123 | Foto de Graciela CabalAUTORES | 3 de marzo de 2004

Graciela Cabal (1939-2004)
In Memoriam

La escritora Graciela Cabal falleció el 23 de febrero de 2004. Como decía el comunicado de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina (ALIJA) que anunciaba la triste noticia, "sabemos que los escritores no nos dejan nunca, que perduran en sus textos, nos acompañan más allá del tiempo, permanecen en la memoria y en el corazón".

Los escritores Graciela Bialet y Gustavo Roldán preparon textos recordatorios que queremos compartir con nuestros lectores. Les agradecemos su autorización para publicarlos en Imaginaria.


Graciela Cabal ya es un ángel

por Graciela Bialet

Hoy finalmente se convirtió en ángel. Graciela Cabal ya era un ángel, pero de carne y hueso. Hoy finalmente lo logró; se fue al cielo de la gente muy buena. Alguna vez me dijo que había un cielo para la gente buena y otro menos lujoso para la gente más buena…ella está en ése.

Es que decía cada cosa la Cabalita… pura sabiduría angeluna… porque a ella le daba igual ser ángel o gata, aunque sus amigos sabíamos, cuando empezó a adelgazar sin mesura, que lo de ella se daría más por las alas que por los pelos.

Ahora que estoy recordándola, para no olvidar lo mucho que me hacía reír, me acuerdo de sus célebres afirmaciones: que los nietos eran un premio de Dios a aquellas madres que no asesinaban a sus hijos adolescentes por más merecido que lo tuvieran ("si sobrevivís, te merecés un nieto", me juró un día); que un buen hijo siempre preferiría casarse con la madre pues ninguna mujer los querría mejor ("Freud… ése sí que sabía").

A Córdoba vino varias veces invitada a participar de la Feria del Libro. La última vez fue en noviembre del 2003, que se llegó por Córdoba de paso para visitar una escuela en Las Varillas. Bajó y participó de los festejos del CEDILIJ leyendo cuentos de su Secretos de familia y otro sobre los tatuajes impúdicos que era capaz de hacerse un hijo nada más que para amargarle la vida a una madre.

Su literatura fue una sola carcajada, puro ingenio y risa contando las verdades esenciales de la infancia. Con humor inquebrantable, desproporcionado, irreverente fue capaz de parodiar casi todos los tabúes que la literatura para niños levanta.

Luchadora de barricada por las causas gremiales de los escritores, militante de derechos humanos, protectora de bibliotecas escolares, promotora de cuanta ocurrencia sirviese para hacer que los chicos y los docentes lean más, cualquier manifestación por la justicia la llevaba a la concentración.

Un par de cosas la marcaron a fuego: ser alumna de Borges. Alumna chupamedias —como decía ella—, de esas que se quedaba embobada fuera de las horas de clases, en la mesa del bar de la facultad escuchándolo recorrer los laberintos de la literatura. También ser editora del Centro Editor de América Latina donde le sacó comas y puntas a las obras de los más grandes escritores de estas latitudes ("porque no te la vayas a creer… que hasta a Gardel se le pianta un lagrimón"). Y en los últimos años, ser la reina del Foro de Fomento del Libro y la lectura, cada agosto en Resistencia, Chaco, el único lugar del planeta donde todos se daban cuenta de lo que ella era realmente y la trataban con los honores correspondientes al ceremonial.

Toda su literatura, de punta a rabo, es imperdible: Toby, los Tomasitos, Las Rositas, La señora Planchita, La pandilla del ángel, Las hadas brillan en la oscuridad, por nombrar algunos; y sus ensayos: Mujercitas eran las antes, La emoción más antigua… Pronto, muy pronto, saldrá, con suerte y viento a favor, una colección en la que trabajábamos juntas hasta hace unos días.

Menos mal que nos dejó sus libros… menos mal que tenemos el consuelo de la literatura, de su literatura.

Chau Cabalita, ahora que sos un ángel, rogá por nosotros tu padrenuestro de ternuras y que tu guarda siga siendo un chisporroteo de cuentos y disparates.


Una mujer de pelea

por Gustavo Roldán

Yo creo que se cansó. O tal vez no, tal vez la vida, que da tantos empujones a los que quieren cambiar y mejorar el mundo, la agarró mal parada. Y cuando la vida te agarra mal parado, ahí te quiero ver.

Conocía demasiado sus debilidades, lo que también es una forma de conocer sus propias fuerzas, y sacaba fuerzas de sus debilidades para seguir escribiendo historias donde ella misma aparecía con todo lo bueno y lo malo que estaba a su alrededor. Mujer luchadora, quizás confiaba más de lo debido en su fortaleza. Era una fortaleza puesta en un cuerpo frágil.

Graciela Cabal era una mujer frágil que a veces peleaba contra molinos de viento que eran gigantes y otras veces contra gigantes que eran molinos de viento. A veces ganaba, a veces perdía, a veces estaba muy enferma sin saber de qué. Siempre lograba salir adelante, pero esta vez no. Tal vez simplemente porque estaba mal parada.

No sabemos —y ahora nunca sabremos— de qué murió. Se sentía mal. Viajó al mar a descansar, a caminar por las playas, a tratar de recuperar energías, a descansar de los problemas cotidianos, propios y ajenos, a mirar gaviotas al atardecer. Tal vez no se pueda descansar de los problemas, ni de los propios ni de los ajenos. Tal vez uno pida imposibles. Tal vez no alcancen las gaviotas del atardecer.

Desde ese lugar donde debía olvidarse de los conflictos de cualquier clase, dejó dos mensajes en un teléfono de amigos; había leído una solicitada en los diarios en defensa de Cuba. Les pedía que hiciesen lo posible para que su nombre también estuviese ahí. Todas las marchas en defensa de la libertad y de los derechos humanos tendrán ahora una marcada ausencia.

Trabajó, creativamente, como a ella le gustaba, hasta último momento. Y nos dejó libros nuevos, a punto de salir, como una manera de quedarse.

Yo creo que se cansó. O tal vez, simplemente, la vida la agarró mal parada.


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