Con la profundidad del mar y la levedad de la espuma. Un recorrido por la poesía infantil argentina

Imagen por Paula AlendaPor Pilar Muñoz LascanoMaría Victoria Ramos.  La poesía como un país, el de la infancia. Y como un encuentro, el del poeta con lo que fue, el del lector con la maravilla de ser niño de nuevo y estar invitado al juego de leer. Y el de todos con algo más que se nos escapa porque la poesía también es, afortunadamente, eso indefinible que no se deja apresar. «La palabra es como llave/ puede abrir puede cerrar/ habrá que darle una vuelta/ que me sirva para entrar» (Laura Devetach).

por Pilar Muñoz Lascano y María Victoria Ramos

Ilustración de Paula Alenda para el libro La luna lleva un silencio de María Cristina Ramos.

Texto de la ponencia presentada por las autoras en el 14º Congreso Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro “Si nosotros leemos, ellos leen”, realizado dentro del marco de la 37ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires El Libro del Autor al Lector (Buenos Aires, 6, 7 y 8 de mayo de 2011).

Introducción

En primer lugar nos preguntamos: ¿por qué leemos poesía? Y no hablamos de chicos o grandes, sino de todos.

¿Por qué leer poesía? Tal vez, porque la poesía responde sin que la interroguemos a las grandes preguntas existenciales que nos hacemos los seres humanos.

Y porque lo hace visceralmente pero con la suavidad de una pluma, con la profundidad de aquello que nos trasciende y la fugacidad resbaladiza del instante, con la hondura del mar y la levedad de la espuma.

La poesía responde con las libertades del juego: la rima, el sinsentido, la música, A la rumba luna, y la madurez de aceptar que a veces el lenguaje no alcanza, que el rodeo y la perífrasis son balbuceos del bebé que en algún rincón aún somos en torno al sentido, siempre esquivo y por eso ambicionado.

Un sentido que se busca con todos los sentidos, con los ojos y la boca curiosos de devorar palabras como frutos deliciosos, verdaderas Palabras manzana para saborear por bocados, para llegar al corazón blanco del poema.

Poesía que nos deslumbra con su resplandor lunar, La luna lleva un silencio, callado pero sonoro. Porque la escritura poética es también oxímoron y paradoja, y permite desprender de la connotación ecos ancestrales y personales que nos traen músicas que no sabíamos perdidas pero que a través de ella son recobradas.

La poesía nos sacude y nos despierta del largo sueño sin sueños como a La durmiente, y nos ayuda a conciliar otros míticos, prehistóricos, poblados de imágenes, Para escuchar a la tortuga que sueña, dibujados en los anillos del caparazón del misterio.

Nos provee de una lengua natural y arcaica para traducir los trinos de los pájaros que se posan en el poema y lo hacen levantar vuelo con lector y todo a cuestas, Canción y Pico, dejando que el paracaídas caiga en un Zoo loco de inventiva y humor, verdadero bestiario de la imaginación.

La poesía alimenta, abre el apetito del curioso y satisface la voracidad del hambriento de creatividad y desparpajo, engrosando las Pancitas argentinas que lucen orgullosas el ombligo con tierra, nudo del que nace todo, humus del que crece la semilla de la contemplación para florecer en ramos de imágenes.

La poesía, igual que una doncella enamorada, desenrolla una escalera desde la celosía más alta para que trepemos por Las torres de Nuremberg a rescatarla y besarla. Y cuando al fin la encontramos nos recuerda con humor el espíritu rebelde que nunca debe perder para no convertirse en la Cenicienta que no escarmienta.

Porque la poesía es en sí misma reminiscencia, epifanía, no es infantil sino infancia, ha permanecido allí prolongando y reviviendo una edad de inocente sabiduría en la que se sabía: el secreto de la rosa, la trama de la nube, el brillo de la estrella, la verdad del mundo en su estado más genuino y primigenio. Saber sin saber que se sabe, por qué lo olvidaremos después, como dice el poeta Saint-John Perse en “Para celebrar una infancia” (1):

“—Si no la infancia, ¿qué había entonces allí que no hay ahora?”

Tal vez la poesía sea esa pura búsqueda. Búsqueda de ese “entonces” y también encuentro, porque el arte es hallazgo de eso que se fue, de ese “allí” del que habla el poeta, de esa infancia perdida y recuperada por obra y magia del poema:

“Me fue concedido saber que la niñez era un estado repetible por instantes, por eso decidí prolongarla, hacer poesía”, nos revela José Lezama Lima. (2)

La poesía como un país, el de la infancia. Y como un encuentro, el del poeta con lo que fue, el del lector con la maravilla de ser niño de nuevo y estar invitado al juego de leer. Y el de todos con algo más que se nos escapa porque la poesía también es, afortunadamente, eso indefinible que no se deja apresar.

¿Existe una poesía infantil?

Primero se discutió la existencia de una literatura infantil y qué características la definían. Luego le llegó el turno a la literatura juvenil (3). Y ahora es el momento de la poesía, ¿existe una poesía infantil? La poesía para niños, ¿es la escrita para la infancia, la publicada para estos destinatarios o la que los niños se apropian y disfrutan? Creemos que se trata de una poesía que pueden escuchar, leer y disfrutar también los niños. Pensamos en un concepto inclusivo, sin delimitar si fue o no escrita o publicada para ellos exclusivamente.

A su vez, partimos de la idea de que ante todo tiene que tratarse de poesía y que el adjetivo “infantil” debe ser un atributo secundario, tal como señala María Teresa Andruetto, en Hacia una literatura sin adjetivos (4), en relación a la literatura infantil en general.

Es posible pensar que hoy en día circula una poesía infantil y, al mismo tiempo, una poesía infantilizada. Esta última, si bien contiene algunas características propias del género, carece de intensidad, de tensión, de armonía. Y esto la reduce, muchas veces, a sonsonetes conformados por versos rimados de modo previsible, a lugares comunes y a temáticas recurrentes en el mundo literario infantil. En cambio, la poesía para niños se caracteriza por el trabajo con el lenguaje que da cuenta de la belleza de las palabras y, al mismo tiempo, por los juegos rítmicos, el humor y la experimentación en el espacio. Así como también, por la riqueza sonora y retórica y muchas veces por búsquedas propias de cada poeta, ya sean estas vinculadas a la naturaleza, la existencia o se trate una forma diferente de observar la vida cotidiana. En este sentido, la poesía infantil es una expresión artística de calidad literaria y estética. Como señala Ana Pelegrín: “El poeta no puede dejar de ser un ente ético; escribir poesía infantil no es infantilizar la poesía. El infantilismo poético es un atentado contra la belleza y la sensibilidad del niño”. (5)

Por último, antes de iniciar este recorrido, nos gustaría detenernos un momento en el lugar que ocupa o debería ocupar la poesía para niños en la escuela. ¿Cómo se conjugan el espacio poético y el pedagógico? Ya en 1976, María Elena Walsh resaltaba: “la poesía no alude más que a sí misma, sopla donde quiere y es preferible que no forme parte del temario sino del recreo, que se integre más en el juego que en la instrucción” (6). Y en 1982, Michel Tournier cerraba su famoso artículo “¿Existe una literatura infantil?” recordando a Montaigne, quien decía que “enseñar a un niño no es llenar un vacío sino encender un fuego”. (7)

Se hace camino al leer…

Los libros que marcan el camino de nuestro análisis son diversos y disímiles en sus propuestas y estéticas, en sus temáticas y recortes de la experiencia del mundo, pero comparten aquello que los hace poesía: la experimentación con el lenguaje, la hondura filosófica, la riqueza polisémica de la palabra que estalla en significancias, el juego fónico y retórico, la belleza que el ojo capta de la imagen o el poder observador del humor como semblanza.

También, cierto hermetismo que apela a un lector activo que completa el sentido. Frente a la poesía aniñada en la que todo viene masticado para una buena “digestión”, los poetas elegidos parten de la valoración del público infantil como sujeto participante de la interpretación de “Lo que no está y está” como señala el poema de Oche Califa:

Falta un poema que no quise escribir.
Falta otro poema que no pude escribir.
Falta un tercer poema que escribí y no me gustó.
Falta un cuarto poema que no me dejaron escribir otro poema, una mirada, un llamado telefónico y las ganas de dormir.
Pero me gustaría que cuando alguien abra este libro por segunda vez diga:
“Me parece que aquí falta un poema que yo leí la primera vez que lo abrí.
Seguro que arrancaron la hoja.
Ahora no recuerdo que decía… ¡Pero era hermoso!”.

No olvidemos que la literatura es alusión, principalmente. Poder sugerente y no directriz de la letra, que dice y no dice y dice más allá.

Para escuchar a la tortuga que sueña nos invita a descubrir eso secreto en forma de coplas, sonetos, décimas, haikus, milongas, epitafios y proverbios:

¿Quieren escuchar el murmullo de la tortuga que sueña? (…)
La tortuga que sueña deja escapar de sus labios un sonido mínimo
pastoso, con un poco de saliva, aliento y
restos de lo que ha comido.
Son todos los secretos del mundo
todas las respuestas del mundo, todas las verdades del mundo.

Murmullo, sueños, metáforas. Simbolismo, pero también contundencia de lo proferido: respuestas y verdades. Las palabras dan nombre a las cosas y en ese acto poético las hacen nacer, les dan entidad, espesor y cuerpo. Por eso son palabras, pero también son más que eso, son cobijo, remedio, calor, comida para el alma. “El viejo poeta” de Palabras manzana lo sabe:

Cuando tiembla de frío
pronuncia la palabra sol
cuando tiembla de poesía
se interna en el ocaso.

Incluso las letras son planetas en el espacio blanco de la hoja, como en “Lago”:

Una O que se cayó del CIEL.

En este libro de Jorge Luján las palabras van más allá de sus posibilidades gramáticas, en una nueva lengua que abre las puertas infinitas de la combinatoria y nos recuerda las libertades del juego y la experimentación del niño que recién se inicia en el misterio del habla:

elgaló          pedé
elcaballí      todé
madé           radá
dequé          hablar
alosár          bolés

O que para memorizar el alfabeto recurre a la enumeración de imágenes inventando un abecedario matérico. Un arca en la que puedan entrar todos los animales, fenómenos, e historias para navegar en la memoria del lector:

Arca
Bienaventurada
Cruzando
Diluviales
Ensenadas
Felices
Gorilas
Hamacándose
Indolentes
Juntando
Kilogramos
Luminosa
Lluvia
Mojando
Náuticos
Ñandúes
Orondos
Papagayos
Que
Rezongan
Solícitos
Tigres
Unicornios
Valerosos
Wapitíes
Xílocopos
Y
Zorros.

Esta dimensión concreta y corpórea de la letra es acompañada por las imágenes de Manuel Marín, en forma de maquetas y planos que expanden la limitación espacial de la página en múltiples direcciones y puntos de vista como queriendo emular lo connotativo de los versos de Luján que también van más allá del signo.

Por otro lado, en A la rumba luna Silvia Schujer reflexiona poéticamente sobre cómo hacer poesía, en un tratado que nada tiene de académico y todo de proclama artística:

Palabra santa
versos espanta.

Palabra triste
no se resiste.

Pobre ilusión
no abre canción.

Verbo si quema
trae poema.

Tinta encantada
derrama nada.

Es tinta umbría
la de poesía.

Autonomía del arte, libertad del poeta que dice lo que tiene para decir sin ajustarse más que a los requerimientos de su propia expresión. Sin traicionarse. Una premisa a la que nos tiene muy acostumbrados la buena poesía, la genuina. ¿Será por eso que se publica tan poca poesía para niños? (y en general), porque no se ajusta a las exigencias del mercado, de las modas o el afán didáctico.

La palabra poética cuando es profunda abre como una verdadera palabra mágica las puertas de la imaginación, esto queda dicho en “Abrapalabra”:

Planté una birome
creció una palabra
floreció la tarde
¡Abracadabra!

La regué con agua
de mi regadera
desbordaba tinta
como enredadera.

Fue un día de otoño
que se deshojó
un abracadabra
de este corazón.

Y empecé de nuevo
con la lapicera
a escarbar la tierra
de mi primavera.

El poeta inventa la palabra nuevamente porque la despoja del vestido gastado del uso diario y le da traje de fiesta para que brille con una luz nueva.

Así las “Breverías” incluidas en A la rumba luna nos recuerdan las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna, en su gusto por la condensación que como versa el refrán “Si lo bueno es breve dos veces bueno” y podríamos continuarlo “mil veces nuevo”. Porque Schujer hace de lo conocido invención, desarmando la lengua como si se tratara de un juguete y armándola bajo una forma completamente nueva:

Hasta una hojita de hinojo
viajó un “conijo hinojado”
—Conejo, con tanto enojo
no se llega a ningún lado.

Entre murciéligos y mermotas
se gatoneaba un rato Compotas.

Juego fónico, nonsense y ternura, “el rato Compotas” podría conectarse en un link absurdo y por eso, infantilmente lógico, con cualquiera de los animales del Zoo Loco. Fórmula que nadie como María Elena Walsh, alimentada por la tradición angloparlante y sus Nursery Rhymes, supo explotar en los limericks. Magistralmente construidos, a la par de Edward Lear, pero con una variante interesante porque en su caso los versos absurdos son en su mayoría de animales y no de lugares o personas como predominan en la creadora lengua inglesa.

Es también el humor, generado a partir de la intertextualidad y la parodia, lo que a carcajadas se cultiva en Cenicienta no escarmienta. En este libro de Guillermo Saavedra nos encontramos con una trasposición de género —de narrativo a lírico— y con personajes de historias clásicas como Hansel y Gretel y los tres chanchitos, pero en poemas desopilantes que nos acercan a otro escritor inglés, Roald Dahl y sus Cuentos en verso para niños perversos. En la obra de Saavedra los viejos personajes adquieren nuevas características, como la obsesión de Cenicienta por limpiar y la habilidad de Caperucita para ser maestra de lechuzas y cocinar. En “Blancanieves cuando llueve”, el poeta realiza una desacralización al emplear versos alejandrinos; refuerza así la parodia puesto que elige la versificación del poema erudito para hablar de una “negrita de la pampa de Achala que ayudaba a las vacas a comprarse corpiños” y que termina casada con Nicanor, el “hombre bala”. Del mismo modo, en Pancitas argentinas, el poeta se luce al construir con humor y desparpajo biografías inusuales.

Pero no solo en la risa está el júbilo. “El sapito glo glo glo” “desborda alegría y goce de vivir”, como indica Lilia Lardone (8). En este poema de José Sebastián Tallon el juego con la sonoridad de las onomatopeyas invita al divertimento, repetición y lectura en voz alta; al mismo tiempo, es posible pensarlo como una metáfora del canto y la poesía porque

Nadie sabe dónde vive.
Nadie en la casa lo vio.
Pero todos lo escuchamos.

Es también en Las torres de Nuremberg donde la palabra invita al juego de descubrir el mensaje escondido como en “Rapatonpocipitopo” especripitopo, perdón, escrito en su totalidad en jerigonza, esa lengua inventada para hablar en secreto delante de los niños y que los niños hace rato hicieron propia. “¿Qué pasa cuando leemos la ‘Canción de las preguntas’?”, se interroga Laura Devetach, y responde: “Quizás no haya nada más inquietante que preguntar sobre aquello que no tiene respuesta o que puede tener muchas y libres”. (9)

Y nosotras agregamos: la “Canción de las preguntas”, de algún modo, también brinda respuestas que rescatan la esencia de un modo de estar en el mundo, un estar poético que observa, cuestiona y responde. Sin olvidar que los niños aman las preguntas y disfrutan las respuestas, sobre todo si se trata de nuevos interrogantes. Es inevitable no vincular a Tallon con el Libro de las preguntas de Pablo Neruda, ¿o es Neruda el que nos lleva a Tallon?

El poema es una puerta a otros mundos. Como los incluidos en La luna lleva un silencio de María Cristina Ramos porque al pasar el umbral los lectores se adentran en la musicalidad, el ritmo y la rima invitados por un estilo impecable que complace todos los sentidos. Porque la poesía no habla al intelecto sino a los sentidos y a la emotividad:

El mar quiere decirle
secretos a la arena;
prepara en las orillas
sus voces más serenas.

Pero se calla,
pero se apena.

El mar quiere acercarle
cien collares de espuma
y las escamas dulces
que le deja la luna.

Pero se calla,
pero se abruma.

El mar se esconde entonces
en una caracola
y susurra, apenitas,
un silencio de ola.

En la poesía de Ramos la belleza de las palabras se despliega en todo su esplendor y significante. Algunos tópicos pueden parecer recurrentes en la autora, pero se trata de su propia búsqueda: su fascinación por los cielos patagónicos, su interés por captar los misterios de la naturaleza y las preguntas sobre la luna que se hacía de niña, tal vez ya entonces, verdaderas rondas poéticas. Las ilustraciones de Paula Alenda generan, por el estilo y la técnica elegida, el clima perfecto para sumergirse en estos misterios tan bellamente vestidos. Y es muy interesante la decisión de dejar que algunas imágenes se traspasen al reverso de la hoja. Se genera así una sutileza acorde con el espacio poético creado y se resignifican los difusos límites que a veces hallamos en la naturaleza, como suele ocurrir entre el cielo y el mar.

El cielo y la luna y sus aves de alto trinar. La tierra con sus lombrices y hormigas. El aire y las luciérnagas y los aviones de papel. Y en la hoja de papel, en el espacio de la hoja en blanco, Laura Devetach plasma esta naturaleza y la transforma porque:

La palabra es como llave
puede abrir puede cerrar
habrá que darle una vuelta
que me sirva para entrar.

Y así ingresamos en el “estar en poesía” del que nos habla en La construcción del camino lector (10) y nos ofrece, fiel a su teoría, en Canción y pico. Las palabras juegan en el espacio y generan caligramas de lombrices zigzagueantes como en “Los difíciles días de la lombriz”. Las letras juegan con su tamaño y aumentan la entonación para que el canto se escuche aunque esté lejano, como sucede en “Canción y pico”:

Cantan también las hormigas mientras juegan a meter hojas dentro de la tierra, chimichurri chimichurri chimichurri, cantan las hormigas mientras marchan atadas por un cordón, parampampam, juegan las hormigas a meter versos adentro.

La hormiga que canta, con textos de Laura Devetach e ilustraciones de Juan Lima, es un libro-álbum donde la hoja de papel (ya que pocas veces es blanca) es el espacio de juego de palabras e imágenes, de letras y sonidos. Y así como las hormigas caminan en zigzag y se hacen cada vez más finitas para meter los versos en la casa subterránea, este libro entra en el lector por el oído, la vista y por qué no el tacto, ¿quién no quiere acaso saber qué tan profundo calan los versos de la hormiga?

También hay una fuerte apuesta estética en La durmiente y en Trenes, ambos llevan texto de María Teresa Andruetto e ilustraciones de Istvansch. Trenes es un poema, inspirado en unos versos de Ramón Gómez de la Serna, que nos hablan de la fuerza del amor. Juan va en un tren amarillo y todo lo que lo rodea —boletos y horarios de trenes, artículos periodísticos sobre trenes históricos, estampillas— es de ese color. María va en un tren azul y todo lo que la rodea —fotos de trenes viejos y modernos, mapas de rutas ferroviarias— es del color del cielo. Y cuando Juan y María se miran a los ojos, el verde surge en la hoja y erupciona en todas las imágenes, junto con algunos detalles rojos, símbolo del amor que nace.

La durmiente también es un libro-álbum. En este caso el texto poético presenta marcas de la oralidad como si fuera un juglar el que lo canta y refiere a una bella princesa que duerme:

Hasta que el pueblo hizo sonar trompetas.
Y tambores.
Y arcabuces.
Y cañones.

Por su parte, el ilustrador nos muestra el mundo femenino a través de su iconografía en la pintura, artículos de revistas para mujeres, fotos de revistas de decoración para culminar en imágenes de mujeres activas —¿y activistas?—. La ilustración va paralela al texto pero, al mismo tiempo, abre nuevas vías para otros trenes, los que transportan al lector al lejano y a la vez cercano mundo que nos propone todo poema.

Porque la poesía, como dijimos al comienzo de este trabajo, es un reencuentro maravilloso con lo que fuimos y abandonamos. Es la búsqueda de esa experiencia inaugurante de la vida: el asombro del niño que interroga al mundo.

Los poetas tienen el boleto para volver a ese punto de partida y por eso ansiamos viajar a través de sus versos, para llegar al país añorado de la infancia.

El poeta israelí Yehuda Amijái (11) lo resume magistralmente:

Y el que recuerde más su infancia
será el vencedor,
si es que hay vencedores.


Notas

(1) Saint-John Perse. Anábasis y otros poemas. Madrid, Editorial Hyspamerica, 1983.

(2) Epígrafe extraído del libro Palabras manzana, de Jorge Luján. Madrid/Buenos Aires, Editorial Anaya/Aique Grupo Editor, 2003/2010. Colección Sopa de Libros.

(3) García Padrino, Jaime. “Vuelve la polémica: ¿Existe la Literatura… Juvenil?”. En: Cuatrogatos. Revista de Literatura juvenil, Nº 6; Miami, agosto-octubre de 2001. Disponible en http://www.cuatrogatos.org/articulogarciapadrino.html

(4) Andruetto, María Teresa. Hacia una literatura sin adjetivos. Córdoba, Editorial Comunicarte, 2009. Colección La ventana indiscreta. Nota de Imaginaria: El artículo que le da el nombre libro fue publicado en el Nº 242 de Imaginaria (Buenos Aires, 11 de noviembre de 2008). Disponible en http://imaginaria.com.ar/2008/11/hacia-una-literatura-sin-adjetivos/

(5) Pelegrín, Ana. Poesía española para niños. Madrid, Editorial Taurus, 1969.

(6) Walsh, María Elena. “La poesía en la primera infancia”. En: Actas del Congreso de OMEP (Organización Mundial para la Educación Preescolar), Buenos Aires, 1976.

(7) Tournier, Michel. “¿Existe una literatura infantil?”. En: El correo de la Unesco, París, Unesco, Año XXXV, junio de 1982. Nota de Imaginaria: El artículo mencionado fue publicado en el Nº 96 de Imaginaria (Buenos Aires, 19 de febrero de 2003). Disponible en http://imaginaria.com.ar/09/6/tournier.htm

(8) Lardone, Lilia. Poesía & Infancia. Córdoba, CEDILIJ, 1997. Colección Piedra Libre al Debate.

(9) Devetach, Laura. La construcción del camino lector. Córdoba, Editorial Comunicarte, 2008. Colección Pedagogía y Didáctica.

(10) Devetach, Laura. La construcción del camino lector. Op. cit.

(11) Yehuda Amijái. Poemas escogidos. México, Editorial Vuelta, 1990.


Bibliografía

Textos literarios analizados (sus títulos se encuentran en negrita e itálica dentro del artículo)

    • Andruetto, María Teresa (texto) e Istvanch ilustraciones). La durmiente. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2010. Colección Alfaguara Infantil; Serie Amarilla.

 

 

 

    • Andruetto, María Teresa (texto) e Istvanch (ilustraciones). Trenes. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2007. Colección Alfaguara Infantil; Serie Amarilla.

 

 

 

    • Califa, Oche. Para escuchar a la tortuga que sueña. Ilustraciones de Lucas Nine. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2005. Colección Los libros de Boris.

 

 

 

    • Devetach, Laura (texto) y Lima, Juan (ilustraciones). La hormiga que canta. Buenos Aires, Ediciones del Eclipse, 2004. Colección Libros-álbum del Eclipse.

 

 

 

    • Devetach, Laura (texto) y Rojas, Oscar (ilustraciones). Canción y pico. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2007. Colección Especiales.

 

 

 

    • Luján, Jorge. Palabras manzana. Ilustraciones de Manuel Marín. Madrid/Buenos Aires, Editorial Anaya/Aique Grupo Editor, 2003/2010. Colección Sopa de Libros.

 

 

 

 

    • Ramos, María Cristina. La luna lleva un silencio. Ilustraciones de Paula Alenda. Madrid/Buenos Aires, Editorial Anaya/Aique Grupo Editor, 2005/2010. Colección Sopa de Libros.

 

 

 

 

    • Saavedra, Guillermo. Cenicienta no escarmienta. Ilustraciones de Nancy Fiorini. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2003. Colección Alfaguara Infantil; Serie Morada.

 

 

 

 

    • Saavedra, Guillermo. Pancitas argentinas. Ilustraciones de O’Kif. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2000. Colección Alfaguara Infantil; Serie Morada.

 

 

 

 

    • Schujer, Silvia. A la rumba luna. Ilustraciones de Poly Bernatene. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2008. Colección Alfaguara Infantil; Serie Morada.

 

 

 

 

    • Tallon, José Sebastián. Las torres de Nuremberg. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1991. Colección Libros del Malabarista.

 

 

 

    • Walsh, María Elena. Zoo Loco. Ilustraciones de Perica. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2000. Colección AlfawWalsh.

 

 

 

 

Bibliografía general

  • Amijái, Yehuda. Poemas escogidos. México, Editorial Vuelta, 1990.
  • Andricaín, Sergio y Rodríguez, Antonio Orlando. Escuela y poesía. ¿Y qué hago con el poema? Buenos Aires, Lugar Editorial, 2003. Colección Relecturas.
  • Andruetto, María Teresa. Hacia una literatura sin adjetivos. Córdoba, Editorial Comunicarte, 2009. Colección La ventana indiscreta; Ensayos sobre LIJ.
  • Bornemann, Elsa. Poesía infantil. Estudio y antología. Buenos Aires, Editorial Latina, 1976.
  • Colomer, Teresa. Introducción a la literatura infantil y juvenil. Madrid, Editorial Síntesis Educación, 2007.
  • Colomer, Teresa. La formación del lector literario. Narrativa infantil y juvenil actual. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1998. Colección El árbol de la memoria.
  • Devetach, Laura. La construcción del camino lector. Córdoba, Editorial Comunicarte, 2008. Colección Pedagogía y Didáctica.
  • Devetach, Laura. Oficio de palabrera. Literatura para chicos y vida cotidiana. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1996. Colección Nuevos caminos.
  • García Padrino, Jaime. “Vuelve la polémica: ¿Existe la Literatura… Juvenil?”. En: Cuatrogatos. Revista de Literatura juvenil, Nº 6; Miami, agosto-octubre de 2001. Disponible en http://www.cuatrogatos.org/articulogarciapadrino.html
  • Garralón, Ana. Historia portátil de la literatura infantil. Madrid, Editorial Anaya, 2001. Colección La sombra de la palabra.
  • Lardone, Lilia. Poesía & Infancia. Córdoba, CEDILIJ, 1997. Colección Piedra Libre al Debate.
  • Pelegrín, Ana. Poesía española para niños. Madrid, Editorial Taurus, 1969.
  • Puentes de Oyenard, Sylvia. La poesía y el mundo infantil. Montevideo, A.U.L.I, 2005.
  • Saint-John Perse. Anábasis y otros poemas. Madrid, Editorial Hyspamerica, 1983.
  • Silvera, Elvia. Para creer con poesía. Una guía para acercar a los niños al mundo de la palabra. Caracas, Banco del Libro, 2001. Colección Formemos Lectores.
  • Silveyra, Carlos. Literatura para no lectores. La literatura y el nivel inicial. Rosario, Homo Sapiens Ediciones, 2002. Colección Leer y escribir.
  • Tournier, Michel. “¿Existe una literatura infantil?”. En: El correo de la Unesco, París, Unesco, Año XXXV, junio de 1982. Nota de Imaginaria: Este artículo fue publicado en el Nº 96 de Imaginaria (Buenos Aires, 19 de febrero de 2003). Disponible en http://imaginaria.com.ar/09/6/tournier.htm
  • Walsh, María Elena. Tutú Marambá. Ilustraciones de Nancy Fiorini. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2000. Colección AlfawWalsh.
  • Walsh, María Elena.  “La poesía en la primera infancia”. En: Actas del Congreso de OMEP (Organización Mundial para la Educación Preescolar), Buenos Aires, 1976.

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Reseñas de libros: Quiere a ese perro, de Sharon Creech.

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Walsh, María Elena.La poesía en la primera infancia. En: Congreso de OMEP, Buenos Aires, 1976.

11 comentarios sobre “Con la profundidad del mar y la levedad de la espuma. Un recorrido por la poesía infantil argentina”

  1. Eduardo Dayan dice:

    He gustado palabra a palabra el texto y prefiero remitirme a algunos versos de Rilke, para resumir mi impresión en la última palabra del poeta:

    A decir atreveos lo que llamáis manzana.
    Esta dulzura suya que silenciosamente
    se erige al paladearla, tan sólo se condensa

    para volverse clara, despierta y transparente,
    de dos significados, solar, terrena, aquende.
    ¡Oh, experiencia, contacto, deleite!… ¡Formidable!


  2. Poesia infantil? « O BOSQUE SONHADOR dice:


  3. María Inés Garibaldi dice:

    Lo leí, lo disfruté, lo admiré. Excelente!!!


  4. Elisa Boland dice:

    Muy bueno el artículo. Un excelente aporte para el tema.


  5. Graciela Ocampo dice:

    Buen recorrido por la poesía de la infancia ¿o por la poesía así a secas? Interesante para los docentes que nos gusta saber siempre un poquito más de literatura.


  6. MUCA dice:

    Como siempre, los trabajos de Pilar Muñoz Lascano, sinónimo de excelencia.


  7. Con la profundidad del mar y la levedad de la espuma. Un recorrido por la poesía infantil argentina « Cubos de mi torre dice:

    […] hoy el mercado editorial argentino? Algunas respuestas a estos interrogantes pueden encontrarse en “Con la profundidad del mar y la levedad de la espuma. Un recorrido por la poesía infantil argent…. Este texto, escrito por María Victoria Ramos y Pilar Muñoz Lascano, fue presentado en el 14º […]


  8. flor dice:

    ¿papagaYos? (en ‘arca bienaventurada…’)


  9. admin dice:

    ¡Gracias! Corregido.


  10. Artículo: Con la profundidad del mar y la levedad de la espuma. Un recorrido por la poesía infantil argentina | Cubos de mi torre dice:

    […] hoy el mercado editorial argentino? Algunas respuestas a estos interrogantes pueden encontrarse en “Con la profundidad del mar y la levedad de la espuma. Un recorrido por la poesía infantil argent…. Este texto, escrito por María Victoria Ramos y Pilar Muñoz Lascano, fue presentado en el 14º […]


  11. Nelis Mabel Velázquez dice:

    GRAN PLACER ME DA LEER TODOS LOS TEMAS QUE DESARROLLA ESTA
    REVISTA.MUCHAS GRACIAS.