105 | RESEÑAS DE LIBROS | 25 de junio de 2003

El sueño interminable

Yvan Pommaux
Ilustraciones del autor.
Traducción de Leopoldo Iribarren
Caracas (Venezuela), Ediciones Ekaré, 2002. Colección Libros de Todo el Mundo.

Portada del libro

Una nueva investigación de John Chatterton, el gato-detective creado por Yvan Pommaux, nos llega a través de Ediciones Ekaré de Venezuela (1). Como en las historias anteriores la trama del cuento maravilloso, en este libro "La bella durmiente del bosque", se transforma en el caso policial.

La magia del cuento de hadas convive junto a personajes que nos recuerdan las películas del cine negro norteamericano. El padre de la señorita Rosepín, aparentemente un poderoso magnate, es un enorme bulldog que fuma habanos acompañado por su esposa, una dama de talle fino a la manera de las stars de Hollywood, o las modelos de los avisos publicitarios de los ‘50. El caso es conocido: la joven Rosepín pronto cumplirá quince años, una mala hada ha predicho que a esa edad ella se sumergirá en un sueño interminable, después de pincharse el dedo con el huso de una rueca.

La narración se inicia con un breve párrafo, a continuación la historia se irá desenvolviendo a partir de las imágenes y los diálogos entre los personajes a la manera del cómic. Los cuadros se suceden, John Chatterton ha aceptado el caso y está dispuesto a seguir en su auto a la señorita Rosepín, que se desplaza en rollers y viste como una joven de los ‘90. Poco importan las contradicciones, o mejor aún, descubrimos que se puede jugar libremente con ellas.

En el bar aparece la típica escena del mozo informante, Roger, una especie de perro salchicha vestido con chaleco, pantalón a rayas y moñito. El nombre del café también resulta sugerente: "Café Grimm".

Mientras Chatterton sigue en su auto tranquilamente a la joven, los habitantes de la ciudad se desplazan por la vereda: un niño vestido con jogging y gorra, un pingüino en smoking, un perro de traje a cuadros y anteojos, una pata de saco verde y sombrero, un león con polera y saco...

Por segunda vez la narración está a cargo del texto, quien habla es John Chatterton:

"Resumamos: la señorita Rosepín no va a la piscina. Prefiere tomarse una granadina al lado de un joven que bebe menta. Aparte de esto, como lo había previsto, nada de qué alarmarse: ¿Por qué iría a pincharse el dedo con el huso de una rueca?. Ese huso, esta joven amenazada por un largo y profundo sueño, me recuerdan vagamente un asunto que fue célebre en su momento... ¡Mantengámonos atentos!"

Como en todo relato policial, el detective hace un resumen del avance de su investigación, resumen que en definitiva está destinado al lector.

Pensar el cuento de hadas como un caso policial, o a la inversa, pensar las viejas películas polícíacas como cuentos de hadas puede parecernos una asociación insólita, pero que sin embargo descubre la afinidad que existe entre ambas formas de nuestra tradición narrativa. ¿O acaso los duros detectives del policial no son héroes que deben pasar pruebas para restablecer el orden perdido? Los cuentos de hadas se transforman, en el mundo de los personajes creado por Pommaux, en célebres casos criminales cuya resolución está ya dada por la tradición.

La señorita Rosepín se detiene frente a una vidriera, una casa de antigüedades cuyo nombre "Érase una vez..." se exhibe sobre la puerta. Ingresar a ese lugar, es ingresar a otra dimensión, a la de la magia y el sueño de los cuentos maravillosos.

Si bien podemos dejarnos llevar por la historia, que conserva del cuento original su fuerza narrativa, también podemos detenernos en las imágenes de esta escena. La joven ingresa a la casa de antigüedades, a continuación Chatterton hace guardia a la entrada del local; pero los lectores que "miramos desde el auto" podemos divisar un cartel en la vidriera, y una rueca dibujada en él; a continuación un primer plano del cartel y la cara en detalle de Chatterton que silba distraído de espaldas al mismo. La imagen nos permite adelantar el desenlace antes que el protagonista. Finalmente estamos situados como espectadores dentro del local y vemos a Chatterton descubrir asustado el cartel que nosotros ya habíamos visto. La imagen, como en el cine o en la historieta, nos ha ido brindando de manera paulatina las pistas y los indicios suficientes para predecir el desenlace. Acerca de esta fuerza narrativa de la imagen y su relación con el lector infantil Yvan Pommaux reflexiona:

"En el fondo creo que es importante tener en cuenta la idea de que un niño que todavía no sabe leer, pueda comprender por sí mismo un libro que cuenta una historia actualizada, densa o compleja. (...) Puede sumergirse por sí mismo en las imágenes, por lo tanto en la historia e incluso seguirla de principio a fin, a su ritmo, entreteniéndose. Y quiero decirlo con toda libertad: mi objetivo es que ese niño sepa que es posible tener con un libro relaciones emocionantes y de gran intimidad, aún antes de que aprenda a leer." (2)

También la caracterización de los personajes se nos manifiesta a través de la ilustración. Así sucede con la enigmática rata del negocio de antigüedades, que parece tejer a lo Penélope un tejido interminable y cuyas palabras nos sumergen en el pensamiento del mundo maravilloso:

"Cálmese, amigo mío. Lo que tiene que pasar, pasará. Quien busca, encuentra; y la niña encontrará lo suyo.

Tenga cuidado, amigo mío. El sueño de los jóvenes es contagioso; cuando se duermen, todo se duerme a su alrededor."

La velocidad del movimiento del detective Chatterton, que sube vertiginosamente las escaleras, contrasta con ese lugar y ese personaje detenidos en el "Erase una vez", el tiempo inmemorial de los cuentos de hadas.

Primer plano del accidente previsto, la joven cae en cámara lenta sobre la cama mientras Chatterton parece comprender que ya nada se puede hacer para evitarlo. Como lo había predicho la rata, todos caen en un profundo sueño, incluido Chatterton que intenta huir de aquel lugar. La narración de esa huida, propia también del policial, nos está dada por una serie de cuadros y detalles de la llave de encendido y el cuentakilómetros del automóvil, donde descubrimos que el detective sólo ha podido recorrer un kilómetro desde el lugar del hecho hasta estrellarse dormido contra un poste.

Otra vez nos deleitamos frente a la imagen: en sucesivos cuadros, la misma escena del auto detenido contra el poste y Chatterton dormido en su interior, vistos desde atrás, se va cubriendo poco a poco por un seto de espinas. No hace falta más para saber que ha pasado mucho tiempo desde que John cayó mágicamente dormido, quizás cien años.

Junto al seto de espinas un exótico marabú reconstruye al detective y a los lectores lo sucedido durante el sueño. Como la rata del negocio de antigüedades, el marabú, sabio y antiguo, nos remite también al mundo maravilloso. En contraste, Chatterton nuevamente se decide por el vértigo de la acción. Como cualquier héroe de las películas policiales, hace marcha atrás y arranca velozmente en su descapotable, mientras el sereno marabú lo observa alejarse.

Una vez en su oficina, con sus patas sobre el escritorio, el detective necesita recurrir a la lectura de Célebres casos criminales. El libro lo dice todo, la única solución al problema de la Señorita Rosepín es un beso del elegido de su corazón.

El desenlace romántico, por todos conocido, tan sólo es narrado por la ilustración. Dentro de un círculo semejante al ojo de la cámara que está a punto de cerrarse, John Chatterton saboreando una taza de café en su oficina, nos cuenta qué ha sido de la vida de los personajes de esta historia. Un final feliz, por supuesto.

Recomendado a partir de los 6 años.

Marcela Carranza


Notas

(1) Detective John Chatterton y Lilia, editadas por L'école des loisirs en Francia (1993-1995) y posteriormente por Ediciones Ekaré en Venezuela (2000-1999), son junto con Un sueño interminable las tres obras del reconocido autor-ilustrador francés Yvan Pommaux, que integran la serie del gato-detective John Chatterton. Cada una de ellas creadas a partir del cruce entre el policial y los cuentos tradicionales: "Caperucita Roja", "Blancanieves", "La bella durmiente del bosque".

(2) Pommaux, Yvan. "La ruta de un artesano", en Enlaces con la crítica N° 4; Caracas, Banco del Libro/Conac, junio-septiembre de 2001.


Foto de Marcela CarranzaMarcela Carranza es maestra y Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) participó en el programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y en el equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Actualmente se desempeña como docente de literatura infantil en la Escuela de Capacitación (CePA) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.


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