Babayaga

BabayagaDe Taï-Marc Le thanh y Rébecca Dautremer. Reseña por Marcela Carranza. «Se trata de una bruja terrible que se alimenta de carne humana, preferentemente de niños, revolcándose por puro placer en los huesos de sus víctimas. Sin embargo, como suele suceder en la cultura popular, Yagá es un personaje ambivalente, ya que en algunos relatos la vemos colaborar con el héroe brindándole incluso alimento y hospedaje en su extraña morada.»
Taï-Marc Le thanh (texto) y Rébecca Dautremer (ilustraciones y diseño)
Traducción de P. Rozarena.
Zaragoza, Editorial Edelvives, 2004. Colección Álbumes.

Babayaga


Para comenzar a hablar de este libro me remitiré primero en forma breve a la protagonista. La bruja Baba Yagá es uno de esos personajes potentes, poderosos en imágenes poéticas que habitan la literatura popular desde hace milenios. Pertenece a la cultura de los pueblos eslavos y podemos hallarla como protagonista de muchos de los relatos que Aleksandr Afanásiev (1826-1871) recopiló entre los campesinos rusos en el siglo XIX.

Se la describe como vieja, huesuda y arrugada, y a menudo su nombre se ve unido al apelativo de “Pata Huesuda” dado que efectivamente una de sus piernas es un hueso. Se trata de una bruja terrible que se alimenta de carne humana, preferentemente de niños, revolcándose por puro placer en los huesos de sus víctimas. Sin embargo, como suele suceder en la cultura popular, Yagá es un personaje ambivalente, ya que en algunos relatos la vemos colaborar con el héroe brindándole incluso alimento y hospedaje en su extraña morada. Vive en una isba (1) en la profundidad del bosque que se levanta sobre dos patas de gallina. La isba gira incansablemente sobre sus patas, de allí que el héroe o la misma moradora antes de ingresar deba decir el conjuro: “Isba, isba detente con la pared trasera mirando al bosque y con la puerta hacia mí”. Alrededor de la isba de Yagá se extiende una valla de huesos humanos coronada por calaveras que emiten una potente luz en la oscuridad. Baba Yagá vuela montada en un almirez (2) y con una escoba borra en el aire el rastro de sus huellas. Como otros tantos personajes que se remontan a la antigüedad de los pueblos, Baba Yagá está vinculada a las fuerzas de la Naturaleza, su poder destructivo y regenerador; de allí que tres jinetes: uno blanco, uno rojo y uno negro: el día, el sol del crepúsculo y la noche oscura respectivamente, antecedan sus apariciones.

El ilustrador ruso Iván Bilibin supo retratar con maestría a tan sorprendente personaje en su ilustración de los cuentos de hadas rusos en 1899.

01-Bilibin
Baba Yagá del relato “Vassilisa la Hermosa”. Ilustración de Iván Bilibin (1899)

Babayaga de Edelvives es, podría decirse, tanto en el texto como en las ilustraciones una recreación de este personaje y particularmente de uno de los cuentos recopilados por Afanásiev: “La bruja Yagá” (3).

Se puede percibir en este libro cierta tensión entre un relato y un personaje que mantienen la fidelidad al folklore y al cuento popular, y un distanciamiento, generalmente teñido de humorismo, con elementos propios de nuestra cultura y discursos contemporáneos, sin llegar por ello a la parodia.

Se trata de un libro con ilustraciones muy bellas, impactantes y una edición exquisita de gran formato que “entra por los ojos” aún antes de comenzar la lectura.

El relato, a diferencia del cuento tradicional, comienza con la biografía de la bruja.

“Babayaga sólo tenía un diente. Puede que por eso fuera tan mala. Desde pequeñita tuvo que sufrir las burlas de sus compañeros, y nadie, ni siquiera Papayaga y Mamayaga, pudieron consolarla.”

Esta inserción de la bruja dentro de un grupo familiar convencional con los nombres humorísticos de los progenitores y de la mascota (Guauguauyaga), nos sitúa en un registro en disonancia con el cuento popular. El retrato en la ilustración del grupo de compañeritos, al estilo de una fotografía escolar, acentúa el juego que descontextualiza humorísticamente al personaje trasladándolo a un mundo próximo a la cotidianeidad de los niños lectores.

02-Escuela
Detalle de una ilustración de Rébecca Dautremer para Babayaga

El humor de este inicio, sin embargo, no logra opacar sentidos ligados a una explicación lineal de orden psicológico-social de la conducta del personaje. Como decíamos al comenzar, el personaje popular de Baba Yagá posee la ambivalencia de un ser que encarna las fuerzas destructivas y regeneradoras de la Naturaleza; es destrucción y renacimiento a la vez. El libro de Taï-Marc Le thanh, situándonos en una cosmovisión muy contemporánea, en un discurso atravesado por sentidos psicológicos, sociológicos y morales propios de nuestro tiempo, decide dar una explicación al Mal de la bruja a partir de la discriminación de la que es víctima en la infancia. Cabría preguntarse si la intromisión de estos sentidos tan ajenos al personaje y al relato tradicional no supone una representación del destinatario infantil según la cual el Mal de algún modo debe atenuarse (y en esta dirección parece jugar la introducción de frecuentes gags en el texto) y ser explicado, justificado de algún modo; al tiempo que se deja una lección a los niños acerca de las malas consecuencias de las conductas discriminatorias.

El uso del humor por momentos parece aproximar el relato a la parodia, con la apertura del restaurante “El bebé sabrosón” en medio del bosque, la descripción del macabro menú, la aparición del sapo parlante que nos remite risueñamente al cuento de los hermanos Grimm, entre otros. Sin embargo la historia no termina de situarse en el lugar del humorismo y continúa muy próxima al cuento tradicional.

03-Restaurante
Detalle de una ilustración de Rébecca Dautremer para Babayaga

Afortunadamente se conservaron los elementos mágicos otorgados por el gato a la niña para su salvación: la servilleta y el peine, que una vez arrojados al suelo se convertirán en un ancho río y un bosque impenetrable para frustrar la persecución de Babayaga. El desenlace es también similar al cuento popular, con algunos agregados como la reaparición del sapo parlante y la alusión a la frustración gastronómica de la bruja.

Las ilustraciones ocupan un lugar central en el libro. En particular los retratos de la bruja y Miguita, que inevitablemente invitan a pensar en la obra de algún antiguo artista plástico dispuesto a tener a los personajes del pueblo como protagonistas de sus retratos. La representación plástica de Babayaga realizada por Rébecca Dautremer dista mucho de la tradicional vieja huesuda, tal como la había retratado Iván Bilibin. En este libro Babayaga es una corpulenta campesina de formas redondeadas a la manera de una gigantesca mamushka capaz de dominar la página. La enormidad de Babayaga se evidencia aún más cuando se la representa junto a la niña, donde la diferencia de tamaño es acentuada por un contrapicado que agiganta la figura de la bruja, situando al observador en el lugar de la indefensa Miguita.

04-Contrapicado
Detalle de una ilustración de Rébecca Dautremer para Babayaga

Puntos de vista extremos; el uso de los colores —particularmente de un rojo dominante a lo largo del libro contrastando con el gris y tonalidades de azul—; juegos de luces y sombras, otorgan gran expresividad a las imágenes —particularmente en las escenas más dramáticas del cuento— provocando atmósferas inquietantes acordes a los acontecimientos que se relatan.

Un final tranquilizador, el mismo del cuento popular, es magníficamente representado en una imagen donde un primer plano sumerge a la pequeña en los protectores brazos de su papá, al que no alcanzamos a ver en su totalidad.

Las ilustraciones tampoco están exentas de humor, como aquella última imagen de Babayaga frustrada en su cocina, con unas pocas arvejas en el plato, souvenires en el alfeizar de la ventana (entre ellos un grupo de mamushkas muy parecidas a ella misma y una torre Eiffel en un globo de cristal) y el ya nombrado retrato escolar en la pared. El color de las ilustraciones ha sido raspado en algunos ángulos otorgando al lector la sensación de estar viendo efectivamente óleos antiguos al mismo tiempo que lee un milenario relato de brujas.

05-Ventana
Detalle de una ilustración de Rébecca Dautremer para Babayaga


Notas de Imaginaria

(1) Isba. (Del ruso izbá). f. Vivienda rural de madera, propia de algunos países septentrionales del antiguo continente, y especialmente de Rusia. Fuente: Diccionario de la Lengua Española. 22ª ed. Madrid, Real Academia Española, 2001.

(2) Almirez. m. Mortero de metal, pequeño y portátil, que sirve para machacar o moler en él. Fuente: Diccionario de la Lengua Española. Op. cit.

(3) Afanásiev, Aleksandr N. “La bruja Yagá”. En: Cuentos populares rusos. Ilustraciones de Iván Y. Bilibin. Introducción de Vladimir Propp. Traducción de Isabel Vicente. Madrid, Ediciones Generales Anaya, 1987. 4ta. ed. Tomo I; págs. 123-125.


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Destacados: Brujas.

2 comentarios sobre “Babayaga”

  1. Luz Arcelia Suarez dice:

    Me dan ganas de conseguir ya el libro! Tuve una maestra de historia de la música muy efectiva, cuando nos explicó Cuadros de una Exposición de Modest Mussorgsky nos habló de la Baba Yaga, todos quedamos atrapados por el personaje y su descripción musical. Ahora que soy yo quien imparte esa materia, tengo una muy buena referencia del personaje.

    Aprovecho para felicitarlos y agradecerles por su sitio y la información sobre escritores actuales.


  2. Delphine dice:

    La misma pareja creadora (Rebecca Dautremer y Thaï Marc Le Than), han adaptado la obra teatral Cyrano de Bergerac, también de una forma magistral… Esta dupla logra resultados muy sabrosos, con humor y belleza.
    Rebecca Dautremer, sola, ha escrito e ilustrado un libro magnífico acerca del amor, visto e imaginado por un grupo de amigos : «Enamorados» (Editorial Kókinos).
    Un encanto…

    Gracias por sus reseñas siempre interesantes.