81 | RESEÑAS DE LIBROS | 17 de julio de 2002

Lucas Lenz y el Museo del Universo

Pablo De Santis
Ilustraciones de O’Kif.
Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 1992. Colección Infantil-Juvenil, Serie Azul.

Lucas Lenz y la mano del emperador

Pablo De Santis
Ilustraciones de O'Kif.
Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2000. Colección Torre de Papel, Serie Torre Amarilla.

Portada de "Lucas Lenz y el Museo del Universo"  Portada de "Lucas Lenz y la mano del emperador"

Fundar un orden sobre el caos o el vacío es lo que salva. Y eso es jugar.

Graciela Scheines (1)

Lucas Lenz no es un detective común y corriente. Buscador profesional de cosas perdidas, es el primero y el único en su especialidad. Lejos del racionalista Sherlock Holmes o del detective duro de las películas (que trata de imitar), Lenz define su actividad en los siguientes términos: "No gané plata, no tuve éxito, recibí muchos golpes, tuve miedo más de una vez, pero, al menos desde que empecé a trabajar en serio, nunca me aburrí."

Si los detectives de películas y novelas policiales deambulan en bares, clubes nocturnos y callejones sin salida; la actividad de Lucas Lenz tendrá por escenario los altillos, sótanos y desvanes de casas abandonadas. Lugares propios más de fantasmas que de héroes policiales.

Lulú, la tortuga más grande y más vieja del mundo, es el primer objeto que Lenz tiene que recobrar para El Museo del Universo, por encargo de Raval, uno de sus miembros fundadores. El museo, nos describe el protagonista, es un lugar abandonado, destinado a una colección posiblemente infinita de objetos raros. Un lugar para locos que gastan su tiempo y dinero inútilmente. El Museo del Universo es una colección de cosas extrañas e inservibles organizadas según un criterio caprichoso. Ese orden se modifica continuamente, nos informa el guardián del museo. No hay leyendas, ni explicaciones que acompañen a los objetos, y "un mismo objeto, en un lugar distinto, es también un objeto distinto". A los extraños objetos reunidos en la oscuridad se les puede inventar un nombre, una historia, una función, y por qué no la historia de su búsqueda.

El museo, es un rompecabezas sin sentido. Un juego fundado en el azar y en el capricho. También la búsqueda de los objetos es parte de ese juego interminable. En la búsqueda de los objetos Lenz juega, así como juegan los clásicos detectives del policial de enigma, o los duros del policial negro. Sólo que en la parodia de Lucas Lenz, la razón no siempre resulta útil para dar respuesta a los interrogantes, ni las acciones son suficientes para resolver los problemas: "...sé que la realidad tiene agujeros. Y que esa Piedra era uno de esos agujeros" —reflexiona el detective al final de una de sus aventuras—.

En Lucas Lenz y la mano del emperador, un solo objeto será el motivo de las peripecias del detective. Lenz narra su historia al guardián del museo durante las interminables horas de una noche lluviosa. Dentro de su relato aparece Los cinco enviados del emperador, la novela de cinco tomos de un tal Martín Gamma. La novela narra las aventuras de cinco enviados que tenían la misión de traer objetos raros desde los confines del mundo para las salas subterráneas del emperador. Será el relato de maravillas el que dará la pista para hallar la mano, o mejor dicho para que el poseedor de la mano del emperador halle a Lucas Lenz. El detective que juega a buscar, pasa a ser jugado, juguete a merced de otro que como él está acostumbrado a buscar y encontrar.

Buscadores y coleccionistas de cosas inútiles, organizadas sin orden y sin sentido. Brujas que juegan a hacer magia y abandonan el juego cuando pierden el control. El antagonista del Museo del Universo, Maestro, un coleccionista que siente placer en ver deteriorarse lo que junta.

"Algunos hacen museos para que las cosas sean conservadas. A mí me gusta que las cosas más valiosas del mundo se gasten, sean consumidas por la humedad, se pudran y se disuelvan. Es hermosos ver cómo las cosas se terminan. Es un placer parecido a los finales tristes de las películas."

La figura del escritor aparece en ambos libros: Alcides Lancia, autor de El nictálope, figura paródica del escritor que consume su vida en la obra; y Gamma, autor de un relato que cruza la maravilla con la vida real. También los lectores-admiradores de la obra literaria están tematizados: el dueño del cabaret decadente "El dragón rojo" que quiere adaptar la novela de Alcides Lancia a la realidad, Horowitz, el cerrajero y amigo de Alcides y Vidor, el siniestro editor-vampiro. Como en las historias de los duros del policial norteamericano, no faltarán los amores para Lenz. La chica que lo espera al finalizar el primer libro, y aquella mujer misteriosa que el detective deja escapar bajo el brillo de la luna.

Los dos títulos, con sellos editoriales distintos, tienen al mismo protagonista y afortunadamente al mismo ilustrador. Desde diferentes planos y perspectivas Lenz y sus compañeros de aventuras son retratados por O' Kif. A menudo las miradas de los personajes se cruzan con la del lector, como sorprendidos por una cámara intrusa que viene a inmiscuirse en sus ruinosas y a la vez emocionantes vidas de antihéroes.

Recomendados a partir de los 10 años.

Marcela Carranza


Nota

(1) Graciela Scheines. Juegos inocentes, juegos terribles. Buenos Aires, Eudeba, 1998.


Marcela Carranza es maestra y Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) participó en el programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y en el equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Forma parte del grupo de estudio La Nuez, en el área de la literatura infantil y juvenil.


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Autores: Pablo de Santis