83 | LINKS | 14 de agosto de 2002

Novedades de los escritores argentinos Graciela Montes y Pablo De Santis en la Web

Graciela Montes

Las jornadas para docentes y bibliotecarios en la Feria del Libro Infantil y Juvenil, realizadas en la ciudad de Buenos Aires durante el mes de julio de 2002, se inauguraron con una conferencia de la escritora Graciela Montes titulada "La ocasión".

Decía la autora en un pasaje de su exposición:

"La ocasión es (...) una grieta en el tiempo, una brusca expansión del instante. Una isla que obliga al agua del gran río fluyente a pegar un rodeo. Significa un pequeño brinco de libertad, un ensanchamiento del horizonte, un nuevo punto de vista. (...)

"La ocasión (...) es un punto de resistencia al tiempo, hincha de significaciones el instante.

"La ocasión abre el tiempo, lo fisura, dando lugar a que allí se construya sentido, se fabrique mundo, que es algo imprescindible para el humano. Lo nuestro son los mundos, no sabemos vivir sin ellos. Si no conseguimos fabricarnos los propios tomamos otros, ya hechos, y nos los calzamos o nos los encasquetamos de cualquier manera, como sea con tal de no quedar a la intemperie.

"La actividad de construcción o transformación de mundos nunca cesa y se puede decir que desde que nacemos hasta que morimos seguimos empeñosa, casi heroicamente, fabricándonos conjeturas, ilusiones, lecturas, albergues de significado. Aunque a veces, por falta de ocasiones, la actividad parezca interrumpirse.

"Mundo no es sinónimo de hábitat, el mundo es una construcción. Los humanos no vivimos ‘en la naturaleza’, aunque la naturaleza esté ahí y nos determine. Desde que probamos la fruta de la conciencia, del ‘darnos cuenta’ ya no pudimos tener edén sino mundo. Lo que llamamos naturaleza no es para nosotros sino un bosque de símbolos, como decía Baudelaire. Jamás podremos saber cómo es la naturaleza natural, la naturaleza del elefante por ejemplo, porque a la naturaleza, y al elefante, sólo nos podemos acercar con el lenguaje. Somos hacedores de metáforas. Del principio al fin necesitamos que lo que nos rodea nos signifique, y por eso ‘lo llenamos de nuestra propia sustancia’, como dice Bougnoux. Lo real es abrumador y desconocido, lo único que podemos hacer es cercarlo, rodearlo con nuestras significaciones, con nuestras metáforas, como los liliputienses rodearon con sus pequeñas cuerdas al inmenso Gulliver. La metáfora nos calma los nervios. Frente al tiempo, al rigor del tiempo de Manrique, ¿qué podemos hacer sino tratar de mantenerlo a raya con nuestras significaciones, nuestros pequeños mundos, nuestros sentidos?

"Los cuentos que contamos y que nos contaron, los libros en los que nos posamos o nos hundimos, las guardas y los dibujos en que nos hemos demorado sin apuro, el empeño con que hemos ordenado por color, por personaje, por tamaño nuestras pequeñas colecciones, el lento recorrido del dedo por la línea sosteniéndole al ojo las letras, el ritmo que tenía cada cuento en nuestro recuerdo, ritmo definitivo y al que le debíamos fidelidad absoluta, la dosificación de los silencios, los énfasis, las sorpresas, la dicha que anticipábamos un momento antes del desenlace, cada una de las resucitaciones de la memoria en la voz que fluye, incluso el olvido en que se fue sumergiendo después todo eso tan importante en su momento, tuvo que ver con el tiempo en su doble dimensión: lo fatal y la ocasión. Lo fatal porque las historias empezaban y terminaban, incluso podían olvidarse, y porque lo dicho dicho estaba y no podía deshacerse y porque, como todos sabemos, nadie se recibe de lector si no experimenta lo irremediable de la lectura y se echa a llorar porque ese libro que le gusta tanto se está por terminar. Y ocasión por el aspecto inaugural, de instalación de mundos y de instalación del ‘otro tiempo’ en ‘este tiempo’ que tiene la narración de cualquier historia y el volverse de las hojas de cualquier libro.

"No son grandes ocasiones, son pequeñísimas ocasiones si se las recorta contra ese gran telón de fondo de tiempo. Porque ¿qué es un libro, un librito, en ese fluir, ese universal manar del tiempo que, para gloria nuestra, registramos y para nuestra desgracia sufrimos? Poca cosa. Ni siquiera las grandes obras, las que se conservan en libros encuadernados en cuero con canto dorado a la hoja, tienen asegurada la inmortalidad en el tiempo. Ni las grandes batallas literarias, ni las revoluciones en el campo de las letras, ni los escándalos de las vanguardias ocupan mucho lugar en el fluir del tiempo. Miles de millones de personas jamás han oído hablar de ellas, y es posible que tarde o temprano se las olvide por completo.

"Y sin embargo...

"Sin embargo, cuando se está en el lugar de la ocasión, en el instante instantáneo donde se abre la grieta, todo cambia. Aunque se trate de ocasiones mínimas. Las cosas se ven de otra manera. ¿Qué lugar ocuparon los modestísimos Bolsillitos de editorial Abril en mi infancia de niña suburbana, casi siempre metida en casa por culpa de mi crónica bronquitis? Un lugar importante, puedo asegurarlo. ¿Qué lugar ocuparon Los monos bailarines, de editorial Sopena, y la Enciclopedia Universal Ilustrada de Espasa-Calpe en 81 tomos en la vida del sociólogo y escritor Darío Cantón como para que varias décadas después haya sentido la necesidad de dedicarles a esas viejas lecturas su nuevo libro? ¿Qué lugar ocupó ese relato dulcemente incestuoso, aunque muy imperfecto, de George Sand, François le Champi, que la madre le leía al niñito Proust por las noches? Juan Giordano un joven escultor argentino que ahora vive en Toledo me escribió para contarme que la madre y él, exiliados los dos en tiempos de la dictadura, siempre trashumantes y con las valijas listas, usaban una parte de esas escasas valijas en acarrear la pila de Cuentos del Chiribitil. ¿qué lugar ocupaban esos cuentos en la vida de Juan Giordano, incluso en la vida de su madre? Esa es la interesante vuelta de tuerca que supone la ocasión: desde el punto de vista de lo fatal es poca cosa, pero desde el punto de vista de la ocasión misma, vista de cerca, es inmensa, incluso parece capaz de tragarse al tiempo."

El texto completo de la conferencia forma parte de las novedades que se publicaron en la página web de la escritora (www.gracielamontes.com) y puede encontrarse en la sección "Escritos / Reflexiones", en esta dirección: www.gracielamontes.com/escritos/ocasion.htm

En la misma sección, se agrega la versión completa de Nicolodo viaja al País de la Cocina, publicado por primera vez en 1977 por el Centro Editor de América Latina, dentro de la colección Los cuentos del Chiribitil. En esta edición para la Web se reproducen dos de las ilustraciones realizadas por Julia Díaz para el libro. (www.gracielamontes.com/escritos/nicolodo.htm)

Otras de las novedades son el anuncio de la traducción al coreano del libro Valentín se parece a..., en la sección "Libros" (www.gracielamontes.com/libros/), y la inauguración de "El Corcho", una sección con pequeños textos, opiniones y comentarios de la escritora (www.gracielamontes.com/corcho/).


Pablo De Santis

En la sección "Opinión" del diario Clarín del 28 de julio de 2002, la periodista Analía Roffo entrevistó al escritor Pablo De Santis. El autor, también apasionado lector, explicó durante la conversación cómo puede influir un adulto en la formación lectora de un niño:

"¿Se puede 'fabricar un lector' desde chiquito?

"—Yo creo que sí, porque la lectura se transmite. Cuando alguien se ha hecho lector es porque siempre ha habido una persona que se le acercó y le transmitió el gusto por los libros. Pero también hay que saber que, a veces, la función que ocupan los libros en el crecimiento de alguien no tiene nada que ver con la calidad de esos mismos libros. El que empieza a saborear libros desde chico queda siempre marcado por ellos, no importa demasiado cuánta calidad tengan. Esa es una constante que nos cruza a todos los lectores. ¿Cuántos de nosotros hemos leído de chicos o de adolescentes libros que en ese momento nos conmovieron y hoy no resistirían nuestra lectura? En realidad, no parece tan importante qué se lee de entrada, sino con qué actitud. Porque la lectura comienza con una especie de esperanza frente a los libros, que siempre se mantiene.

"¿Esperanza de qué?

"—De ser ilustrados, de ser conmovidos y de ser satisfechos, que muchas veces es superior a los libros que uno tiene en la mano. Yo creo que uno siempre se acerca a los libros buscando algo que no leyó antes. Uno nunca pierde la esperanza de ser sorprendido. En ese sentido, los lectores adultos son más audaces que los chicos. Porque los más chicos aman la repetición: quieren leer una y mil veces el cuento que los atrapó. El lector adulto, en cambio, es un permanente insatisfecho; está a la caza de una historia novedosa y desconocida. Solemos decirnos: 'he leído todo, ¿qué podrá ser inaugural para mí?' Porque, cuanto más leemos, más nos saturamos. Quiero decir que ese exceso de experiencia, en el fondo, es contraproducente, porque nos hace conscientes de que hemos perdido la inocencia frente al placer de la lectura."

Más adelante, el escritor cuenta de qué manera ejerció ese papel de adulto mediador con sus propios hijos:

"(...) el clima familiar es decisivo para formar lectores. Pero insisto en que no es tan importante que padres, tíos o abuelos orienten hacia los mejores libros. Cuando uno descubre la pasión, importa la intensidad, no la calidad de lo que lee. Es que ningún chico es inmune a la intriga por saber qué lee ese adulto que está enfrascado con tanto interés en un libro. Ver a alguien leyendo o escribiendo invita a desentrañar ese misterio y a adueñarse de ese placer.

"A ver, imaginemos una escena real. Usted tiene dos hijos adolescentes y otro de tres años. ¿Cómo hace para ponerlos en el camino del misterio y del placer?

"—A mí me gustaba —y me gusta— contar el principio de las historias y dejar que los chicos las completen. No conozco técnicas didácticas, pero sé que muchas maestras usan un "señuelo" de este tipo y parece que rinde bien. A mis hijos más grandes les contaba historias inventadas por mí, pero no las escribía, porque eran solamente para ellos."

La versión completa de la entrevista se encuentra en la página web del diario Clarín, en esta dirección: http://old.clarin.com/diario/2002/07/28/o-02415.htm

 

 


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