61 | LECTURAS | 3 de octubre de 2001

Literatura y biblioteca: hacia el lugar donde los fragmentos se unen

por Elisa Boland
Ilustraciones de Douglas Wright

Ilustración de Douglas Wright

Los lectores son viajeros

A mi modo de ver, las lecturas más interesantes son las que surgen a partir de una suma de lecturas. A tal punto esa suma, con leyes propias, nos compromete, que creemos recordar dónde se inició el recorrido, pero nos cuesta descifrar por qué llegamos a donde llegamos y cómo seguiremos.

"Los lectores son viajeros -dice de Certeau-: circulan sobre las tierras del prójimo, nómadas que cazan furtivamente a través de los campos que no han escrito..."(1), y como ya decía Borges una lectura difiere de otra más por la forma en que se lee que por el texto.

Con fruición, con aparente lógica o insensatamente andamos por los anaqueles. A tientas o a sabiendas nuestros ojos viajeros se posan sobre los cantos de los libros, a veces como palomas, a veces como aves de rapiña, y siempre buscando indagar aquello que no sabemos todavía. Olfato, sagacidad, astucia, espíritu curioso; cómo nombrar a esta ¿actitud?, ¿habilidad?, que no siempre depende exclusivamente de nosotros y nos conduce al asombro en cada descubrimiento o hallazgo vislumbrado.

Quien ronda un libro, creo, ronda un tema; se está anticipando a lo que quiere leer, a lo que quiere hacer emerger del texto y de sí mismo.

De alguna manera intento explicarme esta especie de circulación individual por las lecturas o de las lecturas por mí, esta especie de propio consumo de los textos. De ahí en más, me esfuerzo por hacer que estos descubrimientos personales, y para mí valiosos, sean también un camino para otros dispuestos a hacer viajes por la lectura.

Decía que quien ronda un libro, ronda un tema, y por eso me aventuré en algunos temas que me interesaban en sí mismos, o porque me permitían acceder a otras cuestiones desconocidas. Un tema inicial puede estallar en insospechados caminos y, a su vez, llevarnos a nuevos comienzos.

Quisiera dar muestra de mi circulación personal por los libros y de una deliberada circulación compartida con niños y adultos. Como docente o bibliotecaria, "leo para mí, con otros, para otros"(2). Encuentro vínculos, entre los textos y yo, primero o a la vez que descubro posibles relaciones de los otros con ese texto.

Busco vincular los lectores con esas lecturas y en definitiva, que hagan descubrimientos en la literatura y en la vida. Indago en mi propia vida.

Pensar "en el lugar de la biblioteca y los bibliotecarios en la circulación y consumo del texto literario" me lleva a indagar acerca del valor de la lectura de literatura en la vida de los lectores. Y de cómo sería primordial el trabajo de los bibliotecarios en la biblioteca, como terreno propicio para la circulación de la literatura.

En mi indagación confluyen, invariablemente, la docente (de futuros bibliotecarios), la bibliotecaria y la lectora. Mi experiencia y mi reflexión sobre la práctica, que me ha permitido tener una mirada sobre las escenas de los niños, especialmente, también de los adultos, en relación con los libros y la lectura de literatura.

Una mirada donde la docencia y la bibliotecología se unen como en un cruce de saberes y experiencias, sin las cuales no hubiese podido andar los caminos que recorrí por la literatura y las bibliotecas.

Me referiré a la figura de los bibliotecarios, y a la biblioteca como un lugar para que se produzcan los lazos con la lectura.


El bibliotecario es viajero y es guía

Ilustración de Douglas Wright

Cómo referirme al perfil del bibliotecario. Pienso en un atento observador de toda la información que circula por el mundo, observador y cazador. Pienso en un bibliotecario o en una bibliotecaria lectores, que han descubierto los recorridos de la lectura que les revela el verdadero sentido de esta profesión.

Aquellos bibliotecarios que tienen un interés por la lectura y que han reflexionado sobre el tema y esto los lleva a tener un compromiso personal, a realizar una acción individual, muchas veces, pero vinculado a un interés colectivo.

Una bibliotecaria o bibliotecario que comprende que leer es conocer, es descubrirse a sí mismo, y aunque no lo explicite -no es necesario que lo haga- en algún lugar lo sabe y lo hace surgir para los otros; una cualidad, un conocimiento que se pone en juego cada vez que elige un libro para sí, cuando elige y selecciona para otros. Ellos saben, a veces sin formularlo en palabras, lo que cada libro podría ayudar a revelar en los lectores, asiduos o potenciales.


Literatura, libros y bibliotecas para niños: como un campo específico

Tenemos que partir de la idea de que la existencia de lectores es un hecho social, que se caracteriza por relaciones específicas entre los lectores, las obras literarias y un campo cultural donde se imponen las maneras de apropiación de la literatura y su lectura.

Voy a referirme a un recorte posible dentro de la Bibliotecología, que está muy vinculado a la literatura y a los libros para niños, pero no en un espacio cualquiera, sino en la bilioteca pensada como un lugar de encuentro entre los chicos y la lectura.

Me resulta difícil hablar de bibliotecas por separado sin la relación que siempre establezco con la literatura y los libros para niños.

En las clases ha resultado valioso incorporar el concepto de campo que aporta Bourdieu, para pensar el tema y explicitar algunos problemas.

Bourdieu define el campo como un espacio de juegos históricamente constituidos, como sistemas de posiciones, con leyes que le son propias. Pensar en campos para este autor es pensar relacionalmente. Intento explicar que cuando se habla de literatura infantil o bibliotecas para niños nos estamos refiriendo a una cuestión compleja, que involucra a una diversidad de sujetos y de instituciones que entrarían en juego. La literatura infantil no se reduce a un niño y a una abuela que le cuenta un cuento cada noche, aunque también eso tiene cabida en este campo, y las bibliotecas para niños no son sólo un sector y una clasificación que contempla la inclusión de libros que les están asignados, es mucho más que eso y para quienes nos dedicamos al tema es importante reconocerlo.

Retomando a Bourdieu, un campo se define por algo que está en juego y gente dispuesta a jugar, dotada de conocimiento y reconocimiento de las leyes propias del juego, de lo que está en juego. En este caso, la lectura de literatura y los niños, y los adultos que se ven involucrados: escritores, editores, docentes, libreros, padres, abuelos y bibliotecarios. Sujetos vinculados a instituciones, en este caso la biblioteca.

Y, además, la participación del mercado.

Un campo, en este caso el de la literatura y los libros para niños, tiene, además, una especificidad dada por un capital (cultural, social o simbólico) e intereses que hay en juego.

Capital como conjunto de bienes acumulados que se producen, se distribuyen, se consumen, se invierten, se pierden.

Pero no todo bien constituye un campo, tiene que ser un bien buscado, apreciado. Tiene que constituirse un mercado en torno a ese bien para que surja un mercado específico. Pero el campo cultural funciona como "un mundo económico al revés", porque los principios son otros, son inversos al campo económico en tanto aparece un desinterés ante la ganancia frente a la búsqueda de beneficios inmediatos; la gratuidad contra la utilidad; el arte contra el dinero.

Cabe ahora establecer la relación entre este concepto de campo y los libros, la literatura para niños y la lectura en la biblioteca.

Pensemos en el papel del bibliotecario como mediador, en los funcionarios que dirigen la institución, en los docentes que establecerán, o no, el nexo entre la escuela y la biblioteca, en los fondos destinados para la creación y mantenimiento de las bibliotecas; en la idea de infancia y de niño, especialmente, que estos adultos poseen y desde la que toman las decisiones de recomendar los libros. Pensemos, también, en el mercado editorial que presiona para difundir sus publicaciones, y en el olvido de los bibliotecarios de que pueden y deben incidir en las decisiones de los libros que se compran y se recomiendan. Imaginemos todo lo planteado conviviendo en una tensión permanente.

Así podemos observar que hablar de libros y bibliotecas para niños no es tan ingenuo, existen en este campo intereses que se ponen en juego, y reglas que hay que saber para poder jugar. A partir de ahí, podríamos, creo, empezar a pensar todo lo demás.


Las Bibliotecas Infantiles

Ilustración de Douglas Wright

Recordar algunos hitos de los orígenes de las bibliotecas para niños puede ser oportuno para hacer una especie de genealogía, como forma de indagar los procesos que han hecho posible en la historia una configuración del presente.

Acercarse a la idea de niño y de literatura según las épocas permitirá comprender aspectos de las distintas modalidades de producción, circulación y apropiación de los textos: quiénes escribían, quiénes leían y a quiénes; qué era leído o narrado; cuándo se comienza a pensar en un libro para niños, qué se les censura y de qué lecturas se apropian.

Continúo señalando la imposibilidad de separar los libros y la literatura, de las bibliotecas destinadas a los niños.

Sabemos que el libro para niños comienza a pensarse a partir del siglo XVIII en Europa cuando la escolarización: libro pedagógico, didáctico, moralizante, religioso. Antes de esa época no existía un concepto de infancia tal como lo entendemos hoy y, por lo tanto, no se pensaba en libros para niños especialmente. Los niños se apropiaban de la literatura, oral o escrita, que circulaba entre los adultos, dependiendo de los ámbitos o la clase social a la que pertenecían.

Recién en el siglo XIX se afianza el concepto de "libros para niños" y literatura infantil, y se piensa en un espacio de la biblioteca que los incluya. En la Argentina también se observan situaciones parecidas y, someramente, podemos establecer a grandes rasgos diferencias entre autores renovadores dentro del género, que ponen el acento en lo literario y otros autores que siguen una línea más conservadora, ligada a lo didáctico moralizante. En ambos casos, la escritura responde a las representaciones de infancia y de literatura para niños que estos adultos han construido, y lo que consideran que debe ser leído y transmitido o no entre los niños.

Llegamos así a lograr un territorio específico, con escritores, libros y bibliotecas. En la Argentina, en la segunda mitad del siglo XIX, luego de su experiencia en otros países (recordemos que en el siglo XIX la biblioteca infantil era una institución ya arraigada en los Estados Unidos, que se traslada a Europa) Domingo F. Sarmiento llevó adelante la creación tanto de escuelas y bibliotecas públicas (que él denominó populares), como de bibliotecas, para maestros y para niños, en las escuelas. Consideraba de vital importancia que los niños, una vez alfabetizados, se apropiaran del gusto por la lectura.

Este fue el objetivo de la Ley de Protección de Bibliotecas Populares (Públicas) de 1870. De alguna manera, podemos decir que fue uno de los primeros en pensar a los niños como lectores y en libros destinados especialmente para ellos, e instalar el germen de la biblioteca infantil. Habrá que transitar casi un siglo para empezar a pensar, al menos en la Argentina, en una biblioteca para niños que no forme parte de la escuela.


Lectura, literatura y biblioteca o dónde jugar el juego y empezar el viaje

Ilustración de Douglas Wright

La biblioteca es un lugar físico que guarda libros y atesora documentos. La biblioteca es una institución social. Desde los usuarios surgen preguntas: ¿cómo vencer el temor a entrar a la biblioteca?, ¿cómo me pongo en contacto con un libro?, ¿dónde están los libros?, ¿cómo los pido?, ¿me permitirán buscar y darme cuenta de lo que necesito encontrar?, ¿cómo busco?

Como institución mediadora, la biblioteca impone, difunde, legitima, censura o desconoce el material que ofrecerá a los llamados usuarios, a través de las actividades que les proponga o de la oferta llana de sus instalaciones.

En este terreno de convivencia entre los adultos y los niños también se establecen tensiones: entre el gusto espontáneo sobre ciertas lecturas y las imposiciones, entre los deseos ignorados y los descubrimientos, entre los silencios reprobatorios y las miradas estimulantes, entre las preguntas de los chicos y los saberes del bibliotecario para orientarlos, entre las censuras y las recomendaciones acertadas en el momento oportuno. Todas, cuestiones obvias, y hasta elementales, pero no siempre tenidas en cuenta cuando la curiosidad prodigiosa de un chico no es suficiente para poder acceder a la lectura.

Necesitamos la figura del bibliotecario para crear los lazos.


La lectura de literatura como un viaje hacia sí mismo

Ilustración de Douglas Wright

Podríamos hacernos algunas preguntas: ¿por qué leer? o ¿para qué leer literatura?

La lectura es un proceso por el cual se relacionan una obra con un autor. La recepción del texto es una experiencia estética y por lo tanto social, porque se da en la cultura y según pautas, modelos de identificación y reglas sociales de funcionamiento, pero también es una experiencia íntima y personal, donde cada lector dialoga con el texto de manera única, donde el texto literario es como una red de conexiones, es escritura y es lectura. Es una superficie donde se tejen los lazos de sentido de dos subjetividades. Donde además del efecto buscado por el autor, el lector, con su actividad de lectura provoca el diálogo a partir del horizonte de sus experiencias, intereses, deseos, necesidades, conectados con su historia.

Cuando descubrimos en las lecturas una cosa de acuerdo con el propio gusto nos estamos descubriendo. Como dice Bourdieu, "tiene que ver con esa armonización que llega a producirse entre la expectativa y la realización. Cuando encontramos una lectura, un recorrido de lecturas, que nos interesa, nos apasiona, quizá tiene que ver con que descubrimos lo que queríamos decir y no sabíamos cómo..."(3)

Isak Dinesen, la escritora -según señala Gloria Pampillo-, "descubrió que se puede hacer arte con la vida, pero no se puede volver la vida un arte (...)" y cita los siguientes versos de la escritora: 'Se puede soportar todo el dolor si se lo pone en una historia o se cuenta una historia de él'".(4)

Con la memoria, somos capaces de recuperar nuestra identidad. Paul Ricoeur señala que la gente y las comunidades desarrollan su identidad relatando historias de las que son protagonistas. En uno de sus libros se pregunta "¿cuál es la contribución de la poética del relato a la problemática del sí mismo?"(5)

Con la lectura el lector se apropia de los significados vinculados al héroe ficticio y a la acción también ficticia.

A través del relato se pone de manifiesto un aspecto del conocimiento de sí mismo. Esa mediación narrativa es la que llevaría al lector a una interpretación de sí.

Con la apropiación de la identidad del personaje ficticio, el lector se apropia de esa interpretación de sí y motiva al lector para que ponga en juego su yo figurado, como ocurre con la identificación, pero superándola.

La recepción del relato que hace el lector da lugar a que se despliegue una variedad de modos de identificación. Así, mediante la identificación de un personaje, uno mismo, como lector, se somete a todo un ejercicio de variaciones imaginativas, que se convierten en las propias variaciones del sí mismo.

Al respecto, Michèle Petit, que ha indagado en el tema y se detiene en este aspecto superador de la mera identificación o proyección del lector en un personaje; lo describe como un proceso de simbolización, donde "el texto viene a liberar algo que el lector llevaba en él, de manera silenciosa", entonces, leer le permite "descifrar su propia experiencia."(6) En otro de sus trabajos, Petit dice que "esas frases que despiertan al lector pueden relatar experiencias cercanas a la suya. Pero nunca son tan operantes como cuando le ofrecen una metáfora de la situación, que le permite tomar distancia."(7)

El escritor checo Bohumil Hrabal escribe: "Nunca he deseado cambiar ni el lenguaje ni el mundo, y si he citado a Marx, o a Rimbaud, o a Mallarmé, fue siempre porque deseaba cambiar lo que tenía a mi alcance, esto es, a mí mismo."(8)

Cada texto "espera y reclama una lectura", no está cerrado, para Ricoeur esa posibilidad de imbricación que existe entre el texto y su lectura da como resultado una interpretación, que conlleva una apropiación. En tanto la interpretación de un texto "desemboca en la interpretación de sí de un sujeto que, a partir de ese momento, se comprende mejor, de otra manera o, sencillamente, comienza a comprenderse."(9)

Un ejemplo paradigmático puede ser La Odisea, donde Ulises como prototipo del hombre "viajaba hacia el centro, hacia Itaca, es decir, hacia sí mismo (...) Todos somos parecidos a él cuando nos buscamos, cuando deseamos llegar a la patria o al hogar, cuando tratamos de reencontrarnos con nosotros mismos."(10)

Podríamos también hacer una lectura del personaje de Penélope, que -a mi juicio- trasciende el papel de la esposa de Ulises para ser la encarnación del tiempo mismo que marca el necesario transcurrir para regresar siendo otro y él mismo a la vez.

Cuando Ulises regresa a Itaca después de veinte años se reencuentra consigo mismo y comienza a revelar su identidad frente a los demás. La nodriza, al lavarle los pies descubre la cicatriz de la infancia, es la primera en reconocerlo. Penélope lo pondrá a prueba: ordena que la nodriza traslade el armazón de la cama para que Ulises descanse. La construcción de una cama inamovible -porque es parte del tronco de un olivo que tiene sus raíces en la tierra- es un secreto compartido por ambos. La evocación y el relato de cómo él mismo construyó esa cama representa los derechos legítimos que la pareja tiene para reinar sobre Itaca y revela fehacientemente la identidad de Ulises ante Penélope.

Finalmente, Ulises va a ver a su padre, el anciano Laertes. A su padre no le basta con ver la cicatriz, entonces Ulises le relata que siendo él muy pequeño, Laertes le enseñó a cultivar la tierra, le regaló numerosos árboles y le enseñó sus nombres. A través de ese relato se reestablece el vínculo entre el pasado y el presente. Al escuchar este relato, de alguna manera, el tiempo es abolido por la memoria al seguir el hilo de la narración.


De la historia emerge el sujeto

Ilustración de Douglas Wright

Evocación, memoria y relato que se explicitan en el contar y leer historias nos ayudan a reconocernos, a aprehender el mundo, también a aquietar el dolor y aclarar el pensamiento.

En otro de sus libros Ricoeur se pregunta, nos pregunta: "¿no somos propensos a ver en tal encadenamiento de episodios de nuestra vida historias "no narradas (todavía)", historias que piden ser contadas"? (...) "Contamos historias porque al fin y al cabo, las vidas humanas necesitan y merecen contarse. Esta observación adquiere toda su fuerza cuando evocamos la necesidad de salvar la historia de los vencidos y de los perdedores. Toda la historia del sufrimiento clama venganza y pide narración."(11). Con la emergencia de la historia, a través de la escritura o de la lectura, emerge el sujeto.

Es allí, en ese punto, donde se encuentran el lector y el bibliotecario. Donde además el bibliotecario descubre los circuitos que habrá de recorrer con otros, donde finalmente los fragmentos se unen.


Notas

1) De Certeau, Michel. La invención de lo cotidiano. 1. Artes de hacer. México, Universidad Iberoamericana, 1996; pág. 187.

2) Boland, Elisa. "Las lecturas del docente, itinerario de un viaje" En: La Mancha Nº10; Buenos Aires, noviembre de 1999.

3) Bourdieu, Pierre. Sociología y cultura. México, Grijalbo/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1984. Colec. Los Noventa; pág. 182.

4) Pampillo, Gloria. Permítame contarle una historia. Narración e identidad. Buenos Aires, Eudeba, 1999; pág.132.

5) Ricoeur, Paul. Historia y narratividad. Barcelona, Paidós/I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1999; pág.223.

6) Petit, Michèle. "Lectura literaria y construcción de sí mismo", ponencia presentada en la Universidad Nacional de Buenos Aires (Buenos Aires, abril de 2000. Evento organizado por ALIJA/Embajada de Francia).

7) Petit, Michèle. "Del espacio íntimo al espacio público", ponencia presentada en la Universidad Nacional de La Plata (La Plata, provincia de Buenos Aires, abril de 2000. Evento organizado por ALIJA/Embajada de Francia).

8) Hrabal, Bohumil. Quién soy yo. Barcelona, Destino, 1992. Colec Ancora y Delfín, N° 686; pág. 13-14.

9) Ricoeur, Paul. Op.cit.; pág. 74.

10) Ricoeur, Paul. Op.cit.; pág. 208.

11) Ricoeur, Paul. Tiempo y narración I; Configuración del tiempo en el relato histórico. México, Siglo XXI, 1995; pág.144-145.


Bibliografía

  • Altamirano, Carlos y Sarlo, Beatriz. Literatura/Sociedad. Buenos Aires, Edicial, 1993.

  • Bourdieu, Pierre. Sociología y cultura. México, Grijalbo/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1984. Colección Los noventa.

  • Boland, Elisa. "Las lecturas del docente, itinerario de un viaje". En: La Mancha Nº10; Buenos Aires, noviembre de 1999.

  • Pampillo, Gloria. Permítame contarle una historia. Narración e identidad. Buenos Aires, Eudeba, 1999.

  • Ricoeur, Paul. Historia y narratividad. Barcelona, Paidós/I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1999.

  • Ricoeur, Paul. Tiempo y narración I; Configuración del tiempo en el relato histórico. México, Siglo XXI, 1995.


Portada de "La Mancha" N° 13Este artículo fue presentado en las 1ras. Jornadas de Mediadores entre Libros y Lectores "Literatura para niños y adolescentes: producción, circulación y mediadores", realizadas en la ciudad de Córdoba en septiembre de 2000. Para su publicación en Imaginaria, fue extraído, con autorización de los editores, de la revista La Mancha N° 13; Buenos Aires, noviembre de 2000.

 


Elisa Boland es Profesora en Letras y Bibliotecaria. En 1996 obtuvo el Premio Pregonero como Bibliotecaria por su labor en la difusión del libro y la literatura para niños. Desarrolla su actividad docente en el Instituto Superior de Formación Docente Nº 8, de la ciudad de La Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina), en la carrera de Bibliotecología. Es miembro del Comité de Dirección de la Revista La Mancha desde 1998. Fue Presidenta de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina), desde julio de 1997 hasta septiembre de 2001. Es autora de artículos de su especialidad, y del libro Listas bibliográficas sobre literatura infantil y juvenil (Buenos Aires, Ediciones Novedades Educativas, 1998). Actualmente trabaja como Coordinadora de Capacitación del Programa Nacional "Creando Lazos de Lectura" organizado por la Conabip (Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares).


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