118 | LECTURAS / FORO | 24 de diciembre de 2003

Foto de Adela BaschConversación abierta con Adela Basch
Invitada especial del foro de Imaginaria y EducaRed

 


De la democracia al endecágono

Carlos Marianidis:

A partir de 1983, la literatura infantil ha contribuido a difundir derechos, Constitución e importancia de la memoria colectiva. ¿Notás diferencias entre los pequeños y jóvenes lectores de hoy y los de dos décadas atrás?


Adela Basch:

Sí, noto diferencias. Creo que los chicos de hoy son mucho más vivos y están más conscientes de sus derechos y menos dispuestos a que los pisoteen.


C.M.:

Si hicieras un balance según tu percepción personal de los últimos años, ¿qué afirmación te parecería más cierta?:

a) La lectura es de creciente interés en los niños.

b) En los niños, el interés en la lectura es decreciente.


A.B.:

Creo que la lectura es de creciente interés en los niños, porque creo que es de creciente interés en muchos adultos que se relacionan de distintas maneras con los niños que los niños lean.


C.M.:

En tu literatura hay una fuerte relación de identidad con nuestros temas y nuestros lugares. Tanto en el texto escrito como el representado en teatro, ¿qué es lo que te llega como devolución?


A.B.:

A juzgar por las respuestas que recibo, creo que hay muchas personas de distintos lugares del país y también de otros de América Latina, de muy diversas edades, que de alguna manera se reconocen a sí mismos y a su mundo en los textos de que hablás.


C.M.:

En muchos de tus característicos juegos de palabras se mezcla la poesía con cierto aire de campo. ¿Reconocés influencias de los clásicos payadores? ¿Qué poetas argentinos te marcaron más?


A.B.:

Sí, reconozco influencias de los payadores y de la poesía gauchesca. Curiosamente, te diría que los poetas argentinos que yo íntimamente siento que más me marcaron no han dejado huellas visibles, hasta dónde yo puedo ver, en mis textos. Menciono a Oliverio Girondo, desde mi adolescencia en adelante, y a Francisco Luis Bernárdez, en mi infancia.

Creo que lo que es más manifiesto es la influencia de lo que podríamos llamar "poesía popular".

Cuando digo "poesía popular" me refiero a una poesía que podríamos llamar anónima, colectiva. La de las canchas de fútbol, que nunca he frecuentado, la de las manifestaciones de mi época de estudiante, que sí frecuenté, la de la calle.


C.M.:

"...porque después de todo, he comprendido / que lo que el árbol tiene de florido / vive de lo que tiene sepultado."

Mencionaste a Bernárdez... ¿Qué cosas considerás que tu árbol tiene de florido?


A.B.:

Carlos, para mí es muy difícil hablar de eso. Pero podría decirte que es un árbol truquero y aprovecha cuando tiene flor. También podría decirte, pensando en un cuento inédito, que escribí este año y que justamente se llama "El árbol colorido que no se dio por vencido", que mi árbol tiene justamente eso y también una relación muy fuerte con un lugar, unas raíces, un ritmo, una cadencia propios del lenguaje oral y al mismo tiempo ligados a la rima, a los malabarismos con las palabras.


C.M.:

Supongamos que se puede viajar en el tiempo, hacia atrás y hacia adelante... ¿En qué época te quedarías a pasar una semana? ¿A quién irías a visitar?


A.B.:

En principio, me gustaría volver a encontrarme con mis compañeros y compañeras del jardín de infantes, con la edad que teníamos cuando nos conocimos y en esa misma época.


C.M.:

Ya que fuimos hacia atrás -y volviendo al tema de la democracia-, siempre es bueno recordar que aun en literatura infantil ha habido épocas de censura previa. Digo que es bueno recordarlo para valorar mejor el modo en que hoy uno puede expresar sus ideas.

¿Recibiste alguna vez cuestionamientos de este tipo? ¿Tuviste dificultad para editar por el contenido de algún texto?


A.B.:

Tuve la fortuna de no haberme topado con problemas de ese tipo. Pero también debo decir que publiqué mi primer libro en épocas de democracia. De lo contrario, no sé...


C.M.:

Lo pregunté porque tu primera obra de teatro es de 1979. De aquélla a la actualidad, ¿hubo cambios internos en tu forma de concebir el teatro infantil? ¿Te han ayudado los niños -con reacciones o comentarios directos- a crear o modificar?


A.B.:

Es cierto que mi primera obra de teatro es de 1979. Pero mi primer libro lo publiqué en 1985. Y cuando se estrenó mi primera obra, en 1979, ¿quién iba a prestarle mucha atención a una obra de teatro para niños de una autora a la que sólo conocían sus parientes, sus vecinos, algunos ex compañeros de colegio y algunos amigos? ¿A quién le iba a molestar una obra de teatro para niños estrenada en un teatrito al margen de los circuitos comerciales, con un elenco formado por un equipo de personas muy conocidas por sus madres y sus amigos de la cuadra? Bueno, estoy exagerando. En realidad creo que a irrupción de mi escritura en la escena del teatro para inocentes y pequeñas criaturas molestó a algunas personas. Pero para contestar lo que me preguntás, te digo que sí, que desde ese momento hasta ahora hubo muchísimos cambios en mi manera de concebir la escritura del teatro y que la interrelación permanente que tengo con todo tipo de chicos y chicas me ayudó mucho.


A.B.:

Pequeña nota aclaratoria: en el mensaje anterior, donde dice "a irrupción", sería mejor que dijera "la irrupación". Ruego disculpen cualquier molestia erosionada.


A.B.:

Otra pequeña nota aclaratoria (me pregunto si debería escribirla con blanco): en el mensaje anterior, donde dice "molestia erosionada" sería mejor leer "modestia ocasionada".


A.B.:

Otra pequeña nota aclaratoria más (que no voy a escribir con blanco porque tendría que cambiar el fondo y no quiero porque en el fondo soy buena): en el mensaje anterior, donde dice "modestia ocasionada", convendría que dijera cualquier otra cosa.


A.B.:

Disculpen, por favor, pero donde acabo de poner "otra cosa", olería mejor si hubiese puesto "otra rosa".


Starosta:

En la hinchada decimos:

¡Dibuje, maestro!


Starosta:

Nota aclaratoria:

Temí decir: "¡Dibuje, maestra!", y que me saliera con un polígono endecágono regular...


A.B.:

Starosta, menos mal que el temor fue buen consejero, porque yo en los polígonos no me endecágono nada.



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