117 | LECTURAS / FORO | 10 de diciembre de 2003

Conversación abierta con Carla Baredes e Ileana Lotersztain
Invitadas especiales del foro de Imaginaria y EducaRed


Rigurosidad científica y divulgación

Roberto Sotelo:

En varias ocasiones escuché decir que quienes hacen divulgación científica resienten el nivel de rigurosidad y precisión de los contenidos.

¿Es cierto esto?

¿Hasta dónde hay que "sacrificar" el nivel académico de la información para explicárselo al lector no erudito o, en el caso de sus libros, a los niños?


Carla Baredes e Ileana Lotersztain:

Lo primero que habría que aclarar es que un libro de divulgación científica no es un tratado científico ni un libro de estudio. En principio, porque un libro de divulgación está escrito por un divulgador (que puede o no tener formación científica -nosotras creemos que es mejor que la tenga-) y un libro de estudio está escrito por un especialista (que sabe mucho de lo que escribe pero, en general, es un pésimo divulgador).

Con respecto a la pregunta concreta, nos parece que "sacrificar el nivel académico" no es sinónimo de "resentir el nivel de rigurosidad y precisión de los contenidos". Somos extremadamente rigurosas, y no nos preocupa el nivel académico. En nuestros libros explicamos sólo aquello que nos parece que los lectores pueden entender, disfrutar y compartir. Por eso muchas veces nos quedamos con las ganas de contar algo, y otras nos tomamos "varias páginas" para explicar algo que a un lector erudito se lo podríamos contar en 3 renglones.  

Jamás escribiríamos algo que pueda dar lugar a un error de interpretación, y nunca explicaríamos algo "a medias". Y estamos convencidas de que se puede hablar de ciencia seria y profundamente sin recurrir a jerga o a términos complicados. En Preguntas que ponen los pelos de punta 1, por ejemplo, explicamos la tensión superficial (y muchas aplicaciones asociadas) sin nombrarla siquiera una vez. Y dijimos que las moléculas de agua son como cabecitas del Ratón Mickey, sin hablar de átomos de Hidrógeno y Oxígeno. Riguroso, ameno y entendible.


Andrés1530:

¿conocen la anécdota de Einstein y la señora gorda?

Cuando ya Albert era muy famoso y figura mediatica, y estando en un cocktail en su honor, una señora gorda, la anfritona, lo abordó insistiendole que le explicara allí mismo la famosa teoría de la relatividad. Einstein, en honor a su anfitriona, y con mucha paciencia intenta explicarsela, la señora no comprende nada y le solicita al cientifico "si se la puede explicar con palabras más simples". Einstein lo intenta y la señora dice que aún no la entiende. Al cuarto ciclo de simplificación la señora, con alegría, le dice que "ahora creo que compreno su espléndida teoría", a lo que que Einstein contesta: "Señora, es una lástima, porque lo último que le acabo de explicar YA NO ES MI TEORÍA DE LA RELATIVIDAD."

Ojito muchachas.

¿O sería que el gran E era un mal divulgador?

¿O que la anfitriona tenía una inteligencia extremadamente lenta?


C.B.:

La anécdota la conozco y siempre me divirtió mucho (en mi versión la señora no era gorda). Pero nunca pensé demasiado sobre lo que pretende significar, así que ¡reflexionemos!

A vuelo de pájaro uno podría encontrar cierta soberbia: una gila como vos jamás podría entender mi teoría. Aunque, tal vez, podría querer decir otra cosa totalmente diferente: que sepa mucho de relatividad, que sea el dueño de la teoría, no significa que sepa cómo explicársela a usted. Y entonces, podemos preguntarnos: ¿cómo hacemos para que la señora comprenda la teoría de la relatividad? Tenemos una teoría brillante, tenemos al especialista y tenemos una señora interesada en entenderla... Un divulgador a la derecha, por favor. ¿O debemos pretender que el gran Albert también sepa como contárselo a la señora?

En síntesis, yo opino que Einstein no era un "mal divulgador", simplemente no era divulgador. Y que la anfitriona no "tenía una inteligencia extremadamente lenta", simplemente no conocía el lenguaje con el que hablaba don Albert.

De cualquier manera, quedaría por preguntarse si es posible explicar la teoría de la relatividad -o cualquier otra cosa- de una manera amena, entendible, sin perder rigurosidad científica. Tal vez, sí. O tal vez, no. Hay varios libros escritos sobre el tema (la verdad es que yo aprendí la teoría "duramente" y nunca leí sobre el asunto a nivel divulgativo). En definitiva, ¿todo es "divulgable"? Ésa es mi pregunta. En lo que a mí respecta, confieso que antes de empezar a escribir sobre algún tema me parece que va a ser imposible... Y al final, generalmente sale (¡y qué placer me da!).

Y te pregunto yo: ¿por qué "ojito muchachas"?


Starosta:

Les cuento que yo intenté, una vez iniciarme en los secretos de la ocarina (instrumento musical difícil, si los hay).

Para ello contraté con exclusividad al celebérrimo maestro en ocarina, (único en 1500 km a la redonda), le pagué lo que me pidió, y me entregué a sus esclarecedoras jornadas de docencia.

Eso fue hace tres meses.

Hoy, uso la ocarina de porta sahumerios, mi maestro ha sido galardonado en no me acuerdo qué festival del viejo mundo, y conocí una flaca a la vuelta de mi casa que enseña saxo como los dioses, y en escasos tres meses me hizo amar el instrumento, y darme ganas de tocar.

(Y qué placer me da.)

Moraleja: ¿elije bien tu maestro? ¿Todos los maestros pueden ser divulgadores? ¿Un maestro es un divulgador? ¿Un divulgador es un maestro?


Carlos Marianidis:

"Divulgar" viene del latín divulgare, que significa -simplemente- publicar una cosa que estaba ignorada.

La diferencia la marca no sólo el divulgador, sino su auditorio. Apelando a la música, si quiero tocar "Sobre el puente de Avignón" en violín, me bastará una sola cuerda y tal vez me lo pueda enseñar un estudiante que abandonó el conservatorio al primer año. Pero si quiero interpretar el concierto de Tchaikovsky, necesitaré un divulgador concertista exquisitamente superior y varios años de dedicación personal.

Creo que el científico tendrá que precisar qué nivel de conocimiento quiere trasladar y qué adaptadores usar de acuerdo a su auditorio y   -por otra parte- el que busca tener ese conocimiento, deberá aplicarse a la disciplina que ese aprendizaje le exija.

¿Podemos hacer responsable sólo al divulgador (que puede ser desde un académico hasta un amigo del café que acaba de leer un artículo en el diario) de cualquier desfasaje en la comunicación?


C.B.:

Me hiciste reir mucho, Starosta. Encontrar un buen maestro de ocarina por estos lares debe ser una cosa muy, muy difícil (Ileana me preguntó qué es la ocarina y pide que le mandes una foto). 

Creo que, como decía mi abuela (alias "la noni"), una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. Una cosa es ser un capo en algo, y otra muy diferente es ser muy bueno enseñando algo. Obviamente, para ser un buen maestro de ocarina hay que saber tocar la ocarina, pero no es necesario que tenga galardones (sobre todo si el "educando" no es un estudiante avanzado, como es tu caso). Sí es necesario que sepa enseñar, que pueda interpretar lo que necesitás saber, cuáles son tus dificultades, que sea capaz de "entusiasmarte". 

Si hablamos de ciencia, podríamos decir más: una cosa es ser científico, otra cosa es ser divulgador científico, y otra cosa es ser maestro-profesor de Ciencias. No he sido una buena "hacedora de ciencia" (cuando empecé a trabajar como investigadora, descubrí que me costaba mucho estar durante meses con el mismo asunto, concentrarme en una sola cosa, manejar mi ansiedad), me considero una buena divulgadora; y soy una docente maso maso (me cuesta comunicarme con muchas personas a la vez, no me gusta "cumplir programas", me frustro cuando al otro no le interesa lo que le cuento y, a veces, tengo poca paciencia). Mis sobrinos dicen "qué bien que explicás, tía", pero si lo tuviera que hacer todos los días, sé que no lo haría con tanto entusiasmo.

Saludos. La tía Carla.


S.:

Respondo que pedir una foto (pruebas, testimonios concretos), suena a rigurosidad científica.

En segundo lugar, obvio que "la Noni" está en lo cierto. Pero éste es el punto: tal vez no todos podemos hacer todo bien. (Siempre.)

Y no sé si el auditorio siempre es co-responsable (quién no tiene un amigo/a que, durante el secundario, se llevó a diciembre y marzo, consecutivamente, biología, anatomía, etc. y hoy es un celebérrimo cardiólogo egresado con medalla de honor?). Quiero decir que aplicarse a una disciplina no depende sólo de uno mismo.

Por último, y abocándonos al tema, me parece que si alguien objeta falta de rigurosidad científica en un divulgador, por ejemplo para niños, debe ser... un científico. (Quiero decir, alguien capaz de discernir, -por formación, conocimientos, etc.- cuáles de los contenidos transmitidos no son rigurosos.)

Y me parece que la misión del divulgador, pasa por otro lado: despertar curiosidades, activar razonamientos, hacernos dudar. Y sobre todo con niños, como es el caso, donde toda conquista se multiplica.

Luego, en etapas sucesivas, podemos ver el hasta dónde, el cuánto y el para dónde ir.


I.L.:

Marianidis: Obviamente, hay matices, distintos niveles de divulgación, públicos más o menos eruditos o especializados, temas más o menos accesibles... No todo es divulgable para todo público. El divulgador tiene que conocer a "su auditorio".

Si no fuera así, los libros de ciencia para chicos no tendrían "edades recomendadas" (que están puestas teniendo en cuenta el nivel de complejidad de la información). Y no tendría ningún mérito escribir para chicos...


C.M.:

De acuerdo. El mismo profesional puede explicar la noción de valencia como los brazos de una pareja que baila o analizar la tabla de Mendeleiev, según quien lo escucha y en qué ámbito. Pero ¿qué sucede cuando no se sabe quién está del otro lado, aun sabiendo su edad? ¿Cómo encaran ustedes los límites?


C.B.:

Cuando comencé a estudiar periodismo científico, una de las cosas que más me sorprendió fue que "uno debía escribirle a alguien, real o imaginario". Así, aunque uno no sabe a ciencia cierta quién está del otro lado, lo sabe.

Cuando empezamos a escribir Preguntas que ponen los pelos de punta 1, pusimos la regla número uno de iamiqué: nuestro lector no tiene conocimientos previos. Y si bien no lo establecimos, de alguna manera le escribimos "al chico" que teníamos más cerca: curioso, estimulado, desenvuelto, urbano, clase media... (¿tal vez a mi hijo mayor, Julián, que en ese momento tenía 6 años?).

Sin embargo, después de que iamiqué anduvo un trecho, comenzamos a recibir cartas y mails (enviados desde la biblioteca) de muchos chicos de pueblos del interior con preguntas, comentarios, chistes, felicitaciones, etcétera (las cosas que recibimos por mail merecen un tema aparte).

La Fundación Escolares, una entidad que apadrina a 40 escuelas de frontera, nos compró libros para mandar a esas escuelas y después de un tiempo la coordinadora del plan de lectura nos mandó un mail para contarnos que nuestros libros eran los más "retirados" por los chicos y los padres.

Y también sabemos que tenemos muy buenos lectores entre esos chicos que tenemos "más cerca", que van a escuelas que conocemos, que nos escriben mails desde sus casas, que podríamos conocer a sus padres, que podríamos cruzarlos miestras paseamos, que tal vez algún día nos hicieron alguna pregunta.

Me olvidaba: mi hijo Julián sólo lee ficción. ¿Conclusiones?


C.M.:

Aparte de lo que dijiste arriba, ¿podés contar una anécdota respecto a tus libros que te haya quedado en el corazón?


C.B.:

Iamiqué empezó como una gran aventura: un solo título, no nos conocía nadie, sin "contactos", sin capital, sin la menor idea de cómo era el mercado del libro, sin experiencia editorial... ¿Imaginás qué nos pasó cuando nos llegó el primer mail de una lectora? ¿Y cuando nos hicieron la primera reseña en Imaginaria? ¿Y cuando se acercó "ese gran escritor" para decirnos que tenía ganas de conocernos? ¿Y cuando una chiquita se acercó en un restaurante a la mesa de Ileana para saludarla? ¿Y cuando recibimos una carta manuscrita, con varias estampillas, de tres hermanos que nos contaban que retiraban los libros de la Biblioteca Popular de su pueblo? ¿Y cuando salió el barco que llevaba nuestros libros hacia España? ¿Y cuando nos llegaron mails desde Milán, Santiago de Chile, Munich, Frankfurt, Roma, de personas que tenían nuestros libros porque se los había llevado de regalo un argentino?

Por suerte, a cada rato nos pasan cosas que nos tocan muy profundo. Pero voy a contar una: un día recibimos un mail de una familia argentina que se había ido a vivir a Barcelona a fines del 2001 (por motivos conocidos). El mail era para decirnos que Esteban, el pequeño de la familia, había querido llevarse Preguntas que ponen los pelos de punta 1 con él, y que desde que habían llegado (hacía ya 6 meses) leía el libro casi a diario. La mamá de Esteban preguntó si teníamos otros títulos y, al saber que ya habíamos sacado Preguntas 2 y 3, la tía del chico se contactó con nosotras para saber cómo podía comprar los 3 títulos para mandárselos de regalo a su sobrino. Nosotras le aclaramos que Esteban ya tenía Preguntas 1 y que Preguntas 3 aún no había llegado a las librerías... Respecto a Preguntas 1, ella dijo que él le había pedido uno nuevo (porque el suyo ya estaba muy gastado); y respecto a Preguntas 3, venía a comprarlo a la editorial porque no quería esperar para mandárselo. ¡Y vino al día siguiente!

¿Por qué elijo esta historia? Porque me emociona ese chico que decide llevarse el libro a su nueva casa en Barcelona, que "gasta" el libro leyéndolo, que encuentra en el libro cierto nexo con su lugar; me conmueve esa mamá que nos busca y nos escribe, esa tía que entiende "la necesidad" de ese chico y que se ocupa de conseguirlos y mandárselos... ¡Son libros! ¡Son nuestros libros!


A1530:

Hay otro tema respecto a la divulgación científica y es tomarla como disparadora de conceptos que te sirvan para un mayor conocimiento del mundo y la realidad, en un sentido quizá más "filosófico".

Ejemplo: El Principio de Incertidumbre nos puede estar diciendo que uno nunca es espectador puro (aunque lo desee), que por el mero hecho de observar esta modificando la situación. Y yendo más lejos, si entonces no hay otra que afectar tu entorno, hacelo hacia una dirección que vos elijas.

Y así se podría delirar con todas las leyes de la ciencia.

(¡Imagínense lo que se podría inferir sobre el ADN!)

Ojito muchachas.


I.L.:

Esto que decís encierra una gran verdad: los divulgadores, al igual que los educadores en ciencia, tenemos la enorme y grata tarea de acercar la ciencia a la gente y hacerla comprensible. Y esto, obviamente, tiene un valor enorme. Algo que siempre me gusta decir es que, cuando uno comprende por qué el cielo se ve azul, lo disfruta mucho más.



Artículos relacionados: