46 | RESEÑAS DE LIBROS | 7 de marzo de 2001

El libro ilustrado de los cuentos de hadas

Adaptación de Neil Philip
Ilustraciones de Nilesh Mistry.
Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 1999.

Portada de "Mi libro ilustrado de los cuentos de hadas"

Los libros recopilatorios de cuentos tradicionales, especialmente las antologías preparadas para los niños, merecen una especial atención del adulto mediador en el momento de decidir una adquisición. Y cuando no se trata de las versiones originales sino de adaptaciones, el cuidado debe ser mayor aún.

En este sentido, El libro ilustrado de los cuentos de hadas es una obra que puede abordarse con confianza.

Neil Philip, reconocido folklorólogo británico, fue el encargado de adaptar los 52 relatos que componen la obra. Sus versiones mantienen el espíritu y el encanto de los cuentos originales y no hacen concesiones respecto de la crudeza de algunos de ellos, evitando la empalagosa lectura de piezas edulcoradas. Nilesh Mistry ha realizado unas ilustraciones de excelente factura: un motivo central para cada cuento al que se le suman algunas viñetas complementarias.

Otra característica a destacar es el diseño del libro: cada historia ocupa una doble página y, en los márgenes laterales —a la manera de los libros de conocimientos—, se agregan pastillas de información con detalles sobre los personajes, los ambientes geográficos y otras referencias para enriquecer la lectura.

La selección abarca desde cuentos muy conocidos como Caperucita Roja, Barba Azul o Blancanieves, hasta relatos de los más diversos orígenes.

Recomendado a partir de los 9 años, pero también para ser leído por el adulto a los más pequeños. Y así hacer posible el deseo expresado en la introducción del libro:

"Los cuentos de hadas son para ser compartidos. Un antiguo cuento coreano habla de un muchacho al que le gustaba que le contaran cuentos, pero nunca los contó a otros. El muchacho atesoró cuentos como un avaro atesora monedas. Cada vez que oía uno nuevo, ponía su espíritu en un bolso viejo, que estaba lleno a reventar.

"Por fin, el muchacho tuvo edad de casarse. La mañana de su boda, su sirviente oyó cuchicheos que venían del bolso viejo. Los espiritus prisioneros de los cuentos murmuraban airadamente entre sí: 'Nos estamos asfixiando aquí. ¿Qué le importamos? ¡Hoy es nuestra oportunidad para liberarnos!'

"Un espíritu sugirió que un arbusto de fresas venenosas tentaría al muchacho de camino a su boda. Otro espíritu creía que podía quemarse con un atizador candente. Finalmente, un tercer espíritu dijo que, si todo lo demás fracasaba, una serpiente en la cámara nupcial probablemente lo mataría.

"El sirviente al oír esto, pudo impedir todos aquellos desastres. Después de cortar la cabeza de la serpiente, le contó a su dueño que había oído lo que tramaban contra él los espíritus prisioneros de los cuentos.

"—No es natural tenerlos confinados así —dijo—. Debe liberarlos.

"El joven se dio cuenta de su equivocación, desató el bolso viejo y dejó que los espíritus de los cuentos salieran libremente. Y desde ese día, contó sus cuentos a todo el que quisiera escucharlos.

"Escribir cuentos de hadas en un libro es un poco como encerrarlos en un bolso viejo. Existe el peligro de que se asfixien. ¡Abre el libro y deja libres a los espíritus de los cuentos!"

Roberto Sotelo


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