215 | RESEÑAS DE LIBROS | 12 de septiembre de 2007

El candelabro de plata y otros cuentos

PortadaAbelardo Castillo
Prólogo de Guillermo Saccomanno.
Estudio de Aníbal Jarkowski.
Buenos, Aires, Editorial Alfaguara, 2006. Colección Serie Roja.

"Es cierto... Hay momentos en nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de ensuciarnos hasta adentro, de hacer alguna infamia, yo qué sé... de destrozar para siempre la vida de un hombre... y después de hecho eso podremos volver a caminar tranquilos."

El juguete rabioso. Roberto Arlt.

Trece relatos de Abelardo Castillo (*) pertenecientes a distintos libros del autor, y por ende a distintos momentos de su escritura, han sido reunidos en este pequeño volumen de Alfaguara. "La madre de Ernesto" de su primer libro: Las otras puertas (1961), publicado cuando Castillo sólo tenía veinticinco años de edad, es el que inicia esta selección; del año 2003 data el último cuento: "La que espera" publicado en Cuentos completos y en El espejo que tiembla (2005). Cuarenta y dos años de escritura atraviesan este libro, en una especie de pequeña muestra-invitación a la obra de uno de los cuentistas argentinos contemporáneos de mayor renombre.

Si comenzamos por el primer cuento nos encontramos con algo que seguirá llamándonos la atención a lo largo de muchos de los relatos del libro: los cambios en la narración. En "La madre de Ernesto" la narración es ulterior, un adulto relata un hecho acontecido durante la adolescencia. Pero ese modo tradicional de contar una historia se altera con la irrupción de diálogos entre los personajes de aquel otro tiempo de la historia. Las voces de los jóvenes interrumpen, irrumpen, continúan la narración en una mezcla exquisita de temporalidades, donde contar una historia es traer del pasado esas voces, esos personajes y hacerlos vivir una vez más en el presente de la narración. Lo que el narrador de "La madre de Ernesto" hace es confesar algo, un acto de crueldad gratuita, una traición cometida en la juventud (es inevitable aquí pensar en Silvio Astier y su traición al Rengo **) y ligada a la iniciación en la vida sexual. Lo mismo sucede en "El marica" y "Hernán". En el primero el destinatario de la confesión es la víctima inocente; en el segundo quien narra toma la distancia de la tercera persona, quizás de un testigo de los hechos, pero a medida que avanza la historia el victimario es transformado en interlocutor para finalmente descubrirse en la primera persona del narrador. El juego con las personas que narran permite de este modo un cambio, un crescendo en el compromiso afectivo y moral con lo narrado.

"El candelabro de plata", "El asesino intachable" y "La cuestión de la dama en el Max Lange" también asumen la forma de la confesión, pero de otra clase. Cambia el objeto y el tiempo que separa los acontecimientos de su relato. En los tres cuentos lo que se narra es un asesinato reciente, y en los tres casos quien narra es el asesino (con una sofisticada intermediación en "La cuestión de la dama en el Max Lange"). Un mendigo extranjero, una dama solitaria serán las víctimas inocentes y elegidas al azar por los asesinos que en un tono lindante al humorístico cuentan su hazaña. Como en los cuentos de Poe, y también como muchos de los personajes arltianos, estos narradores se sitúan más allá del Bien y del Mal para relatarnos con lujo de detalles una acción infame, para explicarnos fuera de los parámetros de la moral y las buenas costumbres, el móvil y el método de su crimen.

"Nunca he podido dominar mis impulsos. En este sentido me reconozco un sujeto primitivo, puro, incapaz de adaptarme al florido mundo, donde, para tranquilidad de la hermosa gente, se cultivan con sensatez todas las formas del buen gusto, la hipocresía y el cinismo. Pero al menos hoy he comprendido algo; lo he comprendido después de lo que pasó esta noche: soy un hombre bueno."

Con estas palabras comienza su relato, no exento de ironía, el asesino de "El candelabro de plata".

En "El asesino intachable" el azar juega una mala pasada a su protagonista, a pesar del cálculo minucioso de cada una de sus decisiones y acciones relativas al crimen que él pretende "puro" "metafísico" "perfecto"; éste le ha hecho rico, y por lo tanto desde su punto de vista, deshonesto; además de verse descubierto por la policía. El crimen perfecto es el que lleva a cabo el esposo traicionado, en "La cuestión de la dama en el Max Lange". Como en el juego de ajedrez cada acción es calculada y meditada cuidadosamente, y los personajes/piezas realizan sus movimientos guiados por la mente del ajedrecista. La infidelidad de la mujer resulta más una excusa que un motivo para disfrutar del juego intelectual.

En "Historia para un tal Gaido" (como señala Aníbal Jarkowski en el estudio que cierra el libro) se hace explícita la reescritura de dos grandes del cuento en nuestra literatura: Borges y Cortázar. Un relato de venganza y duelo a cuchillo borgiano concluye con el encuentro de dos planos de realidad: el del personaje y el de su autor, en un final que nos recuerda a "Continuidad de los parques" de Cortázar.

"Patrón" y "Por los servicios prestados" también parecen tener puntos en común entre sí. El sometimiento silencioso, las vejaciones sufridas por los débiles, y la venganza, también lenta y silenciosa, pero terrible de la mujer casi niña sometida por su esposo y patrón; casi alegre y despreocupada, pero no menos efectiva la del soldado indio humillado por su capitán.

Las palabras del capitán Losa al soldado Petrucelli —en "Por los servicios prestados"— son una excelente síntesis de esa humillación histórica de la que los dos personajes: milico e indio, tienen plena consciencia:

"Este que ve ahí, soldado Petruchoto, es un pampa: un araucano. O lo que queda de un araucano. Cuando Miguel Ángel chupaba vermicelli en los andamios de la Capilla Sixtina, los abuelos de éste empezaron a pelear con los míos. Trescientos años los pelearon. Meta tiro y meta lanzazo. Trescientos años nos costó dejarles esta cara de boludos. Cuando ustedes todavía no habían puesto una pata en la pampa..."

Los personajes, los temas tratados, los géneros en los que incursionan estos cuentos, los autores de la tradición literaria con los que dialogan; muchos son los factores que parecen otorgar a este libro un especial atractivo para los lectores jóvenes, y sin duda estos son los destinatarios pensados para esta selección de la obra de Castillo. Pero más allá de aquellos factores que puedan coincidir con una idea convencionalmente aceptada acerca de cómo debe ser la literatura destinable a los jóvenes, lo que tenemos entre manos es buena literatura, de esa que todos, más allá de franjas etarias, debemos darnos la oportunidad de disfrutar.

Marcela Carranza


Notas

(*) "La madre de Ernesto", "El marica", "Hernán", "Historia para un tal Gaido" y "El candelabro de plata", en Las otras puertas (1961); "Patrón" y "Negro Ortega", en Cuentos crueles (1966); "El asesino intachable", "Triste le ville" y "Las panteras y el templo", en Las panteras y el templo (1976); "Por los servicios prestados" y "La cuestión de la dama en el Max Lange", en Las maquinarias de la noche (1992); "La que espera", en Cuentos completos (2003) y en El espejo que tiembla (2005).

(**) Nota de Imaginaria: La autora se refiere a los personajes de la novela El juguete rabioso, de Roberto Arlt.


Foto de Marcela CarranzaMarcela Carranza (garrik@fibertel.com.ar) es maestra y Licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) formó parte de la coordinación del programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y del equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Publicó artículos en revistas y participó como expositora en congresos de la especialidad. Actualmente se desempeña como coordinadora de talleres en el área de la literatura infantil y juvenil en la Escuela de Capacitación Docente (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y profesora tutora en el Postítulo de "Literatura Infantil y Juvenil" de la misma institución.


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