98 | RESEÑAS DE LIBROS | 19 de marzo de 2003

Hasta (casi) 100 bichos

Daniel Nesquens
Ilustraciones de Elisa Arguilé.
Madrid, Anaya, 2001. Colección Leer y pensar.

Portada del libro

Que el Absurdo, o milagro de irracionalidad, creído por un momento, libere al espíritu del hombre, por un instante, de la dogmática abrumadora de una ley universal de racionalidad.(1)

La tortuga es muy fácil de dibujar por tres razones; tiene una forma muy sencilla y se mueve muy despacio.(2)

Sabemos que en la Edad Media existían unos libros llamados bestiarios que parece ser, contenían la descripción de animales reales y fantásticos (no se preocupaban por la diferencia en aquellos tiempos) y cumplían una función ejemplificadora. Los bestiarios eran utilizados por la religión cristiana para la instrucción moral y religiosa del pueblo. Autores consagrados de la literatura universal retomaron al bestiario y también lo ha hecho la literatura para jóvenes y chicos, como Ema Wolf con ¡Qué animales! o Eduardo Abel Gimenez y Douglas Wright, autores de Bichonario, en Argentina.(3)

Al igual que los bestiarios de Wolf, Giménez y Wright el libro de Daniel Nesquens se apropia del antiguo género en una versión paródica. Como sus antepasados medievales, estos textos otorgan a la ilustración un lugar privilegiado (4), multiplicando a través de la imagen el efecto humorístico de la palabra escrita.

La definición, la clasificación científica se cruzan con el juego de palabras, las alusiones absurdas, las comparaciones delirantes. El lenguaje juega, se vuelve hacia sí mismo. Así, en una de las definiciones nos encontramos con que "El Oso es un plantígrado y también un palíndromo. Aquí va uno: Ana lleva al oso la avellana.

Si el oso fuera zorra, tendría otro: Dábale arroz a la zorra el abad. Pero sólo es oso".

Daniel Nesquens nos invita desde la introducción, a una lectura "amena y divertida". Un libro para no pensar, si nos guiamos por el epígrafe que acompaña a todos los títulos de la colección: "En verdad hay mucha gente que lee solo para no pensar" (Georg Christoph Lichtenberg).

Apartarse de la lógica, jugar con las palabras y con los significados que esas palabras evocan. Parodiar el lenguaje que describe, define y clasifica para ir mucho más allá y más acá de las palabras. Subversión del lenguaje y de los "libros para..."

Objeto de burla son los significados convencionales y las alegorías, la seriedad del mensaje, nuestra creencia en esa seriedad. En la definición de la hormiga, por ejemplo, Nesquens se da el gusto de una breve sátira a la célebre fábula:

"La hormiga Mija era muy lista y muy trabajadora. También tenía muy buena suerte. Un día se encontró una bolsa de pipas de girasol. Abierta. Otro día rellenó una quiniela de fútbol regional. 1, X, 1, X, 3, 1, X... Acertó todas las casillas. Fue la única. No sé cuántos millones de euros. Qué alegría. Qué suerte. Ya no tendría que trabajar más..."

En "Kiwi" el autor propone una experiencia científica:

"Para diferenciar un Kiwi ave de un kiwi fruta, basta con meterlos en una jaula. Una jaula con su comedero de alpiste, su agua y su hoja de lechuga. Si a los tres días lo que hemos metido en la jaula (todavía incógnita) no se ha movido un ápice, no ha comido, no ha bebido, y lo más importante, la hoja de lechuga está intacta, es que lo que está dentro de la jaula es un kiwi fruta. Saquémosla, pelémosla y a comer."

En el "León" hallamos la contradicción en la propia enunciación que pone de manifiesto el lugar común: "Todo el mundo sabe que el rey de la selva es el león, así que no lo vamos a repetir."

El juego con las palabras se extiende a la norma ortográfica y de este modo: "Lo primero que hay que decir de la Oveja es que oveja se escribe sin h y con v. La hoveja que se escribe con h ya no es una oveja, es otra cosa."

También las metáforas muertas, los clichés del decir cotidiano forman parte de este juego ya que "En todas las familias hay una oveja negra..."

Transgrediendo su objeto, o porque las fronteras no son tan claras, el bestiario de Nesquens describe otros seres no animales y la "Tierra", el "Nueve" o el "Western" (entre otros) son definidos en sus respectivos lugares alfabéticos.

Las ilustraciones de Elisa Arguilé, "uno de los animales del sexo femenino que mejor sabe dibujar animales de sexo masculino"(5), desafían cualquier prejuicio acerca de ilustraciones adecuadas a un libro para chicos (y este no es un libro "para chicos" exclusivamente). Llama la atención su paleta de colores bajos, con predominio de marrones que se anticipa en la ilustración de tapa y continúa a lo largo del libro. La calidad de la impresión permite en algunos casos, como en el "Ñu", el uso de colores muy oscuros entre los que apenas destaca la figura del animal. En el "Perezoso", cuya definición se posterga día tras día, la ilustración juega con el texto causando entre ambos el efecto humorístico acorde al animal en cuestión.

Si los textos de Nesquens juegan con la materialidad del lenguaje y la literalidad de los significados; si los dibujos de Arguilé exploran colores y formas poco convencionales; la edición de Anaya parte de una concepción del libro como objeto en su atractivo material. El cuidado en el contenido: textos e ilustraciones, pero también en el diseño y la construcción del libro como objeto artístico.

Recomendado a partir de los 9 años.

Marcela Carranza


Notas

(1) Macedonio Fernandez. "Para una teoría de la humorística". En Teorías. Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1997. Pag. 302.

(2) Daniel Nesquens. Hasta (casi) 100 bichos. Pag. 181.

(3) Ema Wolf. ¡Qué animales! Ilustraciones de Carlos Nine. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1996.

Eduardo Abel Gimenez y Douglas Wright. Bichonario. Enciclopedia ilustrada de bichos. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1991 y reeditado en 1994 (como colección de 4 libros y en otro formato); vuelto a reeditar en 1998 por Editorial Altea (como colección de tres libros y en otro formato).

(4) La misión formativa de los bestiarios en una época en la que pocos gozaban del conocimiento de la escritura, hacía indispensable el uso de la ilustración.

(5) Fragmento de los datos biográficos de la ilustradora en la solapa del libro.


Foto de Marcela CarranzaMarcela Carranza es maestra y Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) participó en el programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y en el equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Actualmente se desempeña como docente de literatura infantil en la Escuela de Capacitación (CePA) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.


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