58 | BOLETÍN DE A.L.I.J.A. (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) | 22 de agosto de 2001

"Donde el diablo perdió el poncho"
Crónicas del Taller del Discutidor en la Feria del Libro

Dibujo de Douglas Wright
(Ilustración de Douglas Wright)

Sexta entrega

Auspiciado por ALIJA, durante la 27° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se presentó la quinta edición de "El Taller del Discutidor". Este año, el espacio, coordinado por el licenciado Eduardo González –y ya convertido en un "clásico" de la Feria–, se subtituló "Donde el diablo perdió el poncho" y la temática para los encuentros giró en torno a los orígenes y saberes de lo popular en el teatro, la historieta y la literatura. El Taller contó con la presencia de destacados invitados como Graciela Cabal, Mercedes Mainero y Joel Franz Rosell entre otros.

Continuamos con la sexta de las crónicas sobre lo sucedido en el Taller, narrada por el mismísimo Discutidor:

Círculo Sexto

A donde viven los que expropian las calles, los que actúan y ganan espacios al gris, los dueños de la magia y los eternos buscadores del tiempo perdido.

El sexto círculo del infierno a donde el diablo perdió el poncho empieza en una calle empedrada que se pierde en el infinito. Es otoño y las hojas secas danzan enredándose en nuestros pasos. Hay niebla. La radio se escucha a lo lejos. No hacen falta micrófonos, la voz de Jorge Dubatti nos rescata del silencio. Se levanta el telón imaginario del teatro callejero. El maestro Dubatti viene desde lejos buscando el tiempo perdido y empieza el relato. Nos cuenta que el teatro callejero es anterior al mismo Diablo. Thespis, director de teatro del siglo VI a.C., ya recorrió "las calles" de Grecia.

A pesar de haber pasado tanto tiempo y tantas cosas, hay elementos esenciales del teatro que no se pierden, que se mantienen intactos aún en una cultura que tiende a globalizar y aislar. Porque el teatro es aurático. Así nos dice el maestro con orgullo. A pesar de Internet, del video y los medios, el teatro necesita de la presencia real, aquí y ahora, del actor frente a su público. También necesita de un espacio, de una territorialidad.

En el caso del teatro callejero la territorialidad es una apropiación del espacio cotidiano; entonces el maestro nos hace pensar cuándo un acto se convierte en acto dramático y nos deja picando una pregunta: si en la calle un chico está haciendo malabares mientras el semáforo detiene a los coches, ¿es teatro callejero?

Y en ese momento pensamos en el teatro medieval, el drama litúrgico y el teatro profano, la commedia dell' arte, en Shakespeare, Moliere, Bread and Puppets y tantos otros.

Dubatti hace malabares con las palabras, juega con fuego y arriesga una definición y nos dice que para que sea teatro tiene que existir un elemento ficcional que produzca una ruptura con la realidad.

Después de andar largo rato por los territorios del teatro callejero llegamos a Barracas. Allí nos esperan Los Calandracas y el Grupo Barracas. Dubatti nos cuenta la experiencia de un grupo de vecinos que elige la solidaridad, la amistad y el esfuerzo común para llevar adelante un espectáculo.

Si antes hemos hablado de la característica aurática del teatro es mejor que cada uno viva la experiencia. Por eso el maestro nos "tira" un dato, "una fija": Domingo, 15 horas, Osvaldo Cruz 2300. Quien se anime vaya a ver de qué se trata esto del teatro callejero.

El maestro se despide con la promesa de volver a encontrarnos con él en la radio, en su excelente País cultura, un programa que, también los domingos, nos saca del letargo y la melancolía de una realidad que por momentos nos abruma.

Y llegamos al final de la calle del sexto círculo. Atrás, en la niebla, se escuchan sones de murga y bullicio popular, una música que nos da fuerza para seguir adelante.

Eduardo González


Eduardo González (aned@arnet.com.ar) es maestro y licenciado en Psicología. Realizó estudios de Composición y trabajó como músico en grupos de teatro para niños. Fue columnista en Radio El Mundo y FM News. Actualmente es psicoanalista de niños y adolescentes; asesora en escuelas y dicta seminarios articulando la literatura infantil y juvenil con el género policial. Como escritor ha publicado cuentos policiales en la revista A-Z diez y es autor de Cementerio Clandestino (Ediciones Colihue) y El fantasma de Gardel ataca el Abasto (Grupo Editorial Norma).


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