Teatro: Marcelo Díaz, un teatrista en busca de nuevas perspectivas

Por Juan Garff. “Los niños necesitan respuestas a los temas acuciantes que los preocupan —subraya Marcelo Díaz—. La muerte, por ejemplo, se les muere un animal, lo viven cotidianamente. Los adultos pensamos que omitiendo esa palabra eliminamos el problema de la vida de los chicos. Y en verdad los estamos dejando solos.” Este director argentino, emigrado en 1982, completó la formación iniciada con Raúl Serrano y Jorge Hacker en escuelas teatrales de Polonia, Rusia, Italia y Suecia, para radicarse en Munich, donde a los pocos años logró convertirse en un nombre de referencia en el teatro para niños y jóvenes.

por Juan Garff (Desde Madrid)

“Cuando estudiaba actuación y dirección en Buenos Aires, fui a ver una obra para chicos. Al salir, me anoté en mi libretita de apuntes cómo tenía que hacerse teatro para niños: todo tiene que ser sobredimensional y de fuertes colores, una zanahoria tiene que ser de un color más intenso y gigantesca. Me fui a Alemania, caí en Munich primero, y fui a ver una versión de Esperando a Godot para niños. No había ni colores, ni grandes zanahorias. Ahí me di cuenta (y anoté en mi libreta): no tiene que haber zanahorias de colores.”

Marcelo Díaz traza con este recuerdo una parábola que no sólo describe el punto de partida de tres décadas de fructífero trabajo en los escenarios europeos, sino también el fuerte contraste entre el abordaje de gran parte del teatro para niños en Buenos Aires y el que se produce en Alemania y Suiza, en Canadá y Escandinavia. Este director argentino, emigrado en 1982, completó la formación iniciada con Raúl Serrano y Jorge Hacker en escuelas teatrales de Polonia, Rusia, Italia y Suecia, para radicarse en Munich, donde a los pocos años logró convertirse en un nombre de referencia en el teatro para niños y jóvenes.

Su puesta de El Principito, en el Teatro Municipal de St. Gallen, Suiza.

Trasladado a Zurich, fue durante varios años catedrático de la Escuela Superior de Teatro de esa ciudad y director artístico del Theater an der Sihl. Hoy vive en Madrid, más cerca de sus orígenes, pero sigue repartiendo su tiempo entre puestas en escena y seminarios en Alemania y en Suiza.

“Tiene que haber un tema que interese —explica a La Nación en un café madrileño—, ahí, en la obra de Beckett que vi aquella vez en Munich, era el tema del tiempo, esperar algo. Los niños siempre están esperando algo, cuándo llegamos, cuándo viene Papá Noel, allí esperaban a Godot. ¡Qué inteligencia! No se veía diferencia alguna con una actuación para mayores. Ahí cambié de perspectiva.”

Ese cambio de perspectiva lo llevó a concebir puestas en escena que se presentan incluso indistintamente para mayores y menores. Como El Ramayana, basado en el relato épico indio “que resume La Biblia, La Ilíada y La Odisea”, recién estrenada en el Teatro Nacional de Mannheim, Alemania. “Esa era también la propuesta en el Theater an der Sihl, hacer la misma obra para chicos y para mayores”, señala Díaz. La obra dura dos horas, con un intervalo. “Y funciona, pese a que en Alemania también están inmersos en la cultura del zapping”.

El Ramayana, en el Teatro Nacional de Mannheim, Alemania.

Funciona también porque, tal vez como parte de la fuerte cultura teatral alemana, cumplen un rol importante los theaterpädagogen (pedagogos teatrales), que preparan las funciones en escuelas con los alumnos, en general contratados por los mismos teatros estatales. Lo que no existe, en cambio, a diferencia de muchas jurisdicciones argentinas, es el teatro como contenido curricular en las escuelas.

Respuestas

“Los niños necesitan respuestas a los temas acuciantes que los preocupan —subraya Marcelo Díaz—. La muerte, por ejemplo, se les muere un animal, lo viven cotidianamente. Los adultos pensamos que omitiendo esa palabra eliminamos el problema de la vida de los chicos. Y en verdad los estamos dejando solos.” La sexualidad, la exclusión, la impotencia son otros tantos temas que afectan a los niños, según el director argentino. “Dicen que esos temas no son para niños, ¡qué cabrones! —se le escapa el tono español—, me parece de un gran egoísmo…”

“No hay otro género artístico en el que existan tantos prejuicios y tabúes como el teatro para niños, un espacio donde uno puede aún provocar.” Cuenta Díaz que una vez le propusieron en la ciudad alemana de Kiel poner en escena El libro de la selva. Pensando que era difícil apartarse del film de Disney, cuando estaba por desistir se le cruzó la idea que finalmente guió la puesta: traspasar la historia a la selva ciudadana, abajo del puente de la autopista, con la pantera punk, el oso linyera, los lobos hippies, Mowgli en esa selva peleando con los monos rockeros. “El público se dividió, nunca me había pasado, entre quienes gritaban: «¡Buuhhh!» y quienes aplaudían, sobre todo entre los adultos, con las encargadas de la boletería desaconsejando entrar. No quería provocar, pero ocurrió. La obra no se correspondía con lo que querían que sus hijos vieran.”

“Los mayores pensamos que sabemos qué puede digerir el niño. Miramos desde la perspectiva de nuestra niñez tal como nos quedó en el recuerdo, digerida y filtrada, rosa. Y así el teatro se estanca.”

Entre los planes actuales de Díaz, se cuenta la preparación de dos óperas en Dortmund, Alemania. Una de ellas para niños y la otra sobre el mundo del fútbol, con 160 hinchas del Borussia Dortmund, el club local, en escena. “Que se vea el partido a partir de los cánticos de la hinchada, se trata de incorporar otro ámbito, otro sector social a la ópera”, explica.

Con el mismo afán de introducir nuevas miradas, ensaya en Madrid una obra para adultos en la que sube a escena la multiplicidad de idiomas que inunda las calles de la capital española a partir de la gran cantidad de inmigrantes. “Aquí se sigue haciendo un teatro muy castizo, a pesar de que la calle habla otros idiomas. Está pensada para adultos, pero podría ser también para chicos.”

Díaz dejó, sin embargo, de poner el énfasis en el teatro para niños en España. “No se vende, el programador no quiere tener problemas. El problema son los programadores. «Me encanta, pero no lo veo para mi teatro»”, explica que dicen con respecto al filtro que representan los programadores que llevan las obras a la red de teatros municipales en toda España. Y con la actual crisis, “encima no pagan”, agrega Díaz. Excluida así la red de teatros, queda entonces sólo el circuito de festivales, que es menor.

¿Y la Argentina? “Es una asignatura pendiente. Siempre hubo mil proyectos para hacer algo en la Argentina, pero nunca se concretaron. El teatro en Buenos Aires es muy localista, es difícil entrar desde afuera. Pero me gustaría hacer algo como Patios del recreo, un proyecto para jóvenes que hice primero en Suiza, después en Madrid y en Bolivia. Se trata de tomar todos los temas de un patio del recreo de una escuela secundaria, la exclusión, el acoso, la iniciación sexual. Surgen los mismos temas en Alemania, en España o en Bolivia. Todo lo que preocupa se condensa en el patio. Y cuando se habla, cuando se ve sobre el escenario y se visualiza que los problemas son comunes a todos, se resuelve el cincuenta por ciento.”

Play Station; co-producción Escuela de teatro-Instituto Goethe, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia; resultado de un seminario de 10 jornadas de trabajo.


Artículo extraído del diario La Nación (Buenos Aires, 11 de diciembre de 2010) y reproducido en Imaginaria con autorización del autor.


Los interesados en saber más sobre el teatrista Marcelo Díaz pueden visitar su página web: http://marcelodiaz.net


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2 comentarios sobre “Teatro: Marcelo Díaz, un teatrista en busca de nuevas perspectivas”

  1. valeria dice:

    geniales las propuestas altamente innovadoras para la argentina me encantaria algn dia poder ver obras de este tipo con mis alumos!! q puedan ver la realidad es fantastico sin mentiras y tabues!


  2. Valeria dice:

    queria saber si la obra El principito se esta realizando aqui en buenos aires y si es acorde para un grupo de chicos de 5 a;os.
    gracias
    valeria