47 | FICCIONES | 21 de marzo de 2001

Viva el miedo

por Cristina Portorrico y Silvia Portorrico

Portada de "Viva el  miedo"Texto extraído, con autorización de las autoras, del libro Viva el miedo, de Cristina Portorrico y Silvia Portorrico. Ilustraciones de Giovanni Cabrera (Bogotá, Panamericana Editorial, 1997. Colección Primer Acto. Teatro Infantil y Juvenil).

Personajes

SATURNINA, bruja.
MORTAJOSO, ayudante.
TOMÁS, niño de diez años.
MARTINA, niña de nueve años.
CARLITOS, niño de diez años.
ABUELA.

El escenario está dividido en dos espacios dramáticos: el laboratorio de Saturnina es un recinto lúgubre, cubierto de telas de araña. Un móvil de gran tamaño, formado por pequeñas calaveras, cuelga cerca de la puerta. Una olla enorme hieve en el centro del escenario y en un lugar apartado se ven tres velones. Una ventana al fondo por donde pueden entrar y salir los personajes.

La habitación de Martina y Tomás tiene una decoración típica para los niños de sus edad. Un televisor de utilería colocado de manera tal que la bruja pueda entrar y salir de su pantalla. Una ventana.

Escena I
Laboratorio de Saturnina

(Saturnina entra y se acerca a la olla arrastrando una valija muy vieja y desvencijada: la abre. En su interior hay de todo: mechones de pelo, pezuñas, ojos en formol, ranas disecadas, etc. Echa en la olla lo que va mencionando.)

SATURNINA. —Bigotes de gato, con alitas de murciélago... (Piensa.) Patita izquierda de araña con pico de mosquito. (Toma una araña de la valija y le quita una pata, lo mismo hace con el mosquito.) Nariz de serpiente, antena derecha de cucaracha y una hilacha. ¡Listo! (Busca en un gran estante un botellón que contiene un líquido espeso.) Saliva de ratón durante varios años recogida. ¡Qué fácil es, un hechizo vale tres!

(Explosiones, truenos y relámpagos se suceden dentro del laboratorio, luego todo queda en silencio. Saturnina se acerca a la ventana y mira. Algo le molesta.)

SATURNINA. (Enojada.) —¡Diablos! ¡Cuervos y sapos! (Enciende los velones al tiempo que invoca muy molesta.) ¡Ratones sin lengua! ¡Escarabajos sin dientes! (Saca su varita y como poseída.) Que en este momento cambie el viento y lo nuevo se vuelva viejo, el gordo flaco y lo breve vasto. ¡Asimisosucusero que todo todo vuelva a cero! (Se ríe con unas carcajadas espantosas. Toma su escoba y se para en el borde de la ventana para salir volando, cuando lo intenta cae a la calle, saliendo de escena.) ¡Aaaaaaaaaaaaah!

(Se oye el golpe que se da contra el piso. Luego de unos instantes Saturnina entra nuevamente por la ventana totalmente desaliñada. Con rabia se dirige al teléfono y marca.)

SATURNINA. —¿Hola? ¿Mortajoso? (Escucha.) ¡Nada! Que estoy aquí y que estos conjuros que me dio, no sierven ni para callar a un mudo. (Escucha.) Bueno, ¡véngase! A ver si terminamos con este asunto antes de que amanezca. Pero tiene que venir ya. (Cuelga.)

(Al instante entra Mortajoso que se tropieza y cae con gran estrépito.)

MORTAJOSO. (Se incorpora sacudiéndose.) —Siempre tropiezo con esta sombra.

SATURNINA. —¿Qué cuenta?...

MORTAJOSO. (La mira serio y comienza a relatar.) —El origen del universo ha sido siempre un enigma.

SATURNINA. —Eso no es novedad.

MORTAJOSO. —Al principio..., hace unos quince millones de años, sólo existía el gran huevo cósmico...

SATURNINA. —¿Y qué?

MORTAJOSO. —Toda la materia y la energía estaban concentradas en el huevo.

SATURNINA. —Vamos al grano, Mortajoso. No nos queda mucho tiempo. (Mortajoso ha quedado alucinado en sus cavilaciones, Saturnina lo sacude.) ¡Mortajoso! ¡Mortajoso!

(Durante su relato se oyen sonidos cósmicos y giran luces multicolores.)

MORTAJOSO. —¡Un día a causa de la presión interna y las altas temperaturas, esa masa de energía estalló y esparció polvo y gases en todas las direcciones del espacio!

SATURNINA. —¿Se siente bien?

MORTAJOSO. —¡Millones de años después la materia empezó a reunirse! Aparecieron las estrellas, se agruparon en constelaciones. ¡Y las constelaciones en galaxias! ¡Y la fuerza con que fue lanzada la materia, persiste; los miles de millones de galaxias se alejan unas de otras a una velocidad de miles de kilómetros por segundo! (Se abraza a Saturnina.) ¡Ay, colmillos de vampiros! ¡Qué miedo me da!

(Fin del sonido y las luces.)

SATURNINA. —No hable así Mortajoso que se me caen los dientes del susto. (Escupe dos dientes. Luego va hacia el gran libro que se encuentra al lado de la olla hirviente.) Mire, el libro que me prestó, no sirve para nada.

MORTAJOSO. —¡No puede ser!

SATURNINA. —Hice los hechizos como indica el procedimiento y nada. Tal cual sigue ahí afuera el mundo.

MORTAJOSO. (Pensativo.) —¡Diablos!

SATURNINA. —Eso es lo que yo digo: Diablos.

Ilustración de Giovanni CabreraMORTAJOSO. (Muy decidido va hacia el libro.) —A ver. (Hojea.) Ahá..., ahá..., ahá... Mmmm..., ahá... (Se ríe exagerado.)

SATURNINA. (Mientras corta con un gran cuchillo dos sesos que tiene sobre una tabla de picar, y los va echando a la olla.) —¡Estoy muy preocupada Mortajoso! ¡Ya no quedan casi brujas!

MORTAJOSO. —Cierto.

SATURNINA. —¡Ni hadas!

MORTAJOSO. —Afortunadamente.

SATURNINA. —¡Ni siquiera un miserable gigante desdentón!

MORTAJOSO. —Verdad.

SATURNINA. —Todo está muy mal, y si seguimos así, lo más probable es que desaparezcamos (Se suena la nariz, enardece.) Y todo por culpa del computador y las tarjetas de crédito. Y la cibernética. Los niños ya no nos tienen en cuenta. (Tira de mal humor el último trozo de seso dentro de la olla.)

MORTAJOSO. —Déjese de lamentos, Saturnina, que me pone flojo y se me ablandan los poderes. (Se saca el sombrero y mira dentro.) Mire lo que hizo. (Saca del interior del sombrero una masa pegajosa.) Mi pobre poder de ilusión, mire como lo dejó. Esto sí que es triste.

SATURNINA. (Sacando su varita mágica.) —¡Por el gato remolón y el vampiro grandulón, que vuelva ya mismo de Mortajoso la ilusión! ¡Qué fácil es! ¡Qué fácil es, un hechizo vale tres! (No ocurre nada. Silencio. Saturnina afligida.) ¿Se da cuenta? ¿Hasta cuándo nos va a seguir pasando esto?

MORTAJOSO. —¿Y qué propone? (Vuelve a poner la masa en su sombrero.)

SATURNINA. (Va hacia el libro, lo repasa.) —Según parece lo único que nos hace falta es una niña para completar el hechizo.

(Acordes tenebrosos.)

Escena II
Habitación de Martina y Tomás

(Un gran televisor de utilería en la pared de manera que la pantalla no se ve, sólo luces y sonido. Está encendido y transmite a todo volumen un videoclip. Por la puerta entra Martina trayendo papas fritas y gaseosas en una bandeja, seguida por Tomás, su hermano.)

TOMÁS. —¿Te ayudo?

MARTINA. —No...

(Los dos se sientan en el suelo muy contentos, dispuestos a comer y mirar la tele; de repente se va la luz e inmediatamente vuelve a encenderse.)

TOMÁS. —¿Qué fue?

MARTINA. —¿Por qué todavía no llega la abuela?

TOMÁS. —No sé, ya tendría que estar aquí. Aunque conociéndola, a lo mejor se entretuvo con algo.

MARTINA. —¿A qué hora vuelven papá y mamá?

TOMÁS. —Cuando termine la película. (La luz se corta nuevamente.) Hay que buscar la linterna.

MARTINA. —¡Te ayudo!

TOMÁS. —¿Tienes miedo?

MARTINA. (Miente.) —No...

TOMÁS. —¡Vamos!

(En la penumbra los dos hermanos buscan la linterna. Tomás la encuentra y la enciende, Martina se sobresalta, Tomás le hace muecas para asustarla con la luz debajo de su rostro. Martina le patea el tobillo. Tomás salta de dolor. En ese momento la luz vuelve.)

MARTINA. (Aplaude con alegría.) —¡La luz! ¡La luz!

Escena III
Laboratorio de Saturnina

(Saturnina frente al Gran libro de los hechizos, lee con avidez, da vuelta a la página.)

SATURNINA. —A ver..., mmm..., esto puede ser interesante, tres pulgas viejas, ya muertas pero sin aplastar... (Alegre.) ¡Las tengo! ¡Las tengo! (Sigue leyendo.) Una pata de cucaracha momificada...

MORTAJOSO. (Que ha permanecido junto a ella.) —Esa la tengo yo. (Saca un frasquito de su bolsillo y se lo muestra a Saturnina.)

SATURNINA. (Mira el frasco y da el visto bueno; continúa leyendo.) —¡Hígado de elefante conservado en formol y tres gotitas de ácido miniaturizador petrificante! (Ríe.) ¡Fácil! Fácil y efectivo. (Busca el frasquito con las pulgas, lo destapa y tira las pulgas muertas a la olla.) Ahí van las pulgas.

MORTAJOSO. (Corta con una tijerita la pata de la cucaracha momificada.) —Ahí va la pata de la momia.

SATURNINA. (Echa el hígado y las tres gotitas de ácido.) —¡Qué fácil es! ¡Qué fácil es, un hechizo vale tres! (Gran explosión, Saturnina entre toses abre la ventana.) Ya vuelvo Mortajoso, alcánceme la escoba, voy a echar un vistazo. (Mortajoso le alcanza la escoba. Saturnina la toma un poco temerosa de volver a caer.) ¡Qué fácil es volar, qué facil es! Todo consiste en no dejar que el suelo se acerque a nuestros pies. ¡¡Ahí voyyyyy!!

(Y esta vez logra volar desaparenciendo así de escena, se oye sonido de avión. Mortajoso la saluda con la mano desde la ventana.)

MORTAJOSO. —Ahora sí lo logró. ¡Tenga cuidado! No vuele ni muy bajo ni muy..., muy... ¡Cuidado con las antenas de televisión...!

Escena IV
Habitación de Martina y Tomás

(Tomás lee. Martina mira el televisor, de pronto se reflejan en su cara luces extrañas.)

MARTINA. (Muy asustada, abre bien grandes los ojos tapándose la cara con las manos.) —¡No!

(Acordes dramáticos. Saturnina asoma su tenebrosa cabeza desde el interior del televisor.)

SATURNINA. (Desconcertada y rabiosa.) —Por los mil vampiros sin dientes.

MARTINA. (Frente al televisor la observa asustadísima por entre sus dedos que se abren para poder ver a la bruja.) —Tomás...

TOMÁS. (Abstraído en su lectura.) —Qué...

MARTINA. —¡Una bruja en la tele!

TOMÁS. (Que sigue sin mirarla.) —Qué bien...

Ilustración de Giovanni Cabrera

(Martina sigue observando a Saturnina que intenta salir del televisor protestando.)

MARTINA. —Tomás...

TOMÁS. —¿Qué?

MARTINA. —No quiero ver a la bruja.

TOMÁS. —No te preocupes, no existen. (Repentinamente Saturnina toma del brazo a Martina y la mete dentro del aparato. Tomás se da vuelta asombrado por lo que ve. Rápidamente se dirige hacia el televisor. Grita.) ¡Martina! (Lo golpea, se oye el sonido de avión que se aleja. Se asoma a la ventana y grita.) ¡Martiiiinaaaaa!

(Se oye en off la vocecita de Martina que se va alejando.)

OFF DE MARTINA. —¡Aquí Tomás! ¡Aquí! ¡Ayúdame! ¡Por favor, ayúdame!

(Tomás busca con su mirada en el cielo, pero ya no las puede ver.)

OFF DE SATURNINA. (Suelta risotadas escalofriantes.) —¡Juuuujuuuu! Por aquí, niño tonto. Por aquí. Hacia la Comarca de los Espíritusssss.

TOMÁS. —¿Era una bruja? ¡Sí..., era! Entonces, ¿existen?


Foto de Cristina y Silvia PortorricoCristina y Silvia Portorrico: "Nacimos en un barrio de Buenos Aires y crecimos rodeadas de duendes, hadas y dragones que habitaban la casa, gracias al empeño de nuestros padres por narrarnos cuentos a la hora de ir a dormir. Con los años, Cristina eligió ser actriz, escritora y guionista de televisión. Silvia, en cambio, prefirió enseñar, escribir para chicos, editar libros y ser guionista de televisión. ¿O era al revés?

"Lo que sí podemos afirmar con seguridad es que nos encantan las brujas, morirnos de miedo con un libro de terror y contar historias a los chicos. Una tarde, como lo hacíamos siempre, nos reunimos a tomar mate con galletitas y fue surgiendo Viva el Miedo, que Cristina había pensado primero para teatro, pero que después se convirtió en guión para televisión. Resultaron seis guiones con Saturnina y la Superabuela como protagonistas, que ahora están en un cajón a la espera de que algún día —con la ayuda de una poción y un pase mágico— puedan aparecer en la pantalla. Viva el miedo, es la adaptación para teatro de uno de esos guiones de T.V., realizada con la colaboración de Aldo Boetto. Y claro, es divertido pensar que muchos niños podrán disfrutar leyendo y representando la obra, tanto como lo hicimos nosotras escribiéndola."


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