Sobre "Un héroe" de Ema Wolf, un cuento de humor negro

lecturas-03-gatoPor Marcela Carranza. «¿Qué sucede cuando en un texto destinado a los niños se cruza la «biografía del héroe» con el humor negro? Dos tipos de palabras, disímiles, contradictorias entran en coalición: la palabra alegórica, social e institucionalmente estandarizada, y por otro lado la palabra irónica, rebelde frente a cualquier fijación. La máscara retórica de la alegoría es sometida a la operación irónica; la palabra seria, solidificada en torno a un rol social (en este caso el del héroe patrio) es denunciada como construcción irracional y absurda.» (Imagen: fragmento de una ilustración de Matías Trillo para Libro de los prodigios, donde aparece el cuento.)

por Marcela Carranza

Un paciente en disminución

El señor Ga había sido tan asiduo, dócil y prolongado paciente del doctor Terapéutica que ahora ya era sólo un pie. Extirpados sucesivamente los dientes, las amígdalas, el estómago, un riñón, un pulmón, el bazo, el colon, ahora llegaba el valet del señor Ga a llamar al doctor Terapéutica para que atendiera el pie del señor Ga, que lo mandaba llamar.

El doctor Terapéutica examinó detenidamente el pie y «meneando con grave modo» la cabeza resolvió: «Hay demasiado pie, con razón se siente mal: le trazaré el corte necesario, a un cirujano».

Macedonio Fernández (Continuación de la nada).

¿Qué sucede cuando en un texto destinado a los niños se cruza la «biografía del héroe» con el humor negro? Dos tipos de palabras, disímiles, contradictorias entran en coalición: la palabra alegórica, social e institucionalmente estandarizada, y por otro lado la palabra irónica, rebelde frente a cualquier fijación. La máscara retórica de la alegoría es sometida a la operación irónica; la palabra seria, solidificada en torno a un rol social (en este caso el del héroe patrio) es denunciada como construcción irracional y absurda.

Pero empecemos por el discurso-objeto de burla en el cuento «Un héroe» (1) de Ema Wolf: la biografía del héroe patrio.

Se cruzan aquí dos géneros: la biografía y el relato histórico. Ambos poseen un elemento común: la presencia de referentes reales. En ambos también resulta importante el ordenamiento cronológico de los hechos. La biografía de personajes célebres ha ocupado un lugar central en la literatura escolar, particularmente en los libros de lectura y manuales. Y es el héroe patrio, el que en la literatura escolar sobresale por la atención recibida. (2)

Veamos de qué manera es definido el relato histórico y la biografía en un libro escolar de principios del siglo XX:

(…) «La Historia, cuando es, como debe ser, la narración verdadera de las cosas o de los acontecimientos pasados, nos enseña lo que ocurrió antes de nacer nosotros, y nos sirve de guía para el presente y para lo porvenir. La Biografía, cuando es imparcial, nos presenta ejemplos de la vida de las personas y de sus hechos, que nos sirven de mucho provecho, como guías de nuestra propia conducta, para imitar a los buenos y apartarnos del camino que han seguido los malos.» (3)

Tenemos por un lado la necesidad de «verdad» de los hechos narrados, de «imparcialidad» frente a lo que se cuenta. El objeto de estas narraciones se supone real y verdadero. Ambas, una en el ámbito de lo público (la historia de una comunidad, de una nación, de un Estado) y otra en el de lo privado (la historia de una persona) cumplen igual función: son ejemplarizadoras. Se trata entonces de pensar el texto como una herramienta para la transmisión de determinados contenidos morales y patrióticos; su función es altamente apelativa, dado que consiste en convencer al lector acerca de alguna «verdad» y de exhortarle a actuar en consecuencia.

De acuerdo a esta concepción, y a la función propia de estos relatos en el ámbito escolar, de lo que se trata es de borrar cualquier rastro de ficción, de construcción del discurso por parte del enunciador. (4)

Los relatos ejemplarizantes tienen una larga tradición en el sistema de los libros para niños, que se remonta a las viejas hagiografías y vidas de criminales de la literatura popular; tradición que continuó en la literatura didáctica del siglo XVIII en adelante.

En la biografía del prócer los materiales (su selección, ordenamiento e incluso el modo elegido para su expresión) estarán sometidos a códigos, a convenciones social e institucionalmente determinadas con el fin de la transmisión de un modelo. La biografía ejemplarizante se basa por lo tanto en lugares comunes y clichés tanto en la selección y organización de los materiales, como en la construcción de los enunciados. En otras palabras, la biografía de un personaje «digno de imitación» significa el uso de una vida (la de una persona real) como alegoría.

Si consideramos a la biografía del héroe en términos de alegoría se vuelve necesaria la definición de esta figura retórica. Al igual que la metáfora, la alegoría posee dos sentidos: el literal y el connotado. Umberto Eco (5) sugiere considerar esta presencia de un sentido secundario desde el mecanismo de la interpretación. Según este autor lo que incita a la interpretación retórica, es decir a la búsqueda de un segundo sentido, es que si se aceptase el sentido literal del enunciado debería considerarse una mentira o un absurdo. En el caso de las alegorías (y también de las catacresis o metáforas de uso común), las connotaciones se hallan claramente codificadas por el sistema. Son imágenes fácilmente reconocibles, cuyo sentido denotado que le sirve de expresión es prácticamente anestesiado apuntando en forma directa al sentido traslaticio o connotado. Un procedimiento de literalización de los elementos, destinados a recuperar sus sentidos originarios, en otras palabras, un proceso de des-alegorización, pondría al descubierto su falsedad y absurdo, su incorrección no respecto a la «realidad», sino a las representaciones culturales del mundo (sus reglas y propiedades).

Habíamos señalado ya la presencia de lo público y lo privado en el relato histórico y la biografía. Es claro que en la biografía del personaje célebre, y muy en particular en la del héroe patrio, ambas instancias conviven, siendo la pública la que regirá por sobre la privada. De este modo la construcción de la alegoría del héroe, supone la resignificación (e incluso el sometimiento) de lo privado por lo público.

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Esta imagen y las siguientes son fragmentos de una ilustración de Matías Trillo para el Libro de los prodigios

Pero vayamos ahora al cuento. En el título, y a lo largo de todo el texto, el personaje no posee nombre propio, se lo define por su rol social: el de ser «un héroe» y se lo enuncia con el pronombre de la tercera persona del singular. No hay datos que acrediten su identidad, más allá de su profesión militar y su obediencia al rey de España; tampoco su historia tendrá el comienzo habitual del género: el del nacimiento, o la referencia a algún antepasado ilustre. Su biografía comienza en la primera batalla, y en la primera pérdida de su cuerpo. Serán las sucesivas mutilaciones las que actuarán como hitos o leit-motiv para el avance del relato, e incluso llegarán a situarlo temporalmente (6). Las referencias para la ubicación de la historia en el espacio y en el tiempo son imprecisas y escasas. El contexto espacio-temporal apenas es esbozado por un «había guerra entonces», se dice que las batallas se libraban en tierra y agua, y que ángeles y pájaros surcaban el cielo, no aviones. La coexistencia de elementos disímiles como «ángeles», «pájaros» y «aviones», además de producir el efecto humorístico, establece el presente de la enunciación cercano a la temporalidad del lector; mientras el enunciado se sitúa en un pasado remoto. Se hace referencia a España, al rey y sus colonias en América; el fuerte de Santiago Apóstol (7) es el único dato espacial concreto, pero no ayuda demasiado dadas las numerosas ciudades coloniales americanas con este nombre. Podemos decir que de manera imprecisa se sitúa la historia en la América colonial, y al personaje se lo define como un militar, posiblemente español que lucha en contra de los enemigos de su país, particularmente contra los ingleses, por la defensa de las colonias en América. (8)

Como vemos la precisión respecto a datos referenciales que coloquen al protagonista en un espacio y un tiempo reales y concretos, que definan su identidad como persona «real» e histórica; es decir aquella información que de cuenta de la adecuación de los hechos contados a la «verdad extratextual», condición necesaria en el relato histórico y biográfico, e incluso de toda ficción que finge ser documento, es violentado en este texto.

«Él estaba llamado a cumplir un papel destacado en esas guerras, que desde el principio habrían de tener buenos cronistas y muchas páginas aseguradas en los manuales. (9) Casi puede decirse que su papel en ellas estaba escrito de antemano.» (10)

La apelación al destino del héroe es otro de los rasgos que caracterizan al género, aunque aquí la enunciación es relativizada por un «casi puede decirse»; la referencia a los manuales, nuevamente introduce un elemento fuera de contexto, pero que a su vez vuelve explícito el vínculo paródico de este texto con la literatura escolar.

La vida del héroe se limita de este modo casi exclusivamente a la enumeración de pérdidas de las partes de su cuerpo en el contexto de las batallas, pérdidas que implican en cada caso un ascenso en el escalafón militar, «mayor mando y prestigio». Como lo enuncia el narrador: «No importa el orden de las partes, tampoco la circunstancia precisa…» (11)

Esta limitación extrema y absurda, en cuanto a los materiales seleccionados para la narración de la vida del héroe deviene del cumplimiento hiperbólico de otro de los preceptos propios de la biografía del personaje ilustre señalado por Mirta Varela. Según esta autora en este tipo de narración -«no se da cuenta de una vida de acuerdo con los datos que de ella se tienen, sino que se parte de un modelo y se cuenta lo que en él cabe» (12)-. Llevar este precepto al extremo significa considerar sólo aquellos materiales que definen al personaje en sus sacrificios y renuncias para el cumplimiento de su deber.

«Amó a una criolla y fue correspondido a regañadientes. No insistió con el romance, era inútil alentar pretensiones, en realidad no tenía ni tiempo ni alegrías para dar. Fiero lobo cojo, los salones no le sentaban y, al fin de cuentas, el mar, los combates y el rey lo necesitaban más que las mujeres. Pronto la criolla se distrajo con otros sujetos menos lúgubres y a él lo designaron para obligaciones más altas.» (13)

Un solo párrafo esboza apenas la vida privada del personaje, el héroe se enamora pero hay cosas más importantes que hacer. En este sentido se sigue con una línea habitual dentro de la biografía del héroe patrio: el prócer decide resignar su vida privada para el cumplimiento de sus ideales patrióticos. La vida del héroe adquiere sentido y significado sí y sólo sí se la vincula a su rol, cualquier cosa que pueda distraerle de su destino se convierte en un disvalor y es desechada. Fiel a este modelo el héroe de Ema Wolf no vive sino para la lucha, y en esta lucha lo va perdiendo todo. Incluso su cuerpo, parte por parte:

«…cuatro años después de la primera batalla, siendo teniente a punto de ascender a capitán, fue que perdió una pierna. Una bala de cañón se la arrebató más arriba de la rodilla. Él mismo alcanzó a ver cómo salía disparada por encima de las cabezas de sus hombres, con el zapato puesto, dando pasos todavía, desconcertada y dolida.» (14)

La indiferencia de la voz que narra se sostendrá durante todo el relato, al igual que la indiferencia del propio protagonista, testigo impávido del desmembramiento de su cuerpo. Según señala Ricardo Mariño, este tono desapasionado y lacónico de la voz narradora resulta característico de los textos absurdos: «…el truco de la voz que cuenta suele ser el de no advertir la calidad extravagante de su ‘material’. La estrategia decisiva es encajar lo insólito en el envoltorio lingüístico de lo conocido.» (15) Aquí el material insólito y extravagante frente al cual tanto personaje como narrador muestran total indiferencia es el hecho macabro. La pierna arrancada por una bala de cañón no sólo continúa «con vida» a la manera de las cabezas guillotinadas según el saber popular, sino que además el narrador puede penetrar en sus sentimientos; desconcertada y dolida la pierna, no así su dueño ni quien narra la historia. «Fiero lobo cojo» llamado por el mar, y ahora con un palo de madera en lugar de su pierna, la figura del héroe se aproxima al tradicional retrato del pirata. Sólo que aquí nuevamente el detalle absurdo y ridículo pulveriza cualquier «figura seria»: el palo todavía verde, en primavera brotaba.

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A menudo la metáfora cristalizada propia del discurso de exaltación del héroe se literaliza y deja lugar al humor macabro y absurdo. Así, el cuerpo se le encogió no se sabe si por caminar desparejo o por «el peso de sus hazañas».

«Y así siguió, cambiando implacablemente pedazos por triunfos, rebanadas de músculo por laureles, creciendo en gloria mientras disminuía en hechura. De jefe de escuadra pasó a teniente general. Fiel al servicio, orgulloso de la causa, tenaz como un mulo, siguió abandonando en cada campaña retazos de cuero cabelludo, uñas, pellejos, dientes y carne. Su estrella fulguraba, pero cada vez más llena de muescas (16)

Las catacresis propias del discurso de la alabanza del prócer, son tomadas al pie de la letra y puestas en cortocircuito con los hechos macabros: «creciendo en gloria mientras disminuía en hechura», «su estrella fulguraba, pero cada vez más llena de muescas.» El resultado es la des-alegorización de la metáfora muerta y su consecuente desacralización a través de la recuperación de su sentido literal o denotado. La especularidad es, según señala Noé Jitrik (17), uno de los procedimientos más notables de la parodia, consiste en transgredir una regla central de la literatura según la cual a un tema noble le corresponde un lenguaje noble y viceversa. La especularidad consiste entonces en aplicar un lenguaje noble a un tema que no lo es, o a la inversa un lenguaje «bajo» a un tema «elevado». Se trata de una forma de inversión (recurso propio de la cultura del carnaval) aplicada al lenguaje. Este sería el caso del cuento de Ema Wolf, donde conviven las palabras propias de la alabanza al héroe con palabras como: «pedazos», «músculos», «tenaz como un mulo», «uñas», «pellejos», «dientes», «carne». El efecto sobre el discurso del héroe es el de la degradación carnavalesca. No es casual que muchas de estas palabras que sintetizan sumariamente las pérdidas del héroe, refieran al cuerpo, no sólo por el hecho que se narra, sino también a su vínculo con el humor grotesco, propio de la parodia y que podemos vincular también al humor de la cultura popular del carnaval. (18)

La bala de mosquete que le llevó un ojo (tercera pérdida), nos dice el narrador, se cree (no hay certeza) tuvo su origen en el propio bando del protagonista. Veamos las aclaraciones del narrador al respecto:

«…lo que no sería extraño porque ya se sabe lo que ocurre en medio de esas confusiones. Aunque, en rigor, no importa demasiado de dónde venga una bala: todas perjudican igual.» (19)

Para el narrador convencional de la literatura escolar estas observaciones son inadmisibles. La batalla en el relato patriótico es un lugar de gloria y valentía, donde el hombre tiene la oportunidad de demostrar su amor por la patria, llevar a la acción sus altos ideales. Así como la muerte propia y ajena se justifica en la causa patriótica, el lugar de la batalla se construye como un espacio ideal, nunca un lugar de confusiones, donde «todas las balas perjudican igual». La idea de «ofrenda» y «sacrificio», con sus connotaciones evidentemente religiosas, es subyacente a la concepción del héroe y su vida. No hay límites en la resignación de lo propio a la causa patriótica, ni la vida privada (el amor), ni las heridas del cuerpo (su desmembramiento), ni la propia vida, ni por supuesto la del enemigo. Pero qué sucede si estos altos ideales, estos sentidos «elevados» que justifican la pérdida de todo, no existen. ¿Qué pasa si el sentido segundo desaparece, y sólo quedan los sentidos primarios, los del sacrificio por sí mismo, sin causa ideal, una especie de compulsión al cumplimiento del deber, un automatismo de lucha vaciado de segundos sentidos?

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Obediente al género, la biografía del héroe de Wolf finaliza con su muerte y posteriores homenajes. Las frases hechas que suelen dar cierre a este tipo de narraciones son retomadas para dar cuenta de los homenajes públicos brindados al protagonista:

«La ciudad se volcó a la calle para despedir los restos del héroe (…) No hubo viuda ni huérfanos llorosos pero el gobernador repasó públicamente sus victorias, la extraordinaria devoción a la causa y lo muy agradecidos que le estaban. Los soldados que cargaron en hombros el ataúd dijeron que era liviano como el de un niño. En la misa por su alma el obispo le auguró un rápido ascenso a los cielos (20)

Nuevamente se hace hincapié en la resignación de la vida privada por los servicios a la Patria, los vínculos semánticos entre la apreciación de los soldados, y el augurio del sacerdote desacralizan la predicción religiosa: ¿subió a los cielos por su bondad o por la ligereza de su cuerpo mutilado? En definitiva de eso se trató durante todo el relato, la pérdida literal del cuerpo pedazo a pedazo a cambio de una trascendencia, que el mismo personaje había olvidado, pero no quienes están destinados a agradecérselo públicamente. Es interesante observar que la muerte del héroe no ocurre hasta que se ha hecho definitiva la victoria contra el enemigo. Este tipo de lógica interna al género según la cual la muerte del prócer llega en el momento adecuado, puede apreciarse en el siguiente fragmento de una biografía de Manuel Belgrano:

«Cuando vio consolidada la independencia de su país, se retiró a su casa y murió en su propia tierra pobre y casi olvidado.

Y él, por fin, aceptó sin quejarse, con la destreza de una grande alma, este olvido transitorio de sus conciudadanos…

Después la patria le ha hecho justicia, lo ha puesto sobre un pedestal altísimo entre sus héroes más abnegados, y junto con San Martín descansa en la inmortalidad de la Historia.» (21)

En la biografía del prócer la injusticia hacia su figura es inadmisible, aún cuando éste haya muerto en condiciones poco justas, el reconocimiento de sus compatriotas siempre llegará tarde o temprano. No es casual que las palabras que dan cuenta del reconocimiento de la figura heroica utilice la metáfora del monumento: «lo ha puesto sobre un pedestal altísimo». Al igual que sucede con los materiales seleccionados en la biografía del héroe, los elementos del monumento, su selección y disposición responden no al hombre real, sino al modelo que se desea homenajear.

También el héroe de Wolf  «pasado el tiempo» recibirá el privilegio de una estatua. «De bronce fundido, decía la cédula, de cuerpo entero y con pedestal alto.» (22)

La estatua, realización material de la cristalización de la imagen alegórica del héroe, fracasa rotundamente en este relato. El bronce era caro y las arcas estaban vacías, este fue el último sacrificio del héroe: su estatua lo muestra no como había empezado las guerras sino como las había terminado, y un poco menos…

«Todavía se la puede ver. Es una media estatua, de un medio hombre, que proyecta una sombra muy exigua, algo torcida, sobre la explanada.» (23)

Esta última imagen, de un humor melancólico y patético, hace estallar, como ha sucedido durante todo el relato, la posibilidad de la construcción alegórica del héroe. Llevar al extremo, a la exageración y literalizar las construcciones retóricas, los clichés propios del género, así como su lógica implícita no hace sino poner de manifiesto su ridiculez y absurdo; como sucede con la idea de sacrificio por una causa superior, o la selección de los materiales de la vida del personaje de acuerdo al modelo a transmitir. La ironía, el humor macabro y absurdo actúan como metalenguajes frente a la palabra solidificada de la alegoría, le devuelven sus sentidos denotados, y desnudan el absurdo de su lógica. Este héroe hiperbólico, esta afirmación extrema hasta lo irracional de la figura del héroe, pone en duda, afirma tácita la negativa de lo que afirma en el nivel literal.

Si, como señala Jorge Larrosa (24), existen cosas «sagradas» de las que está prohibido burlarse, particularmente en el ámbito escolar; la figura del héroe patrio es sin duda un buen ejemplo de ello; y el texto de Wolf lo es de la risa irreverente dispuesta a burlar la prohibición.

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Notas

lecturas-libroprodigios(1) Nota de Imaginaria: El cuento «Un héroe» forma parte del Libro de los prodigios de Ema Wolf (Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2003. Colección Torre de Papel, serie Torre Amarilla). En una edición anterior publicamos dos cuentos de este libro: «Islas» y «Los tigres escritos», que se pueden leer en nuestra sección «Ficciones», aquí.

(2) No sucede lo mismo en publicaciones periódicas utilizadas por la escuela, como es el caso de la revista Billiken. En Billiken el abanico de profesiones a las que aluden sus biografías es muy amplio: pintores, músicos, poetas/escritores, científicos, sabios/filósofos, hombres de estado (políticos y militares), marinos, héroes de la patria e inventores. Siendo las más numerosas (durante el primer año de la revista: 1919) las de escritores y en segundo lugar las de políticos, militares y héroes de la patria. (Mirta Varela; ob. cit., pág. 54).

(3) García Puron, Juan. Lector Nacional de Estrada. Libro cuarto. Buenos Aires, Editorial Estrada, 1910. En: Varela, Mirta; ob. cit., pág. 106.

(4) También aquí existe una diferencia con las biografías de Billiken; según señala Varela, en la revista el uso de elementos ficcionales es manifiesto, como es el caso del relato de aventuras. Por el contrario en los libros escolares se trata de borrar todo rastro de ficción. (Mirta Varela; ob. cit., pág. 120).

(5) Eco, Umberto. Semiótica y filosofía del lenguaje. Madrid, Editorial Lumen, 1990.

(6) «Por la época de la pierna ya había ganado mando y prestigio.» (Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 38).

(7) «Lo enterró sin ceremonia en el mismo foso que mandó a cavar para la defensa del fuerte de Santiago Apóstol.» (Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 39).

(8) Es posible que la elección de un héroe del imperio durante el período colonial, y no de un prócer de la independencia o períodos posteriores no sea casual. La ridiculización de la figura de un héroe de la independencia significaría sin duda u  golpe mucho más duro a los modelos y valores patrios preconizados en la escuela, y por lo tanto un mayor rechazo al texto por parte de los mediadores.

(9) La negrita es nuestra.

(10) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 38.

(11) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 38.

(12) Varela, Mirta; ob. cit., pág. 115.

(13) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 38-39.

(14) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 38.

(15) Mariño, Ricardo. «La venganza del peor del grado». En: revista Piedra Libre, Año IV, N° 9; Córdoba, CEDILIJ, mayo de 1992; págs. 21-24.

(16) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 39-40. La negrita es nuestra.

(17) Jitrik, Noé. «Una aproximación teórica al concepto de parodia». En: Apuntes de las clases de Literatura Latinoamericana II. Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, abril de 1990; pág. 11.

(18) Sobre este tema: Bajtín, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais. Buenos Aires, Editorial Alianza, 1994.

(19) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 39.

(20) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 40-41. La negrita es nuestra.

(21) Garrido de la Peña, C. Corazón Argentino. Libro de lectura para las escuelas. Valencia, Sempere, 1913. En: Varela, Mirta; ob. cit., pág. 117-118. La negrita es nuestra.

(22) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 41.

(23) Wolf, Ema. «Un héroe»; ob. cit., pág. 41.

(24) Larrosa, Jorge. «Elogio de la risa. O de cómo el pensamiento se pone, para bailar, un gorro de cascabeles». En: Pedagogía Profana. Estudios sobre lenguaje, subjetividad, formación. Buenos Aires, Ediciones Novedades Educativas, 2000; págs. 149-164.


Las imágenes que acompañan este artículo son de Matías Trillo y son detalles de la ilustración de tapa del Libro de los prodigios, de Ema Wolf, obra a la que pertenece el relato «Un héroe».

Imaginaria agradece a su autora y editores la autorización para reproducirlas.


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4 comentarios sobre “Sobre "Un héroe" de Ema Wolf, un cuento de humor negro”

  1. Gonzalo Baggio dice:

    Hola mi nombre es Gonzalo Baggio soy encargado de prensa de Editorial Bonum y quisiera saber si existe la posibilidad de enviarles nuestro material infantil para que lo tengan y, si eiste la posibilidad, sea comentado en su sitio web.
    Dejo mi telefono de contacto (4554-1414 int 105) y agradezco su pronta repuesta.
    Saludos.


  2. giuliana dice:

    hola mi nombre es giuliana y tengo 10 años y cuando sea grande quiero llegar a ser una gran escritora y tener tanto exito como ema wolf es mui lindo ser asi muchas gracias por su atencion .


  3. Marina dice:

    Hola soy docente de primaria, trabajo con niños de primer ciclo y segundo, ademas soy mama de cuatro niños, dos de ellos hicieron todo su nivel inicial en un jardin de infantes estatal y me sorprendio mucho el mamejo de la literatura en este nivel y el aporte enriquesedor de la misma para el trabajo con los niños, tanto de la sra Wolf, como de Ricardo Mariño, entre otros, muchas gracias por compartir sus talentos, son muy buenas las obras.
    sin mas saluda atte. Marina


  4. alison nicole dice:

    bueno pues el libro que yo lei me gusto mucho
    por que pense que estaba adentro de el ya que
    le puse empeño y imaginacion ok me despido y se
    los recomiendo…=)