Entre la espada y la rosa

De Marina Colasanti. Reseña por Marcela Carranza. «Una vez transferidos a las aulas los cuentos vieron sus alas cortadas, nos dice Colasanti. Sometidos al uso didáctico padecieron y aún padecen toda clase de mutilaciones destinadas a excluir cualquier elemento no coincidente con las representaciones vigentes acerca de «lo adecuado» para niños. Los cuentos de Colasanti parecen elegir el camino contrario erigiendo estos elementos perturbadores en material para sus historias.»

Marina Colasanti
Ilustraciones de la autora.
Traducción de Beatriz Peña.
Bogotá, Babel Libros, 2007. Colección Literaturas.

por Marcela Carranza

«Y fue así como, poco a poco, los cuentos de hadas se retiraron de aquellos salones donde propiciaban el placer intelectual de hombres y mujeres reunidos; se retiraron incluso de las salas más modestas donde la que cuenta historias hoy para hombres y mujeres reunidos es la televisión. Y aquellas narraciones, muchas veces con las alas cortadas, fueron transferidas a los salones de clase, donde las mujeres se convirtieron en profesoras, y a las habitaciones de los niños, donde las mujeres y sus hijos, libres por un momento del desprecio social, pueden viajar tomados de las manos por el infinito reino de lo maravilloso.» (1)

Pensar en el cuento de hadas, en su evolución a lo largo de los siglos, en su actualidad, es todo un desafío imposible de emprender en esta reseña; sin embargo reflexionar sobre el libro de Colasanti invita a retomar aunque sea en pocas líneas esta evolución. Los orígenes del cuento de hadas se remontan, según señaló Vladimir Propp (2), a las comunidades de la prehistoria. Ligados a los ritos surgieron estos relatos que circularon oralmente durante siglos hasta que con el surgimiento de la imprenta fueron llevados a la escritura y difundidos a través de ediciones populares. También los hombres de letras se interesaron por aquellos cuentos de campesinos: Giovanni Francesco Straparola, Giambattista Basile en Italia; Charles Perrault en Francia; Jacob y Wilhelm Grimm en Alemania; Alexandr Pushkin, Alexandr N. Afanásiev y Leon Tolstoi en Rusia, entre otros. El Romanticismo se adueñó del cuento de hadas y autores como E.T.A. Hoffmann y Hans Christian Andersen dieron cuenta de un modo de reescritura del género acorde a los desvelos de sus realidades socio-históricas. El patito feo; El soldadito de plomo; El cascanueces y el rey de los ratones junto a la novela de Carlo Collodi: Las aventuras de Pinocho, forman parte hoy de este corpus de relatos que llamamos cuentos tradicionales, cuentos de hadas, clásicos o cuentos maravillosos, sin prestar demasiada atención a las diferencias.

Los cuentos de hadas han tenido históricamente, al menos desde que el concepto de infancia se afianzara en el siglo XVIII, sus enemigos. Fueron censurados por ser considerados crueles, excesivamente fantasiosos e inmorales. Todo indicaría que hoy esto ha sido superado, sin embargo sobre los cuentos tradicionales siguen operando criterios de selección ocupados en filtrar aquellos relatos cuyos contenidos pudieran contradecir las ideas vigentes acerca de lo adecuado para un destinatario infantil; mientras que de los cuentos más conocidos se difunden adaptaciones, la mayoría de las cuales son obedientes a tales preceptos oficiales. Paradójicamente escritores y lectores no parecen haber abandonado nunca el género. Su recopilación y su reescritura han dado origen a buena parte de la literatura más difundida del siglo XX. La obra de Italo Calvino y las sagas de J.R.R. Tolkien, C. S. Lewis, Ursula K. Le Guin y J.K. Rowling, por nombrar algunas de las más famosas, abrevan en esta tradición que pareciera inagotable. 


Ilustración de Marina Colasanti para el libro
Entre la espada y la rosa

Marina Colasanti es un ejemplo de apropiación «fiel» del género a partir de la conservación de muchas de las características que definen el mundo del maravilloso y su lenguaje. Se trata de cuentos de hadas, con princesas y reyes, castillos y caballeros, situados en un pasado incierto y remoto, en un mundo donde existen caballos que se alimentan de oro y castillos hechos de aire. Pero se trata también de cuentos escritos en el siglo XX por una mujer poeta y periodista apasionada por la cuestión femenina. Las grandes contadoras de cuentos de hadas fueron siempre las mujeres, nos dice Marina Colasanti (3). El cuento maravilloso, afirma, es un género atravesado por la feminidad. Desde su punto de vista mujeres, niños y cuentos de hadas comparten un lugar minoritario en un mundo regido por los hombres. Como en toda su obra, también en Entre la espada y la rosa la mujer ocupa un rol protagónico. Así en el cuento que da nombre al libro una princesa a la que su padre pretende casar con el hombre que no ama se convierte en valiente guerrero barbado. En otro de los cuentos: «Una voz entre los arbustos», una joven astuta logra seducir al rey a través de un fingido silencio, pero a punto de ser desposada, ambos, rey y doncella, descubren el amor a través de las palabras. Mucho se le ha reprochado al género maravilloso la pasividad de sus personajes femeninos, sin embargo no todos los relatos tradicionales responden al modelo de la mujer sumisa y pasiva. En muchos cuentos populares la mujer es quien carga sobre sus hombros la resolución del conflicto e incluso se ocupa de liberar a los personajes masculinos. Podemos dar el ejemplo de «Los siete cuervos», «Los seis cisnes» y «Los doce hermanos» recopilados por los hermanos Grimm (4), «El cerdo encantado», un cuento rumano (5), y «La zarevna rana» recopilado por Afanásiev (6). De este modo, es posible afirmar que Colasanti no hace sino reverdecer en el cuento maravilloso el componente femenino originalmente presente en estos relatos.


Ilustración de Marina Colasanti para el libro Entre la espada y la rosa

Una vez transferidos a las aulas los cuentos vieron sus alas cortadas, nos dice Colasanti. Sometidos al uso didáctico padecieron y aún padecen toda clase de mutilaciones destinadas a excluir cualquier elemento no coincidente con las representaciones vigentes acerca de «lo adecuado» para niños. Los cuentos de Colasanti parecen elegir el camino contrario erigiendo estos elementos perturbadores en material para sus historias. En «El reino por un caballo», el humor negro y lo escatológico se hacen presentes en un caballo que se alimenta del oro de las arcas del reino, y que una vez literalmente «dado vuelta» comienza a alimentarse de bosta y a defecar el oro antes engullido. Los finales de estos cuentos están lejos de obedecer la ley del final feliz. Una detallada descripción a través de imágenes poéticas del asesinato de la protagonista cierra el cuento «Como un collar», también en términos metafóricos de unión con el amor imposible, la muerte del joven timonel da conclusión al cuento «Rumbo a la estrella». Dos finales posibles para un mismo cuento: «Cinco cipreses, dos veces», ponen en evidencia la naturaleza ficcional del relato. «Pero un cuento es apenas un cuento, que yo cuento, recuento y transformo en otro cuento» afirma el texto que divide ambos finales.

Si definir las ambigüedades en pos de una supuesta mayor claridad para el lector infantil es otra de las reglas convencionalmente impuestas al cuento, los relatos de Colasanti hacen de la ambigüedad poética, la ausencia de cualquier explicación innecesaria y la economía del lenguaje la base sobre la que se asienta su original forma de narrar. Originalidad que supone el rejuvenecimiento de un género cuyas raíces se confunden con el nacimiento de la humanidad.


Ilustración de Marina Colasanti para el libro Entre la espada y la rosa


Notas

(1) Colasanti, Marina. «Y las hadas fueron a parar a la habitación de los niños». En: Fragatas para tierras lejanas. Conferencias sobre literatura. Traducción de Elkin Obregón. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2004. Colección Catalejo.

(2) Propp, Vladimir. Las raíces históricas del cuento. Traducción de José Martín Arancibia. Madrid, Editorial Fundamentos, 1987.

(3) Colasanti, Marina. Op. cit.

(4) Según señala J. Zipes, existen estudios según los cuales cuentos como «Los doce hermanos», «Los siete cuervos», «Los seis cisnes» dan cuenta de una situación de la Edad Glacial en la cual a las mujeres se las consideraba claves para dotar a la sociedad de participación e integración. «A las mujeres se les rendía culto como guardianas que dotaban a la vida de mantenimiento y continuidad. El cambio de las actitudes y conductas hacia las mujeres llevó a sociedades matrilineales en las cuales la intercesión de las mujeres daba lugar a la participación y al desarrollo de la sociedad.» En: Zipes, Jack. Romper el hechizo. Una visión política de los cuentos folklóricos y maravillosos. Buenos Aires, Editorial Lumen, 2001. Pág. 76.

(5) El cerdo encantado. Cuento rumano. Ilustraciones de Jacques Tardi. Madrid, Ediciones Generales Anaya, 1986. Colección Ratón Perez.

(6) Afanásiev, A.N. Ilustraciones de Ivan Y. Bilibin. Cuentos Populares Rusos II. Traducción de Isabel Vicente. Madrid, Editorial Anaya, 1986. Pág. 243-246.


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Un comentario sobre “Entre la espada y la rosa”

  1. liliana dice:

    quisiera conseguir este libro «Entre la espada y la rosa» de Marina Colasanti, por favor diganme donde lo puedo conseguir, pregunté en vario lugares y no lo tienen, desde ya gracias por la info. Liliana