lado, siempre tuve vínculos con la escuela porque soy maestra.

—¿El hecho de ser maestra te conectó con la escritura para niños?

—Me conectó con los chicos, pero el hecho de ser maestra más bien molestaba un poco, porque uno está muy marcado por lo didáctico, por el "tengo que enseñar tal cosa", y sacarme eso para poder escribir literatura, sin bajada de línea, me costó. En el taller de Laura Devetach lo trabajé mucho. También lo aprendí de Graciela Montes. PortadaElla fue la primera persona que se interesó por mi escritura, me regaló su libro El corral de la infancia (5). En uno de sus artículos habla de "que no hay pisar el palito", y eso de "no pisar el palito" me ayudó a salir del rol docente, de la bajada de línea.

—¿Y cuándo empezaste a escribir para adultos?

Portada—Yo siempre escribía, pero no publicaba. La primera publicación "para adultos" fue Vivir para contarlo (6), aunque, si lo pienso bien, Aire de familia lo escribí imaginando lectores adultos, jamás pensé que podría ir a parar a las escuelas.

—¿Y a tus hijos les escribías cuentos?

—Les contaba cuentos, a ellos les gustaba que inventara y les gustaba inventar conmigo.

—¿Qué estímulos generan tu escritura? ¿Una imagen, una frase...?

—Siempre me inspiro en las cosas que me pasan cerca , puede haberme quedado una frase que alguien dijo, la imagen de alguna persona que vi Portadapor la ventanilla del colectivo, o la de un perro. Con el cuento "La nena de las estampitas" (7) sucedió así. Iba en el subte y de pronto vi un perro en el andén, lo seguí con la mirada hasta que el subte se metió en el túnel. Al escribir empecé contando la historia del perro, pero este perro se iba encontrando con distintos personajes, entre los que estaba la nena de las estampitas. Cuando leí la historia, me di cuenta de que, en realidad, había contado todo lo anterior sólo para poder hablar de la nena de las estampitas. Y esta nena aparece en la mitad del relato, entonces tuve que cambiar el título porque la historia estaba en la nena; el perro sólo había sido el que me había guiado hasta ella. Acostumbro anotar lo que veo y me llega. Voy con el anotador por toda la casa, lo llevo hasta al lavadero. Es que ese es un lugar muy inspirador para mí...

—¿Qué cuento salió del lavadero?

—Por ejemplo, "Vivir para contarlo". Describo toda la trayectoria que sigue la ropa, hago todo el circuito: baño-canasto-lavarropas-soga-silla de antes de planchar, silla de después de planchar-placard. De mis observaciones cotidianas salen todas las historias. No me planteo un tema, yo escribo y la historia surge y también los personajes que la historia necesita para poder contarse.

—¿Cuáles considerás tus mejores producciones?

Portada—Me gustan mucho los cuentos que se incluyeron en la antología Crónicas de la escuela (8), porque hago hablar a los chicos y a la maestra, cada uno con su forma particular de decir. Me apasiona escuchar a las personas y reproducir su habla en la escritura. Eso mismo pasa en Aire de Familia y en Vivir para contarlo.

—Parece que el tema de lo marginal se está metiendo en tus textos...

—Sí, algo está irrumpiendo en las historias, lo estoy tratando de explorar.

—¿Habrá influido tu actividad como tallerista?

—Probablemente tenga mucho que ver. A través de la biblioteca Esteban Adrogué (9), donde trabajo como tallerista, estamos yendo a hogares de chicos, a la cárcel de mujeres de Ezeiza. Además, tengo a cargo un taller para jóvenes drogadependientes en rehabilitación.

—¿Cómo ha resultado la experiencia?

—Es fuerte, sorprendente. Fijate que "a-dicto" significa "el que no puede decir". Algunos de los chicos hablan mucho, pero no sé si pueden decir lo que realmente les pasa. Yo les acerco cuentos, disfrutan de la actividad y ahora están cuentan las armando un libro con todas esas historias que me cuentan. Las historias de ese libro narran las travesuras de un duende que, supuestamente, vive dentro de la Comunidad. Después de contar muchas picardías del "duende", en un momento uno de los chicos escribe un texto llamado "La verdad de la milanesa", donde dice que "muchas de las acusaciones por las que se señala al duende, son increíblemente inventadas por otros duendes…de carne y hueso". A partir de allí logran poner en palabras que "el duende es alguien a quien hacer cargo de lo que ellos no pueden hacerse cargo".

—¿También hacés talleres para capacitación docente?

—Sí, trabajo en talleres con docentes, me interesa su formación como lectores, porque el maestro es un mediador, es el que acerca los libros a lo chicos, y a mí me preocupa qué libros les acercan los docentes, si se trata de literatura o de otra cosa.

—¿Qué debe tener un texto para niños para ser considerado literario?

—Tener varias lecturas, un trasfondo, muchas capas, tiene que poder ser penetrado hasta diferentes niveles. Un buen cuento tiene la virtud de poder ser disfrutado tanto por un chico como por un adulto. Conozco docentes que todavía les preguntan eso a los chicos "qué quiso decir el autor". Y conozco otros que cambian la pregunta por: "¿qué cosas se dicen aquí que no están escritas?" Esta pregunta es un hallazgo de una de mis alumnas, Adriana Arnedo; la descubrió trabajando con sus alumnos. La pregunta que mencioné primero, cierra. La de Adriana, abre a múltiples lecturas.

—¿Qué es para vos la escritura?

—Es una manera de conectarme con los demás. Es un encuentro con el otro sin los remilgos del trato social y sin tener que presentarnos. Yo me conecto con lo más profundo de mí y a la vez atravieso todas las vestiduras y entro a un lugar muy particular del lector. Lo sé porque a mí me pasa con los autores que leo. Es como si estuviera hablando con alguien a quien conozco, mucho más que si lo conociera personalmente y tuviera trato con él.

—Una vez definiste que la escritura era "comprender"...

—En realidad, uno empieza a escribir porque quiere entender qué le pasa a cada uno de esos personajes, qué sentían mi abuelo o el perro del andén. Quiero sentir como, y sentir como es una manera de comprender.

—¿Qué consejo le darías a un escritor que recién se inicia?

—Que lea, lea y lea. Y que trabaje mucho su escritura; que lo primero que sale son bocetos, borradores que uno va mejorando. Como diamantes, pero en bruto. Lo bueno es el trabajo de artesanía, ir puliendo, encontrar el cuento o el poema dentro de eso que salió de la mina. Una cosa que le pasa a la gente cuando empieza a escribir es que atraviesa momentos de páramo, de desierto, donde no aflora nada. Suele creer que todo se terminó. Por eso me gustaría transmitir que la escritura es como un magma, un fuego que llevás adentro, un río que muchas veces discurre sin aflorar, pero no para de correr. Cuando pasa mucho tiempo sin escribir, tenés que alimentar la fe de que ese río va por dentro. El río está y en algún momento va a volver a salir.


Notas de Imaginaria

(1) Aire de familia. El que hereda no roba. Filetes y viñetas interiores por Martiniano Arce. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1994. Colección Los fileteados.

(2) Cuentos con tías/Vivir para contarlo (cuentos para niños y adultos). Ilustraciones de Alejandra Torres López. Lanús, Ediciones del Cronopio Azul, 1997. Colección Frente y Dorso.

(3) El señor Medina. Ilustraciones de Gustavo Roldán (h). Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1992. Colección El Pajarito Remendado. (Cuento ganador del Primer Premio del Concurso Nacional Docente de Cuentos Infantiles 1990 "Francisco Isauro Arancibia", organizado por la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) y Ediciones Colihue.)

(4) Historias de no creer. Ilustraciones de Jorge Cuello. Buenos Aires, Editorial Libros del Quirquincho, 1992. Colección Serie Blanca.

(5) El corral de la infancia (Acerca de los grandes, los chicos y las palabras). Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1990. Reeditado en: México, Fondo de Cultura Económica, 2000. Colección Espacios para la Lectura.

(6) Ver nota N° 2.

(7) La nena de las estampitas. Ilustraciones de Dany Duel. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1998. Colección El Pajarito Remendado.

(8) Crónicas de la escuela. Buenos Aires, Editorial Libros del Quirquincho, 1993. Colección Serie Blanca. En la antología se Incluyen los siguientes cuentos de Iris Rivera: "Me conocen por ‘Lucho’", "Palomitas de cartulina" y "Más chiquito no había".

(9) Iris Rivera se refiere a la Biblioteca Municipal Esteban Adrogué del partido de Almirante Brown, en el Gran Buenos Aires. El taller para jóvenes que menciona lo realiza en el Hospital del partido de Almirante Brown.


Foto de Claudia SánchezClaudia Sánchez (claudiahsanchez@fibertel.com.ar) es Profesora en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Se especilizó en Literatura Infantil y Juvenil y se capacitó en Coordinación de Talleres de Lectura y Escritura para adolescentes y adultos. Coordinó talleres de escritura para niños a través de editoriales y dictó seminarios de capacitación docente en el nivel terciario. Desde 1992 hasta 1995 colaboró en la sección "Libritos" del Suplemento Cultural del diario El Cronista, en crítica de libros para niños y jóvenes.

Además de escribir ficción para niños y adolescentes, se dedica a la investigación de Literatura infantil y juvenil y a la crítica literaria. Participó en mesas redondas y realizó ponencias en congresos sobre la especialidad. Actualmente se desempeña como profesora de Lengua y Literatura, y Literatura Hispanoamericana y Argentina en el nivel secundario, y coordina talleres de escritura para adultos. Es miembro de la Comisión Directiva de AlijA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina).


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