47 | RESEÑAS DE LIBROS | 21 de marzo de 2001

Crónicas de Media Tarde

Juan Farias
Ilustraciones de Juan Ramón Alonso.
León, Ediciones Gaviota, 1996.
Colección Trébol.

Portada de "Crónicas de Media Tarde"

Nota de Imaginaria: Este comentario bibliográfico fue realizado a partir de la lectura de la anterior edición del libro, una trilogía compuesta por: Años difíciles (Valladolid, Editorial Miñón, 1982. Colección Las Campanas); El barco de los peregrinos (Idem, 1984); El Guardián del silencio (Idem, 1985). En los tres casos, las ilustraciones son de Reyes Díaz. Actualmente, esta edición se encuentra agotada y descatalogada, estando vigente la citada más arriba.

Crónicas de Media Tarde nos cuenta tres historias que son una sola y, a la vez, son más de tres. Años difíciles, la primera novela, se desarrolla en un pequeño pueblo español, Media Tarde, durante los años de la guerra civil. El barco de los peregrinos tiene como escenario una embarcación pesquera y se sitúa en los años posteriores a la guerra. En la última novela, El Guardián del silencio, Farías vuelve a Media Tarde en un tiempo impreciso pero cercano al actual.

Fernando Altés Bustelo, en el prólogo a la primera de las tres novelas, nos dice: "el libro que tienes en las manos, es un relato duro, una historia que nada tiene de alegre, y por lo tanto, diríase en principio que no es una historia apropiada para un lector infantil o juvenil (...), se trata de una historia muy real y lo peor que se puede hacer con los niños es ocultarles la verdad".

El párrafo es acertado en varios sentidos. Se trata de una historia triste, que comienza con la llegada de la guerra. El protagonista es un niño, Juan de Luna, que según nos cuenta el relato, ahora es adulto. Este tono evocativo, característico en otros libros de Farias, estará presente en las tres novelas.

"(...) no llegó a oírse ni un solo tiro, pero hubo una guerra", dice el narrador. Sobre esta idea trabaja el texto de Años difíciles. Un pueblo pequeño al que la guerra no llega sino de manera silenciosa: divide las aguas entre quienes adhieren a los vencedores (Don Pablo, futuro alcalde), a los vencidos (don Jacobo, el maestro) y a los desertores. Entre estos, estará el padre de Juan de Luna, quien será fusilado al ser descubierto en el monte. Hasta aquí, la síntesis de una historia que contiene, además, momentos de alto vuelo poético; Juan de Luna subido a la torre de la iglesia para ver llegar a la guerra; la madre del protagonista comunicándose con su marido, oculto en la montaña, a través de un espantapájaros. Por otro lado, escenas y diálogos que describen usos, refranes y supersticiones populares, configuran con precisión el mundo aldeano de los años 30.

Es interesante el juego de las voces narrativas que se despliega a lo largo de la trilogía. En la segunda novela, El barco de los peregrinos, el protagonista es también un niño, pero en este caso se trata del propio narrador. Las situaciones y el punto de observación son característicos de la infancia; sin embargo, quien cuenta la historia es un adulto que recuerda: "Una vez, hace muchos años, cuando aún era bajito, me escapé de casa."

En El Guardián del silencio, el juego de voces es más complejo. Hay una primera parte en la que se cuenta la fundación de Media Tarde. El relato nos recuerda los cuentos tradicionales sobre el origen de las cosas, aunque en tono realista. Quien cuenta es un narrador omnisciente que advierte, sin embargo, que la historia la refería el viejo Justo, un personaje que ya aparecía en Años difíciles. Esta primera parte está diferenciada del resto del libro también desde el punto de vista gráfico: texto e ilustraciones están impresos sobre fondo gris. Representa, además, un salto temporal hacia el pasado. A continuación, presentado como prólogo, un texto en el que Juan Farias (lleva su firma) nos dice que la historia que leeremos le fue contada por un tal Marcial y que, mientras esto ocurría, él estaba tratando de escribir el relato de un niño que se escapa de su casa y hace un viaje en barco. Otro quiebre de la temporalidad y un juego complejo de narrador-narratario-autor-lector.

Más adelante, la aparición del título "Cuaderno I" parece querer decirnos que es aquí donde empieza la novela, ya que las dos anteriores también están capituladas a modo de cuadernos numerados. El viejo Justo es el único habitante que queda en Media Tarde. Marcial, un médico joven que atiende en un pueblo vecino pero que no encaja en la sociedad aldeana, llega a Media Tarde por casualidad. Encuentra a Justo, quien le refiere lo ocurrido en el pueblo durante y después de la guerra: la migración de sus habitantes.

"—Lo de irse no importa tanto. Lo malo es lo de no volver", nos dirá más de una vez.

Despedidos por las persecuciones, quienes vuelven (Macario, por ejemplo, un personaje principal en El barco de los peregrinos) ya no encuentran lo que buscan y vuelven a irse. Justo nos cuenta que hubo un cura joven, de buena voluntad, que llevó la modernidad a Media Tarde. Refiriéndose a la llegada del primer televisor nos dice: "—A los jóvenes, el pueblo se les hizo aún más pequeño." El viejo Justo, memoria de Media Tarde, espera, cada año, la llegada de las cigüeñas.

En el epílogo vuelve la voz de Juan Farías, quien dice haber visitado Media Tarde, "que no aparece en los mapas, que no figura en las enciclopedias y que, ha muerto consumido por la soledad."

En esta última novela ya no hay niños. Si en la primera, la guerra se muestra a través de los ojos y la experiencia de un niño, en la segunda el mundo de la infancia ocupa mayor espacio: un chico que se escapa de su casa para vivir aventuras marineras. Como el Quijote, el protagonista desea emular las aventuras que ha leído en Stevenson, London, Twain, pero descubre que los marineros de aquel barco "sólo querían hacer algún dinero, volver a casa, tierra adentro, comprarse una vaca y esperar a que pariese para así tener dos." Nada es igual a las historias que ha leído: ni el capitán, ni las tormentas, ni su amigo Macario, un marinero melancólico que sueña con volver a Media Tarde y reencontrarse con Gertrudis, su novia.

"La guerra no va a terminarse (...). Hasta que no se mueran los que ganaron y los otros y yo mismo, ¡Por mi madre!, no podré volver", dice Macario.

El niño promete visitar Media Tarde. Aunque no hay referencias directas, puede suponerse que se trata de Marcial.

Retomando el párrafo del prólogo a Años difíciles citado arriba, resulta obvia la intención de Farias de develar parte de la historia española. Pero también, creo, se maneja con la verdad en tanto narrador adulto que cuenta historias a los niños. No hay en el texto, concesiones a "lo infantil". Es una historia (tres historias, y más de tres) dura, escrita en lenguaje poético.

Leer esta trilogía despierta el deseo de encontrar, en nuestro país, un intento similar que dé cuenta de las muchas muertes que supimos conseguir.

Años difíciles cierra con una posdata:

"Es bueno decirlo: aquella paz duró muchos años. Unos la vivieron felices pero otros tuvieron que andarla de puntillas.

"En realidad no era la paz. Había vencedores y vencidos y esto suele hacer muy difícil la canción final."

Raúl Tamargo


Raúl Tamargo (rtamargo@fullzero.com.ar) es poeta y narrador. Ha publicado un libro de poemas, Los otros cómo juegan (Buenos Aires, Ediciones A Capella, 1995) y ha colaborado en un ensayo sobre experiencias de talleres de escritura (Las palabras son de todos, de Silvia Alvarez. Buenos Aires, Ediciones Juntos, 1991) dirigido a docentes de nivel primario. Coordinó talleres de escritura para niños y adultos en Lobos, Carlos Casares y Buenos Aires. Es redactor de la revista Una de C.A.L. e integra el grupo de estudio La Nuez, en el área de la literatura infantil y juvenil. Con su novela Por la ventana de Sol, ha ganado el Concurso Internacional de Literatura Infantil "Julio C. Coba" 2001, que organiza la editorial Libresa, de Ecuador.


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