El Príncipe Feliz

De Oscar Wilde, con ilustraciones de Carlos Nine. Traducción de Jorge Luis Borges. Reseña por Marcela Carranza. «El 25 de junio de 1910 apareció en el diario El País de Buenos Aires una versión del cuento ‘El Príncipe Feliz’ de Oscar Wilde. El traductor era un niño de diez años de edad y se llamaba Jorge Luis Borges.»

Oscar Wilde
Ilustraciones de Carlos Nine.
Traducción de Jorge Luis Borges.
Buenos Aires, Emecé Editores, 1999/2007.

por
Marcela Carranza

El 25 de junio de 1910 apareció en el diario El País de Buenos Aires una versión del cuento «El Príncipe Feliz» de Oscar Wilde. El traductor era un niño de diez años de edad y se llamaba Jorge Luis Borges.


Izquierda: Oscar Wilde (Dublin, 1856-Paris, 1900).
Derecha: Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986). Fotografía tomada en 1911

Releer un texto inolvidable de la infancia es siempre un placer y éste es mayor si la nueva versión nos ofrece las ilustraciones de Carlos Nine. Esta edición tan particular de «El Príncipe Feliz» tuvo su primera publicación en 1999; descatalogado por un tiempo, ha sido recientemente reeditado por Emecé.

La historia es sencilla: la estatua del Príncipe Feliz revestida en oro fino con dos zafiros por ojos y un grueso rubí en el puño de su espada, se eleva en una alta columna dominando la ciudad. Todos la admiran. Una pequeña golondrina retrasada por el amor a un junco, llega a los pies de la estatua en su camino a Egipto, sorprendida descubre que el príncipe está llorando y le pregunta por el motivo de su pena.

««Cuando yo existía y tenía un corazón humano, contestó la estatua, no sabía lo que eran lágrimas, pues vivía en el palacio de Sans Souci, donde el pesar no es conocido. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y a la noche dirigía el baile en el gran salón. Rodeaba el jardín un elevado muro, mas nunca pregunté lo que había tras él, ¡todo lo que me rodeaba era tan bello! Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz, y feliz era, si placer es felicidad. Así viví y así morí. Y ahora que ya no existo me han puesto en este lugar tan alto, que veo toda la fealdad y toda la miseria de mi ciudad, y aunque mi corazón está hecho de plomo, lloro».»

Luego el príncipe pide a la golondrina que se quede junto a él para entregar a los pobres de la ciudad las piedras preciosas y el oro que lo adornan. Finalmente la golondrina compadecida y enamorada del príncipe decide continuar junto a él hasta morir de frío a sus pies. El alcalde descubre la estatua despojada de sus adornos, manda derribarla y fundirla. La golondrina y el corazón de plomo del príncipe son arrojados a la basura. Un ángel los recoge y los entrega a Dios como las dos cosas más preciosas de aquella ciudad. Dios alaba al ángel por su elección y recibe al príncipe y a la golondrina en el Paraíso.

En esta sencilla historia hay dos protagonistas: el príncipe y la golondrina, una estatua y un ave. Ambos comparten un conjunto de atributos: son generosos, soñadores y sensibles. Golondrina y príncipe están solos en este mundo. El resto de los personajes actúan o bien como víctimas pasivas de una sociedad injusta: la costurera, el joven poeta, la pequeña vendedora de fósforos, los niños bajo el puente; o bien como seres insensibles al dolor ajeno. Wilde pone en boca de estos personajes negativos pocas palabras que los definen en su egoísmo y estúpida crueldad. Van como ejemplo las frases del alcalde al descubrir la golondrina muerta: ««Y aquí a sus pies hay un pájaro muerto. Debemos publicar un bando que prohíba a los pájaros morir aquí».» La sonrisa de Wilde es irónica y amarga. El contrapunto que se produce en el lector entre las palabras del político y la escena dramática de la avecilla muerta junto a la desvastada estatua resulta contundente.

La historia del Príncipe Feliz es una historia donde prevalecen la tristeza, el desencanto, la desesperanza frente a la sociedad de los hombres. Recordemos que la estatua logra explicar su felicidad en vida a partir de su ignorancia, una vez puesta en el pedestal, teniendo a la vista el dolor humano, se produce la paradoja: el Príncipe Feliz es el ser más desdichado de la ciudad y se vale de una pequeña golondrina para amortiguar la miseria del mundo.

««Querida y pequeña golondrina, dijo el príncipe, me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso que todo es el sufrimiento humano. No hay misterio más grande que la miseria.»»

La antítesis entre ricos y pobres, poderosos y humildes se expone con didáctica claridad: «…y vio a los ricos, alegres en sus hermosas casas mientras los pobres se detenían en sus puertas. (…) Bajo el arco de un puente había dos niños acurrucados uno en brazos del otro para calentarse. «Qué hambre» decían. «No debéis estar aquí», dijo el guardia y salieron bajo la lluvia.»

El relato tiene dos finales. El primero, el que pertenece a este mundo, es desgarrador: la golondrina ha muerto, el Príncipe Feliz, o lo que queda de él es destruido; su corazón roto y el cadáver de la golondrina son arrojados a un basural, al mismo tiempo que el alcalde y los concejales pelean entre sí deseosos de erigir su propia estatua. Cuando la miseria del mundo llega a su clímax, Dios y el ángel rescatan a los héroes y les hacen justicia en el otro mundo.

En las imágenes de Nine, los dos protagonistas dominan la escena, así como los colores ocres y el brillo que otorga volumen a las figuras. El lector, como la golondrina, es invitado a sobrevolar la ciudad y descubrir a quienes sufren tras una ventana, aproximarse al rostro del niño enfermo o escuchar el diálogo de los amantes en un balcón. La ilustración hace explícito el sentido del final trascendente de los héroes. Se trata de un círculo en cuyo centro se destacan las oscuras siluetas del príncipe y la golondrina de espaldas al lector. La felicidad de los héroes tiene un precio: abandonar la miseria de los hombres y dirigir la mirada hacia aquel fondo celeste de ángeles y nubes rosados.


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9 comentarios sobre “El Príncipe Feliz”

  1. floreee dice:

    pos me gusto la historia me meti por motibo de tarea pero sepero algun dia leerlo bueno pos bae


  2. minerva dice:

    Hola, me parece que harían un gran aporte a la cultura latinoamericana si pusieran esta versión de tan hermosa obra a disposición libre en formato pdf, pues llegaría a innumerables personas humildes y, sobre todo, a niños americanos, que son quienes al final valoran de manera inigualable los mensajes contenidos en los cuentos.


  3. sandra v dice:

    es tan inmensamente lindo….tengo 34 años y aun me produce lo mismo que cuando lo vi en tv mas o menos a los 10 años…ojala lo dieran nuevamente para que mi hijo menor pudiese verlo.
    nada mas que decir solo que es un cuento hermoso con un gran mensaje…


  4. mikeyla dice:

    quien es el ilustrador


  5. andrea dice:

    A mi me encanta este relato que actualidad tan incoparable lo trste es que este mundo no cambio nada seguimos sumergidos en el egoismo y sin mirar ni por un instante al que tenemos al lado mucho menos sus miserias y necesidades solo miramos al otro a traves de una vidriera para comprar o desechar . gracias


  6. Nailah dice:

    HOLA LA HISTORIA DEL PRINCIPE FELIZ ES MUY BONITA LINDA Y PRECIOSA Y TIENE MUCHOS YO QUIERO QUE TODAS LAS PERSONAS
    LA LEAN PARA QUE VEAN EL SIGNICADO DE LA HISTORIA


  7. Felipe Aguilera Aspeitia dice:

    Soy de la edad de la prehistoria, pero tengo un corazon joven
    y me siento agradecido de propagar en mis nietos la hermosa ensenanza del amor y la compasion, la ternura y la humanidad del principe y la golondrina.
    He vuelto a leer la historia que desde nino de ocho anos marco mi sentimiento por las ocsas bellas. Gracias.


  8. Fer Alvarez dice:

    Es una historia de lo más linda, ya que muestra, en forma de una golondrina, la humildad que deberíamos tener todos y cada uno de nosotros. Por otro lado, muestra la mala forma de comprtarse de la gente de estos tiempos; el egoísmo, la falta de cortesía y los malos tratos que, sin pensar, damos a todos.


  9. estudiante filología dice:

    ¿Alguien me puede ayudar a encontrar la traducción completa de Borges de El Príncipe Feliz?
    Gracias.