155 | LECTURAS | 25 de mayo de 2005

"El teatro infantil acá es como un milagro. Casi de la nada, con muy pocos recursos se hace una obra de mucha calidad."
Entrevista con María Inés Falconi, escritora, dramaturga y docente

por Fabiana Margolis

María Inés Falconi tiene mucho para contar. Recientemente ha vuelto de Quebec, donde tuvo la oportunidad, gracias a una beca obtenida a través de la Embajada de Canadá, de realizar una investigación sobre el teatro para chicos; un estudio comparado para ver cuáles eran las diferencias en cuanto a la forma de trabajar en ambos países.

La beca le permitió quedarse un mes en Montreal, viendo teatro, leyendo obras, contactándose con la gente que se dedica al teatro infantil. Ahora está trabajando en un artículo para transmitir lo que vio allá, básicamente "porque cuando uno sale de su país —en realidad cada vez que uno sale de su ciudad— pero sobre todo si sale del país, ve muchas cosas que lo hacen aprender mucho y que le permiten saber dónde está parado. A veces vas a lugares donde ves cosas mejores, otras veces ves cosas peores, pero siempre son distintas y eso permite evaluar un poco cuál es la situación del teatro que nosotros tenemos. En relación a nuestra situación, nos brinda la oportunidad de incorporar elementos, temáticas, estéticas que uno ve afuera. Y yo, que tuve la oportunidad de viajar, puedo funcionar como una especie de transmisor para la gente de acá. Para que el teatro evolucione; ésa es un poco la idea".

Mientras estuvo en Quebec, María Inés notó diferencias en cuanto a la forma de trabajar en ambos países. "En principio —cuenta— yo no me quería fijar en el tema económico porque es obvio que Canadá tiene una situación diferente a la nuestra, ¿no? Pero es algo que no se puede eludir, porque eso también determina mucho la forma de trabajar. No tanto por cantidad de plata —que tienen y mucha— sino por lo que son las políticas culturales del gobierno. Allá la cultura es importante, el teatro es importante, el teatro para chicos es importante. Y el gobierno apoya, subsidia, sostiene los grupos, las producciones, las giras. Porque considera que no sólo es importante como cultura, sino también como recurso económico para el mismo país. Esto hace que los teatristas de Canadá vivan económicamente tranquilos. Se puede vivir exclusivamente del teatro sin problemas. Por supuesto que todos ellos además hacen otras actividades, pero pueden sostener un grupo sin sobresaltos y eso hace una diferencia sobre cómo se trabaja acá. Acá, cada vez que uno hace una puesta, corre el riesgo de perder todo lo que invirtió. No sabe cómo le va a ir ni ahora ni dentro de seis meses. A veces esa necesidad económica hace que se trabaje un poco a las apuradas, con menos recursos, más en función de lo que uno ya sabe que va a funcionar que de un proceso de búsqueda o de experimentación. Todo ese tiempo que ellos tienen para trabajar se nota a la hora de ver las puestas en escena. Lo cual no quiere decir que sean mejores obras, se ve que está hecho desde otro punto de vista. Acá encontramos un gran generalidad improvisada y algunas excelentes cosas muy bien hechas a pesar de la falta de recursos. Pero tenemos este desnivel que allá pareciera no existir".

—¿Suele ser la misma persona quien escribe y dirige las obras?

—No, ésa es otra diferencia. Ellos tienen muchos dramaturgos, muchas veces los grupos están integrados por un director y un dramaturgo que cumplen roles totalmente diferentes. Hay mucha gente que escribe para chicos; ellos tienen allá un lugar que se llama el C.A.D. (Centro de Autores Dramáticos) que es un archivo, un centro de documentación donde están las obras de teatro de Quebec. Generalmente traducidas a dos o tres idiomas; debe haber doscientas cincuenta obras de teatro para chicos, algunas publicadas en libros, otras en libretos aún sin publicar. Uno tiene acceso a estas obras, las puede leer. Acá no sucede. Además, aquí, en general, el director es el mismo que escribe la obra. Y el director tiene cabeza de director, no de dramaturgo.

Sin embargo, también hay similitudes. Cuenta María Inés que sí existe —y de esto se quejan los teatristas canadienses— la misma desvalorización tanto hacia el teatro para chicos como hacia quienes se dedican a él. No hay muchos periodistas especializados en teatro infantil y en los medios de comunicación se les da tan poco espacio como acá. Si bien los teatristas son muy reconocidos, el teatro para chicos siempre es considerado un género menor. "Incluso los subsidios para el teatro infantil son más bajos que los subsidios para el teatro para adultos. Hay muchas problemáticas que compartimos con ellos, a pesar de que la situación sea distinta. En lo que no hay diferencia entre teatro para chicos y para adultos es en el tratamiento que se les da a las obras. Nadie hace teatro para chicos como se hace muchas veces acá, que se juntan tres, agarran un cuento y con eso ven qué sale. Allá todas las obras tienen un tratamiento idéntico al del teatro para adultos: en escenografía, en vestuario, en puesta de luces, en multimedia, en textos. Lo más sorprendente es la cantidad de textos escritos que hay de teatro para chicos".

Otra similitud que a María Inés le llamó mucho la atención tiene que ver con la edad de los teatristas. "El teatro para chicos allá en forma de compañías estables empezó al mismo tiempo que acá, en la década del ’70, cuando acá empezaron Hugo Midón, Héctor Presa, el Grupo Catarsis. Estos grupos canadienses, que ya tienen veinticinco o treinta años, suelen estar integrados —al igual que acá— por gente de entre 45 y 55 años. Por supuesto, también están los grupos más jóvenes, la generación que tiene 30, que son los que están empezando. También hay algo que se da mucho acá: generalmente los grupos se estructuran alrededor de la pareja, del matrimonio. Él es director y ella actriz o —como en mi caso— que yo soy dramaturga y mi marido director. Es muy sorprendente esta similitud."

—¿Tuviste oportunidad de ver cómo estaba posicionado allá el teatro argentino para chicos?

—El teatro argentino para chicos allá es desconocido. Nosotros a través de ATINA (*) que es la asociación de teatristas, tenemos bastante contacto con la gente de Canadá y a partir de este vínculo vinieron muchos canadienses a nuestro festival acá y esto hace que se empiecen a conocer grupos, obras, textos. Que ellos vayan teniendo un panorama de lo que se hace acá. Pero creo que fue la primera apertura en ese sentido.

El gobierno de Canadá apoya mucho a los elencos que salen de gira, los apoyan económicamente, cosa que acá no sucede. Es una pena, porque nosotros tenemos un muy buen teatro a nivel internacional.

—¿Qué fue lo que más te sorprendió o te llamó la atención cuando estuviste allá?

—En relación al teatro me sorprendieron mucho las temáticas que ellos tocan para chicos. Acá serían absolutamente imposibles. Por ejemplo obras que hablan del SIDA, del divorcio, de la muerte —vi una que me gustó mucho sobre un adolescente cuya abuela fallecía y la obra giraba en torno a la bronca, la rebeldía, la no aceptación del chico frente a esta situación—. Son temas fuertes, polémicos; a mi gusto, en algunos casos, son temas excesivamente fuertes, no estamos para nada acostumbrados a este tipo de temáticas.

—¿Estos espectáculos están pensados para chicos o para adolescentes?

—Para chicos de diez años para arriba. En ese sentido creo que ellos están un paso más adelante que nosotros, ya dejaron el cliché del chico y se animan a entrar en temas más serios. Lo cual no quiere decir que las obras sean una depresión ni mucho menos; creo que es así porque tienen una gran cantidad de dramaturgos, que trabajan mucho con la palabra y escriben desde un ángulo distinto al de la puesta en escena. Yo traje más o menos dieciséis obras de teatro para incorporarlas a la biblioteca que tiene ATINA (*) para que puedan ser leídas acá. Algunas ya están en castellano, otras hay que traducirlas, pero tal vez haya gente que lea inglés o francés. Me parece muy importante que se pueda leer otro tipo de teatro, no creo que haya que adoptarlo, pero es importante conocer que existen otras cosas.

—¿Cómo ves el panorama de teatro infantil acá?

—El teatro infantil acá es como un milagro. Yo creo que en Argentina hay gente muy talentosa: actores, directores, incluso directores puestos a trabajar como dramaturgos. Dramaturgos solos debemos ser... tres. No sé si somos muchos. Casi de la nada, con muy pocos recursos se hace una obra de mucha calidad. También veo que en algún sentido estamos como quedados, repitiendo fórmulas. En cuanto a los temas, a los criterios estéticos. Lo último que apareció hace algunos años como novedoso fue el teatro de clown o el circo.

—¿Por qué pensás que el teatro para chicos repite fórmulas y no se "anima" a tocar ciertos temas?

—Yo creo que es el miedo de arriesgarse a que la obra no funcione económicamente. Se trabaja mucho para las escuelas que son, en definitiva, el recurso económico de los grupos. Y la escuela es el lugar más conservador, le cuestan mucho los cambios, las nuevas propuestas. Entonces la gente no se arriesga porque no puede entrar a las escuelas y se arma un círculo. Con el talento que hay acá en Argentina, si nos diéramos un poco más de tiempo y pudiéramos correr este tipo de riesgos, sería un cambio muy interesante.

La fundación de ATINA (Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adolescentes) influyó de muchas maneras en el trabajo de quienes se dedican a la creación de espectáculos para chicos. En primer lugar, generó contactos internos. Gente que convivía en la ciudad de Buenos Aires y que tal vez nunca se habían ido a ver uno al otro —sólo se conocían de nombre— empezó a conocerse. Esto generó posibilidades de trabajo en conjunto, donde por ejemplo el dueño de una sala concretó con un determinado grupo. "Y generó además una posibilidad de contacto con el exterior —cuenta María Inés— que a mí me parece sumamente interesante e importante. Yo no sé si a todo el mundo le pasa lo mismo, pero cuando veo algo muy distinto a lo que suelo hacer, a mí me moviliza. Abrir nuevos caminos de búsqueda, conocer que hay otras cosas: este proceso no es consciente, pero el intercambio siempre es muy enriquecedor".


Nota

(*) ATINA (Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adolescentes) es una asociación civil sin fines de lucro, fundada en el mes de julio de 2002, en la Ciudad de Buenos Aires, que nuclea a directores, actores, escenógrafos, músicos, periodistas, dramaturgos, investigadores y todas aquellas personas que desarrollen su actividad dentro del teatro para niños y adolescentes, con el fin de trabajar para el desarrollo del mismo en todo el país, y establecer y fortalecer vínculos con el teatro para niños y adolescentes de todo el mundo.

Dirección postal:

Universidad Popular de Belgrano
Ciudad de la Paz 1972
(1428) Buenos Aires
Argentina
Tel: (54 11) 4784-9871.
Email: info@atinaonline.com.ar
Web: www.atinaonline.com.ar

Biblioteca ATINA

La Biblioteca ATINA de teatro para niños y adolescentes funciona como anexo a la Biblioteca Popular de la Universidad Popular de Belgrano y puede consultarse libremente de lunes a viernes de 12 a 20 horas.

ATINA está trabajando en la creación de una Biblioteca Virtual para que sus socios puedan consultar el material desde cualquier lugar del país.}


María Inés Falconi (mifalconi@argentores.org.ar) es escritora especializada en literatura y dramaturgia infantil y juvenil, directora teatral y docente.

Comenzó su actividad como dramaturga con la obra Tornillos Flojos (Premio por los derechos del niño otorgado por APDH) en 1985. Desde ese momento ha desarrollado una intensa actividad en el teatro para niños y adolescentes estrenando más de 25 obras, tanto con el Grupo de Teatro Buenos Aires, como en el interior y exterior del país (España, México, Venezuela, etc.). Algunos de sus títulos son: Chau, Sr. Miedo; El Nuevo; Pérez-Gil, piratas; Caídos del Mapa; Hasta el domingo; Sobre Ruedas; Juan Calle. Por su dramaturgia en el teatro para niños recibió premios nacionales e internacionales: Premio Argentores, Premio Fondo Nacional de las Artes, Premio Dramaturgia de Badajoz (España), entre otros. Participó con sus obras en festivales de Argentina y del exterior (Córdoba, Tucumán, Catamarca, Venezuela, Brasil, México, Pakistán, entre otros).

Desde 1986 coordina Talleres de Expresión Teatral para Niños y Adolescentes en diversas instituciones educativas y en la Universidad Popular de Belgrano, también dicta Talleres de Dramaturgia del Teatro para Niños y Adolescentes en el país y en el exterior y fue invitada para presentar su trabajo "El Teatro para niños y jóvenes en Canadá y Argentina" en el marco del Congreso de ASSITEJ a realizarse en Montreal en noviembre de 2005.

Es coordinadora de la Biblioteca Popular de la Universidad Popular de Belgrano, dedicada a niños y jóvenes, y tiene a su cargo la organización de la Biblioteca Teatral ATINA (Asociación Argentina de Teatristas Independientes para Niños y Adolescentes).

Como escritora publicó varios libros para niños y jóvenes: Caídos del mapa (Ediciones Quipu), Cartas para Julia (Editorial Alfaguara), Los hermanos no son cuento (Ediciones Colihue), Bichos de cuento (Grupo Editorial Norma) y Leyendo leyendas (Editorial Santillana), entre otros.


Fabiana Margolis (fabimargolis@hotmail.com) es Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Formó parte del GETEA (Grupo de Estudios de Teatro Argentino e Iberoamericano) donde realizó trabajos de crítica e investigación sobre teatro infantil. Es autora de Sueños con gusto a frutilla (Quito, Libresa, 2004), novela recomendada por el Jurado del Concurso Internacional de Literatura Infantil "Julio C. Coba" y, con el cuento "Te espero abajo, tiburón", obtuvo el Segundo Premio en el Concurso Internacional de Cuentos para Niños de Imaginaria y EducaRed.


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