La identidad en la literatura infantil argentina
Ser o no ser en el mundo
por Claudia Sánchez
Texto de la ponencia presentada por la autora en la mesa redonda "Los libros infantiles y juveniles como puentes en la construcción de la identidad. ¿Existe la diversidad de culturas en la Literatura Infantil? ¿Hay noción de identidad en la literatura infantil argentina? ¿Qué y cómo se lee la literatura infantil de otros países?", realizada dentro del marco de las Jornadas para Docentes y Bibliotecarios "Libros infantiles y juveniles. Libros diversos, múltiples lecturas" de la 13ª Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2002).
De todos los debates que aún convoca la existencia o no de una producción literaria, especialmente argentina y latinoamericana, el más polémico es aquel que se interroga por la identidad. ¿Y qué se entiende por identidad? Podríamos definirla como la presencia constante de determinadas características particulares que permiten que ciertos objetos sean reconocidos como tales, en este caso, una obra literaria.
Por otra parte, el término "identidad" implica el reconocimiento de aquello que diferencia a cada persona de las demás y la hace idéntica a sí misma y, a la vez, el registro de todos esos atributos que establecen su pertenencia a cierto grupo, categoría o especie.
Al hablar de la identidad de una nación o de un continente, se requiere no sólo puntualizar sus diferencias con respecto a otras geografías e idiosincrasias, sino señalar también sus aspectos universales.
Es a partir del intercambio con "el otro" como vamos construyendo nuestro modo de ser en el mundo: la cultura, la tradición, los diversos saberes. Dice Graciela Montes en El bosque y el lobo: "En la historia individual la imagen que tenemos de nosotros mismos eso que llamamos un poco pomposamente identidad se ha ido construyendo a lo largo de los años y siempre a través de los otros. No ha sido en situación de monólogo, sino en diálogo con el otro y con 'lo otro' como hemos llegado a armarnos nuestro propio cuento".
¿Qué es lo otro? ¿Europa y el resto de Latinoamérica nos son ajenos? ¿Qué es lo que somos? Étnicamente, el rasgo en común que nos caracteriza es el mestizaje: la mezcla del europeo y el aborigen, que han dado por resultado un híbrido cultural y religioso: la tradición católica, la indígena y la africana en la zona del Caribe, cada una aportando sus costumbres, creencias y supersticiones. En toda América Latina la identidad literaria se constituye a partir de la heterogeneidad de lenguas y culturas, pues de conquistadores y colonizadores heredamos la tradición oral española y portuguesa, que a su vez se alimentó del sustrato de otras culturas para dar lugar a nuevas creaciones: nanas, canciones, rondas y cuentos, formaron parte de la infancia de muchas generaciones.
En Venezuela, Rafael Rivero Oramas alcanzó fama y popularidad con los cuentos del tío Tigre y el tío Conejo. En México, Pascuala Corona, narradora de origen, cierra con sus cuentos la cadena infinita de la tradición oral. En Perú, Rosa Cerna Guardia nos muestra el universo campesino, sus costumbres, creencias y el léxico de la sierra.
La literatura argentina, del mismo modo, es un ejemplo de la diversidad. En ella, la unidad se logra a partir de lo heterogéneo. La literatura nacional se configura con el doble aporte de lo americano y de lo europeo. La integración entre culturas diversas es la característica distintiva de la cultura propia.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, corrientes inmigratorias contribuyeron a configurar este mosaico cultural que conforma hoy nuestra identidad. Los nuevos aportes dejaron su sedimento tanto en la lengua como en la temática literaria, y es en la escritura donde surge el conflicto, que aparece por primera vez durante el Romanticismo: ¿qué y cómo somos? Somos esto y también somos lo otro.
Hay una constante búsqueda, una necesidad de construir una literatura que hable de nosotros. Y no se trata de caer en folklorismos, ni en pintoresquismos. La literatura, sea para niños o para adultos, no es argentina sólo por describir un paisaje local. Su identidad se manifiesta en ese lenguaje que nos representa socialmente, más allá de geografías.
En diferentes mitos y leyendas, los relatos vivos de las comunidades indígenas han transmitido a través de los siglos toda la sabiduría, la imaginación y la riqueza de culturas, que los mantiene aún vigentes y les da validez universal. Poesía hecha canción e historias tradicionales a modo de cuentos de hadas criollos reflejan el sincretismo y mestizaje de los pueblos.
Gustavo Roldán recupera esa oralidad de los relatos tradicionales y la reelabora en sus cuentos de animales antecente que encontramos en Horacio Quiroga con sus Cuentos de la Selva, sin embargo en Roldán esas historias populares adquieren un tono personal. Incorpora a la literatura el habla coloquial, lo cual le da legitimidad al lenguaje.
"¡Pero no, chamigo! ¡Eso es puro cuento!" "¡Pucha con este sapo!" "¡Que lo tiró!"
"¡No se achique compañero!"
A lo largo de su producción, desfilan animales del monte y de la ciudad: el zorro, el tatú, el coatí, el sapo, el elefante, las pulgas y los bichos colorados. Protagonistas que hablan nuestro idioma, que usan el voseo como afirmación de su identidad.
"Van a correr vos y el monito. Y le vamos a mostrar que nosotros somos los mejores. Y habrá un gran premio para vos." (El monte era una fiesta)
En sus dichos, todo el saber popular, la tradición, la picardía y la solidaridad como valor. Por medio del humor, muestra los conflictos del hombre en un mundo de animales.
En Sapo en Buenos Aires, se revela la imagen de una sociedad que dista mucho de la del monte: carece de alegría, no conoce ni siente amor por la naturaleza.
"¡Cuéntenos más de Buenos Aires! -pidió la garza blanca. (...)
Son raros, no tienen tierra a mano, los pobres. (...) Todo todo es como una piedra muy grande y chata."
Critica la alienación, el uso de un lenguaje diluido entre vocablos extranjeros:
"¿Con qué se visten?
Con blue jeans.
¿Qué música escuchan?
El long play de rock and roll que está primero en el ranking.
¿Qué toman?
Scotch on the rock los grandes y seven up los chicos."
Roldán nos obliga a mirar hacia adentro y nos recuerda las raíces a través de la ironía. Somos esto y lo otro, el porteño emulando al yanqui y el hombre del interior, con todos los defectos, valores, sueños y búsquedas.
No podemos dejar de mencionar la labor de Javier Villafañe, cuya obra, Los cuentos que me contaron, surge de la recopilación de una serie de relatos orales.
Además de sus narraciones populares, donde se mezclan las creencias de distintas culturas, aparecen en algunos de sus cuentos, ciertas reminiscencias de la literatura nativista, dando marco a un episodio fantástico:
"La pampa es larga, ancha. Ni el cielo la limita, ni unos postes con alambres de púa. El ojo ve donde se juntan cielo y tierra, pero la pampa va más lejos. Siempre hay un pájaro, una nube, un molino, un hombre caminando que no llega."
"Y vio el campo que se abría como un abanico. Y él sintiendo unas espuelas, un látigo, unas riendas, un hombre, y atrás su cola en el viento que lo iba llevando por una luz altísima." ("El caballo que perdió la cola")
Pero nuestra literatura no se agota en el criollismo y la tradición, también se afirma en el estilo de María Cristina Ramos, quien nos muestra la otra cara de la Argentina, y lo hace con un discurso espontáneo, creíble en medio del paisaje montañoso de Neuquén.
Azul la cordillera no se limita a mostrarnos un espacio geográfico, introduce en la narrativa infantil el tema de la marginación, la pobreza, que va de lo económico a lo sociocultural, y la lucha por la supervivencia de una comunidad expulsada de todo tipo de proyecto:
"Una semana y voy a estar cobrando. Las zapatillas para los chicos, lo primero que voy a comprar. Si anduviera bien la lana este año y se pudiera vender, otra cosa sería. Dios ha de querer. Me voy a encomendar. Y a San Sebastián que casi siempre me ha oído. Por lo menos están todos sanitos." (Carmen)
A través del habla regional y de las costumbres de su gente, sus textos son el espejo de una sociedad desprotegida, víctimas del abuso a lo largo de la historia:
"Es de mapuches este sitio. (...) El huinca no descansó hasta adueñarse. Aunque algunos hermanos también se perdieron. Porque los huincas los vencían y les daban el fruto del olvido. Entonces ellos, que ya no podían sentir, señalaban a los que estaban escondidos y las patrullas los mataban" (Donatila)
"No puedo hacerme a la idea de que crucen el campo y vengan a sacarle al pobre lo poco que tiene. (...) Uno acá es testigo de muchas cosas. De los que vienen a negociar a su favor y se llevan los tejidos de la gente por moneditas. De los que vienen a regatear el precio de los animales. De algunos bolicheros que les sacan la plata a los paisanos cuando están tomados. De los que vienen a repartir paquetes antes de las elecciones. De los pueblerinos que vienen a sacarse fotos con nosotros como si no fuéramos gente." (El brasero)
La identidad está también en lo cotidiano, en el entorno más inmediato. Aparece en la experiencia íntima y personal, en el paisaje familiar, en las referencias al ámbito urbano, como en los cuentos de Graciela Montes.
"Todo el mundo sabe que las mejores historias, las más sabrosas y crocantes, suceden, necesariamente, en Florida. (...) . En Agustín Álvarez, casi llegando a Vallegrande, estuvo siempre la panadería de Tomasito Bevilaqua, el Rulo. 'A la Gran Flauta' se llama, y es tan vieja como el barrio. Y en Vallegrande, casi llegando a Agustín Álvarez, abrió su nueva panadería Florencia Lumi, la Gorda. Le puso por nombre 'La Rosca Encantada'. Fue algo que el Rulo no pudo tolerar." (La guerra de los panes)
A partir de la identidad particular, la cual está nutrida de hechos cotidianos y casi intrascendentes, se participa de lo universal.
"Bueno, los Perfectos de Florida eran como los Perfectos de cualquier otro barrio, así que cualquiera puede imaginárselos." (El club de los Perfectos)
En otro aspecto, la narrativa de Graciela Cabal es un reflejo de nuestra sociedad y sus mitos. En La Señora Planchita, hace una sátira de la actitud obsesiva de ciertas mujeres por cumplir con sus tareas domésticas. A través de la parodia, Cabal nos muestra un modelo de mujer reconocible en cualquier barrio:
" (...) Porque ella era una mujer de plancha diaria. Ella no era de ésas -y la imagen de su cuñada otra vez se le hizo presente- que en vez de planchar cuelgan todo chorreando. (...) De ninguna manera. Ella planchaba cosa por cosa, con rociador y almidón casero. Y planchaba todo. Hasta las medias de nylon (con la plancha fría, pero las planchaba)."
Más allá de todo, ¿podemos definir cómo y quiénes somos? Vale al respecto citar una frase de Octavio Paz: "Nuestras raíces son europeas, pero nuestro horizonte es la tierra y la historia americanas", afirma en América se interroga.
Rasgos culturales, sociales, políticos y económicos nos unen en un mismo Tercer Mundo, donde convivimos con la marginación y la pobreza. Tenemos una identidad continental. Igual que muchos de ellos, padecimos dictadores que se repitieron por décadas haciendo alarde de la violencia, la persecución y la muerte.
"(...) había una vez un país muy alegre y entretenido, donde las personas daban muchas opiniones sobre la manera en que querían vivir (...) Fue por eso que apareció el Tirano. O Déspota. O Dictador. Tiene muchos nombres. (...) como el Tirano no escuchaba las opiniones de los demás, empezó a hacer barbaridades. (...) El que no estuvo de acuerdo marchó preso. O fue expulsado del reino. O intentó irse antes de que lo expulsaran. O se quedó muy quietito, con sus ideas bien guardadas (...)."
El texto de Había una vez un tirano, de Ana María Machado, reaviva temas que aparecieron antes en Elsa Borneman, Un elefante ocupa mucho espacio; Graciela Montes, Irulana y el ogronte; Laura Devetach, La torre de cubos; Olga Drennen, Wunderding y otros escalofríos, para nombrar sólo algunos autores.
La vida palpita en nuestra literatura, ya sea infantil o para adultos, y Latinoamérica también es nuestro espejo.
Dice al respecto Carlos Fuentes, en La nueva novela hispanoamericana: "Los latinoamericanos son hoy contemporáneos de todos los hombres. Y pueden, contradictoria, justa y hasta trágicamente, ser universales escribiendo con el lenguaje de los hombres del Perú, Argentina o México. Porque, vencida la universalidad ficticia de ciertas razas, ciertas clases, ciertas banderas, ciertas naciones, el escritor y el hombre advierten su común generación de las estructuras universales del lenguaje."
Pero hoy más que nunca, el fenómeno de la globalización cuestiona esa posibilidad de supervivencia de la literatura latinoamericana y argentina con características propias. Nuestra identidad está siendo avasallada por la industria cultural.
Sin embargo, todavía nos queda un valioso espacio de resistencia: la creación artística, la palabra. Frente al avance de la homogeneización de la diversidad, estamos nosotros, tal como somos, con nuestra historia y nuestros sueños. Ese será el territorio que tenemos que defender. Y ese será nuestro aporte al maravilloso mundo de la cultura que sólo se enriquece con la voz de todos.
Nota de Imaginaria
Los datos bibliográficos de los libros infantiles citados por Claudia Sánchez son:
-
Azul la cordillera. María Cristina Ramos. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1995. Colección Novela.
-
El club de los Perfectos. Graciela Montes. Ilustraciones de Eleonora Arroyo. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1989. Colección El Pajarito Remendado.
-
El monte era una fiesta. Gustavo Roldán. Buentos Aires, Ediciones Colihue, 1984. Colección Libros del Malabarista.
-
Había una vez un tirano. Ana María Machado. Ilustraciones de Veronica Leite. Traducción de Rosa S. Corgatelli. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2002. Colección Biblioteca Ana María Machado.
-
Irulana y el ogronte (un cuento de mucho miedo). Graciela Montes. Ilustraciones de Claudia Legnazzi. Buenos Aires, Gramón-Colihue,1995. Colección Los cuentos del Ratón Feroz.
-
La guerra de los panes. Graciela Montes. Ilustraciones de Elena Torres. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1993. Colección Pan Flauta.
-
La Señora Planchita y un cuento de hadas pero no tanto. Graciela Cabal. Ilustraciones de Elena Torres. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999. Colección Pan Flauta.
-
La torre de cubos. Laura Devetach. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1985. Colección Libros del Malabarista.
-
Los cuentos que me contaron. Javier Villafañe. Caracas, Universidad de los Andes, 1970.
-
Sapo en Buenos Aires. Gustavo Roldán. Ilustraciones de Myriam Holgado. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1989. Colección El Pajarito Empilchado. Reedición: Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1989. Colección Libros del Malabarista.
-
Un elefante ocupa mucho espacio. Elsa Bornemann. Ilustraciones de Nora Estela Torres. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1996. Colección Torre de Papel, Serie Torre Azul.
-
Wunderding y otros escalofríos. Olga Drennen. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1990. Colección Serie Negra.
Claudia Sánchez (claudiahsanchez@fibertel.com.ar) es Profesora en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Se especilizó en Literatura Infantil y Juvenil y se capacitó en Coordinación de Talleres de Lectura y Escritura para adolescentes y adultos. Coordinó talleres de escritura para niños a través de editoriales y dictó seminarios de capacitación docente en el nivel terciario. Desde 1992 hasta 1995 colaboró en la sección "Libritos" del Suplemento Cultural del diario El Cronista, en crítica de libros para niños y jóvenes.
Además de escribir ficción para niños y adolescentes, se dedica a la investigación de Literatura infantil y juvenil y a la crítica literaria. Participó en mesas redondas y realizó ponencias en congresos sobre la especialidad. Actualmente se desempeña como profesora de Lengua y Literatura, y Literatura Hispanoamericana y Argentina en el nivel secundario. Integra la Comisión Directiva de ALIJA (Asociación del Libro Infantil y Juvenil de Argentina).
Artículos relacionados: