36 | RESEÑAS DE LIBROS | 18 de octubre de 2000

Voces de infancia. Poesía argentina para chicos

Selección y notas de María de los Ángeles Serrano
Ilustraciones de Eleonora Arroyo.
Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2000.
Colección Los libros de Boris.

Portada de "Voces de infancia. Poesía argentina para los chicos"

En ocasión de la salida de Si ves un monte de espuma (Madrid, Anaya, 2000), comentábamos que la publicación de una antología poética es un hecho infrecuente en la edición de libros para niños y jóvenes. Recibimos entonces con entusiasmo la aparición de Voces de infancia.

Según las propias palabras de la antóloga —doctora en Letras y dedicada investigadora de la historia del género—, el libro "no pretende ofrecer un panorama completo y orgánico de nuestra poesía para los chicos, sino una selección espontánea." Sin embargo, en el espacio que le ofrece la obra, María de los Ángeles Serrano ha logrado reunir un interesante muestrario de la lírica argentina dedicada a los niños.

Hay en la selección una fuerte presencia de autores históricos (Enrique Banchs, Javier Villafañe, José Sebastián Tallon, Eduardo González Lanuza y Conrado Nalé Roxlo, entre otros), a los que se suman las contemporáneas María Elena Walsh, Elsa Bornemann, Beatriz Ferro, María Cristina Ramos, Laura Devetach, por citar sólo algunos ejemplos. No faltan tampoco aquellos autores menos conocidos pero que, a juzgar por las muestras incluidas en la antología, invitan a seguir conociendo su producción.

El libro contiene más de cien poemas agrupados bajo siete subtítulos: "Canto y juego"; "Del mundo de la infancia"; "Árboles, pájaros y otros amigos"; "Campo, pueblo, ciudad"; "Para llamar al sueño"; "Navidad" y "Despedida". Todo el trabajo de recopilación se complementa con un índice alfabético de autores más las notas bio-bibliográficas de cada uno de ellos. Las ilustraciones de Eleonora Arroyo, a modo de viñetas, acompañan con delicadeza al conjunto de poemas.

Recomendado para todo público, para leer en la intimidad y para deleitar a otros con la lectura de buena poesía.

Roberto Sotelo


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