13 | LECTURAS | 1 de diciembre de 1999

Colmos, adivinanzas, tantanes y otras curiosidades

Entrevista a Carlos Silveyra sobre folclore infantil, por Silvia Itkin (nove1@noveduc.com.ar)

 

Artículo extraído, con autorización de los editores, de la revista Novedades Educativas, Año 11, N° 106; Buenos Aires, octubre de 1999.

¿Qué es el folclore infantil?

—Entendemos por folclore infantil a todas aquellas manifestaciones literarias anónimas —de la literatura oral— que dicen los chicos o les son dichas a los chicos. Excluimos los textos narrativos: cuentos, leyendas, mitos, etcétera. Por lo tanto entran las adivinanzas, colmos, chistes, trabalenguas, los cuentos mínimos, los "qué le dijo", entre otros. También están incluidas las canciones de cuna y los refranes que les son dichos a los chicos y ellos repiten.

"Hay que romper con la idea de que lo folclórico es lo rural. Lo urbano también es folclore, porque la característica de éste es que es anónimo, que se transmite oralmente. Lo opuesto a folclórico no es lo urbano, sino lo autoral. Hay también una gran zona gris, ya que hay muchos relatos folclóricos de tradición oral que luego fueron retomados por grandes escritores y se convirtieron casi en obras de sus autores."

"Muchos de los cuentos de Perrault son de tradición oral, él les da escritura, del mismo modo que autores contenporáneos le están dando escritura a cuentos folclóricos argentinos: Gustavo Roldán, Laura Devetach, Miguel Ángel Palermo, Graciela Cabal, Graciela Montes. No creo que tengamos que pensar únicamente en el folclore de los gauchos y las boleadoras."

Se trata de una cantidad enorme de especies. Algunas que vienen de muy lejos, como es el caso de las adivinanzas, cuyo origen algunos estudiosos sitúan en Oriente y otros en Grecia.

Otras son nuevas, de este siglo —como los colmos o los apodos, tan comunes en algunas provincias argentinas, como Córdoba o Santa Fe—.

Algunas especies van muriendo por falta de uso. Por ejemplo, en nuestro medio ya no se dicen más aguinaldos —unos versitos que decían los chicos cuando tomaban la comunión o en las fiestas de fin de año, a través de los cuales pedían alguna moneda como propina—; esto desapareció en los medios urbanos; tal vez se conserve todavía en algún pueblo apartado o en el campo.

¿Cómo los aprenden los niños?

—Porque otros los dicen, dentro de la escuela y fuera de la escuela. A veces a través de un adulto o de otro compañero. Les gustan, los dicen, los repiten y, como sucede con la literatura oral, los modifican. El folclore infantil se va haciendo y rehaciendo a medida que cada uno lo va repitiendo. (1)

¿Cómo pueden los maestros recuperar el valor del folclore dentro de la clase?

—La idea es no concebir al folclore como un conjunto de "piezas arqueológicas" para estudiar, sino como algo vivo, que se puede seguir creando e inventando. En la clase se puede mostrar a los chicos cuál es la mecánica de la producción de cada una de las especies. Por ejemplo, en el caso de los colmos, la mecánica está montada en la polisemia de una palabra, en una palabra con dos acepciones diferentes.

Entonces, si "el colmo de un jardinero es que su novia lo deje plantado", se está jugando con dos acepciones de plantado.

Cuando un niño de 8, 9 ó 10 años descubre esto, está inmediatamente habilitado para crear una infinidad de colmos.

Detrás de los "tantanes" (como por ejemplo, "tenía tanta, pero tanta plata, que para gastarla la frotaba contra la pared"), está lo hiperbólico.

Los "tantanes" se hacen sobre la base de los retruécanos ("no es lo mismo una inglesa en colonia que una colonia inglesa") En esta especie aparece mucho lo escatológico y lo erótico, así como lo truculento es habitual en los "mamá-mamá"; éstos, por poner unos pocos ejemplos, son algunas características habituales de estas especies.

Estuvimos hablando de metáforas, de hipérboles, de los recursos retóricos literarios y que se suelen aprender en la escuela. Sería interesante trabajar con estos textos para abordar esos contenidos, que seguramente van a atraer a los niños. Si los informantes son ellos, seguro que van a sentirse atraídos.

En casi todos los casos, las especies del folclore infantil están muy vinculadas con el humor. Con lo cual se suma otro atractivo. Salvo unas pocas especies, por ejemplo, las canciones de cuna, todos tienen que ver con el humor o con el ingenio. O con ciertas habilidades, como es el caso de los trabalenguas. En los trabalenguas, el desafío está en probar hasta dónde uno puede durar diciéndolo tan rápido como sea posible sin equivocarse.

Con los docentes, trabajo proponiéndoles a ellos ejercicios de producción sobre cuatro o cinco especies y luego pensamos si para trabajar con los alumnos hay que hacer algún tipo de modificación en la consigna, si se respetan los principios de un taller de escritura. Lo interesante es que, por tratarse de producciones breves, en una hora de clase, además de producir, se puede hacer también una ronda de lectura. Los niños disfrutan al producir y luego los incorporan a su repertorio. Pasan del lugar de consumidores al lugar de productores, y eso los entusiasma mucho.

¿Los niños logran darse cuenta de cómo son los mecanismos?

"Estoy preparando un libro sobre estas especies analizando cómo llegaron a América, qué pasaba en la Colonia, por ejemplo, con las adivinanzas, cómo se fueron desarrollando. Cómo es su estructura. Luego hay propuestas de trabajo, sugerencias para la producción en el aula y una larga lista de recopilaciones de nuestro país y de todos los países de habla hispana."

"Tendríamos que rendirle un homenaje a todos los recopiladores en la persona de uno, enorme, que tuvo nuestro país: el catamarqueño Juan Alfonso Carrizo, que desde la década del 20 hasta la del 60 recopiló y publicó cancioneros de Tucumán, Catamarca, Jujuy, Salta, La Rioja. Sus obras, extensas y eruditas, reúnen no sólo lo infantil sino lo que los adultos decían por aquellos años. Esto no significa desconocer la obra de Berta Vidal de Barttini, Coluccio, Villafuerte, Jijena Sánchez, Jacobella, Lehmann, Nietsche, Viggiano, Becco, etcétera."

—Por supuesto, pero eso requiere de un adulto, de un docente que los ayude a hacerlo.

Se pueden tomar cuatro colmos, anotarlos en el pizarrón y analizar por qué causan gracia. A partir de allí, se puede pensar con los alumnos cuál es el mecanismo que contienen.

Entonces descubren en seguida la doble significación. Además, se puede proponer verificar si esa ley que acaban de descubrir puede aplicarse a todos los colmos. A partir de esto, los niños se dedican a escribir con mucha libertad, más que los adultos.

Y de esta manera se pueden trabajar muchas especies, prácticamente todas. Algunas presentan más dificultades, por ejemplo, las adivinanzas, porque tienen una esctructura muy compleja. En las adivinanzas hay fórmulas que cumplen determinada función, hay algunos versos que tienen una función orientadora, otros son distractores, otros "comodines" (fórmulas que permiten rimar o que permiten hacer una estrofa de cuatro versos). Además, hay muchas variedades de estructura: algunas adivinanzas trabajan por antagonismo como: "no es esto, ni aquello, no es lo otro... ¿qué es?" Otras se estructuran desde la interrogación: "¿qué será, qué será...?"

Para trabajar adivinanzas conviene aislar cuatro o cinco ejemplos de un mismo tipo y tratar de analizar qué tienen en común. Dejar para otro momento las de otro tipo. Siempre, del análisis de varios textos folclóricos inferimos el mecanismo constitutivo y, sobre esa base, proponemos la creación empezando, claro está por la respuesta.

En cambio con los colmos, los tantanes o los "qué le dijo", es muy sencillo.

Con grupos de cinco años o de primer grado, suelo trabajar los "qué le dijo", primero haciendo dos listas de animales. Después empezamos a unir caprichosamente un miembro de una lista con otro de la otra, y a ver si se puede establecer entre ellos una relación de "qué cosa le diría".

Entonces leemos, seleccionamos los que tienen más gracia y analizamos qué podemos hacer para que sean más graciosos los que no la tienen; los niños se dan cuenta, entonces, de que hay que trabajar con elementos con doble significado, con palabras que signifiquen dos cosas simultáneamente.

Luego todo esto se puede recopilar y convertirlo en "Las adivinanzas de la escuela", "El libro de trabalenguas del grado", "Los colmos de 4° B", "Los mejores chistes de elefantes", "La cartelera de colmos", que se renueva todos los lunes, etcétera.

Y seguramente estaremos generando una lectura auténtica, con verdadero interés, porque tendrán ganas de enterarse de lo que dice allí.

En mi trabajo de recopilación, que todavía no está terminado aunque ya llevamos publicados ocho títulos (2), fui recogiendo de los niños estos textos. Yo sólo hice un trabajo de clasificación y selección, en una primera etapa (porque había muchos casos casi idénticos, con pequeñas diferencias entre sí) y finalmente realicé una corrección ortográfica y de puntuación, simplemente para hacer comprensible la lectura.

  1. Silveyra está trabajando en un libro que se va a llamar Canto rodado, que reúne estas manifestaciones del folclore infantil.

  2. Nota de Imaginaria: Carlos Silveyra se refiere a los libros de la colección Faltó el profe, de Ediciones Altea.


Recopilaciones sugeridas

  • Coluccio, Félix y Coluccio, Marta I. Folklore infantil. Buenos Aires, Corregidor. 1988.

  • Devetach, Laura y Roldán, Laura. Ayer pasé por tu casa. Coplas de amor y risa. Buenos Aires, Colihue, 1982.

  • Fischer, Carmela. Un do li tuá. Rondas y canciones tradicionales argentinas. Rosario, Ameghino, 1997.

  • González, Oscar. Flores de cardos. Buenos Aires, Colihue, 1996.

  • Leibiker, Laura. Adivinanzas con yapa. Buenos Aires, Buena Letra, 1997.

  • Lardone, Lilia. Nunca escupas para arriba. Coplas cordobesas. Buenos Aires, Colihue, 1994.

  • Litvin, Aníbal. Chistes para contar en el recreo. Buenos Aires, Buena Letra, 1997.

  • Movsichoff, Paulina. A la sombra de un verde limón. Antología del cancionero tradicional argentino. Buenos Aires, Ediciones del Sol, 1984.

  • Muleiro, Pepe. Chistes para chicos. Buenos Aires, Sudamericana, 1996.

  • Pescetti, Luis María. La fábrica de chistes. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1994.

  • Roldán, Gustavo. El enmascarado no se rinde. Cuentos callejeros. Buenos Aires, Colihue, 1992.

  • Walsh, María Elena. Versos folklóricos para cebollitas. Buenos Aires, Luis Fariña, 1967.


Carlos Silveyra es maestro y licenciado en Ciencias de la Educación. ha sido director de las revistas infantiles Billiken y AZ diez y es autor de cuentos, novelas y recopilaciones de folclore infantil.

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