65 | MISCELÁNEA | 28 de noviembre de 2001

Harry Potter y la piedra filosofal, la película (II)
Un comentario

Los muggles estamos de fiesta. Los que disfrutamos leyendo las peripecias de Harry Potter en el primer libro de la saga, tenemos ahora la oportunidad de recrear visualmente las imágenes que habíamos forjado con nuestra imaginación.

Afiche de la película

Siempre que un libro nos impacta, aparece el temor a la decepción cuando nos enteramos que se ha realizado su versión cinematográfica. Pero esta vez los magos (del cine) han hecho bien su trabajo y —al menos a los ojos de este cronista— el resultado es altamente satisfactorio. Y a juzgar por las recaudaciones de boletería en el fin de semana de estreno en Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá —116 millones de dólares— intuimos que esta impresión es compartida por unos cuantos más. Por eso nos atrevemos a pronosticar —crisis económica mediante— una buena concurrencia del público cuando se estrene el próximo 29 de noviembre en Argentina, donde los fanáticos de Potter ya son legión.

Ahorraremos en este comentario la lectura de un resumen argumental archiconocido (y sobre el que ya se ha escrito, hablado y polemizado a discreción en éstas y en otras miles de páginas) y nos zambulliremos en algunos detalles de la película.

Las dos horas y media de duración del film (143 minutos, para ser exactos) permitieron a los realizadores hacer un cómodo pasaje, al lenguaje cinematográfico, de las secuencias literarias más importantes de la historia. En este sentido, la película es extremadamente fiel al libro. La presencia de la Rowling, participando en el guión y en la realización, se nota... y mucho. Fue una suerte; porque se temía lo contrario si la dirección hubiese caído en manos de un director con más cartel que Chris Columbus (Spielberg, por ejemplo). La mayoría de los diálogos y situaciones relevantes de la novela se reproducen casi textualmente en la película.

Todos los efectos especiales que son capaces de lograr los técnicos de la compañía de George Lucas fueron puestos al servicio de la historia. Las escenas del partido de quidditch, con Harry Potter persiguiendo a la Snitch Dorada —la pelota con alas que Harry deberá atrapar y así definir el juego para su equipo—, dejarán con la boca abierta al espectador.

En cuanto a los actores, los tres niños protagonistas —Daniel Radcliffe (Harry Potter), Rupert Grint (Ron Weasley) y Emma Watson (Hermione Granger)— dan el porte justo a los personajes de la novela, y el elenco adulto no podía haber estado tan bien elegido. Se destacan las actuaciones de Alan Rickman, como Severus Snape, el profesor de Pociones que tiene entre ceja y ceja a Harry Potter; Robbie Coltrane, como el tosco y bonachón Rubeus Hagrid, amigo de Harry; y Richard Harris, en el papel de Albus Dumbledore, director del Colegio Hogwarts y mago protector de Harry Potter.

No nos queda mucho por decir sobre la película —lo sentimos innecesario y conviene aclarar que la crítica cinematográfica no es nuestra especialidad—, sólo la fervorosa recomendación de que la vean y, por supuesto, que lleven con ustedes a cuanto niño mayor de 6 años tengan cerca (hay versión hablada en castellano, que si bien nos priva de la exquisitez de escuchar las voces y los diálogos originales, ayuda a los más pequeños a comprender mucho mejor la trama). Pensamos que no se arrepentirán y, aún los más exigentes, se encontrarán con una historia fantástica de aventuras muy bien contada. Tal vez sólo eso ya sea suficiente para desembolsar el valor de la entrada.

"No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir", le aconseja Albus Dumbledore a Harry Potter. Coincidimos, pero —ante realidades tan difíciles y angustiantes como la que estamos viviendo actualmente— a veces resulta necesario y reconfortante tomarse una tregua en la cómoda butaca de una sala de cine.

Roberto Sotelo


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