118 | LECTURAS / FORO | 24 de diciembre de 2003

Foto de Adela BaschConversación abierta con Adela Basch
Invitada especial del foro de Imaginaria y EducaRed

 


Humor cotidiano

Adela Basch:

Estímadísim@s concurrentes de este foro, me encantaría que compartiéramos algunos pensamientos en torno del humor en la vida cotidiana. Yo a veces lo bendigo, porque tengo con insistente frecuencia la sensación de que solemos andar por el mundo algo adormecidos y me parece que el humor nos despierta un poco. Encuentro en el humor una fuerza que sacude lo que está instalado sin cuestionamientos y que nos impulsa a la pregunta y a la transformación. En ese sentido me permito contar algo personal. No me gusta ir a hacer compras, de ningún tipo. No me gusta encontrarme con alguien que a toda costa quiere convencerme de que necesito lo que no necesito. Sin embargo, es una situación por la que debo pasar con frecuencia. Y muchas veces el humor me ayuda a sobrellevarla mejor. Una vez se rompió la cerradura de la puerta principal del departamento donde vivo. Tuve que sacarla y llevarla a arreglar. Mientras iba a ver al cerrajero me detuve en un negocio a comprar medias. La vendedora miró la cerradura con curiosidad y me hizo una pregunta. Yo le contesté que cuando salía de casa me llevaba la cerradura para asegurarme de que nadie la abriera sin mi consentimiento, y que algunas veces hasta me llevaba la puerta. Ella me miró con mucho respeto y supe que no iba a intentar venderme nada que no necesitara.

 


Marlene del Valle:

Estoy de acuerdo con vos en eso de que el humor nos despierta un poco del adormecimiento de la rutina diaria. En cuanto al humor en la literatura me parece a mí que es más frecuente encontrarlo en la literatura infantil pero no así en la juvenil y de adultos. Siempre hablando de la literatura argentina porque no veo que ocurra lo mismo en la española. Con respecto a la latinoamericana no conozco bien pero he leído cosas con mucho humor en libros cubanos y brasileños. ¿Será el humor caribeño? o será que no he leído lo suficiente, y entonces tengo una visión parcializada al respecto?


A.B.:

Marlene, creo que se puede encontrar humor en la literatura, independientemente de la franja de edades a la que supuestamente está dirigida, y por otra parte, no me llevo bien con dividirla en compartimientos. Nunca entendí muy bien cómo se ponen las etiquetas "para niños", "para jóvenes", "para adultos". Por otro lado, pienso que por más que hayamos leído y leído, nunca hemos leído lo suficiente y siempre tenemos una visión parcial.


Nora León:

Querida Adela, me alegra mucho encontrarte en este foro, porque me encanta cómo escribís y todos los juegos que desarrollás con las palabras. Además me consta personalmente tu buena onda y sentido del humor, ya que amablemente nos visitaste en un taller de cuentos que organicé hace unos años en CENTES. Creo que es muy estimulante para los docentes y los niños la presencia de nuestros escritores en las escuelas, porque nos compromete y nos motiva a seguir difundiendo la lectura y la escritura. Pero hay un temita que vos dejaste picando, y es en relación a las etiquetas de la literatura. ¿Cómo lo pensás vos en relación a la literatura infantil?


A.B.:

Nora, gracias por tus palabras. Creo que hay que desconfiar de las etiquetas. Conocí una casa en la que se guardó sal en un frasco que decía "azúcar", porque era el único disponible. Después muchos se llevaron una sorpresa, e incluso hubo quien pensó que la sal era dulce y que el resto del mundo que sostenía lo contrario estaba equivocado. Me parece que la literatura excede los magros espacios que las etiquetas pretenden compartimentar.


Pepeu:

Es inevitable recordar una mesa redonda sobre el mismo tema en alguna feria del libro en Buenos Aires. Estaban Ricardo Mariño, Quino, Sendra e Hilda Cañeque. El público, compuesto en su mayoría por docentes. Cada uno expuso su punto de vista, de qué manera dejaba una marca el humor cotidiano o las situaciones cotidianas en su obra, el sentido del humor en la infancia, en los jóvenes y en los adultos.

Hilda Cañeque se dedicó a hablar sobre el humor en situaciones dramáticas, extremas, ejemplificando con escenas de humor en los velorios. Después nos propuso un ejercicio. Pidió a la audiencia que se relajara, se bajaron las luces de la sala y comenzó a relatar con una voz lastimosa, obscenamente dramática, escenas truculentas de la realidad, enfermedades, desnutrición infantil, guerras, muerte, amenazas nucleares, y más muerte. Después, cambiando el tono de voz, volvió a hacer referencia a la sala, a la charla, a que estábamos seguros entre esas cuatro paredes, lejos de toda esa realidad que acababa de describir. Y para darnos más seguridad pidió que abriéramos los ojos, que nos miráramos y nos dedicaramos una sonrisa y por qué no una carcajada, que nos riéramos, fuerte, más fuerte... y para rematar comenzó a sonar la canción "Es preferible reir que llorar". Mucha gente en la audiencia, sin saber qué hacer, sin comprender lo que pasaba, respondió a la consigna. Otros nos miramos con cara de ¿me perdí algo?, ¿a dónde vine? ¿de qué se trataba esta convocatoria? ¡¡¡SEGURIDAD - LA DEL MICRÓFONO!!!

Quino se levantó y dijo "esta propuesta es una propuesta hija de puta", y no quiso participar más de la mesa. Ricardo Mariño estaba sorprendido por la respuesta sumisa de la audiencia. En fin.

Tal vez no aporte nada nuevo al tema propuesto, pero como escribí al principio, fue inevitable volver a recordar esta escena patética fruto del humor cotidiano, también como tema de discusión.

Adela, trabjé algunos años como docente de escuela primaria (primer ciclo), y a pesar de no haber leído libros tuyos con mis alumnos, sé cuanto disfrutaban los más grandes con "Abran cancha..."


A.B.:

Hola Pepeu, creo que sí hiciste un aporte. Al leer lo que escribiste es inevitable tener presente cómo con frecuencia se recurre a un presunto humor para tapar conductas mecánicas, en las que se responde ciegamente a cualquier estímulo sin un instante de detención para ver qué estamos haciendo o hacia dónde vamos. Y eso también nos hace presente cuántas veces reaccionamos así más allá o más acá de cualquier supuesto humor. Tal vez, como en muchos aspectos de la vida, podríamos decir que hay un falso sentido del humor, una risa artificialmente provocada con solo apretar ciertos botones y un humor tal vez más lúcido, que puede ayudar a que una persona o una sociedad se vean a sí mismos, con sus miserias y sus posibilidades de transformarlas.


Starosta:

Estuve reflexionando sobre el tema del humor en la literatura y me parece un tema serio, muy serio.

Tan serio que me da risa.

Sin contenerme, me río, me río, me río.

Luego, escribo.

...

Verifíquese el Teorema de Starosta, y de ser de utilidad, aplíquese.


Carlos Marianidis:

El humor es, entre otras cosas, una especie de relación inesperada entre dos elementos que parecían no poder relacionarse de ningún modo.

Hay maneras sanas y morbosas de establecer esas relaciones, pero también -desgraciadamente- un público que responde al efecto de cada una. Así encontramos que quien se ríe con una cámara oculta de Tinelli difícilmente comprende el humor de Les Luthiers y viceversa. Hemos tenido humoristas que no han recurrido a una sola palabrota para hacer reir, como Tato Bores, otros que han usado las palabrotas de un modo más que inteligente, como Enrique Pinti y una lamentable mayoría que las han usado y las usan, sin hacer reir ni pensar a nadie. En literatura, de Cortázar a Fontanarrosa, el humor ha hecho una descripción fiel de nuestra idiosincrasia; igualmente nos vemos reflejados en el humor fino de las imágenes, desde Molina Campos hasta Hermenegildo Sábat.

En la vida cotidiana, el humor nos aleja de la angustia y nos ayuda a digerir desde el dolor hasta la muerte. Personalmente, veo que hay temas, hechos puntuales con los que no creía posible que se pudiera hacer humor alguna vez y después que el tiempo ha ayudado a tomar distancia, han comenzado a brotar, tal vez como un mecanismo de defensa contra lo inentendible, como la caída de las torres gemelas y la guerra de Iraq. Sin embargo, la distancia geográfica de los hechos es también clave para poder relacionarlos de algún modo que produzcan una sonrisa, aunque fuera por un "falso enlace", como decía el genial Freud. No creo que se pueda hacer jamás un chiste sobre la voladura de la Embajada de Israel o la AMIA.

En síntesis -y hablando en especial del argentino- pienso que el humor es una característica muy nuestra; que es imprescindible para sobrellevar la nacionalidad y todo lo que ello implica. Pero hay ciertas cosas en las que ni el humor nos sirve de escudo.


A.B.:

Carlos, me interesa lo que decís. Hay circunstancias en las que el humor se hace humo.

Cuando el humor se hace humo, aparece con frecuencia algo que está emparentado con él pero tiene otro signo: el llanto. A veces lloramos de risa y otras reímos porque no somos capaces de llorar. Sin embargo, el llanto deja los ojos más brillantes, como si pudieran ver mejor.


C.M.:

Al abrir este tema, Adela, decías que encontrás en el humor "una fuerza que sacude lo que está instalado sin cuestionamientos y nos impulsa a la pregunta y a la transformación".

Recordé que hace poco, el director Barenboim fue criticado en Israel por incluir a Wagner en un programa, con el argumento de que en los campos de concentración los nazis pasaban su música por altoparlantes. Cuando le preguntaron a Woody Allen qué pensaba de esta censura, dijo que los críticos tenían razón y que a él mismo, cada vez que escuchaba Wagner le venían deseos de matar judíos.

Inmediatamente después de una respuesta así, donde el humor actúa preciso como un bisturí, aparece el cuestionamiento. Pero para llegar a la transformación es necesario saber reirse de uno mismo, o de la sociedad, o hasta del mundo en que vive y obrar en consecuencia.

¿Te parece que los argentinos hemos llegado a desarrollar esa capacidad? ¿Sabremos reir de nosotros mismos y corregirnos?


A.B.:

Carlos, me parece que es difícil generalizar, porque al hacerlo siempre se deja afuera una gran parte del campo. Pero si me pongo a generalizar diría que me parece que nos falta mucho. Pero como estoy generalizando, ya no pienso solo en los argentinos sino en toda la humanidad. Y percibo que es tanto lo que nos falta que mejor me dejo de generalizar porque no sé si el mundo necesita de tantos generales.


C.M.:

Tenés razón... Nosotros mismos hemos tenido ya demasiados generales y no nos fue bien.


A.B.:

Sí, veo que estamos atando cabos.


Isabel:

Átenlos a todos, por favor, y no se olviden de los generales.


C.M.:

Ya que atamos cabos e Isabel recuerda atar a los generales... no dejemos afuera a los sargentos y coroneles.

Y hablando de Roma, Adela... ¿Creés que un escritor se puede volver rico?


Gloria:

Ya que están atando... creo que se olvidaron de atar también a los capitanes y capitanes de corbeta que no sé si se escribe así, pero creo que igual me entienden... Decía, átenlos a todos y que no se escape ninguno... Muchas gracias.

Me gustaría aportar el humor de Boris Vian, absurdo y creativo como pocos...

En cuanto a la vida cotidiana, soy de las que creen que si sabemos reirnos de nosotr@s mism@s, muchas veces podemos salvarnos de la locura y la desesperación. Nada de reirnos de los y las demás. Reirnos de nosotras y si lo extendemos... reirnos de nosotr@s, como argentin@s, como grupo y como raza humana y así sucesivamente. Pero dejemos a los gallegos y a los negros en paz, ¿no te parece?


A.B.:

Glori, comparto tu pensamiento, riámonos de nosotros mismos y dejemos en paz a los demás, que, en todo caso, bastante tendrán ya para reírse de sí mismos si quieren.


A.B.:

Carlos, respecto de tu última pregunta, si al hablar de riqueza te referís a la material, no veo por qué un escritor o escritora no puede ganar la lotería, el loto (esto último especialmente si practica yoga) o ganar una fortuna en la ruleta.


C.M.:

No... Mi pregunta fue maliciosamente ambigua. Ya que veníamos hablando de cabos, generales, sargentos y coroneles, se me ocurrió ligar esto último con la palabra "Rico". También podía haberte preguntado si no te parecía que un escritor de canciones de protesta de los '70 se las arreglaba mejor sin viola.

Justamente, al descuido, vine a dar con una de las claves del humor, lo que comentaba más arriba, que es "eso" de lo que nos reimos cuando algo que creemos se dice con un sentido, salta de la vía y se nos aparece significando otra cosa.

En el fondo, creo que también es una de las claves de tu estilo: me ha pasado más de una vez que leo una frase tuya y luego, la siguiente, creyendo que continuará en la misma dirección y, de pronto, me descoloca, porque está refiriéndose a otra cosa. Es entonces cuando me río.

Tu manera de dialogar tiene rasgos del humor y los juegos de palabras de tu literatura. ¿Cuál deriva de cuál?


A.B.:

Me resulta casi como pensar quién nació antes, ¿el huevo o la gallina? Pero creo que tal vez haya venido primero mi manera de dialogar, pisándole los talones, que por fortuna no eran los de Aquiles, mi manera de escribir y que enseguida se empezaron a realimentar mutuamente.


Starosta:

He pasado estos días releyendo el foro más que involucrandome en él.

En primer lugar porque estoy abriendo el correo a las apuradas.

En segundo lugar porque es taaaaan agradable a veces dejarse contar historias nomás (sentarse por ahí, bien en segundo plano y esperar el momento de ser sorprendido).

Y en verdad me sorprende tu humor (soy de los que no te conocen) y me sorprende lo cotidiano de tu humor.

Y veo que desencadena entre este auditorio una suerte de reacción en cadena, donde ese humor activa en tus interlocutores un deseo irrefrenable de apelar a más humor para responder al tuyo. 

Despertar semejantes pasiones entre adultos me parece sublime (aunque razonable).

Lo mismo, en tu público (digamos) infantil, me parecería casi revolucionario.


S.:

Reflexionando me olvidé de lo principal:

Tengo la soga.

Até a todos los que tenía que atar.

Ahora, tengo acá unos muchachos: un tal General San Martín, un tal Comandante Ernesto, el Cabo Polonio, y un gordito que dice ser el Sargento García...

Pregunto: ¿generalizo y los amarro a la pata de la cama?


G.:

Se nos complicó la cosa, Starosta... No sólo por sus cabos y comandantes si no que acá le sumo a otro que encontré, un tal Sucomandante Marcos...

Houston, tenemos un problema.


S.:

Mire, Gloria, para serle sincero, la categoría Sub eriza los pelos del escalafón...

Pero, qué más apropiado a nuestro sub-escalafón que un Sub-Comandante...

¿Qué Marcos? ¿El del cuadro?


A.B.:

Starosta, retomo estas palabras suyas: "Despertar semejantes pasiones entre adultos me parece sublime (aunque razonable). Lo mismo, en tu público (digamos) infantil, me parecería casi revolucionario." Entonces, ¡voy a tener que considerarme revolucionaria! ¡Y pues sí!

En cuanto a esta pregunta: "Pregunto: ¿generalizo y los amarro a la pata de la cama?" Creo que es imposible. Todos ellos, incluido el famosísimo y shakeaspeareano cabo Polonio han soltado amarras hace mucho tiempo, ya no hay vuelta atrás y no hay pata de cama ni de pirata ni estanque donde se los pueda amarrar. Y acá usted ha puesto de manifiesto uno de los graves inconvenientes de generalizar, o para dejar de usar esta palabra y buscar nuevas resonancias, de meter todo en la misma bolsa.


S.:

Sería algo así como:

Generales, palo y a la bolsa.


G.:

Sí, sería mejor lo de "generales, palo y a la bolsa" a que los generales nos pregunten "¿la bolsa o la vida?"... o lo que es peor, que ni pregunten, ¿no?


A.B.:

Glori, pienso que generalizar no es solo hablar de generales, nos estamos olvidando de la generala, que si bien es un juego de dados, nos aleja un poco de los soldados, porque en general los dados no tienen soldadura.


Andrés1530:

LO IMPORTANTE ES NO PERDER LA CAPACIDAD DE ASOMBRO

Se dice siempre siempre sieempre, y entonces ya el tipito queda políticamente correcto, o tambien "primero hay que reírse de uno mismo", y ahí el problema es que primero entonces hay que causarse gracia. (Y sospecho que debe tener que ver con vivir con cierta "gracia".)

Respecto al humor en las narraciones me parece que tiene que ver con tratar de ejercitar una "mirada de marciano" sobre nuestro propio hábitat, y que de ahí saldrá el asombro siempre imprecindible en el humor y las miradas filosóficas.

Disculpen ciertas brusquedades pero si hay algo que me da urticaria son los slogans, especialmente los que intentan ser políticamente correctos (tan difundidos hoy día).


A.B.:

Andrés, yo también tengo la sospecha de que causarse gracia debe tener que ver con cierta "gracia". Sobre lo políticamente correcto mucho no sé. En ese campo tuve mucha influencia de uno de mis tíos políticos, pero no era para nada correcto y siempre le hacía pasar vergüenza a mi tía.


María Valentina Farrell:

Capacidad de asombro, eso es lo que tienen los niños, capacidad de asombro. uno debe animarse a ser ridículo, perderle el miedo al ridículo, es algo que yo intento cada día pero en cuanto la veo a esa tía que nos da vergüenza me olvido de lo que quería.


A.B.:

Bueno, entonces dejá de verla a esa tía por un tiempo. Total a ella no le va a pasar nada. Y cuando la vuelvas a ver, a vos ya no te va a hacer olvidar de lo que querías. Y te digo también, al menos por mi experiencia, que si quisiéramos vivir sin ser nunca ridículos tendríamos que aislarnos y vivir sin salir a la calle ni interrelacionarnos con persona alguna, porque muy posiblemente siempre va a haber alguien que nos quiera ridiculizar.


A1530:

Apuesto que tu tía se divertía mucho pasando vergüenza con tu tío.

Mis viejos me hacían pasar vergüenza en los casamientos familiares cantando fuerte y bailando moderno. Y son unos de los mejores recuerdos de mi infancia, así que ahora trato, en lo posible, de hacerles pasar un poquito de ese tipo de vergüenza a mis hijos.


A.B.:

Mi tía se divertía muchísimo porque enseguida aprovechaba para hacerle pasar vergüenza a él. Y lo que decís de tus viejos, me hace pensar en mi madre. Si vos tratás de hacer que tus hijos pasen un poquito de ese tipo de vergüenza, yo me descubro con frecuencia con la misma desvergüenza típica de mi vieja.



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