101 | LECTURAS | 30 de abril de 2003

Cuando la ficción nace del infierno

por Antonio Skármeta

A menudo los escritores se encuentran frente a una terrible pregunta: ¿sucedió así de verdad? Los lectores buscan la verdad detrás de las obras de fantasía. Saben que la literatura es un modo peculiar de dialogar con el mundo y esperan encontrar señales sobre la experiencia compartida de vivir en este mundo, para entenderlo mejor.

Cuando a causa de sus desventuras el escritor ambienta uno de sus relatos en la cornisa de las tensiones históricas y políticas, el crítico y el lector se hacen aún más sospechosos. ¿El artista no estará acaso deformando la realidad por razones ideológicas?

Con mi relato Tema de clase (1), que ahora aparecen en Italia, ilustrado por Alfonso Ruano (2), ocurrió que, desde el día en que lo escribí, los lectores —impresionados por el argumento— se interrogaron sobre todo acerca de la verosimilitud de mi narración.

Tema de clase cuenta la historia de un escolar que intuye, a partir de varios indicios, cómo en la escuela le asignan una tarea que podría llevarlo a traicionar la actividad política desarrollada por sus padres contra una dictadura brutal, que había limitado dramáticamente la posibilidad de la libre expresión de la sociedad.

Inmediatamente después del golpe militar en Chile en 1973, se intentó imponer una severa reorganización de la realidad, instaurando una permanente represión de las ideas democráticas, con una cadena de muertos y desaparecidos. Aun varios años después de la fase más dura de esa represión, la prensa internacional continúa hablando de la suerte de las víctimas y de la culpabilidad de los represores en Chile, muchos de los cuales están ahora bajo proceso.

Cuando escribí la primera versión de Tema de clase, a fines de los años setenta, me impulsaba una doble emoción: primero, la angustia de saber que la represión llegaba hasta la escuela primaria chilena a través de una estrategia sistemática de encuadramiento de los alumnos en la lógica de un pensamiento autoritario que, en primer lugar, incitaba a delatar a quienes se apartaban del modelo impuesto. En segundo término, existía la confianza —basada en el íntimo conocimiento de los chilenos y de su carácter profundamente democrático— en el hecho de que la intuición de adultos y niños conduciría a mis compatriotas a individualizar peligros y trampas, a encontrar pasajes, senderos y quizá también amplias calles que un día u otro los conducirían hacia la libertad.

En mi cuento, al pequeño Pedro, de ocho años, le piden que participe en un concurso literario que tiene como tema lo que ocurre de noche en su casa. Los represores sospechan que en muchas casas la gente escucha una radio clandestina, que provee informaciones verdaderas sobre la represión militar y sus fanáticos adeptos y, además, da noticias sobre la actividad emprendida en Chile y en el mundo para manterner viva y vital la resistencia a la dictadura.

Mediante ese tema, los represores quieren saber dónde se encuentran los disidentes.

Casi todos nosotros, los latinoamericanos, estamos habituados a participar en la vida política de nuestras naciones. Somos países jóvenes, las posibilidades de definir la identidad de nuestras tierras son todavía muchas y las discusiones acerca del camino que nuestra sociedad debería tomar son ricas, variadas y estimulantes. Hay momentos difíciles, en los que las ideas dividen la sociedad y dan origen a menudo a enfrentamientos trágicos. Nosotros, que participamos en la vida política, sabemos que con nuestras acciones y opiniones nos exponemos; y sabemos que, aunque a veces las consecuencias pueden ser duras, ésas son las reglas del juego.

Pero lo que me pareció obsceno, indecente, patológico, grosero, fue el intento de la dictadura militar instaurada en Chile en 1973 de arrastrar al conflicto de la sociedad a niños inocentes, tratando de manipular sus frescas, ingenuas conciencias. Temas como los que pidieron en la escuela del niño Pedro Malbrán, héroe de mi relato, hubo millares. Y los chicos de entonces, hoy adultos, los recuerdan. Como sus padres que, indignados, lograron apoderarse de reglamentos, circulares y otros documentos de orden escolar emanados de los militares, y los hicieron conocer a la opinión pública para que se formase una idea de las dimensiones del drama.

Me gustaría que Tema de clase fuese leído como una fantasía, la alegre ficción de un poeta que inventa una historia donde la inteligencia triunfa sobre la estupidez, aun si el poeta sabe que en la realidad la estupidez ha triunfado a menudo sobre la inteligencia. Invito a los lectores a sumergirse en los documentos alegados, emanados de las autoridades militares de la época, todos rigurosamente auténticos, para que entiendan cómo es el laboratorio de un escritor que trabaja en los ásperos confines de una realidad oprimida por la violencia y el drama.

Escribí Tema de clase en caliente, cuando las prácticas antidemocráticas estaban en su apogeo. Fue publicado por primera vez en una edición dominical de Le Monde, a la que siguieron muchas otras ediciones en distintas lenguas (3). La idea de hacer de esta historia un libro para niños fue de la editora venezolana Ekaré y de su colaboradora Verónica Uribe. El hecho de que muchas otras casas de edición, de diversos países y lenguas estén publicando ahora esta obra suscita en mí cierta preocupación por la actualidad que mi narración sigue teniendo en muchas partes del mundo.

Por otra parte, suscita interés también en algunas naciones europeas, aquellas que desean mantener vivo el recuerdo de sus dramas pasados, que recuerdan cómo, superando esos momentos, lograron encontrar la libertad de la que hoy gozan. Los padres y los docentes saben que la libertdad no es un bien con el que se nace, sino un valor que otros han sabido conquistar para nosotros con inteligencia y coraje.


Notas de Imaginaria

Portada de "La composición"(1) Tema de clase fue editado en castellano, con el título La composición e ilustrado por Alfonso Ruano, por Ediciones Ekaré (Caracas, Venezuela, 2000).

La composición fue comentado por Imaginaria en la sección "Libros", en esta dirección: www.imaginaria.com.ar\04\0\composicion.htm

El libro recibió importantes premios: el Premi Llibreter 2000 al álbum ilustrado, una distinción anual que otorga el Gremi de Llibreters de Barcelona i Catalunya a un libro —publicado en catalán o castellano— que destaque por su calidad y por su aportación al fomento de la lectura. Este premio, a su vez, es un reconocimiento profesional al autor y al ilustrador por parte de los libreros (http://www.imaginaria.com.ar/04/0/composicion2.htm).

También fue galardonado por el Banco del Libro de Venezuela con el Premio "Los Mejores Libros para Niños" 2000, dentro de las categorías "Libros Infantiles Originales" y "Los 3 Imprescindibles de la Biblioteca" y, en 2003, ganó el Premio Unesco de Literatura Infantil y Juvenil en pro de la Tolerancia, en la categoría Mejor libro para niños de hasta 13 años. (http://www.imaginaria.com.ar/09/8/premios.htm)

(2) Vea una de las ilustraciones de Ruano aquí. (http://www.imaginaria.com.ar/04/0/composicion2.htm)

(3) La composición fue traducido al inglés, italiano, portugués, alemán, danés y japonés.


Antonio Skármeta nació en Antofagasta, Chile, en 1940. Es autor de novelas y cuentos que han recibido numerosos premios y han sido traducidos hasta en veinticinco idiomas. Su obra El cartero de Neruda fue llevada al cine con el título de Il postino; obtuvo cinco nominaciones al Oscar y se constituyó en un éxito mundial.

Una versión de La composición para la radio fue elegida Drama Radial del Mes en Alemania y luego resultó finalista en el Prix Italia.

Skármeta adquirió notoriedad mediática gracias al programa La Torre de papel —sobre literatura y libros— que conduce en la televisión. También ejerció la diplomacia como embajador de Chile en Alemania.

Imaginaria agradece a Antonio Skármeta su autorización para reproducir este artículo. También hace extensivo el agradecimiento a Carina Pons, de la Agencia Literaria Carmen Balcells, por las gestiones realizadas.


Artículos relacionados:

Reseñas de libros: La composición, de Antonio Skármeta, por Roberto Sotelo

Distinciones para el libro La composición de Antonio Skármeta