Érase una vez una vieja que tragó una mosca gris

De Jeremy Holmes. Reseña por Marcela Carranza. Esta obra es un buen ejemplo para observar que en los libros para niños no sólo las palabras juegan hasta llegar a enloquecer; la totalidad del objeto- libro en todos sus elementos puede participar de ese juego. ¿Libro o juguete? La diferencia parece mínima e intrascendente.

Érase una vez una vieja que tragó una mosca gris
Jeremy Holmes
Ilustraciones del autor.
Traducción y adaptación al español de Márgara Averbach.
Buenos Aires, Catapulta Editores, 2010.


por Marcela Carranza

“There was an old lady who swallowed a fly” es el título de este libro en inglés. Un título que nos recuerda los primeros versos en los limericks de Edward Lear.

El texto se estructura en base al juego de la retahíla: una vieja ingiere una mosca y luego, en forma acumulativa va ingiriendo otros animales de cada vez mayor porte, con el pragmático objetivo de anular la presencia de los anteriores. Así sucesivamente la vieja se traga: una mosca gris, una araña, un pájaro, un gato, un perro, una serpiente, una vaca y finalmente un caballo.

Hacia el final del libro el texto queda así:

“ÉRASE UNA VEZ
UNA VIEJA QUE SE TRAGÓ UNA VACA.
¿Le habrá puesto albahaca cuando se comió la vaca?

SE TRAGÓ TODA LA VACA PARA ATRAPAR LA SERPIENTE.
SE TRAGÓ LA SERPIENTE PARA ATRAPAR AL PERRO.
SE TRAGÓ TODO EL PERRO PARA ATRAPAR AL GATO.
SE TRAGÓ TODO EL GATO PARA ATRAPAR AL PÁJARO.
SE TRAGÓ AL PÁJARO PARA ATRAPAR A LA ARAÑA,
que brincaba y bailaba en sus entrañas.
SE TRAGÓ A LA ARAÑA PARA ATRAPAR A LA MOSCA GRIS.

Yo no sé por qué se tragó a la mosca así.
QUIZÁ SE VA A MORIR.”

Estos dos últimos versos se repiten a modo de estribillo una y otra vez en cada página anticipándonos un final tan esperado como contundente.

Detalles como las letras mayúsculas construidas con huesitos, el matamoscas sostenido por uno de los brazos en cruz del cadáver de la vieja y el coqueto camafeo con la mosca, acentúan ese cruce frecuente y fatal entre humor absurdo y humor negro presente también en los poemas de Lear, como en muchos otros autores de la literatura del absurdo. (1)

El juego con el sonido de las palabras, su musicalidad, su ritmo, sus pausas y rimas, tan difícil de sostener en las traducciones, resulta imprescindible para el efecto humorístico del texto.

Sin embargo, el juego en este libro, no sólo pertenece a las palabras sino también a las ilustraciones, la edición y el objeto en su conjunto. El libro mismo es el personaje (¿muñeca?) cuyas páginas en el centro nos revelan los sucesivos “alimentos” en su estómago (con los jugos gástricos y todo) y finalmente permite, mediante un truco de ingeniería de papel, que la vieja cierre sus ojos para siempre.

La cubierta del libro actúa a la vez como tapado de la vieja que se pone y se quita. Puntillas, medias cuadrillé, zapatos y guantes desparejos, cartera en mano, grandes anteojos y abundante maquillaje; un rostro cuyas arrugas provienen de accidentes geográficos en un mapa, colores sepias, celestes y grises, construyen un personaje bizarro, extravagante y por qué no decirlo, bastante desagradable y lejano a cualquier representación tierna de una dulce ancianita de cuento.

Las ilustraciones del interior del personaje suman surrealismo a la situación. En ellas podemos ver a una mosca exploradora mirando por su catalejo aquel nuevo mundo en el que ha caído; a un perro que a la manera de un mago divide en dos al gato, o a una vaca con alas y zapatos echada en los jugos gástricos.

Érase una vez una vieja que se tragó una mosca gris es un buen ejemplo para observar que en los libros para niños no sólo las palabras juegan hasta llegar a enloquecer; la totalidad del objeto- libro en todos sus elementos puede participar de ese juego. ¿Libro o juguete? La diferencia parece mínima e intrascendente.


Nota

(1) Un limerick de Lear a modo de ejemplo:

There was an Old Person of Cromer,
Who stood on one leg to read Homer;
When he found he grew stiff,
He jumped over the cliff,
Which concluded that Person of Cromer.

Había un viejo señor de Cromero
que se puso en un pie para leer a Homero.
Hasta que se quedó duro
y se cayó de un muro,
lo que concluyó con el señor de Cromero.

Edward Lear (Traducción de Elías Gallo para El libro del humor absurdo. Buenos Aires, Ediciones Siglo Veinte, 1977.)

Nota de Imaginaria: Los interesados en leer más limericks de Edward Lear pueden dirigirse a nuestra sección Ficciones del Nº 291 (29 de abril de 2011): Limericks de Edward Lear.


Artículos relacionados:

Lecturas: Edward Lear, los limericks, y el Zoo Loco de María Elena Walsh, por Marcela Carranza.

Reseñas de libros: El cuento de los cuatro niños que dieron la vuelta al mundo (y algunos limericks), de Edward Lear.

Ficciones: Limericks de Edward Lear.

8 comentarios sobre “Érase una vez una vieja que tragó una mosca gris”

  1. Lourdes dice:

    Es muy muy muy bueno este libro!!! Animensé a disfrutarlo!


  2. lilian dice:

    EXCELENTE LIBRO !!!!!! LA ESTETICA ES MARAVILLOSA Y LA HISTORIA ESPECTACULARMENTE SENCILLA, ABIERTA A MULTIPLES LECTURAS . IMPRESIONANTE !!!!!!! GRACIAS GUSTAVO ME ENCANTÓ EL REGALO !!!!!


  3. Mercè Moral dice:

    este libro no se puedes quedar sin ser contado, explicado, leido, mirado, reido…..

    Me encanta abrir las paginas y ver la «barriga» de la vieja llena de bichos.


  4. maria dice:

    quisiera saber a partie de que edad se recomienda
    Gracias


  5. Graciela Fernández dice:

    Excelente reseña!, completísima y llena de detalles descriptivos y enlaces. Muchas gracias por publicarla en Imaginaria para que todos la podamos leerla.
    Como siempre: muy buen trabajo!


  6. Limon Gladys Carmen dice:

    ME ENCANTO EL JUEGO DE PALABRAS, ME PARECIÓ FANTÁSTICA LA POESÍA COMO ASÍ TAMBIÉN SUS ILUSTRACIONES. FELICITACIONES!!!


  7. Nelida E. Luzkevich dice:

    bueno para ser recomendado


  8. itzel dice:

    uygsdgsdhgf! qué hermoso esta, me lo encontre hace dos días y no pude esperar para leerlo…
    Tiene mis colores favoritos…

    Se los recomiendo…